Por Ricardo González Alfonso.
Al Dr. Eloy González, uno que no olvida.
Ahora muchos se adentran en el olvido. Muchos ya no despiertan en sus recuerdos la historia de esta mujer. Una mujer con el nombre de una canción de Manuel Corona, y el de la Virgen patrona de los presos. Una mujer que modestamente duerme su muerte, como hacen los buenos, los mejores difuntos, mientras se les olvida.
Pero no pediré un siglo de silencio en su honor. Los tiempos adversos no son tiempos de callar; y existen silencios confabulados con la desmemoria, que nos tornan en cómplices de la ingratitud, ese vicio que debiera ser el Octavo Pecado Capital.
Por eso dedico estas palabras a una defensora de libertades, esperanzas y derechos; a una estudiosa de las constituciones cubanas, a una batalladora eficiente y anónima en lides pacíficas y generosas.
No recuerdo bien la fecha en que vi por última vez a Mercedes Núñez. Sería a fines del 2002 o a principios del 2003. Pero sé que fue en casa de Elizardo Sánchez. Ella se hallaba acostada en un sofá, resistiendo en silencio los dolores letales del cáncer.
Nunca supe si se encontraba semidormida o casi despierta. Es probable que estuviese bajo los efectos de un fuerte calmante. De modo que en aquella ocasión no intercambiamos noticias, ni complicidades ni recuerdos. Si acaso, no puedo precisarlo, sostuvimos un breve diálogo de miradas.
En cambio, recuerdo la última vez que hablé con ella por teléfono. Fue el Día de los Enamorados del 2003. Mi esposa y yo cenábamos en el paladar “La Mulata”, y desde allí la llamamos para dedicarle nuestro mensaje de amor. Mercedes fallecería seis semanas después.
Sin dudas, en el período comprendido entre ese adiós rotundo y el ya lejano: el gusto es mío, su actitud solidaria forjó nuestra amistad; mucho más valiosa por consolidarse en tiempos de hostigamiento político, que a veces se manifestaba mediante arrestos constantes, y otras con métodos más sutiles.
Por ejemplo, la Seguridad del Estado cubana suele interrumpir – en ocasiones por días, en ocasiones por meses -el servicio telefónico a los periodistas independientes, y yo no fui una excepción.
Mercedes no sólo me brindó su teléfono, sino que hasta me entregó las llaves de su apartamento, para que yo pudiera proseguir con mis labores periodísticas, sin que interfiriera en las actividades que ella desarrollaba en la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, donde lo mismo distribuía medicinas, que visitaba, organizaba y consolaba a familiares de presos políticos. Como católica, y por razones obvias, era devota de la Virgen de Las Mercedes, de ahí su fervor por los cautivos, esos olvidados.
En su domicilio, enclavado en el municipio capitalino de Playa, organizó la biblioteca independiente Elena Mederos, donde lo mismo se impartía un curso sobre Derechos Humanos que se ofrecía una conferencia de prensa. Además, hospedó durante semanas a una pareja de opositores sin vivienda, y a algún que otro disidente de tránsito por La Habana.
Pero no era todo. Mercedes trabajaba como fotógrafa científica en el Instituto Nacional de Oncología y Radiología, al tiempo que colaboraba con el proscrito Colegio Médico Independiente de Cuba.
A pesar de esta última actividad, tan perseguida por el gobierno, le permitieron seguir trabajando en el hospital. No sólo por su profesionalidad; sino, además, debido a que su accionar opositor era casi invisible, pero efectivo.
En una ocasión en el Oncológico me realizaron una biopsia, pues se temía que yo tuviese un tumor maligno en la región bucal. Me efectuaron la prueba y me citaron a una consulta para la semana siguiente. Pero, por obra y gracia de la (des)organización estatal, el resultado del examen no apareció esa semana ni en las dos siguientes.
- Ricardo, ¿Por qué no me lo dijiste antes? – Me reprochó Mercedes.
Al otro día tenía en mi mano el resultado de la biopsia, la que por suerte fue negativa.
Estas dos anécdotas son una muestra mínima de la solidaridad de Mercedes Núñez, pero me sirvieron para ir adquiriendo confianza con ella; tanta, como para solicitarle - en un momento de represión extrema- una ayuda en verdad comprometedora.
En julio del 1997 la Seguridad del Estado detuvo en La Habana a cuatro dirigentes de la oposición, quienes integraban el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna. Meses después, en marzo de 1999, este cuarteto fue juzgado. Unos días antes del juicio la policía política realizó una ola de arrestos sin precedentes: más de cien en tres jornadas.
Los periodistas de Cuba Press nos vimos obligados a trabajar noche y día, rotándonos por turnos, para informar sobre las detenciones. Resultaba evidente que en las próximas horas nos arrestarían a todos nosotros, para así silenciarnos.
Entonces concebí un plan para que no nos callaran; y se lo expuse a Raúl Rivero, el director de nuestra pequeña agencia.
- Raúl, mañana esta casa será una “ratonera”, y tengo una idea para seguir dando noticias.
- ¿De qué se trata? –Me respondió disfrutando de antemano lo que podía ser un “palo” periodístico.
- Esta noche me quedaré en casa de Mercedes Núñez; como ella es discreta, el lugar está bastante “limpio”, y desde allí …
- ¿Y aceptará?
- Sí. – Le respondí convencido.
El resto del plan consistía en llamar a un corresponsal extranjero y a una muchacha que estudiaba muy cerca de donde se celebraría el juicio, y que era la novia de un miembro de Cuba Press.
Ambos podían merodear por la zona sin despertar sospechas, y por teléfono me mantendrían informado de las detenciones que se efectuaran en los alrededores del juzgado, adonde era muy difícil aproximarse.
Por la noche salí de la “ratonera”, y después de un breve episodio para evitar una patrulla de la Seguridad del Estado, llegué a casa de Mercedes a las once y media de la noche. A esa hora llamé a su puerta. La abrió soñolienta, pero al verme se acabó de despertar.
- ¿Qué te ocurre? – Me preguntó muy preocupada.
Le expliqué mi plan. No dudó en apoyarme. Esa noche dormí en su apartamento. Al amanecer, cuando desperté, ya estaba listo el desayuno.
Tal y como se esperaba, esa mañana detuvieron a los miembros de Cuba Press, así como a otros colegas de la prensa independiente. La policía política se presentó en mi casa; pero ya me encontraba donde ellos no habían sospechado, y con un teléfono aún “limpio”.
Mercedes se convirtió en aquella jornada en una secretaria emergente y eficaz. Mientras yo redactaba las notas informativas, ella atendía las llamadas telefónicas; al tiempo que cocinaba el almuerzo y salía de vez en vez para “ver si el barrio estaba tranquilo”.
Gracias a la solidaridad de mi anfitriona, y a la del corresponsal extranjero y de la estudiante, ese día pude transmitir para varias emisoras miamenses: Radio Martí, Radio Paz, Radio Mambí y La Cubanísima; así como dictar esas noticias para la página web de Cuba Free Press, que entonces difundía nuestras informaciones.
Hasta que, pasado el mediodía, la Seguridad del Estado interceptó e interrumpió el teléfono de Mercedes, por lo que ambos tuvimos que irnos del apartamento antes que nos arrestaran.
Tres días antes de morir, a pesar de los rigores implacables del cáncer, Mercedes le dijo a la periodista independiente Caridad Cristina Álvarez: “Me tengo que recuperar pronto, pues hay mucho trabajo y me quiero incorporar.”
Mercedes Núñez Cabrera falleció en La Habana el 29 de marzo del 2003. No pude ir a su velorio ni a su entierro. Me hallaba detenido en Villa Maristas, como parte del Grupo de los 75. Después yo cumpliría más de siete años de cárcel; y vendría este destierro, pero no el olvido.
Por tanto y más - y porque el héroe si es anónimo es doblemente héroe - por ella aún canto y lloro, como expresa la canción de Manuel Corona, dedicada a otra Mercedes, a otra mujer que al parecer también consolaba sin cesar.
Nota del Editor: Mercedes Núñez falleció hace 9 años. Este articulo es un excelente homenaje a la amiga que fue. Escrito por el conocido periodista y ex preso político, Ricardo González Alfonso. También recomendamos un artículo que apareció como post en este Blog con el título de: “Un adiós a Mercedes” de Caridad Cristina Álvarez.
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