Nota del Bloguista
En el libro publicado en el 2005
Ultimate Sacrifice
John and Robert Kennedy
the Plan for a Coup in Cuba
and the Murder of JFK
by Lamar Waldron and Thom Hartmann
se narrra la participación de Miguel Casas Saez y Gilberto Policarpo López en ese hecho.
***********************
Tomado de http://www.nuevoaccion.com
JUSTICIA REVOLUCIONARIA: EL ASESINATO DEL PRESIDENTE KENNEDY, LA DGI DE CUBA Y LA KGB DE LA UNIÓN SOVIÉTICA
Por Diego Trinidad, Ph.D.
octubre 6 de 2013
En casi 45 años investigando y escribiendo historia—y mis intereses van mucho más allá de Cuba y su historia, aunque me he concentrado sobre todo en la invasión de Bahía de Cochinos y la Crisis de los Cohetes de 1962—nunca me ha interesado el asesinato del Presidente Kennedy. Hay varias razones por mi falta de interés en el tema. Primero, casi desde que Lee Harvey Oswald fue detenido en Dallas horas después del atentado, siempre me pareció muy conveniente que esto ocurriera, sobre todo en el caos que se vivía en Dallas en aquellos momentos. La coincidencia era demasiado extraña. De ahí a pensar que Oswald solo NO había sido responsable por la muerte del presidente había solo un paso y desde entonces he pensado que la conclusión, casi obvia, de que hubo una conspiración para asesinar al presidente, era inevitable. Pero como muchos de los que leen mis escritos saben bien, mi inclinación es descartar las conspiraciones. Claro que han existido—y existen. La más grande y exitosa en la historia fue la conspiración comunista para dominar al mundo. Pero en general, la historia también demuestra bastante concluyentemente que las conspiraciones han sido relativamente pocas. Pero cuando no se encuentran explicaciones—en sí, cuando quizás no existen tales explicaciones—es más fácil y natural creer en conspiraciones para encontrar la elusiva verdad.
En el caso del asesinato de Kennedy, con los miles de libros escritos tratando de demostrar que hubo conspiraciones, es casi imposible encontrar la verdad, y meterse en ese tipo de investigaciones es, en mi opinión, una gran pérdida de tiempo. Además, hasta que algún día se abran los archivos de la KGB en Rusia y los de la DGI (Dirección General de Inteligencia) en Cuba, nunca se podrá encontrar la verdad. Quizás ni siquiera entonces, ya que es posible que no haya documentación. Es muy probable que tal documentación haya sido destruida, como ha sucedido en buena parte con la evidencia en los archivos del FBI y la CIA. Mucha evidencia documental ha sido destruida o todavía permanece clasificada después de más de medio siglo. Es posible entonces que nunca se pueda saber lo que en realidad sucedió en Dallas aquel 22 de noviembre de 1963.
Por otro lado, si se conoce muy bien la gran conspiración que hubo para eximir a los servicios de inteligencia de la antigua Unión Soviética y de Cuba desde el mismo día 22 de noviembre de 1963. Coincidentemente, conocida como Operación Dragón, la KBG y la DGI comenzaron la campaña de desinformación más exitosa en la historia para culpar a la CIA del asesinato del presidente y desviar cualquier responsabilidad de la URSS en el asunto... Esta campaña logró que todavía millones de personas, entre los que estuve yo hasta hace poco, creyeran fervientemente que una conspiración organizada por agentes renegados de la CIA, millonarios petroleros de Texas, un pequeño grupo de fanáticos cubano americanos que participaron en la fracasada invasión de Bahía de Cochinos, y algunos elementos de la Mafia, o combinaciones de estos grupos, fueron los responsables por el asesinato del Presidente Kennedy. Es más, para mí, por largos años, la mejor explicación de lo sucedido se encuentra en la novela Libra, escrita por Don DeLillo en 1988.
Sin embargo, desde hace varios meses, sobre todo después de leerme tres libros, dos recientes, el otro escrito hace 12 años pero desconocido por mi aunque lo tenía desde el 2010 en mi biblioteca, he cambiado completamente mi opinión y ahora estoy convencido de que el Presidente Kennedy fue efectivamente asesinado por Lee Harvey Oswald, pero con la complicidad de tres agentes de la DGI de Cuba. Dos de estos agentes, Miguel Casas y Gilberto Policarpo López, probablemente le dispararon a Kennedy desde la celebrada “lomita de yerba” (grassy knoll) situada de frente a la procesión de carros que desfilaba por una calle de Dallas esa fatídica mañana. Oswald disparó desde arriba y atrás, desde el edificio del Depósito de Libros Estatales, como bien se conoce; los otros dos tiradores lo hicieron de frente. Los tres libros que me han convencido son Disinformation, del ex General rumano Ion Pacepa (el desertor militar de más alto rango de ningún país comunista hasta 1979) y el historiador Ronald Rychlak (2013); Castro’s Secrets: The CIA and Cuba’s Intelligence Machine, de Brian Latell (2012), y The Secret History of the CIA, escrito por el periodista investigador Joseph J. Trento en el 2001. Pero hay más, mucho más para respaldar esta teoría, incluyendo evidencia documental contenida en los dos archivos soviéticos principales que se han publicado.
Antes de proceder a relatar esta teoría del asesinato (la cual no es mía; yo simplemente he reconstruido los hechos que están basados en distintas fuentes), debo aclarar que nada de esto se puede probar, como tampoco se pueden probar ninguna de las incontables teorías de conspiraciones que existen desde 1963, ni mucho menos el increíble reporte de la Comisión Warren publicado muy apresuradamente por órdenes del nuevo presidente Lyndon Johnson a solo semanas del asesinato. El Reporte Warren famosamente concluyó que Oswald había sido el único asesino y que no hubo ninguna conspiración para matar al presidente. Johnson murió convencido de que Fidel Castro había dado la orden de asesinar a Kennedy en venganza por los múltiples atentados contra él preparados por la CIA (con ayuda de la Mafia). Johnson desde el principio sospechaba también que la Unión Soviética estaba involucrada y tanto la CIA como el FBI tenían suficiente evidencia desde el mismo mes de noviembre de 1963 que apuntaba a una conspiración soviético-cubana para asesinar a Kennedy. Pero Johnson temía que de conocerse esta evidencia, el peligro de una guerra nuclear era grave y además, pensaba en la posibilidad que Castro y sus agentes atentaran contra su vida si toda la conspiración no se encubría. Por otro lado, Johnson nunca conoció los planes secretos de asesinar a Castro, al contrario de Dulles en la CIA y Hoover en el FBI que si los conocían. Por todo esto, el reporte Warren fue apresurado y casi toda la evidencia encontrada por la CIA y el FBI fue suprimida. El ex Director de la CIA, Allen Dulles y el Director del FBI, J. Edgard Hoover influenciaron igualmente en el encubrimiento pues las dos grandes organizaciones de inteligencia americanas tenían una enorme responsabilidad por lo sucedido al no detectarlo a tiempo. Pero a pesar de que lo que sigue es una teoría, tal teoría está basada en evidencia suficientemente sólida en mi opinión para ser muy creíble. Definitivamente para mí esta teoría tiene tantas o más probabilidades de ser cierta como cualquier otra que existe.
Tenemos que remontarnos al año 1957, cuando el joven Marine Lee Harvey Oswald se encontraba estacionado en la Base Naval de Estados Unidos en Atsugi, Japón. Desde esta base (y otra en Turquía) salían los aviones espía U-2s a volar sobre Rusia y China en los años 1950s. Esos U-2s y las fotografías que tomaban sobre las dos grandes naciones comunistas revelaron la información que Estados Unidos tenía sobre la verdadera situación del armamento nuclear y cohetería intercontinental de la Unión Soviética en 1960 y de la enorme superioridad de Estados Unidos. Los líderes de la URSS sabían sobre los vuelos de los U-2s sobre su territorio, pero nada podían hacer por evitarlos. Los aviones espías volaban a una altura (hasta 90,000 pies) que los hacía inmunes a los cohetes y aviones Mi soviéticos, que malamente podían alcanzar los 60,000 pies de altura. Es más, los militares soviéticos no sabían a qué altura volaban los U-2s y ese secreto era lo más importante que los servicios de inteligencia comunistas desesperadamente intentaban conseguir. Aquí entra Oswald en escena.
En 1957, Oswald era un Marine de 18 años (foto de la izquierda) con poca experiencia y muchos problemas emocionales, pero con una gran inteligencia nata y mucha habilidad matemática, lo que le facilitó una buena posición en las operaciones de radar de los U-2s en la base de Atsugi. Oswald desde los 12 años al parecer sentía simpatías por los movimientos “progresistas” y había leído libros y panfletos comunistas y estudiado ruso por sí mismo. En sus días de permiso, Oswald y sus compañeros frecuentaban algunos bares de prostitutas en Tokio, a 35 millas de la base en Atsugi. Pero Oswald visitaba un bar en particular, el Queen Bee (Abeja Reina) que estaba más allá de sus medios económicos y que era además un centro de prostitutas conectadas con la KGB. Oswald aparentemente entró en una relación amorosa con una de ellas y por lo que sucedió después, se convirtió en un informante de la KGB debido a esa relación. Gracias a información proporcionada por Oswald, la KGB probablemente llegó a conocer el gran secreto de la altura que podían alcanzar los U-2s y adicional información sobre sus radares y como evadían la detección sobre territorio soviético. Eventualmente, esa información llevó a la construcción de aviones interceptores conocidos como Sukhoi Su-9, uno de los cuales derribó por accidente al U-2 piloteado por Francis Gary Powers el 1 de mayo de 1960. El U-2 de Powers, contrario a lo que todavía se cree, no fue impactado por un cohete SAM (superficie-aire) soviético, sino por la corriente de aire causada por el Su-9, la cual le quebró un ala al U-2 provocando su caída. Poco antes de ese episodio, Oswald se presentó en la embajada americana en Moscú para entregar su pasaporte americano y renunciar a su ciudadanía.
Oswald vivió casi tres años en Rusia (Minsk y Moscú) y durante ese tiempo, al parecer fue bien entrenado por la KGB en todo tipo de espionaje y también como franco tirador, para lo que tenía buenas aptitudes. Después del humillante resultado de la Crisis de los Cohetes, Nikita Khrushchev probablemente contempló la posibilidad de asesinar a Kennedy en venganza por el retiro forzoso de los cohetes soviéticos de Cuba. La KGB ofreció los servicios de Oswald, pero Khrushchev reconsideró y la KGB decidió que Oswald era demasiado inestable para tal misión, sobre todo después de un intento de suicidio por parte de Oswald. Khrushchev y la KBG abandonaron la idea de utilizar a Oswald como asesino, pero no Oswald ni tampoco Fidel Castro y su DGI. Castro nunca perdonó a Khrushchev por lo que consideró fue una traición al retirar los cohetes de Cuba en 1962 y se sabe bien que instó al líder soviético a lanzar los cohetes y provocar una guerra nuclear. Su odio hacia Kennedy por los numerosos atentados contra su vida es muy conocido. Como Castro nunca olvida ni perdona—le tomó más de 20 años, pero al final logró “ajusticiar” a su viejo enemigo Rolando Masferrer en las calles de Miami por la humillación sufrida en la expedición de Cayo Confites en 1948—pero al final lo logró.
Por lo que no es difícil suponer que trató de vengarse de Kennedy. La KGB además hizo creer a Castro que la operación para asesinar a Kennedy sería compartida entre los dos servicios, aunque Oswald estaba preparado para ser el chivo expiatorio de cualquier manera. El problema fue que Oswald se enfrascó en proceder con sus planes de asesinar al presidente él solo, y así lo hizo. Excepto que uno, o los dos agentes de la DGI, Policarpo y Casas, le dispararon a Kennedy desde la “lomita de yerba” y todos los disparos impactaron al presidente y lograron matarlo. (Muchos continúan insistiendo—o más bien creyendo como un acto de fe—que solo dos (¿o fueron tres?) disparos impactaron a Kennedy y los dos (o tres) provinieron del rifle de Oswald. Citan evidencia balística de “expertos”. Mi respuesta es que toda evidencia puede ser fabricada o falsificada, incluyendo la de “expertos” El mismo Castro, por ejemplo, le contó al doble espía Jack Childs (hermano de Morris Childs) en mayo de 1964 que sus propios expertos habían tratado de duplicar el atentado, utilizando un rifle como el que Oswald usó, y que habían decidido que era imposible para un solo hombre lograr lo que se le achaca a Oswald. No hablemos de la “evidencia” forense ni de la “bala mágica” porque ya eso es entrar en el laberinto de las conspiraciones y ese no es mi propósito).
La trayectoria de Oswald desde que se fue de Rusia y regresó a Estados Unidos es muy conocida y sus actividades en New Orleans y en Dallas también lo son, de manera que no vale la pena repetirlas aquí. Supuestamente, mientras estuvo en Dallas, tuvo un “controlador” de la KGB, el empresario nacido en Rusia George de Mohrenschildt (foto). Es muy posible que de Mohrenschildt, quien se suicidó misteriosamente en West Palm Beach media hora después de ser entrevistado por el autor de Legend, Edward Jay Epstein y a pocos días de testificar ante el Comité Investigativo de la Cámara en 1977, haya financiado a Oswald por un tiempo a su regreso de Rusia y durante su estadía en New Orleans y luego Dallas (Oswald no tenía medios ni para comer, pero mantenía a su esposa Marina y a su pequeña hija). Además, hay que mencionar que fue a la embajada de Cuba en la Ciudad de México en octubre de 1963 (también visitó la embajada de la URSS y conversó con el agente residente de la KGB Valery Kostilov) y a gritos anunció su intención de matar a Kennedy.
A los pocos días, Cuba le otorgó una visa para visitar la isla. Regresó a Dallas y procedió con su plan de dispararle a Kennedy desde el quinto piso del Depósito de Libros el 22 de noviembre. Tanto la KGB como el DGI conocían el recorrido y el itinerario de la caravana que conduciría a Kennedy al lugar de su muerte, al igual que Oswald, por supuesto. Tres agentes del DGI (el nombre del tercero no es conocido) llegaron a Dallas por separado el día anterior y Gilberto Policarpo López y Miguel Casas tomaron sus posiciones detrás de la “lomita” esa mañana. Todos dispararon casi a la vez y el presidente fue herido mortalmente. Casas viajó a Laredo, Texas, esa misma tarde y de ahí voló en un avión privado a la Ciudad de México, donde otro avión de Cubana de Aviación esperó cinco horas en la pista hasta que Casas llegara para trasladarlo a La Habana. Policarpo López permaneció en Dallas hasta que Jack Ruby, otro agente del DGI (de acuerdo con el General Pacepa, quien debido a su posición de Jefe de Inteligencia de Rumania, compartía mucha información sobre agentes secretos en Estados Unidos con otras agencias de inteligencia comunistas, incluyendo la KGB y la DGI), cumplió con su misión de matar a Oswald para silenciarlo. Policarpo López regresó a Cuba eventualmente volando en un avión comercial desde Tampa. Así se cumplió la misión, de acuerdo con el legendario Jefe de Contra Inteligencia de la CIA, James Angleton, quien nunca lo reveló públicamente, pero murió convencido de que así sucedió. Pero la teoría de Angleton no era el capricho de un fanático paranoico, como fue descrito cuando el Director Colby lo forzó a renunciar en 1973., ni tampoco producto de su férvida imaginación. Nada de eso. Estaba basada en información que Angleton, y solo él, conocía. Información que ya no existe; fue destruida o “perdida”, no necesariamente por Angleton, aunque él también ocultó y destruyó evidencia que no consideraba prudente revelar o conservar. Y también estaba basada en el análisis único de quien mejor situado estaba para decidir cuán importante era tal información. Pero de todas maneras, era
solo una teoría, entonces y ahora. Angleton nunca la pudo probar y probablemente ni siquiera la quiso probar, mucho menos revelar. Consideraba que no estaba en el interés nacional hacerlo. Pero Angleton no era quien para tomar esa decisión y por eso tiene que ser y debe ser criticado.
Toda los hechos descritos antes y toda la información al respecto están contenidos en los archivos de la CIA que nunca fueron revelados, ni a la Comisión Warren en 1963, ni tampoco después cuando tanto la CIA como el FBI decidieron ocultar y encubrir toda la información que tenían sobre la conspiración de la KGB/DGI para asesinar al Presidente Kennedy. Toda esta evidencia es posible que todavía exista, pero lo más probable es que fue destruida para siempre. Aun así, el autor del libro citado al principio, Joseph Trento, un reportero investigativo desde 1968 con enorme experiencia en asuntos de inteligencia, entrevistó no solo a James Angleton por largas horas (en verdad lo conoció íntimamente por 11 años), sino también a los altos funcionarios de la CIA John Sherwood y Robert Crowley y al Dr. William Corson, quien trabajó de asistente extraoficial para cuatro presidentes, comenzando con Kennedy. Trento además entrevistó a cientos de oficiales y agentes de la CIA y del FBI. Es decir, aunque la evidencia documental haya sido destruida en gran parte, quedan los testimonios de todos estos hombres y mujeres que arriesgaron sus carreras y a veces hasta sus vidas por tratar de revelar la verdad o al menos sus experiencias y también la información que Trento había recolectado durante muchos años. De esa manera también se escribe la historia.
¿Cómo se logró el éxito de la Operación Dragón de la KGB para exculpar a la Unión Soviética (y a Cuba) de la muerte de Kennedy y como se logró a su vez colocar todas las sospechas sobre la CIA? Como mencioné al principio fue la operación de desinformación más exitosa en la historia de la KGB, pero resultaría muy largo contar el relato aún abreviado. Todo se encuentra bien explicado en el libro Disinformation de Pacepa y Rychlak. Pero hay una serie de episodios interesantes que si se pueden mencionar. Cito solamente algunos. El mismo 22 de noviembre se encontraba en Moscú el doble espía americano (trabajaba encubierto para el FBI desde los años 1940s, pero también era un alto funcionario del Partido Comunista de Estados Unidos) Morris Childs reunido con Boris Ponomarev, Jefe del Departamento Internacional del Politburó soviético, cuando un funcionario irrumpió en la oficina donde se encontraban y agitadamente informó—en ruso—a Ponomarev sobre el asesinato del presidente americano. Childs hablaba ruso, pero nunca se lo dijo a sus amos del Kremlin, aunque ellos bien lo sabían pues ya desde antes de 1963 sospechaban que era un doble agente. Ponomarev tradujo la información a Childs para completar la farsa y hacer creer a Childs y al FBI que los soviéticos nada sabían del atentado. Lo lograron en parte puesto que aunque Hoover siempre sospechó la verdad, era necesario encubrirla para proteger al FBI. Por eso decidió ocultarla de la Comisión Warren. Esta información se puede encontrar en detalle en el Archivo Mitrokhin y el Archivo Vassiliev, las dos grandes fuentes de documentos originales de la KGB que se conocen.
Una segundo “montaje” lo relata en detalle Brian Latell en su libro citado, Castro’s Secrets y está basado en información proporcionada por el agente de contra inteligencia radial cubano Florentino Aspillaga, quien deserto en Viena en 1987 y todavía vive en Estados Unidos bajo una identidad secreta, ya que fue condenado a muerte personalmente por Fidel Castro. Según Aspillaga, quien trabajaba en una caseta en el interior de la provincia de Pinar del Río desde donde espiaba las comunicaciones radiales de la CIA, el 22 de noviembre temprano en la mañana recibió órdenes de monitorear todas las comunicaciones radiales de onda corta procedentes de Texas, especialmente las originadas en Dallas. Como a las tres horas, Aspillaga se enteró del atentado y luego de la muerte del presidente americano y así lo comunicó a sus jefes en La Habana. Castro estaba reunido con el conocido periodista francés Jean Daniel en una de sus casas en Varadero, acompañado de una docena de personas. De pronto contestó el teléfono (el mismo, que casualidad) y exclamó: “¿Cómo? ¿Un atentado?” Castro le pasó la información a Daniel y a los demás, apareciendo muy sorprendido y agregando: “Tendrán que encontrar al asesino muy pronto o de lo contrario, ya verán como nos culpan a nosotros.” Toda esta segunda farsa fue reportada por Daniel poco después en la revista liberal americana New Republic. Con estos dos casi simultáneos “espectáculos” en Moscú y Varadero se cimentaron las bases de la gran campaña de desinformación, la Operación Dragón. Además del libro de Latell, la información de lo sucedido en Varadero se puede encontrar en el Archivo Vassiliev y en el libro Disinformation de Pacepa y Rychlak. Pero es importante destacar que esta reunión de Castro con Jean Daniel estaba preparada para coincidir con la noticia del asesinato de Kennedy. Era una importante pieza adicional de la Operación Dragón de la KGB y no dependía del aviso de Aspillaga. Si llegaba a tiempo, bien. De lo contrario, la noticia se esperaba sobre el mediodía del 22 de noviembre de todos modos. Lo esencial era que Castro estuviera en un lugar identificado y ante una audiencia preparada para la divulgación internacional de su coartada. El montaje para demostrar su sorpresa, para no llamarlo su “shock”, ante un grupo de personas que pudieran testificar más tarde de su comportamiento era algo necesario para que la Operación Dragón funcionara bien.
A los pocos días, los primeros rumores de una “conspiración” forjada por millonarios petroleros (se mencionaron hasta algunos nombres como Richardson, Murchison y Hunt, todos conservadores y opositores de las políticas de la administración de Kennedy)) fueron “plantados” por la KGB con algunos de sus escritores comprometidos o simpatizantes (como I. F. Stone, agente de la KGB, Joachim Joesten y Mark Lane, los cuales recibieron dinero de la KGB indirectamente, de acuerdo con Pacepa en Disinformation). Los medios izquierdistas se unieron al coro, estridentemente reportando sobre el “clima de odio y de intolerancia” en Dallas, insinuando hasta el involucramiento de Lyndon Johnson y de la Mafia en el asesinato de Kennedy. Pero para la KGB, lo más importante era apuntar a la CIA como la verdadera culpable de la conspiración y eso lo lograron con creces. En el caso específico de Oswald, falsificaron hasta una carta supuestamente escrita por Oswald al millonario petrolero de Houston H. L. Hunt en la que aparentaba pedir instrucciones de Hunt antes de “tomar pasos, por mi o por otros” para probablemente atentar contra la vida de Kennedy. Todo fue mentira, pero aun así fue publicado como “hechos ciertos” en varios medios de la Izquierda americana como la revista Ramparts.
Naturalmente, ya buena parte del público estaba predispuesta para aceptar que “el clima de odio”, que los “derechistas fanáticos” de Dallas, que los racistas que se oponían a las políticas a favor de derechos civiles para los negros contempladas (pero nunca implementadas) por Kennedy en 1963, todo eso había sido responsable por la muerte del inmediatamente martirizado Presidente Kennedy. Su viuda Jacqueline lamentó amargamente, “Ni siquiera [Kennedy] tuvo la satisfacción de ser muerto por los derechos civiles. Tenía que haber sido un tonto pequeño comunista (silly little communist). Hasta le robaron a su muerte algún significado”. (Citado en Camelot and the Cultural Revolution, de James Piereson). Para la Izquierda Americana fue un trago muy difícil, algo traumático que todavía muchos se niegan a aceptar. Pero así fue: un comunista convencido mató al presidente, solo o acompañado. John Kennedy fue una víctima más, quizás la más importante, de la Guerra Fría, pero NO fue un mártir defensor de los derechos civiles, no importa cuánto se trate de hacer creer.
Claro, la obra maestra de la KGB fue enviar a un desertor, Yuri Nosenko , a Estados Unidos en febrero de 1964. Nosenko le informó a la CIA que él había estado encargado del expediente de Oswald cuando este vivía en Rusia y que Oswald absolutamente ni era agente de la KGB ni estuvo involucrado en ninguna conspiración de la KGB en el asesinato, ya que actuó por su cuenta. Solo hubo un problema: Nosenko falló varias pruebas de detector de mentiras y fue descubierto en múltiples mentiras y contradicciones durante varios años bajo interrogación. Pero el FBI siempre creyó en su información. No así Angleton de la CIA, quien al contrario siempre creyó a otro desertor de la KGB, Anatoly Golitsin, quien llegó a Estados Unidos en 1961 y le aseguró a la CIA que muchos otros desertores aparecerían en años próximos (y varios asesinos) y que la CIA estaba penetrada por espías de la KGB. Angleton siempre creyó en esta penetración firmemente y finalmente fue despedido por el nuevo Director de la CIA William Colby en 1973, acusado de ser un fanático paranoico y de casi destruir a la Agencia en su búsqueda constante de estos espías (moles) encubiertos en la CIA.
Al final, Angleton resultó tener la razón. SI hubo un gran espía soviético en los servicios de inteligencia americanos desde 1946 y su nombre fue Igor Orlov. (Esto está muy bien detallado en el libro de Joseph Trento, The Secret History of the CIA. Esa es en realidad la tesis central del libro: que Orlov fue el súper espía infiltrado en la CIA que Angleton siempre temió y pasó buena parte de su carrera buscando. Así fue y así lo demuestra Trento. Pero si este libro no se consulta, nadie ni siquiera puede saber quién fue Orlov; yo no lo sabía hasta hace tres meses. Se debe señalar, sin embargo, que la controversia entre los que favorecen a Angleton y sus críticos y cuál de los desertores, Nosenko o Golitsin fue un infiltrado de la KGB, son temas que todavía no—y quizás nunca—se podrán determinar. Ese, por supuesto, es otro problema de la historia y por eso, las investigaciones sobre temas controversiales deben continuar y siempre se debe cuestionar lo generalmente aceptado, el status quo, lo que se conoce en inglés como conventional wisdom. Aunque nunca se pueda encontrar la verdad final, siempre se debe buscar.
Como escribí al principio, nunca he leído ninguno de los miles de libros sobre la muerte de Kennedy, ni siquiera algunos que se consideran serios y bien informados, en buena parte porque todos aceptan que Oswald fue el único asesino y que no hubo ninguna conspiración, aunque los motivos de Oswald difieren: algunos creen que fue un chivo expiatorio de la CIA y otros de la KGB, pero todos concluyen que Oswald en verdad mató a Kennedy. Pero en verdad no es necesario leer ninguno de estos libros sobre conspiraciones. Si es importante—y yo lo he hecho durante más de 40 años—leer selectivamente, no el Reporte Warren, que es inútil y un gran fraude, pero si los Reportes de dos investigaciones del Congreso, una del Senado (1977) y otra de la Cámara de Representantes (1979). Especialmente la de la Cámara, concluye que la existencia de una conspiración y de más de un tirador en el atentado al presidente fue probable, pero no ofrece pruebas.
Mis conclusiones vienen después de leer y estudiar no solo los libros mencionados, sino otros varios que también contienen buena información corroborativa de esta teoría, que mayormente es de Angleton, como ya indiqué. Pacepa tiene un libro anterior a Disinformation estrictamente sobre el asesinato de Kennedy, Programmed to Kill (2007). Probablemente el mejor libro sobre Oswald es Legend, de Edward Jay Epstein (1978). Mucho del Archivo Mitrokhin se encuentra en el libro The Sword and the Shield, del mismo Vasili Mitrokhin, quien a través de diez años copió a mano miles de documentos secretos de la KGB y el historiador inglés Christopher Andrew (1999). Un segundo tomo de los dos autores, The World Was Going Our Way (2005) también contiene importantes datos. El Archivo Vassiliev se encuentra en el libro Spies, del mismo Alexander Vassiliev, John Earl Haynes y Harvey Klehr (2009); In Denial, de John Earl Haynes y Harvey Klehr (2003); y The Haunted Wood, de Allen Weinstein y otra vez el mismo Alexander Vassiliev (1999). También se deben consultar dos historias de la CIA además de la que menciono al principio, Safe for Democracy de John Prados (2006) y especialmente Legacy of Ashes, ganador del Premio Pulitzer, de Tim Weiner (2007). El magnífico libro Camelot and the Cultural Revolution: How the Assassination of John F. Kennedy Shattered American Liberalism, de James Piereson (2007) es imprescindible para entender como la izquierda americana siempre ha preferido aceptar la culpabilidad de la CIA en el asesinato del presidente. Por supuesto, dos libros sobre la Operación Venona que aparecieron en el año 2000, Venona: Decoding Soviet Espionage in America, de John Earl Haynes y Harvey Klehr, y The Venona Secrets: Exposing Soviet Espionage and America’s Traitors, de Herbert Romerstein and Eric Breindel, son absolutamente necesarios para entender todo lo sucedido, no solo en el asesinato de Kennedy sino la penetración comunista en la sociedad americana desde los años 1930s.
Sobre el derribo del U-2 de Powers hay información recientemente revelada por el piloto soviético que causó el derribo del U-2, el Capitán Igor Mentyukov y por el hijo de Khrushchev, Sergei publicada en la revista American Heritage (Septiembre, 2000). También se puede encontrar cierta información en Khrushchev: The Man and His Era, de William Taubman, quizás la mejor biografía del líder ruso (2003) y en el gran libro sobre la guerra fría, The Fifty Year Wound, de Derek Leebaert (2002). Además, el mismo Francis Gary Powers escribió sus memorias, Operation Overflight (1970) y afirma que Oswald le proporcionó a la KGB en Tokyo información sobre los U-2s la cual le permitió a los militares soviéticos desarrollar la tecnología que eventualmente derribó su U-2 en mayo de 1960.
Johnson desde el principio sospechaba, como he mencionado, del involucramiento de la KGB y sobre todo de Castro. Esto es bien conocido. Se lo confesó a varios de sus más íntimos colaboradores como su Jefe de Despacho Joseph Califano y el poderoso Senador Demócrata de Georgia, Richard Russell, quien también compartía esas sospechas. Es más, cuando Johnson fue informado del atentado al presidente a los minutos de haber ocurrido, la siguiente, textualmente, fue su reacción: “Lo que pasó por mi mente fue que, si ellos habían matado a nuestro presidente ¿quién no podía ser el próximo que mataran? ¿Y qué estaba pasando en Washington? ¿Y cuándo llegarían los cohetes? Y pensé que era una conspiración y formulé esa pregunta. Y casi todos los que estaban conmigo también se lo preguntaron.” Su reacción fue expresada en una llamada a su ayudante Bill Moyers y se reporta en el libro Legacy of Ashes de Tim Weiner ya citado. Todo lo relacionado con la convicción de Johnson de que Castro estaba involucrado en la conspiración está bien documentado en la excelente biografía de Kennedy del historiador Robert Dallek, An Unfinished Life (2003).
Robert Kennedy ( en la foto)también estaba convencido de la siniestra mano de Castro en el asesinato de su hermano, ya que fue él quien dirigió los planes de asesinato contra Castro en la Operación Mongoose. Robert estaba tan convencido de la conexión de Castro en el asesinato de su hermano que fue él quien sugirió una investigación independiente—la Comisión Warren--con el propósito específico de encubrir todo lo sucedido. Aunque Johnson al principio rechazó tal investigación, tanto Dulles como Hoover lo convencieron que si esas sospechas se hacían públicas, según Richard Helms, Sub Director de la CIA en aquel momento, “las implicaciones hubieran sido cataclísmicas” Helms hizo esas declaraciones ante el Comité investigativo de la Cámara en 1975. Pero en noviembre de 1963, esa era la opinión general de casi todos los asesores de Johnson, incluyendo el embajador de Estados Unidos en México, Thomas Mann, quien así se lo comunicó a Johnson, después de admitirle que él (Mann) también sospechaba que Castro estaba detrás del asesinato, pero había que ocultar esas sospechas de todas maneras.
El libro de Seymour M. Hersh The Dark Side of Camelot (1997) menciona muchas de las teorías de conspiración sobre el asesinato, de ambos bandos y documenta muy bien la influencia de Robert Kennedy en suprimir toda sospecha que apuntara a Castro. El mismo ex Presidente Eisenhower hasta previno a Johnson del poder de Robert Kennedy sobre actividades encubiertas. Cuando Johnson al fin se enteró de todas las actividades contra Castro, especialmente de los planes de asesinarlo, dirigidas principalmente por Robert, pero aprobadas por su hermano el Presidente Kennedy, Johnson decidió que la única forma de protegerse contra otra venganza de Castro ahora contra él era terminar drásticamente con todas esas actividades anticastristas y conseguir la renuncia de Robert como Fiscal General de su administración (lo que sucedió siete meses después). En Castro’s Secrets, Brian Latell, a quien conozco bien, no expresa su opinión sobre si Castro estuvo involucrado en el asesinato de Kennedy pero si cree que Castro sabía de los planes para asesinarlo y de las actividades de Oswald al respecto. Igualmente, Aspillaga nunca le dijo, ni a Latell ni a sus interrogadores de la CIA cuando desertó, que Castro o la DGI habían estado involucrados en el atentado a Kennedy. Solamente siempre ha mantenido que Castro sabía dónde y cuándo se iba a producir el atentado y que Oswald estaría presente.
Puedo seguir mencionando libros y fuentes que he consultado durante mis 45 años investigando las dos grandes crisis de Kennedy en Cuba, la invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y la Crisis de los Cohetes de 1962. En sí, desde que escribí mi disertación doctoral en la Universidad de Rice en 1970, conozco bien los posibles planes de Kennedy de un acercamiento con Khrushchev, Inclusive menciono al final de la disertación la investigación del Fiscal Estatal de New Orleans Jim Garrison sobre el asesinato y lo que Garrison supuestamente “descubrió” (nada descubrió, pero eso no evitó que el izquierdista radical Oliver Stone filmara la película/ propaganda JFK, que “demuestra” que la CIA mató al presidente)). Simplemente nunca me interesó investigar el tema a mayor profundidad por las razones ya mencionas. Ahora, después de varios meses, si me he dedicado a investigarlo y lo que ofrezco es mi teoría, o mejor dicho, mi reconstrucción de la teoría de Angleton reforzada por la información que he encontrado en los recientes libros ya citados. Nadie, que yo sepa, ha expresado esta teoría que aquí propongo, al menos no públicamente. Como dije antes, no lo puedo probar, pero estoy convencido que los hechos ocurrieron como los describo. La historia se conocerá algún día. Quizás.
1 Comments:
Todo corrector!
Publicar un comentario
<< Home