lunes, mayo 21, 2018

Carlos Alberto Montaner: La historia de Joaquín Maurín. Alejandro Torrús: La purga de Stalin en la España republicana. El Caso Orlov y el asesinato de Andreu Nin.


Tomado de http://www.elblogdemontaner.com/

La historia de Maurín

Por Carlos Alberto Montaner
19 de mayo de 2018

A veces hay que huir del fragor de las batallas mediáticas. Hace medio siglo yo quería escribir en la prensa internacional. Era el famoso mayo de 1968. Quería participar en el gran debate, aunque los ecos llegaban con sordina al sitio en que vivía junto a mi mujer e hijos. Tenía entonces 25 años y enseñaba en la Universidad Interamericana de Puerto Rico.

En esa época remota, esporádicamente leía artículos en diversos periódicos de Germán Arciniegas, Salvador de Madariaga, Ramón Sénder, Arturo Uslar Pietri y otros notables pensadores españoles y latinoamericanos. Todos llevaban al comienzo o al final una breve palabra escrita en mayúsculas: ALA. Era el acrónimo de una agencia de prensa radicada en New York: American Literary Agency.

Pensaba, por las firmas, que sería una gran empresa norteamericana. ¿Cómo dar con ella y proponerle mis pobres y desconocidas columnas? Mi amigo Carlos Castañeda me sacó de dudas. Era el subdirector de Life en español y también tenía su oficina en New York.

–ALA es sólo un hombre –me dijo.

–No puede ser –le respondí incrédulo-. Veo esas siglas en todas partes.

–Lo conozco. Es un republicano español, inteligente y laborioso, que trabaja desde su apartamento distribuyendo columnas periodísticas por correo. Se llama Joaquín Maurín Juliá. Firma sus propios artículos con el segundo apellido, J.M. Juliá, o con el pseudónimo de W.K. Mayo.

(Joaquín Maurín Juliá)

Me dio su teléfono, pero nadie respondía, así que, provisto de su dirección me animé a visitarlo sin previo aviso en su agradable apartamento en Riverside Drive, muy cerca del río Hudson.

Me abrió con cierto sigilo y primero me cosió a preguntas discretamente hilvanadas en el curso de la conversación. Cómo había dado con él. Quién me había revelado su nombre. Por qué lo visitaba. Pronto descubrí las razones de su suspicacia. Le temía a los servicios secretos soviéticos y quería cerciorarse de que yo no era un asesino como Ramón Mercader, el hombre que mató a Trotsky en México.

Tenía razón. Había pasado 10 años en las cárceles de Franco, con nombre cambiado, y había visto cómo todo su entorno político había sido asesinado por los estalinistas. Maurín, nacido en 1896, conoció a Lenin y a Trotsky en Moscú, cuando era un dirigente comunista del sindicalismo catalano-aragonés. Incluso, había hecho las primeras denuncias y advertencias contra Stalin a mediados de los años veinte, y sabía que a su amigo y compañero de luchas Andrés Nin lo habían despedazado, literalmente, los agentes rusos durante la Guerra Civil española, acusándolo de trotskista.

Maurín, además, estaba casado con Jeanne, hermana de Boris Souvarine, un intelectual francés de origen ruso, fundador del partido comunista de su país, y también, como Maurín, uno de los primeros comunistas que rompieron con el Partido y denunciaron los crímenes de la URSS.

En ésa y en sucesivas visitas, Maurín me contó su odisea, muy parecida a la del héroe de ficción de la película Casablanca. Le sorprendió el alzamiento de Franco (julio de 1936) en Galicia, adonde había acudido a dar varias charlas. Maurín era, junto a Nin, el fundador del Partido Obrero de Unificación Marxista, el POUM, internacionalmente célebre por el libro de George Orwell, Homenaje a Cataluña.

Su mujer, que lo amaba, y con quien tenía un hijo, Mario, lo dio por muerto, dado el silencio de Maurín y a los miles de crímenes ocurridos en los primeros tiempos del conflicto. Pasado el duelo, conoció a un periodista alemán que tenía pasaporte noruego y se enamoraron. Él era Willy Brandt, muchos años después sería alcalde de Berlín y Primer Ministro de Alemania.

Pero al fin llegó a manos de Jeanne, entonces en París, una carta de Maurín, firmada con otro nombre. Estaba vivo y ella lo amaba. Logró salir de Galicia, pero en Jaca (Huesca) la policía franquista lo identificó y lo apresaron. Jeanne movió cielo y tierra, primero, para que no lo fusilaran y, segundo, para que lo dejaran salir de la prisión y de España. Esto lo consiguió en 1947, año en que se reunieron en New York.

Ahí no terminan las vicisitudes de la pareja, pero Maurín, a esas alturas un liberal anticomunista, se da cuenta de la importancia de la batalla de ideas y se le ocurre mediar entre la prensa y los creadores con una agencia llamada ALA.

Me puso a prueba. Me pidió un par de artículos y desde entonces, hace medio siglo, semanalmente, escribo mis columnas. Ya ALA no existe, pero sin su ayuda e impulso no habría conseguido publicar miles de textos como éste. Siempre he pensado que debía contar esta historia. Se la debía a Maurín.
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 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Pueden profundizar en la vida del sicario  Orlov en  STALIN’S AGENT The life and death of Alexander Orlov  escrita por  BORIS VOLODARSKY

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Tomado de http://www.publico.es/

La purga de Stalin en la España republicana. El Caso Orlov

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El historiador ruso y ex agente de los servicios de inteligencia rusos, Boris Volodarsky, publica 'El caso Orlov', un estudio de una exactitud y amplitud inédita sobre la actuación de los servicios secretos soviéticos en la España Republicana
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Por Alejandro Torrús
22/06/2013

Stalin no tenía dudas sobre cómo se podría solucionar el problema español de la manera más eficaz posible: asesinar a Franco. Ahora se sabe que la Unión Soviética envió, al menos, tres expediciones al bando sublevado para cumplir tal orden. La primera estuvo encabezada por el oficial de la inteligencia soviética: Grigori M. Semiónov, en la primavera de 1937. Con el mismo propósito fue enviado a la península el periodista británico de The Times Kim Philby como corresponsal de guerra con el ejército de Franco, aunque la inteligencia soviética sabía que Philby era débil de voluntad y no podría asesinar. La tercera opción se depositó en Elli Bronina, la esposa de un espía soviético en Shangái. Ni que decir cabe que todas estas empresas fracasaron.

Porque para Stalin la eliminación de los trotskistas reales o imaginarios en España gozaba de una prioridad mucho mayor que la muerte de Franco. La lógica de Stalin era aterradora. Para luchar con éxito contra cualquier enemigo era necesario, primero, acabar con el enemigo interno. Stalin estaba convencido de que uno de los principales motivos por los que los republicanos podían ser derrotados era por la presencia de traidores en su campamento. Como en Rusia, exigió tratar a los traidores con determinación. Para ello, envió a España a Lev Nikolsky, alias Alexander M. Orlov.

(Lev Nikolsky, alias Alexander M. Orlov en España en 1937)

Las actuaciones, planes y peripecias de Orlov en España entre 1936, 1937 y 1938 al frente de la NKVD, predecesora de la KGB, son recogidos por el historiador ruso y ex agente de los servicios de inteligencia de Rusia, Boris Volodadarsky, en El caso Orlov (Editorial Crítica), una obra de una exactitud y amplitud inédita sobre la actuación de los servicios secretos soviéticos en la Guerra Civil española.

El sicario de Stalin Lev Nikolsky operaba en España con el seudónimo de Alexander M.Orlov, medía alrededor de 1,72 metros, era más bien atractivo y tenía la típica nariz de boxeador con bigote oscuro. Hablaba mal español y siempre iba acompañado de su intérprete personal. En 1936, cuando aterrizó en España, Nikolsky tenía 41 años y la valoración de sus servicios durante la Guerra Civil puede calificarse como desastrosa. 'Fue un espía de una inteligencia muy mediocre que falló en todas sus misiones de inteligencia', resume el historiador Volodarsky.

No obstante, apunta la obra, hubo un apartado en el que Orlov no fracasó. En el asesinato selectivo de trotskistas, considerados por Stalin como su mayor enemigo. En diciembre de 1936 el Comité Ejecutivo del Komintern (ECCI) informó al PCE: 'Ocurra lo que ocurra, hay que lograr la destrucción de los trotskistas, exponiéndolos a las masas como un servicio secreto fascista que realiza acciones de provocación al servicio de Hitler y el general Franco para intentar dividir el Frente Popular llevando a cabo una campaña difamatoria contra la URSS'.

El asesinato selectivo se utilizaba, sin embargo, en contadas ocasiones y siempre era estrictamente coordinado desde Moscú. La cantidad de víctimas del NKDV en España 'casi con toda seguridad jamás superó las veinte personas', igual que el número de agentes en España estuvo limitado a diez. 'La cantidad de víctimas del KGB/NKVD en la Guerra Civil española no se puede comparar ni remotamente con las de Polonia (1939-41), Finlandia (1939-40), Austria (1945-55), Hungría (1956) o Afganistán (1979)', apunta el historiador, que añade que estos asesinatos 'nunca fueron en beneficio de la República española' sino 'siempre fue en defensa de los intereses del Kremlin'.

(Andrés Nin o Andreu Nin)

El investigador señala que entre las víctimas de Orlov se encuentran Dmitry Navashin (en París), Brian Goold-Vershoyle (secuestrado en Barcelona y muerto en un campo de prisioneros de Rusia), Marc Rein (muerto en España), Hans Freund, Ignatz Reiss (disparados en Suiza), Kurt Landau, el general Skoblin (un agente del NKVD muerto en Barcelona), Georges Agabekov (un oficial de alto rango, que desertó, y luego llegó a España y fue asesinado) y el líder del POUM, Andreu Nin
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El inicio del odio de los soviéticos y la Komintern/PCE hacia los miembros del POUM están claros para el investigador ruso. A finales de 1936, el POUM denunció públicamente las ejecuciones en la Unión Soviética de Kamenev, Zinoniev y otros viejos bolcheviques. Además, los republicanos, socialistas y comunistas creían que la defensa de las milicias revolucionarias por parte de la CNT y el POUM estaba minando sus esfuerzos bélicos.

Asimismo, la gota que colmó el vaso para Stalin fue la invitación de Andreu Nin, jefe del POUM, a Trotski, entonces exiliado en Noruega, a ir a Barcelona. Con este gesto quedó sellado el destino del partido y del propio Nin. 'El hecho de acusar a Nin o a cualquier otro disidente de trotskista es debido no a la importancia de los trotskistas sino por el habito adquirido por los comunistas de denunciar por trotskista a todo el mundo que discrepe con ellos sobre cualquier cosa', asevera el autor.

El 23 de mayo de 1937 Orlov envió su plan para acabar con Nin y con el POUM. Todo quedó a la espera de la aprobación de Moscú. Días más tarde, Moscú dio el sí definitivo. El plan de Orlov consistía en elaborar un documento falso que revelara la colaboración de los dirigentes del POUM con Falange y, por consiguiente, con Franco y Alemania. 'Codificaremos el contenido del documento utilizando las claves de Franco, que tenemos disponibles, y lo escribiremos en el dorso del mapa', escribe Orlov a Moscú.

El texto comprometedor para el POUM sería escrito en tinta invisible y enviado a los servicios de contrainteligencia del Gobierno de la República que detendría a Nin por traidor y por ser parte fundamental del alzamiento franquista. El resultado del plan de Orlov es ya conocido: secuestro, interrogatorio y asesinato de Nin. 'La fecha exacta del asesinato de Nin probablemente jamás será conocida más allá de que obviamente falleció después del 22 de junio de 1937', señala el historiador.

El 16 de junio de 1936 Nin estaba preparando el congreso del POUM, que iba a celebrarse al cabo de tres días. Durante la tarde le advirtieron hasta en dos ocasiones de que su vida estaba en peligro. '¡No se atreverán!', contestó entre risas Nin al segundo aviso. Pasados unos instantes fue detenido cerca del palacio de la Virreina y trasladado al edificio de la Juventud Comunista Ibérica del Paseo de Gracia. Entonces, Nin fue escoltado hasta Valencia y luego a Madrid, donde fue alojado en el centro de detención de Atocha. Al no ofrecer las garantías suficientes este emplazamiento, el líder del POUM fue llevado a una casa en Alcalá de Henares, donde lo interrogaron en secreto durante dos o tres días.

'Orlov estaba seguro de que su plan funcionaría y de que bajo coacción Nin finalmente se desmoronaría y firmaría la confesión que le tenían preparada. Sin embargo el jefe del POUM estaba en su país rodeado de su gente, los agentes de la policía republicana de los que no tenía nada que temer', asegura el historiador, que añade que 'es obvio' que Nin no fue torturado en esta etapa.

Es en este punto donde Orlov organiza el espectáculo final. Un grupo de hombres uniformados con documentos firmados por el general Miaja y el coronel Ortega aparecieron en la casa ordenando la entrega del prisionero. Fue entonces cuando un grupo de atacantes neutralizó a los guardias y se llevó a Nin dejando un reguero de pruebas falsas que debían vincular la 'liberación de Nin' con los fascistas de Franco o Alemania. Los atacantes, sin embargo, eran Orlov, Grigúlevich. Tacke, Nezhinsky y dos españoles identificados como 'L' y 'AF'. 'Nin salió sin oponer resistencia y ocupó su asiento en el coche, que se dirigió al sureste rumbo a Perales de Tajuña. Tras recorrer unos 20 kilómetros el vehículo se detuvo. No se sabe y probablemente no se sabrá nunca lo que ocurrió por el camino, o si los captores y la víctima intercambiaron unas palabras', escribe.

Finalmente, 'el grupo desembarcó y, según Victor, el conductor, se adentró cien metros en el campo. Casi con toda certeza fue Grigúlevich quien disparó a Nin'. Para el historiador, el motivo del asesinato de Nin es que se había convertido en un testigo no deseado, de modo que 'no había más remedio que asesinarle'. Tras su muerte, a diferencia de lo defendido por otros historiadores no hubo un gran juicio estalinista y ninguno de los cerca del millar de detenidos del POUM fue acusado de espionaje. 'No hay que olvidar que Madrid no era Moscú y que los dirigentes republicanos no eran en absoluto como Molotov y Kaganovich', sentencia Volodarsky.

La obra de Volodarsky asegura, además, que 'Stalin no tenía ni la intención ni el interés ni la posibilidad de sovietizar o stalinizar España, como afirman algunos autores. No estaba interesado en una España comunista, porque ello perjudicaría su oportunidad de negociar con Gran Bretaña y Francia, asevera. 'Desafortunadamente, muchos historiadores interpretan la España de 1936 en términos de lo ocurrido en Europa central casi diez años después, cuando la proximidad histórica y política a menudo desempeñaba un papel fundamental', escribe.

Los intereses de Stalin en la Guerra Civil española, explica el historiador, se debían más a una oportunidad histórica para ganarse la simpatía de millones de personas en el mundo, a incrementar el saldo comercial de la URSS y a utilizar la batalla fratricida española como un campo de experimentos para poner a prueba nuevos tanques y aviones, tácticas y estrategias y operaciones especiales de cara a la II Guerra Mundial y sobre todo, de saber con qué armas contaban sus enemigos.



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2 Comments:

At 1:09 a. m., Anonymous Realpolitik said...

Los comunistas rusos no tienen perdón, empezando por el hecho de que nunca lo han pedido, ni siquiera de mentiritas. Tras el fin oficial de la URSS, sencillamente los rusos no hicieron NADA, o sea, el muerto al hoyo y el vivo al pollo, y todo el mundo tan campante (y hablo de TODO el mundo, no solamente Rusia). Para colmo, el nuevo zar es un personaje de la KGB, lo cual es exactamente igual que si un “ex” Nazi estuviera al frente de Alemania. Repito, el mundo entero como si tal cosa fuera--un puro asco.

 
At 11:30 p. m., Blogger Julio Cesar tarrago hernandez said...

Si sr. Como dice Realpolitik, Putin mismo fue un asesino. Y aunque a veces tácitamente ha reconocido aquellos disparates, no hay un mea culpa gubernamental.

 

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