Por Jorge Hernández Fonseca
3 de Abril de 2012
La problemática cubana se presenta cada vez más interesante. Todos recordamos como hace unos pocos años, cuando el dictador cubano Fidel Castro presentó los primeros síntomas de decrepitud, desmayándose primero en un acto público en El Cotorro y cayéndose estrepitosamente después en Santa Clara. Se comenzó a hablar entonces de la disyuntiva entre una sucesión dinástica dentro de la familia Castro y una transición a la democracia, en los cánones de los países civilizados, discutiéndose los pros y los contra de esas alternativas.
Raúl como sabemos, tuvo una sucesión dinástica de primera, haciendo un “aterrizaje suave”, posibilitado por la dilatación del tiempo en que estuvo, como sustituto primero y después como titular --hasta hoy-- pero siempre con la presencia y el apoyo de su hermano mayor tras bambalinas. Este proceso mejor no hubiera podido ser programado y ha sido todo un éxito.
Sin embargo ahora, después de haber demostrado que la variante exitosa sería la sucesión dinástica, Raúl pretende incursionar en el proceso de transición. Es extraño que uno de los principales líderes del desastre socialista, sea precisamente el hombre que pretende encabezar una transición al capitalismo, no tanto a la democracia, como realmente debería ser.
Se induce que Raúl pretende ahora una transición, después de una sucesión exitosa, por varias acciones que se ejecutan en paralelo y de manera evidente a saber:
- Se realizan cambios al capitalismo, que si bien de inicio son tímidos, no cabe dudas de sus objetivos son de comenzar a hablar en Cuba del tan temido y odiado ‘mercado’;
- Un grupo de exiliados cubanos de Miami (no de Madrid ni de Ciudad México, de Miami mismo) se han agrupado para crear una corriente de apoyo a la transición raulista basado en el “borrón y cuenta nueva”, algunos de ellos arriesgando capital en el empeño. Pocos de estos cubanos son sospechosos de ser castristas;
- La Iglesia Católica de Cuba, encabezada por su principal dirigente, el Cardenal Jaime Ortega, propugna en la Habana por una política de apoyo a los cambios de Raúl y ha comprometido una buena parte de los feligreses y la jerarquía católica en el camino raulista de la transición;
- El Papa Benedicto XVI, representando no ya a la Iglesia Católica Cubana, sino también a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, si bien no ha comprometido su apoyo formalmente a Raúl y sus cambios, ha dado el espaldarazo internacional que se precisaba de parte de alguien de alto prestigio y representación;
- El esfuerzo de los países del ALBA para garantizar a Cuba en el seno de las reuniones Cumbres de las Américas, si bien no consiguió el objetivo en su primer intento, logró introducir el tema en la discusión presidencial, en presencia del presidente de EUA. Es una manera de invitar a Raúl a hacer apertura política, de forma disimulada;
Así las cosas y visto con una perspectiva mayor, se pudiera decir que los planes de Raúl están enmarcados en tres grandes etapas:
- La primera etapa (la actual) donde Raúl y sus generales hacen evidente el fracaso del esquema anterior, sin criticar a Fidel ni al marxismo, pero sustituyendo a todos los hombre fieles a su hermano, eliminándolos de los cargos de importancia e introduciendo cambios en el esquema económico, que acercan al país a una economía de mercado, tímidamente de inicio, pero sin alternativas ‘socialistas’ reales;
- La segunda etapa vendrá a la muerte de Fidel. En esta etapa no quedará “títere con cabeza” entre las huestes del dictador mayor y aunque habrá entierro grandioso y mausoleo “de aquellos”, los caminos al capitalismo se abrirán totalmente, implantando en esta etapa medidas que en la primera etapa no se hacen por respeto o Fidel. En esta segunda etapa también podría sobrevenir cierta apertura política, de inicio administrada por la policía política, y cuyo alcance es imprevisible;
- La tercera etapa sobrevendrá a la muerte del propio Raúl, momentos en que todo el proceso de transición por él encabezado puede romperse en pedazos, en función de la división existente en el seno del estado y el partido comunista cubano. Dependiendo de como Raúl y sus generales consigan administrar la segunda etapa, en esta tercera etapa se abriría el campo de la política y podría conseguirse una transición ordenada hacia la democracia. La duración de esta etapa dependerá de lo que suceda en las altas esferas del poder, pasadas las primeras semanas después de la muerte de Raúl.
Esta secuencia, programada por Raúl para encabezar la sucesión primero y la transición después, pudiera ser una explicación plausible al apoyo de la Iglesia y el Papa en persona al partido comunista cubano, previendo un final a medio plazo. Sin embargo, hay aspectos de este razonamiento que no “cierran” de la manera que deberían;
- De ser cierto lo antes expuesto, lo que realmente pretenden los hermanos Castro, convictos del fracaso de su revolución, es morir en el poder y permitir que sus familias se distribuyan y repartan lo que solamente pertenece al pueblo cubano. ¿Serán sus enemigos acérrimos los que propiciarán este final? ¿Es ético y justo propiciarlo?
- ¿Es razonable dar esa oportunidad a un equipo de gobierno que sabidamente destruyó el país y que de esta manera escaparán de la necesaria justicia?
- ¿Cuál será el papel de los millones de cubanos exiliados obligadamente; de los cientos de miles de cubanos presos durante largos años en las mazmorras castristas; de los familiares de los casi 10 mil fusilados injustamente?
- ¿Habrá impunidad para la policía política y para las turbas de respuesta rápida, que ahora mismo golpean mujeres y encarcelan personas decentes e indefensas?
La oposición política cubana de dentro y fura del país carece de las fuerzas necesarias para detener un proceso de este tipo, o para cambiar el curso de los acontecimientos, en función de que, no solamente el Vaticano lo ha bendecido, sino que grandes sectores bi-partiditas en EUA verían de buena gana una solución del “problema cubano” encabezado por Raúl y sus generales. Ello garantizaría dos aspectos básicos para la seguridad nacional de EUA: primero, impediría un éxodo balsero incontrolado hacia EUA y segundo, daría garantías de que el narcotráfico no se apoderaría de la isla, si ocurre un vacío de poder sin las fuerzas armadas raulistas, ya que la oposición actual no está preparada para enfrentar una situación de ese tipo.
Mientras tanto toda una pléyade de patriotas cubanos de dentro y fuera de la isla nos apresuramos a ver “los toros desde la barrera” ¿Qué hacer para evitar el casi seguro “segundo tratado de París” que se cierne sobre nuestro futuro?
Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com
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