lunes, abril 23, 2018

Nicaragua, el despertar de una nación.. Alberto Roteta Dorado sobre las protestas por decreto sobre Seguridad Social y contra un Gobierno que niega la libertad de expresión, la libertad de prensa y las manifestaciones pacíficas


 Sergio Ramírez dedicó el premio Cervantes a víctimas de la represión en Nicaragua



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Nicaragua, el despertar de una nación.

  


Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.
23 de abril de 2018


Santa Cruz de Tenerife. España.-  Alentadores sucesos de esperanza en Nicaragua, aunque también lamentables porque ya el número de heridos sobrepasó el centenar, muchos de ellos graves, y hasta hace solo unas horas los muertos habían llegado a la cifra de 27, la mayoría jóvenes, inocentes e indefensos como sucedió hace unos meses durante las protestas de Venezuela. 

Un amigo virtual desde la lejanía se mostraba preocupado sobremanera por los sucesos nicaragüenses, de hecho supe de las acciones populares de protesta gracias a su sensibilidad ante el nuevo conflicto regional. El amigo estaba indignado por la indiferencia de aquellos que suelen perder su tiempo en las redes sociales con sus cadenas de oración, sus like, sus comparte, o cualquiera de las nuevas cosas que mantienen actualmente a millones de personas atrapadas durante gran parte de su tiempo. 

Y yo le respondí al colérico amigo que de la opinión internacional no esperara mucho toda vez que aquellos organismos e instancias que se supone han de velar, o al menos deben mostrar preocupación por los graves problemas de carácter humanitario, estaban enfocados ahora en asuntos medulares como el conflicto sirio y la agresión de varias de las potencias de occidente, o en el ultimátum dado a Nicolás Maduro si de nuestra América se trata. De ahí que el problema nicaragüense se mantenga en un segundo o tercer plano como si no fuera una prioridad para los organismos internacionales. 

Esto no es pesimismo, ironía, ser inquisitivo, o como se le quiera ver, sino una realidad, toda vez que tuvieron que transcurrir más de tres días en los cuales murieron diez personas a causa de la represión del ejército del dictador Daniel Ortega y más de sesenta heridos para que comenzara a difundirse las primeras noticias, aunque ahora pretendan hacerlas virales – acudiendo al moderno lenguaje de la cibernética–.     
 
A los cubanos solo les interesa su problema – le dije también al amigo virtual tan ensimismado en el asunto de la tierra de Sandino–. Se les hizo demasiado daño al repetirles tanto que eran lo mejor de lo mejor, que el mensaje llegó cual poderoso efecto mántrico para quedarse arraigado para siempre. Se lo han creído, y de qué forma. Sería demasiado pedirles que prestaran atención por un instante a un asunto tan importante del continente del cual forman parte, aunque muchos lo nieguen y otros no lo sepan. 

Ahora todas las miradas de nuestros compatriotas están enfocadas sobre el nuevo presidente, y más allá de su propia figura especulan acerca de la primera dama o cualquier trivialidad de carácter efímero que luego se les disipará para quedar en el olvido y retomar otro asunto a modo de un ciclo que jamás termina. Parte del mundo se acaba, pero la apatía y la indiferencia los ha llevado a permanecer en un estado de aislamiento que resulta preocupante, fenómeno muy singular en varias naciones de Latinoamérica en las que pude percibir esos estados de enajenación política ante la prioridad de una justificada subsistencia.  

Así las cosas y tratando de saldar una deuda con el preocupado amigo, ya no solo por el acontecer del pueblo nicaragüense propiamente dicho, sino por el comportamiento inusual de los medios de comunicación, las redes sociales y de aquellos que se supone tendrían que haberse sensibilizado mucho más temprano con el grave conflicto del momento, le prometí que escribiría algo para contribuir a la difusión de estos sucesos, a los que se les desplazó, aunque tal vez inconscientemente, del lugar que les corresponde.   

Para no ser reiterativo y no extenderme demasiado – mi principal pecado en la redacción– omitiré detalles de los sucesos como, las principales localidades donde tienen lugar las manifestaciones, el papel de los jóvenes universitarios, las preocupaciones papales desde el Vaticano, el atropello por parte del ejército de Ortega, el silencio inicial de este último y la desfachatez de su señora esposa (al mismo tiempo vicepresidenta – lo nunca visto en la historia–) que en su representación trató de mediar en el conflicto, entre otros puntos, los que al fin los medios oficiales de prensa han dado a conocer en los dos últimos días, aunque insisto, ya las acciones llevan cinco jornadas diarias en Nicaragua. 

El elemento desencadenante, que no es lo mismo que la causa, fue la reacción del pueblo nicaragüense a una medida restrictiva en relación con nuevas tasas para el Seguro Social por parte del gobierno que encabeza Daniel Ortega. El pasado lunes se anunció oficialmente las nuevas tasas de aportes al Seguro Social en las que los empleados, los empleadores y los jubilados ahora tendrán que contribuir con un incremento de sus contribuciones, y esto provocó el caos. De ahí que a solo 48 horas de que fuera noticia la medida el pueblo se lanzó a las calles.

La decisión fue tomada por el Gobierno sin el respaldo de la empresa privada, que ha rechazado estas medidas al considerar que no garantizan una sostenibilidad a largo plazo de las finanzas del Seguro Social, y además presentó un recurso de amparo para tratar de revertir dichas medidas.

Las últimas informaciones dan como hecho concretado la determinación del presidente Daniel Ortega de revertir la coercitiva medida, esto es, se retractó de su proceder ante la presión popular, lo que se está mal interpretando como un triunfo. Ante la propuesta de diálogo por parte de Ortega los universitarios y la empresa privada están exigiendo condiciones. 

Sin embargo, es algo que no debemos asumir a la ligera si es que creemos conocer el modus operandi de los dictadores socialistas de la izquierda latinoamericana. Esto pudiera ser solo una medida paliativa para calmar los ánimos del pueblo y atenuar las serias implicaciones de un escándalo mundial, y lo peor, el riesgo de su destitución definitiva ante la inminente posibilidad de una sublevación general del pueblo y un viraje de su temible ejército en su contra.   

No obstante, ya lo dije antes, estos sucesos no son más que una respuesta a un elemento desencadenante; pero en realidad creo que el pueblo de Nicaragua está en un verdadero despertar de emancipación contra el régimen de Ortega, aunque sea bajo la apariencia de una reacción a una medida restrictiva de tipo socioeconómica.   

Como siempre surgen las especulaciones, entre las que no pueden faltar las referidas a las participaciones de Estados Unidos y Cuba. Siempre están aquellos que esperan que el gobierno estadounidense actúe mediante una intervención militar capaz de hacer “labores de limpieza”, que no es lo mismo que una agresión propiamente dicha – y que conste, no estoy justificando guerras de ningún tipo, aunque a veces las intervenciones militares resultan necesarias, tal es el caso de Venezuela donde han fallado todos los intentos de diálogos y negociaciones, y hasta ahora la única opción eficaz pudiera ser esta variante– algo que no creo esté en los planes de un presidente muy ocupado en otros asuntos considerados cosas mayores, entre las que se destacan la verificación del cumplimientos de las determinaciones de Corea del Norte respecto al abandono de sus planes nucleares, el conflicto de Siria con sus ataques químicos, y la situación tensa respecto al tema ruso, con lo que la idea de una proyección que favorezca la restauración del orden democrático de la nación centroamericana la veo muy distante, por no decir inexistente. 

(Daniel Ortega y su esposa y vicePresidenta)

Los vínculos entre el régimen de Nicaragua y el de Cuba, independientemente de sus aparentes lazos fraternos y el denominador común que los une, no es tan estrecho como el que existe con la dictadura venezolana, al extremo de ser esta última una prolongación del castrismo en Suramérica. En esencia, no creo que el régimen cubano tome riendas en el asunto, este no es el momento conveniente.    

En última instancia, en Venezuela se agudiza su clímax político cada vez más, y es justamente aquí, y no en Nicaragua donde pudiera estar en breve la presencia norteamericana para contribuir a la captura definitiva del dictador Nicolás Maduro de acuerdo con disposiciones de la Asamblea Nacional, AN, y del verdadero Tribunal Supremo de Justicia, TSJ, con funcionamiento fuera de territorio venezolano toda vez que la mal llamada Asamblea Constituyente, AC,  asumió todos los poderes que le pertenecían de manera independiente a estas instancias, es decir, al TSJ y a la AN; sin que falte el asesoramiento cubano, algo que se está concretando ahora con la visita de Nicolás Maduro a La Habana bajo la apariencia de un encuentro fraterno con el nuevo presidente.      

Con este despertar del pueblo nicaragüense no solo se está demostrando el sentir popular contra la tiranía de Daniel Ortega, sino el verdadero rostro del cruel dictador y la prepotencia de su ejército. No pueden verse las manifestaciones populares que se extendieron por tres meses y que dejaron el saldo de más de un centenar de muertes el pasado año en Venezuela, y estas que ahora tienen lugar en Nicaragua y que en solo cinco días los muertos ascienden a casi treinta y los heridos a más de cien, como hechos aislados y asumidos por una oposición rebelde, o como siempre sucede, por la intervención de Estados Unidos, que cual espectral fantasma ven por doquier. 

Contrariamente a esta dogmática interpretación dichas acciones emprendidas por ambos pueblos demuestran que las naciones de Latinoamérica intentan revertir su presente, un agónico presente en el que el socialismo del siglo XXI, o como quieran llamarle, ha dejado su terrible impronta destructiva.     
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Un necesario recordatorio para demostrar lo que fue capaz de hacer Daniel Ortega y su ejército contra un centenar de migrantes cubanos en 2015. 

Unos 1 600 cubanos lograron entrar a Nicaragua la mañana del 15 de noviembre tras permanecer varias horas en el límite fronterizo de Costa Rica, cuyo Gobierno había brindado visas de siete días para que pudieran cruzar desde Panamá hasta territorio nicaragüense. Otras fuentes señalan que en los últimos quince días 1 790 migrantes de Cuba quedaron sin paso en la frontera entre Panamá y Costa Rica pues las autoridades costarricenses permitieron solo el paso a los ciudadanos con visa.

Un operativo de seguridad dispuso un batallón de infantería del Ejército de Nicaragua y Fuerzas Especiales de la Policía Nacional en el puesto fronterizo de Peñas Blancas, de esta forma impidieron que  1 100 cubanos que intentaron cruzar hacia el norte alcanzaran su objetivo. Según testimonios de los migrantes, fueron agredidos con disparos y gases lacrimógenos.

Consúltese mi escrito del 2015: Crisis migratoria en Centroamérica, la larga espera de un conflicto. CRISIS MIGRATORIA EN CENTROAMÉRICA, LA LARGA ESPERA DE UN CONFLICTO:

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CNN VENEZUELA
Published on Apr 23, 2018
Café CNN 23 4 Derogación en Nicaragua Fue Un Engaño para Someter a Chamos en la UPOLI