lunes, febrero 24, 2020

Tania Díaz Castro desde Cuba: Dictadura castrista: Culpables fuimos todos. . Pedro Pablo Arencibia Cardoso: Muchos culpables pero: ¨unos tienen la culpita y otros tienen la culpona¨


Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Hago notar que en  la Guerra de Independencia de 1895 hubo aproximadamente 11 000 muertos del Ejército Libertador y ya en 1901 sus nombres y apellidos, ordenados alfabéticamente con sus grados militares y otros datos, estaban publicados; esta labor fue dirigida por el Mayor General Carlos Roloff. El Castrismo EN ESTOS 60 AÑOS NUNCA ha publicado la lista de los mártires de la Revolución en la lucha contra Batista para que no se le descubran las mentiras. Para ver un estudio comparativo entre los regímens de Batista y Fidel Castro desde el punto represivo pueden leer mi artículo BREVE ESTUDIO COMPARATIVO DE LAS MUERTES, PRISIONES Y PRESOS DURANTE LAS DICTADURAS DE FULGENCIO BATISTA Y DE FIDEL Y RAÚLCASTRO, publicado en el número 42. página 100 y siguientes, de la Revista Hispano Cubana, publicación de la Fundación Hispano Cubana

He leido que la cifra de los 20 000 muertos fue dicha primeramente por el Ex Presidente Ramón Grau San Martín. No obstante, en Bohemia en los primeros días de enero apareció este artículo:


Cifras más cercanas a la verdad son las obtenidas y publicada por Archivo Cuba o CubaArchive:


Oí decir  en los años 90 del pasado siglo XX que en el entonces Instituto de Historia de la Revolución Cubana (cuando su director era Jorge Enrique Mendoza)   se  había llevado a cabo una  investigación para conocer el total de los llamado mártires de la Revolución cuando el gobierno de Batista, pero que el resultado de dicha investigación no  fue autorizado para ser   publicado,  pues echaba abajo el MITO de los supuestos  20 000 mártires  achacados al régimen de Fulgencio Batista. Las cifras realmente  obtenidos por dicho instituto fueron  aproximadamente similares a las que también  ha obtenido  Archivo Cuba  años después.

La correlación entre entre la lucha contra el gobierno de Batista y la consecuente represión por parte  de elementos de ese gobierno y de simpatizantes de ese gobierno se muestra  en los siguientes gráficos:



Comentario de respuesta  del periodista  español, ya fallecido, Enrique Meneses a un comentario dejado en su blog: 

Salva, hace años que nos conocemos y sabes que distingo muy bien entre una huelga de hambre y la eutanasia. Yo estoy por la libertad del enfermo terminal a la hora de despedirse de una vida sin solución médica. Lo de Orlando Zapata es una pasada porque el Estado cubano debería haber impedido esa muerte como en España impedimos la de De Juana Chaos. El suicidio está prohibido en casi todas las constituciones así es que es obligación de las autoridades impedirlo.

Hablas de Batista sin tener más referencia que lo que dicen los castristas, la mayoría de los cuales no vivían entonces. Yo estuve 11 meses en la isla (mayo 1957-marzo 1958) de los que 4 en Sierra Maestra así es que veía como se vivía en Oriente y en La Habana. El pueblo no pasaba hambre, te lo puedo asegurar. La represión empezó con el desembarco de Castro en el Granma en Niquero.
************************

Dictadura castrista: Culpables fuimos todos

**********
Tuvo razón Miguel Ángel Quevedo, propietario y director de la antigua revista Bohemia, cuando responsabilizó a varios sectores de la sociedad del triunfo de Fidel y Raúl Castro
**********

Por Tania Díaz Castro
23 de febrero, 2020

LA HABANA, Cuba. – Tuvo razón Miguel Ángel Quevedo, propietario y director de la antigua revista Bohemia, cuando escribió en su carta previa al suicidio, que culpables fueron todos para que triunfara la dictadura comunista de Fidel y Raúl Castro.

La Revista Bohemia fue fundada en 1909. Casi de inmediato se convirtió en la más popular de Cuba y posiblemente de América Latina. Sus colaboradores, los principales escritores que llenaban sus páginas, fueron, entre otros, Jorge Mañach, René Méndez Capote, Gustavo Robreño y  Fernando Ortiz.

Se destacó esta revista por formar parte de casi todos los cambios políticos que se presentaban en la isla antes de 1959 y tenía como lema “la Revista que siempre dice la verdad”.

Pero tenía que colaborar con el “joven alocado” de Fidel Castro, como lo llamó el poeta Nicolás Guillén luego del asalto al Cuartel Moncada, disparando tiros desde lo alto de las lomas orientales contra los soldados de Fulgencio Batista, con el fin de derrocar una dictadura militar, para que Bohemia comenzara a dejar de decir la verdad.

Así lo dejó dicho Quevedo en su trágica carta de despedida: “Los periodistas llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes… No importaba quien fuera el presidente ni las cosas buenas que estuviesen realizando a favor de Cuba. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas… El pueblo también fue culpable”.

En otro párrafo señaló: “Fidel no era más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo… todos fuimos culpables de que llegara al poder”.

La carta de Miguel Angel Quevedo, donde reconoce abiertamente su culpa y la de su principal colaborador, Enrique de la Osa, es uno de los documentos históricos de Cuba que más merece un análisis profundo para entender lo que ha ocurrido en Cuba durante más de sesenta años de dictadura castrista.

Es cierto que el pueblo, inexperto en cuestiones de democracia, recién salido de la tutela española e incapaz de mirar profundo hacia un futuro de plena libertad, se equivocó, junto a un puñado de periodistas fanáticos en política, en que Fidel Castro no era precisamente el hombre que necesitaba Cuba.

Fidel poseía una trayectoria nada provechosa: su participación en el Bogotazo Comunista de Colombia, el asesinato de Manolo Castro -un líder muy querido de aquella época-, su conducta gansteril en la Universidad de La Habana, su autoría en el Asalto al Cuartel Moncada y, sobre todo, su guerra aún sin analizar en todos los detalles, donde más funcionaron las cámaras fotográficas que los tiros al aire. Si lo dudan, analicen los miles de fotos que se hicieron los rebeldes -sobre todo Fidel y su hermano- publicadas a lo largo de estos años.

En esta carta también se aclara que fue Enrique de la Osa, el periodista que nombró Fidel como sustituto de Quevedo cuando este marchó al exilio el 18 de julio de 1960, quien inventó la cifra de los 20 mil muertos de Batista. Una cifra ridícula y absurda, repetida a lo largo del castrismo, no sólo en trabajos “periodísticos”, sino hasta en los discursos de los Castro.

En agosto de 2018, Iroel Sánchez, portavoz del régimen, escribió: “Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales…”

¿Estaría ebrio Iroel cuando escribió eso?

Fui testigo, a partir de 1997, cuando comencé a trabajar en Bohemia, de cómo Enriquito -así lo llamábamos-, ebrio casi siempre, comentaba entre triste y apenado aquella cifra que él había inventado y que mucho nos cuidamos de no repetir. Hasta el mismo Fidel, quien conocía muy bien esa historia, se cuidaba algo en repetirla.

La carta de Quevedo, jamás se ha publicado en la prensa cubana, propiedad del Ejército raulista. Ni siquiera en Bohemia salió una nota sobre el suicidio de Quevedo, ocurrido el 12 de agosto de 1969.

Pero es cierto lo que plantea Quevedo: Culpable no fue él solamente. Señaló, como algo muy cierto, que ¨…fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel, de los bandidos que se ocupaban más del contrabando y del robo que de las acciones de la guerra, de los curas con sotanas que mandaban a los jóvenes a la Sierra Maestra…, culpable fue Estados Unidos que incautó las armas destinadas a Batista en su lucha contra los guerrilleros; culpables los políticos que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas¨, que en 1959 no se hicieran elecciones libres.

Y termina su carta diciendo: “Ojalá mi muerte sea fecunda… para que la prensa sea un faro de orientación…, porque, cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios un tirano”.

“Adiós. Este es mi último adiós”.

**************
Muchos culpables pero:  ¨unos tienen la culpita y otros tienen la culpona¨

Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso


Agustín Tamargo militó en la izquierda y no supo  distinguir  entre ¨el mal menor¨  y ¨el mal mayor¨ al  preferir  en la lucha contra Batista  a Fidel Castro antes que el régimen de Batista que ya estaba ¨des salida¨ pues Batista  había prometido irse de Cuba después de  la entrega del poder al electo  Rivero Aguero, el cual para algunos políticos, era un buen político para encabezar  la transición a la plena democracia. Tengo entendido que Agustín Tamargo escribió en la revista Bohemia, revista que contribuyó grandemente al arribo al poder de la  peor y más larga   dictadura que ha padecido Cuba:  la tiranía Castrista. Agustín Tamargo, quizás por haber escrito en  esa Bohemia de Miguel Ángel Quevedo negaba la autenticidad de la supuesta carta de Miguel Ángel Quevedo antes de suicidarse, pero nunca lo oí negar que el contenido de esa carta fuera verdad. Agustín Tamargo también tuvo parte de responsabilidad del arribo del Castrismo al Poder y en la consecuente tragedia cubana..

Un poco de agricultura y de conga chambelonera.

A los cubanos no nos encanta inculparnos de lo sucedido en nuestra nación; realmente la inmensa mayoría de los cubanos que hemos pasado en estos últimos 60 años por nuestra niñez, juventud, madurez, vejez, o hasta por la muerte, somos culpables de que el Castrismo haya nacido, echado raíces y crecido en nuestra Patria. Unos permitimos que se sembrara esa semilla o que hubiera tierra fértil para que germinara; otros no aplastamos a tiempo ese aparente insignificante arbusto en crecimiento, esperando que otros se ocuparan de hacerlo, ya que considerábamos que eso era tarea de otros y que quizás hasta nuestros vecinos más cercanos no permitirían que creciera de tal manera que con sus raíces y sombra los afectara; otros, le echamos abonos, agua y le limpiamos los alrededores de supuestas ¨malas yerbas¨ para que creciera frondosamente y diera los abundantes y dulcísimos frutos anunciados, cuando realmente esas yerbas estaban haciendo una tarea tal, que de haberlas dejado crecer hubieran ¨ahogado¨ a ese arbusto que se ha convertido en un viejo y espinoso árbol que nunca dió los frutos prometidos pese a la abundancia de abonos e injertos recibidos durante décadas; esas yerbas nunca más han aparecido. 

No oíamos a aquellos que nos aconsejaban, por anteriormente haber dormido bajo sus ramas, que no dejáramos crecer a ese árbol, pues en otras lejanas tierras ya había aparecido ese tipo de árbol y había acabado con los demás árboles, sembradios y con la fertilidad de la tierra; les respondíamos ingenua, ignorante o testaduramente que este árbol no era como aquellos a los que se parecía, hasta que un día, cada quien a su tiempo, nos dimos cuenta por su tronco, raíces, espinas y míseros y agrios frutos que era de la misma especie que aquellos, pero ya en ese momento el árbol había alcanzado un tamaño y una fortaleza tal, que otros decidimos (cómo y cuándo pudimos) mudarnos por un tiempo, tiempo que aún hoy no ha concluido, para campos, barrios y ciudades  más cercanas mientras tratábamos de encontrar sustancias defoliadoras para secarlo, pero la cantidad que conseguiamos de esas sustancias era muy poca, de mala calidad y hasta tan mal aplicadas que hasta el árbol se fortalecía con ellas. Finalmente llegó el momento en que nos negaron la posibilidad de adquirir y utilizar esas sustancias. Como sucede con las circunstancias y eventos muy largos en en el tiempo, muchos nos cansamos de seguir tratando de acabar con el árbol y nos dedicamos a otros menesteres tratando de olvidarnos de ese maldito árbol y hasta de la finca  en que nació. Solamente unos pocos porfiados seguimos insistiendo denunciar la maldad de ese árbol y la necesidad de arrancar de raíz al carcomido árbol que aún así, sigue arruinando la tierra en que un día lo dejamos crecer y esparciendo su mala semilla por otras tierras.

Como en la conga ¨La Chambelona¨: ¨unos tienen la culpita y otros tienen la culpona¨, pero ahora es el momento de arrancar e incinerar al árbol ¿ tarde? ¡ es cierto!, pero en las tareas de erradicar lo dañino, es mejor tarde que nunca, pero teniendo en cuenta lo que dijo nuestro José Martí: ¨En pueblos, sólo edifican los que perdonan y aman. Se ha de amar al adversario mismo a quien se está derribando en tierra. Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye¨ (Tomo 14, 496) . Perdonar y amar no exime de reparar las faltas y de hacer Justicia; hasta en el sacramento cristiano de la Reconciliación eso se cumple. De no ser así, entonces los Castro habrán ganado aunque ya hace rato se hayan ¨ido del parque¨(1).

(1) Para los no cubanos o los que no son entendidos en la jerga cubana actual: ¨irse del parque ¨ significa morirse.

*****************

LOS TRÁNSFUGAS

Por Agustín Tamargo


Los tránsfugas que hasta ayer medraron con el sacrificio ajeno son una mala ralea. No huyen de la tiranía sino del hambre. Mientras hubo comida y gasolina, mientras hubo becas y viajecitos, mientras hubo puestos de privilegio en que medrar, no se fueron. Se van ahora como buenos camaleones que son, dejando atrás el viejo pellejo fidelista. ¡Caras de cemento! Los tránsfugas son una superchería, un asco.

Ver a los esbirros intelectuales y políticos del fidelismo arrodillarse, ante el exilio, ver como repiten dientes afueras los mismos ataques a la dictadura, que hasta ayer ellos calificaban de “infamias“, no puede provocar más que eso, puro asco. Si tuvieran pudor por lo menos se callarían. Afirman que puesto que todo el pueblo se equivocó y hay que perdonarlo, el mal que ellos hicieron debe ser también perdonado, por que ellos forman parte de ese pueblo. Culpa de todos, culpa de nadie. Pero esa patraña no pasará. Ellos siguieron allí, al lado del felón. Ellos le aplaudieron las fechorías. Ellos disfrutaron de los periódicos robados y de los puestos diplomáticos, ellos obtuvieron medallas por disparar contra el pueblo en Bahía de Cochinos y en el Escambray, ellos mataron africanos por órdenes de Castro y bajo la bandera rusa.

¿Se les puede respetar ahora, cuando se arrastran y llegan hasta a elogiar la dictadura de Batista? ¿Se les puede considerar en el mismo nivel de aquellos que prefirieron la cárcel, la muerte o el destierro antes que la ignominia de la complicidad? Yo creo sinceramente que no.

“Somos un solo pueblo”, dicen en Miami. ¿Un solo pueblo ahora, cuando hasta ayer nos llamaban “la gusanera”? Hay que perdonar y olvidar, repiten ahora. ¿Perdonar y olvidar a los que causaron tanto daño y nunca se han arrepentido de él? Docenas de libros hay, millares de hojas de periódicos hay, donde muchos de estos que están hoy aquí, nos cubrieron de oprobio ayer por negarnos a hacer lo que ellos hacían, que era doblar el espinazo. Muchos de los que ahora se entreveran con nosotros fueron los que esgrimieron el hacha, o azuzaron al que la esgrimía. Recuerdo particularmente al periódico “Revolución”, biblia de la mediocridad, agujero del resintimiento.

En 1959 ese periódico se consagró de manera sistemática a destruir cuanta reputación limpia había en Cuba. Fueron los hombres de “Revolución” quienes se dedicaron a la degollina de todo el que nos los había tomado en cuenta, de todo el que les hacía sombra. Se quieren abrigar con el olvido. Pero hay muchos que viven, que todavías no han olvidado. Son los testigos, las víctimas de aquella época de cacería, cuya pieza mayor era una cabeza independiente.

Hace más de 30 años escribí en la Bohemia Libre de Nueva York, un artículo titulado “Los Descarados” en que describía a esta fauna que conocí y que padecí. Muchas grandes figuras intelectuales de Cuba morirán antes de que volvamos. Lo que no morirá  nunca es la náusea que produce ver cara a cara a estos cambiacasacas. La misma que nos produce una rata muerta en la habitación.

(Artículo de Agustín Tamargo, publicado en “El Nuevo Herald” el 7 de marzo de 1993 y en Nuevo Acción en la edición del jueves 18 de junio del 2009)
**********
Tomado de https://www.cubanet.org/

Carta póstuma de Miguel Angel Quevedo

Sr. Ernesto Montaner
Miami, Florida
12 de agosto de 1969.

Querido Ernesto:

Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado ¡al fin! sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de 1965.

Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como "el único culpable" de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera "el único culpable".

Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad.

Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. Vestían el odioso uniforme que no se quitaban nunca.

No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública.

(Miguel Ángel Quevedo y Fidel Castro Ruz en los primeros días de enero de 1959)

El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque Bohemia era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.

Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.

Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.

Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó "los veinte mil muertos". Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.

Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder.

Fue culpable Estados Unidos de América, que incautó las armas destinadas a las fuerzas armadas de Cuba en su lucha contra los guerrilleros.

Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.

Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron.

Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones.

Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes.Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que los más "virtuosos" y los más "honrados" eran los pobres.

Muero asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Como Rómulo Betancourt, Figueres, Muñoz Marín. Los titanes de esa "Izquierda Democrática" que tan poco tiene de "democrática" y tanto de "izquierda".

Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.

Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas.

Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera.

Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de Nuñez de Arce cuando dijo: Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano.

Adiós. Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho.

Miguel Ángel Quevedo 

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,