La mayoría de los pueblos en el mundo tienen ese comportamiento del 90%, o quizás más , que tratan de no meterse en nada y ver desde detrás de las barreras o desde los palcos el final de lo que está ocurriendo. Un amigo mío, que fue dirigente provincial del Movimiento 26 de Julio, M-26-7, me hablaba de lo difícil que era para ellos ganar adeptos y personas que fueran activos en las células de ese movimiento; me habló de casos particulares que se negaron a la lucha contra Batista y después eran más comecandelas que nadie. Por otra parte, los oportunistas abundan en nuestro pueblo cubano. En aquellos años menos de 5% luchaban activamente contra Batista y los que defendían en la lucha contra Batista eran aproxidamente ese mismo porciento. Después ocurrió lo que casi un siglo antes Benito Pérez Galdós escribió en su novela Germinal: los más sumisos y cobardes estaban entre los que más excesos cometían contra los derrotados para con ello ganar rápidamente méritos y supuesta confianza ante los ojos de los revolucionarios ganadores.
Posteriormente, dado que Fidel Castro que sabía todo eso, los flamamtes dictadores forzaron con aquello de que no existían verdaderamente las personas apolíticas (una variante de: ¨si no estás conmigo, estás contra mí¨) a que un gran porciento de esa población que no quería participar, se unieran al más fuerte, al más peligroso y al más fuertemente armado que hubiera y ese ente era, cómo tú sabes Esteban, la flamante tiranía que fusilaba ¨a troche y moche¨, pues Fidel Castro, siguiendo a Nicolás Maquiavelo, trataba de que lo quisieran (¨regalando¨ lo que le robaba inicialmente a unos pocos) o de que le temieran, pero si tenía que escoger, escogía de que le temieran. No por gusto El Príncipe, fue uno de sus libros de cabecera durante unos años. Para colmo en ese año 1959, Fidel amenazaba de que si lo mataban, ahí estaba Raúl Castro que era más radical que él, mientras que Raúl mientras fusilaba o ahorcaba por la entonces provincia de Oriente decía que iba a llevar a La Habana a orientales para acabar con los camajanes de La Habana, incentivando las rivalidades regionales entre habaneros y orientales. El que dude de lo último que escribí, puede leer el libro En Marcha con Fidel: 1959, del Capitán del Ejército Rebelde y comunista Antonio Nuñez Jiménez.
No hace falta mover a las grandes masas para producir un cambio en un país; esperar por esas masas, es esperar por las calendas griegas.
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CANARIOS VERDE OLIVO
Por Esteban Fernández
Agosto 12, 2015
Existe un cinco por ciento de desmadrados fidelistas y raulistas (con miles de oportunistas a su alrededor) y un cinco por ciento de patriotas. En el medio, arriba de la cerca, está el 90 por ciento de nuestro pueblo. Para ellos lo que yo escribo y lo que dicen los esbirros y los voceros del castrismo quienes escondidos tras unos seudónimos me llaman “terrorista”, es la misma matraquilla.
Interpretan de igual manera que la tiranía no permita las canciones de un buen cantante anticastrista como que nosotros no deseamos las visitas de los Van Van. ¿Cómo pedirles que no cooperen económicamente con el régimen cuando desde que nacieron, desde que fueron a un cine, a un juego de pelota, y hasta cuando compraron un trozo de carne de puerco han cooperado con aquello?
Las incitaciones a dar la pelea de los patriotas del exilio les recuerdan a las del gobierno pidiéndoles que caven trincheras. Para ellos, para ese noventa por ciento, lo que hacen los Castro y lo que hacen sus enemigos es la misma cosa: “política”. Y ellos son alérgicos a esa “palabra”.
Lo que para los anticastristas es un error (como visitar Cuba) para ellos es la cosa más natural del mundo y hasta un deber familiar. Son como los pájaros que les abren la puerta de la jaula, vuelan lejos, y de pronto los vemos encaramados en ella buscando el alpiste. Aunque en este caso es “llevándoles alpiste a los demás canarios”. Y algunos de esos canarios, aquí y allá, siguen siendo verde olivo.
Nuestros discursos y nuestras arengas patrióticas les caen de la misma forma que las que sufrían del miliciano encargado de la fábrica. Los grupos represores que odiamos para ellos son amigos y parientes queridos, y algunos se acuerdan que ellos también fueron “Respuesta Rápida” y “cederistas”.
El castrismo y el anticastrismo les pide “sacrificios por la Patria, esfuerzos, deberes, y arriesgar la vida” y ellos lo que quieren allá son tres cosas muy importantes: Desayuno, almuerzo y comida. Y vienen aquí para acumular unos cuantos dólares y volver al nido presumiéndolos. Unos les piden que sean comunistas y los otros que sean anticomunistas, y ellos lo que desean de todo corazón es ser neutrales y resolver.
Y no crean que esto es nada nuevo, ni que yo considere que estoy haciendo un gran descubrimiento, durante toda nuestra historia el 90 por ciento siempre se ha mantenido inactivo y a la expectativa. Desde luego, ante un rotundo éxito, ante una victoria contundente, ese 90 por ciento siempre se lanza a las calles a celebrar.
El primero de enero de 1959 me pareció como que el 90 por ciento estaba apoyando a Fidel Castro -quede claro que el 31 de diciembre de 1958 ese apoyo era muchísimo más reducido- después me daba la sensación de que ese 90 por ciento se iba desvaneciendo ante cada callo pisado y al final de la jornada las aguas cogieron su nivel y nos quedamos, como les dije en un principio, con cinco a favor y cinco en contra.
“Debemos derrocar al castrismo” siempre ha sido recibido de la misma manera que antiguamente decían los apapipios: “Debemos defender al país de una invasión del enemigo”. Ahora esperan una invasión de dólares. Ese 90 por ciento es reacio a toda exhortación a la lucha. Es como una población atrapada entre dos facciones de una guerra civil sin querer incorporarse a ninguno de los dos bandos que lo mismo gritan Viva Raúl que Viva el Papa Francisco, igual enarbola la bandera roja con la hoz y el martillo que ahora las de las barras y las estrellas.
Vemos videos de Cuba y en cualquier esquina hay un grupo alrededor de una tumbadora bailando guaguancó. Mientras unos queremos que se reviren y rompan las cadenas, otros quieren integrarlos a la tiranía. Lo cierto es que la inmensa mayoría del pueblo cubano sostiene vehementemente que “no quieren saber nada de críticas ni alabanzas del sistema imperante en la nación” Prefieren ser sordos, ciegos y tener dos caras. Delante de ellos le parten el hocico a Antonio Rodiles o patean a unas Damas de Blanco y son incapaces de defenderlos. Observe usted que los oposicionistas no van allá de puerta en puerta haciendo labor de proselitismo, sino que vienen aquí en busca de ayuda.
Al principio del exilio rompimos la regla y un 25 por ciento participó en las actividades pero cuando la gente creyó que “aquello no se caía” la inmensa mayoría se retiró. Y, dicho sea de paso, ya también tenemos en la actualidad un cinco por ciento – quizás más- de fidelistas en el destierro.
Y lo triste del caso es que los patriotas cubanos tienen en contra al cinco por ciento de castristas y al 90 por ciento que no cooperan con sus gestiones a favor de la libertad de Cuba. Quede claro y repito que ante un milagro divino y haya un sorpresivo triunfo los cubanos militantes tendrán que decir como el Generalísimo Máximo Gómez: “Si todos los que me abrazaban en 1902 hubieran participado en la guerra la contienda hubiera sido mucho más corta”.
Por Esteban Fernández
Agosto 12, 2015
Existe un cinco por ciento de desmadrados fidelistas y raulistas (con miles de oportunistas a su alrededor) y un cinco por ciento de patriotas. En el medio, arriba de la cerca, está el 90 por ciento de nuestro pueblo. Para ellos lo que yo escribo y lo que dicen los esbirros y los voceros del castrismo quienes escondidos tras unos seudónimos me llaman “terrorista”, es la misma matraquilla.
Interpretan de igual manera que la tiranía no permita las canciones de un buen cantante anticastrista como que nosotros no deseamos las visitas de los Van Van. ¿Cómo pedirles que no cooperen económicamente con el régimen cuando desde que nacieron, desde que fueron a un cine, a un juego de pelota, y hasta cuando compraron un trozo de carne de puerco han cooperado con aquello?
Las incitaciones a dar la pelea de los patriotas del exilio les recuerdan a las del gobierno pidiéndoles que caven trincheras. Para ellos, para ese noventa por ciento, lo que hacen los Castro y lo que hacen sus enemigos es la misma cosa: “política”. Y ellos son alérgicos a esa “palabra”.
Lo que para los anticastristas es un error (como visitar Cuba) para ellos es la cosa más natural del mundo y hasta un deber familiar. Son como los pájaros que les abren la puerta de la jaula, vuelan lejos, y de pronto los vemos encaramados en ella buscando el alpiste. Aunque en este caso es “llevándoles alpiste a los demás canarios”. Y algunos de esos canarios, aquí y allá, siguen siendo verde olivo.
Nuestros discursos y nuestras arengas patrióticas les caen de la misma forma que las que sufrían del miliciano encargado de la fábrica. Los grupos represores que odiamos para ellos son amigos y parientes queridos, y algunos se acuerdan que ellos también fueron “Respuesta Rápida” y “cederistas”.
El castrismo y el anticastrismo les pide “sacrificios por la Patria, esfuerzos, deberes, y arriesgar la vida” y ellos lo que quieren allá son tres cosas muy importantes: Desayuno, almuerzo y comida. Y vienen aquí para acumular unos cuantos dólares y volver al nido presumiéndolos. Unos les piden que sean comunistas y los otros que sean anticomunistas, y ellos lo que desean de todo corazón es ser neutrales y resolver.
Y no crean que esto es nada nuevo, ni que yo considere que estoy haciendo un gran descubrimiento, durante toda nuestra historia el 90 por ciento siempre se ha mantenido inactivo y a la expectativa. Desde luego, ante un rotundo éxito, ante una victoria contundente, ese 90 por ciento siempre se lanza a las calles a celebrar.
El primero de enero de 1959 me pareció como que el 90 por ciento estaba apoyando a Fidel Castro -quede claro que el 31 de diciembre de 1958 ese apoyo era muchísimo más reducido- después me daba la sensación de que ese 90 por ciento se iba desvaneciendo ante cada callo pisado y al final de la jornada las aguas cogieron su nivel y nos quedamos, como les dije en un principio, con cinco a favor y cinco en contra.
“Debemos derrocar al castrismo” siempre ha sido recibido de la misma manera que antiguamente decían los apapipios: “Debemos defender al país de una invasión del enemigo”. Ahora esperan una invasión de dólares. Ese 90 por ciento es reacio a toda exhortación a la lucha. Es como una población atrapada entre dos facciones de una guerra civil sin querer incorporarse a ninguno de los dos bandos que lo mismo gritan Viva Raúl que Viva el Papa Francisco, igual enarbola la bandera roja con la hoz y el martillo que ahora las de las barras y las estrellas.
Vemos videos de Cuba y en cualquier esquina hay un grupo alrededor de una tumbadora bailando guaguancó. Mientras unos queremos que se reviren y rompan las cadenas, otros quieren integrarlos a la tiranía. Lo cierto es que la inmensa mayoría del pueblo cubano sostiene vehementemente que “no quieren saber nada de críticas ni alabanzas del sistema imperante en la nación” Prefieren ser sordos, ciegos y tener dos caras. Delante de ellos le parten el hocico a Antonio Rodiles o patean a unas Damas de Blanco y son incapaces de defenderlos. Observe usted que los oposicionistas no van allá de puerta en puerta haciendo labor de proselitismo, sino que vienen aquí en busca de ayuda.
Al principio del exilio rompimos la regla y un 25 por ciento participó en las actividades pero cuando la gente creyó que “aquello no se caía” la inmensa mayoría se retiró. Y, dicho sea de paso, ya también tenemos en la actualidad un cinco por ciento – quizás más- de fidelistas en el destierro.
Y lo triste del caso es que los patriotas cubanos tienen en contra al cinco por ciento de castristas y al 90 por ciento que no cooperan con sus gestiones a favor de la libertad de Cuba. Quede claro y repito que ante un milagro divino y haya un sorpresivo triunfo los cubanos militantes tendrán que decir como el Generalísimo Máximo Gómez: “Si todos los que me abrazaban en 1902 hubieran participado en la guerra la contienda hubiera sido mucho más corta”.
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