miércoles, julio 08, 2020

Las conexiones castristas del magnicida de Dallas (III). Jacobo Machover sobre declaraciones de los excónsules Castristas en México, muchos años después del magnicidio



Las conexiones castristas del magnicida de Dallas (III)

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Declaraciones de los excónsules cubanos en México, muchos años después
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Comisión Warren

Por Jacobo Machover
París
07/07/2020

Pero hubo más. Aunque no declararan ante la Warren Commission, Azcue y Mirabal, así como de nuevo Sylvia Durán, la ciudadana mexicana empleada en el consulado, sí lo hicieron quince años más tarde, en septiembre de 1978, frente al Comité sobre asesinatos de la Cámara de Representantes (Select Committee on assassinations, HSCA, creado para investigar las muertes de John F. Kennedy y de Martin Luther King en 1968). Prueba de que Earl Warren y los miembros de la Comisión, entre los que figuraban el futuro presidente, entonces representante republicano, Gerald R. Ford, y el antiguo director de la CIA, Allen W. Dulles, máximo responsable, junto con Richard Bissell, del desembarco fallido de Bahía de Cochinos, cesado luego por Kennedy, no habían llegado al término de sus investigaciones, que tuvieron que concluir menos de un año después del asesinato de Kennedy el 22 de noviembre de 1963 y de la muerte del policía J. D. Tippitt ese mismo día, abatido por Oswald en Dallas.

¿Por qué accedió Cuba a dejar testimoniar a Azcue y Mirabal ante una Comisión de la Cámara de Representantes encargada de investigar los asesinatos, entre ellos el de Kennedy? Estábamos en septiembre de 1978. Eran los tiempos de la presidencia del demócrata Jimmy Carter, quien estaba dispuesto a buscar un acercamiento con el régimen castrista. Para ello necesitaba ciertas contrapartidas. Se hicieron en varias etapas. En diciembre de 1977 un grupo de jóvenes cuban-americans simpatizantes de la revolución llegó a Cuba para participar en un viaje de reencuentro con sus raíces en la Isla. Consciente de lo que podía representar simbólicamente esa apertura, Fidel Castro en persona los recibió calurosamente. Eso daría paso en noviembre de 1978 a un «diálogo» con lo que se vendría a denominar la «comunidad cubana en el exterior», representada en su mayor parte por una oposición moderada al régimen o cansada de un exilio tan largo. Esta negociaría con Castro la liberación al año siguiente, en 1979, de unos tres mil presos políticos, algunos de ellos encarcelados desde cerca de 20 años, y su partida hacia Estados Unidos. El «diálogo» y el acercamiento concluirían con la ocupación en abril de 1980 de la embajada de Perú por más de diez mil candidatos al exilio y con el subsiguiente éxodo del Mariel, cuando unos ciento veinticinco mil cubanos abandonarían la Isla rumbo a la Florida. La aceptación por el gobierno cubano de que la Cámara de Representantes interrogara a los excónsules en México formaba parte de esos intentos de romper el «bloqueo» (el embargo, en realidad), establecido por la administración americana del presidente republicano Eisenhower desde 1960 y endurecido por la del presidente demócrata Kennedy a partir de 1962.

La convocación de Azcue y Mirabal en septiembre de 1979, después de dos reuniones celebradas con ellos en La Habana, demostraba sin embargo que las interrogaciones sobre una posible conexión castrista con el magnicidio de Dallas persistían. Pero era muy improbable que, a partir de esos testimonios, se reabrieran las investigaciones, ya que la Cámara era en su mayoría demócrata y, por lo tanto, dispuesta en su mayoría a seguir la política conciliadora de Carter.

La agudeza implacable de las preguntas de los miembros de esa comisión a los dos excónsules cubanos en México podría, sin embargo, dejar pensar lo contrario. En efecto, los dos hombres, que no hablaban inglés y, por lo tanto, tenían que recurrir a intérpretes, se vieron empujados a confesar sus contradicciones. El interrogatorio fue intenso, interrumpido solamente por pausas de pocos minutos. El tono era directo y no admitía dilaciones. Los representantes volvían una y otra vez sobre lo que podrían parecer detalles a primera vista, pero no lo son. Así es como lograron sacarle al excónsul Eusebio Azcue, ya retirado en Cuba, que Oswald, al llegar a la Ciudad de México, había ido directamente, el viernes 27 de septiembre, al consulado de Cuba antes de ir a pedir una visa a la embajada soviética. Y, sobre todo, que no había estado allí solo dos veces ese viernes, tal vez fuera de los horarios de apertura de la sede, de las 10 de la mañana a las dos de la tarde, sino tres. Además, la tercera fue un sábado, un día en que normalmente los funcionarios no atienden a nadie. A menos de que se trate de alguien que disponga de alguna información de suma importancia. Las declaraciones de Sylvia Durán, recogidas pocos días después del magnicidio, en 1963, y las de Eusebio Azcue y Alfredo Mirabal, dadas a conocer solamente en 1978, concuerdan en la versión de los hechos. Hubo una fuerte discusión entre Oswald y Azcue, por negarse éste a extenderle inmediatamente una visa de tránsito, y eso a condición de que consiguiera antes una con destino a la Unión Soviética. Oswald lo trató entonces de «burócrata», de la misma forma que calificaba a los «camaradas» soviéticos cuando residía en Minsk, en la República de Bielorrusia, antes de 1962, donde tuvo ocasión de conocer a algunos becados cubanos, enviados por centenares en aquella época a la URSS.

Pero esa versión tal vez fuera elaborada en Cuba, después de la muerte de Kennedy. Cuando el excónsul Azcue concluyó su misión en México ¿fue a petición suya o del gobierno cubano? Las explicaciones suyas, apoyadas en deseos de reunirse con parte de su familia que residía ya en la Isla, resultaron enredadas. Pero aún más sospechosas fueron sus explicaciones sobre las distintas copias del formulario que rellenó Lee Harvey Oswald para pedir su visa de tránsito a Cuba. Eran seis copias, finalmente puestas a disposición de los investigadores, pero no coincidían entre ellas: en otros términos, habían sido falsificadas. Y, en sus declaraciones, Azcue defendió la tesis de que no había reconocido en la persona considerada como culpable de los disparos contra el presidente americano, a quien dijo haber visto por primera vez en la pantalla cuando Jack Ruby lo asesinó, al hombre que se había presentado ante él pocas semanas antes. La descripción que dio no correspondía para nada a Oswald. Su sucesor en el cargo, Mirabal, quien dijo encontrarse en México por ponerse al día en los asuntos de la legación diplomática, afirmó por su parte haber captado solamente algunas frases de la discusión que hubo entre ellos, ya que se encontraba en un despacho aledaño. Pero ¿por qué no intervino, si se trataba de un enfrentamiento verbal a gritos?

(Observen como en el texto de la solicitud de visa  no se dice nada sobre sus anteriores estancias en Cuba, cuando realmente oswald estuvo en Cuba en 1959. Comentario del Bloguista de Baracutey Cubano)

Después del 22 de noviembre de 1963, ya en Cuba, el excónsul Azcue fue convocado rápidamente no por el Ministerio de Relaciones exteriores sino por el Ministerio del Interior. Tuvo largas conversaciones allí con el temible comandante Manuel Piñeiro, apodado «Barbarroja», entonces jefe del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el organismo encargado de todas las operaciones guerrilleras en el mundo, particularmente sobre el continente americano, pero también en África y en el Medio Oriente, y luego de la Dirección General de Inteligencia, la DGI. Piñeiro era el interlocutor directo de todos los dirigentes revolucionarios partidarios de la lucha armada. Y uno de los hombres de confianza de Fidel y de Raúl Castro para todas sus intervenciones encubiertas, que fueron innumerables. «Barbarroja» murió en 1998 en un accidente de automóvil en La Habana, manejando teóricamente su vehículo —aunque no sabía conducir— por las calles del barrio del Vedado. Salía de una recepción en la embajada de México, donde se había explayado ¿demasiado? sobre ciertos secretos del poder que él conocía mejor que nadie. Tenía la intención, confiada a algunos periodistas extranjeros, de escribir un libro cuyo propósito era volver sobre ciertos asuntos sensibles[1]. Su muerte sigue siendo uno de los enigmas más impenetrables de la cúpula castrista.

En la ciudad de México, Oswald quizás no estuvo solamente en los consulados de la Unión Soviética y de Cuba. También habría participado, según ciertos testimonios, en una reunión (un party) en casa de Sylvia Durán y su esposo con intelectuales simpatizantes de la revolución cubana. Uno de ellos llama particularmente la atención: el de la escritora Elena Garro, por aquel entonces casada con el poeta, futuro premio Nobel de literatura y uno de los mayores críticos del castrismo a partir del «caso Padilla» en 1971, Octavio Paz, más tarde divorciada de él. La escritora, quien estaba acompañada por su hija Elenita, afirmó haber hablado con Oswald y haber visto allí a un cubano negro, pelirrojo, descripción que corresponde con la del nicaragüense Gilberto Alvarado. El FBI interrogó en dos ocasiones a Elena Garro poco después del asesinato de Kennedy pero desechó sus declaraciones por considerarlas contradictorias y por concluir que la escritora tenía demasiada imaginación.

En las sesiones de la comisión sobre asesinatos de la Cámara, varios representantes apuntan, sin embargo, a otro escritor, el inglés Comer Clark, quien tuvo un encuentro con Fidel Castro en 1967. Clark publicó el contenido de su conversación:

«Lee Oswald vino a la embajada cubana en la ciudad de México dos veces». Castro siguió:

«La primera vez me dijeron que quería trabajar para nosotros. Le pidieron que explicara en qué, pero no quiso decirlo. No entró en detalles. La segunda vez dijo que quería «liberar a Cuba del imperialismo americano». Luego dijo algo así como: «Alguien tendría que matar a ese Presidente Kennedy». Luego Oswald dijo —y es exactamente así como me lo reportaron a mí: «Tal vez yo intente hacerlo».

(“Lee Oswald came to the Cuban embassy in Mexico City twice,” Castro went on.
“The first time —I was told— he wanted to work for us.
“He was asked to explain, but he wouldn’t.
“He wouldn’t go into details.
“The second time he said he wanted to ‘free Cuba from American imperialism.’
“Then he said something like: ‘Someone ought to shoot that President Kennedy.’
“Then Oswald said —and this was exactly how it was reported to me— ‘Maybe I’ll
try to do it.’”)

Comer Clark transcribe así el final de su diálogo con Fidel Castro:

«Sí, yo oí hablar del plan de Lee Harvey Oswald para matar al Presidente Kennedy. Yo hubiera podido salvarlo, pero no lo hice».

Yes, I heard of Lee Harvey Oswald’s plan to kill President Kennedy. It’s possible that I could have save him, but I didn’t.»)[2]

Naturalmente, se dijo que ese diálogo nunca había tenido lugar y que Comer Clark, que trabajaba para un tabloid inglés, se lo había inventado. Sin embargo, Castro pudo haber cometido un desliz y hablado más de lo necesario, en medio de su verborrea habitual con todos y cada uno de sus interlocutores.

Cada vez que los representantes apuntaban hacia un posible conocimiento del plan por las autoridades cubanas, los dos cónsules, Azcue y Mirabal, respondían airadamente, con una argumentación semejante, retomando palabras o ideas del «Comandante en jefe», que condenaba cualquier forma de «terrorismo». Así, Eusebio Azcue:

«No mencionó nada por el estilo a ninguno de nosotros, y mucho menos hubiéramos transmitido ese tipo de información a Fidel. No veo cómo nuestro Comandante en jefe hubiera podido estar al corriente de alguna conversación que Oswald decía haber tenido con uno de nuestros agentes. Los únicos agentes presentes eran los tres que he mencionado —los dos cónsules y la secretaria. En primer lugar, yo nunca habría tolerado una conversación de esa naturaleza porque, sin lugar a dudas, se hubiera tratado de una provocación, y nosotros no permitimos que se nos provoque. Nuestra revolución nunca hizo tratos con nada que tuviera relación con el terrorismo, y mucho menos con la muerte del Presidente Kennedy. ¿Qué hubiera sido de nosotros si hubiéramos intervenido en eso? Es ridículo pensar que podíamos haber intentado meternos en la boca del lobo, y eso ha sido reafirmado repetidamente por nuestro Comandante en jefe. Nosotros nunca hemos practicado el terrorismo. Nosotros nunca hemos apoyado el terrorismo, inclusive en los casos en que simpatizamos con los puntos de vista de los que lo practican».

El excónsul respondía indignado a la sospecha de que Fidel Castro hubiera podido no estar detrás del atentado sino simplemente estar al corriente de que se fuera a producir. Sin embargo, varios testimonios e indicios apuntan hacia esa posibilidad.

En cuanto a la afirmación de que la revolución cubana nunca apoyó el terrorismo, es lícito dudar, a la luz de la historia del movimiento castrista desde la lucha insurreccional en Cuba hasta en los años más recientes, una vez conquistado y consolidado el poder. La convicción proclamada por Eusebio Azcue solo demostraba una indignación calculada, común a los discursos de los militantes revolucionarios cubanos, quienes repiten los elementos de lenguaje ideológico inculcados por la plana mayor. Fidel Castro en persona se había dejado llevar ante algunos de sus interlocutores hasta insinuaciones de que le podía ocurrir algo al presidente americano si seguía amenazándolo verbal o militarmente, después del desembarco de Bahía de Cochinos en 1961, de la «crisis de los misiles» en 1962 y de la «operación Mangoose», que consistía en apoyar ciertas operaciones militares contra la revolución desde la Florida u otros puntos del territorio americano, que seguía en pie en el momento del asesinato de Kennedy.

A pesar del abandono por su administración de los combatientes de la Brigada 2506 que combatió en Bahía de Cochinos, John Kennedy y su esposa Jacqueline recibieron a los presos liberados el 29 de diciembre de 1962 por el gobierno cubano, a cambio de 53 millones de dólares en tractores y productos para bebés, con todos los honores en el Orange Bowl de Miami. Las negociaciones habían sido llevadas a cabo, bajo la supervisión directa de Robert Kennedy, por el abogado James B. Donovan. Extrañamente, Donovan fue acusado más tarde por los servicios secretos cubanos de haber querido cometer, en 1963, uno de los múltiples intentos de asesinato atribuidos por el gobierno cubano a la CIA, cuando en realidad su intervención en la negociación había concluido en diciembre de 1962, en vísperas de Navidad. La ceremonia y las palabras de los Kennedy, sobre todo las de Jackie, muy emotivas, pronunciadas en español («Es un honor para mí estar en medio de los hombres más bravos que haya en el mundo…»), reafirmaban su apoyo a los combatientes hasta que el estandarte de la Brigada flotara en La Habana, lo que jamás llegó a producirse.

(Imágenes en el texto del artículo añadidas por el Bloguista de Baracutey Cubano)

Al final del interrogatorio del cónsul Mirabal, quien precisó haber sido comunista desde antes de la revolución castrista para rechazar la posibilidad de una pertenencia de Oswald al Communist Party de Estados Unidos, el chairman Stokes, de la Comisión de investigación de la Cámara de Representantes les agradeció sus testimonios a los testigos, así como la cooperación brindada por las autoridades cubanas durante las dos estancias efectuadas por él mismo y por otros Representantes en la Isla, entre el 30 de marzo y el 4 de abril y entre el 26 y el 29 de agosto de 1978. Así mismo le expresó su «profundo agradecimiento» (deep appreciation) a Fidel Castro, con quien pudo reunirse, junto con otros miembros de la Comisión, durante cuatro horas en el transcurso de su primer viaje. Castro se mostró dispuesto a hacer todo lo posible para aclarar todo lo que podía rodear una tragedia de ese tipo[3].

Sin embargo, el tono de las preguntas y de las observaciones lanzadas por esos mismos representantes a los dos cónsules cubanos en México demostraban que esa conversación no los había convencido y que, efectivamente, necesitaban muchas más aclaraciones.

Ellos disponían, en efecto, de algunos informes secretos del FBI y de la CIA, transcritos en lo que se dio a llamar el «Lopez report». En su esencia, se concentraban en las visitas de Oswald a los consulados de la Unión Soviética y de Cuba entre finales de septiembre y principios de octubre de 1963.

Poco después de su llegada a la presidencia de Estados Unidos en enero de 2017, Donald Trump ordenó la desclasificación de todos los documentos secretos sobre el asesinato de Kennedy. 3.100 documentos pertenecientes a la CIA y al FBI iban a ver por fin la luz. Pero las dos agencias gubernamentales se opusieron rotundamente a la publicación en línea, prevista para el 26 de octubre según una ley votada en 1992, veinticinco años antes. Solamente 2.800 fueron revelados, quedando unos 300 bajo resguardo en los Archivos Nacionales. La presión sobre el presidente, incluso por parte de Mike Pompeo, entonces director de la CIA, más tarde secretario de Estado, fue demasiado fuerte. «I have no choice», declaró. La razón invocada fue que varios de los agentes involucrados están vivos aún y que el contenido de los testimonios y grabaciones pueden dañar a la vez la seguridad nacional y las relaciones con una potencia extranjera, México en la ocurrencia.

Esos archivos aún vetados no contendrían revelaciones sobre la presencia de otro u otros asesinos, colocados en la grassy knoll de Dealey Plaza, en Dallas, de donde habrían surgido los disparos, en lugar del Texas School Book Depository, donde se encontraba Oswald. Pero sí sobre su estancia en la ciudad de México, entre fines de septiembre y principios de octubre de 1963.

De los hechos ocurridos en la legación diplomática cubana en México y de las respuestas evasivas de los funcionarios interrogados, se puede deducir que la máxima autoridad cubana estaba, al menos, informada de las palabras de Oswald que apuntaban hacia un posible intento de asesinato del presidente americano, aunque no lo apoyara[4].

[1] Véase sobre ese tema el libro de Corinne Cumerlato y Denis Rousseau, L’île du docteur Castro, París, Srock, 2000.
[2] Gus Russo, Live by the sword. The secret war against Castro and the death of JFK. Baltimore, Bancroft Press, 1998, p. 224.
[3] Fidel Castro se plegó regularmente a esa afirmación suya. Incluso accedió a recibir en Cuba, en 1997, al hijo del presidente asesinado, «John-John» Kennedy, entonces director de la revista George, quien seguía investigando sobre las razones y sobre los responsables de la muerte de su padre. Murió en un accidente de avión en 1999.
[4] Es también la convicción de Brian Latell, antiguo analista de la CIA, autor de varias obras sobre el castrismo, entre ellas Castro’s secrets, New York, Palgrave Macmillan, 2012. Léase también su entrevista por Axel Gyldèn en la revista L’Express del 24 de abril de 2012, en la que afirma que Jean Daniel estuvo «manipulado» por Castro.

© cubaencuentro.com
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Sobre la verdadera historia de  la  liberación en 1978  de aproximadamente 3 000 presos políticos  cubanos  por parte de la tiranía de los Castro.

Correo del Dr. Antonio de la Cova

A todos:
Hace dos años, le envié la siguiente contestación al Dr. Bernardo Benes a su mensaje no solicitado, como el que me envía ahora. Este promotor del "diálogo" con el dictador Fidel Castro le faltó la moral y el valor para poder responder a mis alegatos históricos y documentados.
Ahora parece que ha pagado de su propio bolsillo para que le publiquen su novela semi-biografía en español. El libro sigue siendo una revisión tergiversada de los verdaderos eventos, como señalo en mi respuesta. En el futuro, cuando haya un cambio de régimen en Cuba y se abran los archivos del gobierno a los investigadores, y cuando el gobierno norteamericano declasifique la documentación confidencial de la administración Carter, se conocerá el verdadero papelazo que realizó el Dr. Benes durante el mal llamado y fracasado "diálogo" hace treinta años.
Continuaré poniendo en el Internet más documentos, artículos, y fotos relacionados a la participación del Dr. Benes y otros dialogueros en dichos eventos para presentar la perspectiva honesta.

http://latinamericanstudies.org/expatriates.htm

Dr. Antonio de la Cova

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3 May 2005 18:58:43 -0500
Subject: Respuesta al dialoguero Bernardo Benes
To: BenesB@aol.com

Dr. Bernardo Benes
Miami Beach, Fla.
He recibido su absurdo y maquiavélico mensaje, distorcionando la verdad histórica para justificar su papelón en el mal llamado "diálogo" con el dictador Fidel Castro en 1978. Ud. responde a un correo electrónico que envié a un grupo de activistas cubanos, sin dirigirme a Ud. o mencionar su nombre, en el cual incluí documentos y artículos de periódicos referentes al "diálogo."
http://www.latinamericanstudies.org/expatriates.htm
Ud. alega que diseminar dicha información pública, después de veintisiete años, es una "osadía," "venganza," intento de "amedrentar," promover una "cacería de brujas," y "pérfida información."

Aunque Ud. dice estar "muy, pero muy orgulloso" de aquel "diálogo," ahora rehuye debatir mi perspectiva y me advierte primero que no es necesario que le conteste y al concluir su mensaje me afirma "No voy a establecer una polémica con Usted, así que le sugiero que no me responda porque no le voy a contestar. Vale." Esto demuestra que Ud. se ha intoxicado con el pensamiento totalitario castrista y reconoce que no tiene argumentos fehacientes para sustentar sus alegatos. Es una ironía que el promotor del "dialogo" castrista ahora rehuye entablar un diálogo académico. Es obvio que Ud., al igual que Fidel Castro, le tiene pánico a la información histórica divulgada por el Internet.

Su verdadera intención maquiavélica es transparente. No solamente se comunica conmigo, sino que hizo el esfuerzo de buscar en el Internet el nombre y la dirección electrónica del director de programa de estudios para quien trabajo, y le envió copia de su airada queja, presentándose como una víctima de un abuso de la libertad académica. Si creyó que eso me iba a causar algún conflicto, volvió a equivocarse, igual que en 1978, cuando pensó que al regresar de su visita con Castro sería recibido como un "héroe" en el exilio. En esta universidad sí se respetan todos los puntos de vista y mi página electrónica en el Internet incluye hasta artículos de la prensa propagandística castrista. Esta no es la Universidad de La Habana, donde no existe la libertad de expresión y los estudiantes son coaccionados.

Ud. falsifica la verdad cuando dice que los llamados "dialogueros" fueron quienes lograron "Liberar a 3,600 presos políticos en las cárceles de Cuba" y "haber logrado la reunificación temporal de la familia cubana." Ud. debe saber que desde que la administración del presidente Nixon comenzó reuniones secretas con el régimen castrista en julio de 1974, cuando su emisario Pat Holt viajó a La Habana, el Departamento de Estado norteamericano siempre exigió que Castro liberara a TODOS los presos políticos y que permitiera la reunificación familiar antes de resumir relaciones diplomáticas y económicas con Cuba. Ud. no figuró en ese primer intento cuatro años antes del "diálogo."

Otra reunión secreta ocurrió el 11 de enero de 1975 en Nueva York entre el asistente de Henry Kissinger, Lawrence Eagleburger, y Ramón Sánchez-Parodi. Eagleburger entregó a Sánchez-Parodi un memorándum del Departamento de Estado, pidiendo a Cuba, entre varias cosas, la reafirmación del entendimiento Kennedy- Khruschev; mejorar la situación de los derechos humanos; la libertad de norteamericanos presos en Cuba; suavizar con los presos políticos cubanos; y permitir que los cubanos exiliados visiten sus familiares en la isla. Ud. tampoco participó en dicha reunión, y según su propia admisión, no tuvo contacto con funcionarios castristas hasta que viajó a Panamá el 21 de agosto de 1977.

( De izquierda a derecha, Jorge S. Villalba, Ramón Mestre y Bernardo Benes. en la presentación del libro, que fue hecha por el presidente de la institución “Brothers and Sisters for Ever”, Ramón Mestre, él mismo uno de los liberados en aquella ocasión hace cerca de 30 años. (Foto Tony Joaquin; texto tomado del Diario Las Américas )

El acercamiento diplomático entre Estados Unidos y Cuba quedó aplazado por dos años debido a que Castro envió sus tropas al África. Castro decidió permitir la reunificación familiar que exigía el gobierno norteamericano debido a que necesitaba divisas urgentemente para levantar la maltrecha economía cubana. Según las memorias de José Luis Llovio, "Insider: My Hidden Life as a Revolutionary in Cuba," página 352, a principios de 1978, Llovio vio un reporte económico secreto de Comité Estatal de Finanzas (CEF), que señalaba que Cuba "podía esperar pronto una infusión de entre $50 millones y $60 millones en divisas. . . Fidel iba a suplir el dinero de los bolsillos de miles de cubanos exiliados quienes serían bienvenidos de regreso a visitar la Patria."

En mayo de 1978, funcionarios de la administración del presidente Jimmy Carter comenzaron lo que serían ocho reuniones diplomáticas secretas con oficiales castristas, que duraron hasta septiembre de 1980. A la primera reunión asistió una delegación de diplomáticos estadounidenses, encabezada por David Newsom y David Aaron, y por la parte cubana José Luis Padrón González y Tony de la Guardia. Funcionarios de la administración Carter ha señalado que todas las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos se llevaron a cabo por sus diplomáticos y que Ud. estuvo en la periferia de estos eventos como una quinta rueda. El jefe de la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana, el apologista castrista Wayne S. Smith, en su libro "The Closest of Enemies," páginas 146-147, lo describe a Ud. como un simple mensajero de recados entre La Habana y Washington. Su papel como tal se reduce a un solo párrafo de dicho libro. Robert A. Pastor, el director de asuntos para América Latina y el Caribe del Consejo de Seguridad Nacional del Presidente Carter, quien participó en las negociaciones secretas con Cuba, lo consideró a Ud. tan insignificante, que ni lo mencionó en sus memorias "Whirlpool: U.S. Foreign Policy Toward Latin America and the Caribbean."

En julio de 1978, cuatro meses antes de que los dialogueros viajaran a La Habana, el Departamento de Estado norteamericano publicó en su documento GIST los cinco puntos que Cuba tenía que cumplir antes de reanudar las relaciones diplomáticas y económicas. Estos eran:
1. Libertad de todos los presos políticos estadounidenses y repatriación de otros ciudadanos norteamericanos.
2. Libertad de los presos políticos cubanos, miles de los cuales han sido encarcelados por años.
3. Reunificación de las familias cubanas divididas.
4. La salida de las fuerzas militares cubanas de Africa, porque creemos que los problemas Africanos deben ser resueltos por los Africanos.
5. Compensación a negocios y ciudadanos norteamericanos cuya propiedad fue tomada por el gobierno cubano. http://www.latinamericanstudies.org/us-cuba/GIST-1978.pdf

Wayne S. Smith admitió en sus memorias que durante una reunión diplomática secreta con funcionarios castristas en Cuernavaca, Mexico, en agosto de 1978, Castro acordó liberar a 3,600 presos políticos, permitir que ciudadanos norteamericanos en Cuba salieran de la isla con su familiares, y permitir las visitas de familias en el exilio para la reunificación familiar. Ud. no participó en dicha reunión, aunque ya estaba en comunicación con el dictador Castro, con quien Ud. estrechó lazos de amistad tras regalarle un par de botas Johnson & Murphy, valoradas en $650.

El régimen castrista trató de aparentar que no estaba negociando directamente con el gobierno norteamericano y crearon la pantalla del "diálogo" con "la comunidad en el exterior." Ud. se prestó a ser un instrumento de esa patraña, al igual que diez años antes, el gobierno norteamericano manipuló a José Elías de la Torriente y luego lo abandonaron después del ataque comando a Boca de Samá. Ud. debe recordar esto, ya que fue uno de los miembros del comité recaudador del Plan Torriente, cuyos fondos se emplearon para dicho ataque, que el régimen castrista aún denuncia como un "acto terrorista."http://www.latinamericanstudies.org/delatorriente.htm

Ud. se vuelve a equivocar al pensar que no he leído el libro del Dr. Levine "Secret Missions to Cuba." También tengo copia de las memorias que Ud. escribió y donó a la biblioteca presidencial de Jimmy Carter, y las he incorporado a mi página electrónica. http://www.latinamericanstudies.org/dialogue/Benes-memorias.pdf

Tengo docenas de otros artículos de periódicos y documentos sobre el llamado "diálogo" que pronto incorporaré al Internet para conocimiento público. Soy profesor universitario de historia, graduado con un doctorado en historia de la Universidad de West Virginia en 1994 y autor de un libro de historia publicado por una prensa universitaria (http://www.latinamericanstudies.org/gonzales-reviews.htm)

Con dicha preparación he analizado minuciosamente "Secret Missions to Cuba." Es un libro que no hubiera sido aceptado como tesis doctoral en ninguna universidad norteamericana por su predisposición, errores factuales, carencia de documentos oficiales de los gobiernos de EE.UU. y Cuba, la gran cantidad de fuentes parcializadas, declaraciones anónimas y nombres omitidos a propósito, y por citar fuentes sin credibilidad del Internet, todo lo cual demuestra una pésima investigación histórica.

La obra carece de bibliografía y está basada mayormente en la documentación que Ud. le proveyó al autor, citada como "Bernardo Benes collection," "Benes papers," y "Benes clipping file." El autor menciona que lo entrevistó a Ud. en veintitrés (23) diferentes ocasiones entre el 6 de julio de 2000 y el 10 de marzo de 2001. También señala que Ud. le dio otras seis declaraciones y le envió cinco correos electrónicos. Es evidente que Ud. tuvo una gran influencia en el proceso de redactar este libro. Levine usa mayormente como referencia los libros de Wayne S. Smith, Robert A. Pastor, María de los Angeles Torres, Damián J. Fernández, Jane Franklin, Louis A. Pérez, Lourdes Casal, Miguel González-Pando, María Cristina Herrera, Guillermo Grenier, Max J. Castro, y Félix Masud-Piloto, todos activistas de levantar el embargo a Cuba. Algunos de ellos fueron participantes del "diálogo" y militantes de grupos castristas como la Brigada A. Maceo y la revista castrista "Areito." La demás referencias del libro son extremadamente flojas o parcializadas, como el gran
exceso citar noventa y ocho (98) veces los artículos del Miami Herald.

( Dra. María Cristina Herrera )

Entre las numerosas páginas del Internet citadas, la mayoría son parcializadas a favor del gobierno cubano, incluyendo la de Cambio Cubano de Eloy Gutiérrez Menoyo (ya desaparecida del Internet) y la de J. A. Sierra http://www.historyofcuba.com donde Sierra se describe como un fotógrafo y escritor "freelance," sin credenciales académicos. Dicha fuente es inaceptable hasta en una asignatura de primer año universitario. Sin embargo, el Dr. Levine la cita con toda credibilidad.

No voy a enumerar la cantidad de errores factuales de "Secret Missions to Cuba," porque sería muy largo, pero sí voy a señalar donde dice en la página 296, nota 56, que tres de los discursos radiales del Rev. Manuel Espinosa fueron transcritos e impresos por el Miami Radio Monitoring Service, cuando en realidad fueron once  (http://www.latinamericanstudies.org/espinosa.htm) 
. En la página 300, nota 3, Levine se equivoca al decir que Raúl Martínez Ararás "era veterano del ataque al cuartel Moncada." Martínez Ararás dirigió el ataque a las barracas de la Guardia Rural en Bayamo el 26 de julio de 1953.

Es curioso que el Dr. Levine no mencionó el liderazgo que Ud. tuvo en el Plan Torriente, lo cual aparece en el Miami Herald del 24 de agosto de 1970. Levine también omitió de su libro el hecho de que mientras Ud. era vicepresidente del Continental National Bank y el dialoguero castrista Charles Dascal presidía dicha institución financiera, el banco fue investigado por el Departamento del Tesoro norteamericano por lavar más de $32 millones del narcotráfico nternacional (Miami Herald, 6 de junio de 1980, "Banker Is Proved in Flow of Drug Cash," "Do Dade Banks Launder Drug Profits?" y "Continental National Often Controversial.") El Continental National Bank encabezaba la lista de los bancos de Miami con $95 millones en dépositos de narcodólares ("Millions in Suspected Drug Cash Flow Through Banks in Miami," Miami Herald, 5 de junio de 1980). El escándalo llegó a tales proporciones, que Ud. fue amonestado en un editorial del Miami Herald el 9 de junio de 1980, que dice: "Continental Vice Chairman Bernardo Benes is the one who told NBC News last week that 'it's not really up to bankers' to police drug-cash transactions. Well, if a prominent bank official isn’t responsible for keeping his own institution’s skirts
clean, just who is?"

Como resultado de estas y otras omisiones, "Secret Missions to Cuba" es una hagiografía, donde Ud. aparece como un "patriota" abnegado, merecedor de respeto, simpatía, lástima, y comprensión. Sin embargo, es obvio que Ud. utilizó el libro para calumniar y desbarrar contra todos sus enemigos políticos en el exilio. Eso deja mucho que decir de Ud. personalmente y de su amigo el Dr. Levine como historiador serio. Por eso, dicha obra parcializada y carente de seriedad, no fue publicada por una prestigiosa prensa universitaria y el autor tuvo que acudir a una prensa privada. No me sorprendería si Ud. ayudó con los gastos de publicación.

El Dr. Levine y Ud. emplean memoria selectiva para ofrecer una versión revisionista de la verdadera historia y consecuencias del llamado "diálogo." A pesar que el dictador Castro permitió la salida de supuestamente 3,600 presos políticos de Cuba, la mayoría de ellos ya estaban en la calle. Quedaron en presidio muchos más y ha continuado hasta el presente encarcelando a otros. Wayne Smith relata en su libro, "The Closest of Enemies," página 158, que de los 3,600 presos, "Only about a third were still behind bars." Más de 600 de ellos eran "boteros," presos por tratar de huir de Cuba en bote. No olvide que cuando Ud. estaba en el apogeo del "diálogo," 138 presos políticos cubanos con largas condenas enviaron una carta pública desde presidio rechazando el llamado "diálogo" como una "engañosa maniobra." El documento reafirma en parte: "Repudiamos el diálogo entre el gobierno de Castro y supuestos representantes del exilio cubano" y concluyeron "No negociamos nuestra libertad porque no negociamos nuestros principios." Uno de los firmantes, Mario Chanes de Armas, preso desde 1961, no fue puesto en libertad hasta que terminó su condena de 30 años en 1991. Entre los que también rubricaron el documento aparecen Ramón Grau Alsina, Huber Matos, Andrés Vargas Gómez, Eusebio Peñalver, Luis Zúñiga, José Pujals Mederos, Angel d’Fana, y Tomás Regalado Molina, quienes no cambiaron su negativa opinión respecto a Ud. y el llamado "diálogo." El documento fue publicado en el Diario las Américas del 22 de noviembre de 1978. http://www.latinamericanstudies.org/dialogue/opuestos-dialogo.htm

Seis meses después de concluir el "diálogo," más de cien organizaciones y dirigentes del exilio cubano firmaron una declaración pública, que apareció en la primera plana del Diario las Américas, del 23 de mayo de 1979, que en parte dice: "1-Que el titulado diálogo con Fidel Castro ha demonstrado ser, como se previó, improcedente y nocivo. . . 2- Que quienes intervinieron en dicho 'diálogo' no tenían, ni tienen representatividad alguna. Fueron a Cuba por sí y ante sí, seleccionados por Castro, para avalar con sus firmas planes de penetración castrista y corear en el exilio lemas y consignas útiles únicamente a los intereses políticos del gobierno comunista. 3- Que los objetivos (fachada) del 'diálogo'; libertad de los presos políticos y reunificación de la familia cubana no sólo no han sido logrados sino que se han convertido en nuevas burlas y frustraciones. La liberación de los presos políticos se ha reducido a la caprichosa selección de algunos prisioneros, postergándose a los hombres y mujeres cuya edad, término de prisión, estado de salud y postura histórica, reclaman la inmediata libertad. Y la reunificación de la familia cubana no es más que un ruin comercio de saqueo a los exiliados con cuyos sentimientos han jugado mercaderes inescrupulosos para lucro personal y para servir necesidades perentorias de la dictadura castrista." El ex preso político Tony Cuesta, dirigiendo este esfuerzo, convocó un acto público, donde lo denunció a Ud. y a los que comerciaban con el "diálogo." http://www.latinamericanstudies.org/dialogue/denuncia-dialogo.htm

El régimen castrista admitió públicamente que habían seleccionado cuidadosamente a todos los participantes del diálogo.http://www.latinamericanstudies.org/dialogue/dialogue-leaders.htm
Es de conocimiento público que algunos dialogueros lucraron con el sufrimiento de las familias cubanas divididas creando agencias de viajes y envíos a Cuba. Dichas empresas cobraron y siguen cobrando exorbitantes precios por los viajes, por mandar envíos, y por el cambio de divisas. El abuso, la arrogancia, y la explotación llegó a tal extremo, que a dos de estos mercaderes del dolor, Carlos Muñiz Varela y Eulalio José Negrín, les costó la vida en 1979. El régimen castrista los declaró "héroes" de la revolución. http://www.latinamericanstudies.org/dialogue/negrin.pdf

Otros dialogueros aspiraron a puestos con el gobierno castrista. En 1979, la profesora María Cristina Herrera del Miami-Dade College invitó al profesor Juan Clark que viajara a Cuba, lo cual él rechazó. Herrera le dijo a Clark que la iban a nombrar "la directora del turismo profesional a Cuba." Esa y otras aspiraciones quedaron frustradas cuando miembros del Comité de los 75 comenzaron a pelear entre si por el repartimiento de prebendas.

El diálogo también fue denunciado como un frente de espionaje castrista por el agente de inteligencia de la policía de Miami, Sergio Piñón, quien testificó ante el congreso en Washington en 1982 que por lo menos cinco miembros del Comité de los 75 eran espías castristas.http://www.latinamericanstudies.org/dialogue/Dialogo-DGI.pdf

El capitán de la Dirección General de Inteligencia (DGI) Jesús Pérez Méndez, quien desertó en julio de 1983, declaró a las autoridades norteamericanas que las participantes del "diálogo" Lourdes Casal y Marifeli Pérez-Stable, trabajaban para la DGI. Pérez-Stable, quien "sustituyó a Casal," era "controlada por la DGI," según Pérez Méndez. El desertor dijo que Isidro Gómez y Jesús Arboleya Cervera, ambos del ICAP y de la DGI, pusieron a Pérez- Stable al mando del Círculo de Cultura Cubana (CCC) y que sus planes anuales se los preparaba la DGI y el ICAP. Pérez-Stable recibió $100 por cada turista que viajaba a Cuba con el CCC.

( Dra. Marifeli Pérez Stable )
Otro dirigente del "diálogo," José Napoleón Vilaboa, auto-titulado "Padre del Mariel," admitió en 1989 que había sido teniente coronel de la DGI. 
http://www.latinamericanstudies.org/espionage/vilaboa.htm

El Reverendo Manuel Espinosa, un líder del Comité de los 75, que en 1980 se arrepintió públicamente y denunció el diálogo como un frente de espionaje  
castrista. 
http://www.latinamericanstudies.org/espinosa/dialogue-spies.htm 
Espinosa acusó públicamente a Ud. y a Dascal "de ser los cerebros del plan económico de Castro para esquilmar al exilio." Fidel Castro previamente había calificado a Espinosa como "un hombre serio." Espinosa añadió que el Continental National Bank que ustedes dirigían era "el centro de espionaje económico más grande que tiene Fidel Castro montado en Miami." El reverendo también dijo que Ud. había lucrado con el proceso del diálogo a través de negocios con empresas del gobierno cubano. ("Continúa Espinosa Denunciando la Red de Espionaje Castrista," Diario las Américas, 14 de febrero de 1980 y "Espinosa Calls Bank a Cuban 'Center of Economic Spying,'" Miami Herald, 13 de febrero de 1980). http://www.latinamericanstudies.org/espinosa/bank-espionage.htm Aunque Ud. negó las acusaciones ante la prensa, no se atrevió a demandar a Espinosa por difamación, como hicieron otros dialogueros. Como abogado, Ud. bien sabe que eso hubiera resultado en una minuciosa investigación judicial de sus finanzas y posibles negocios turbios con Cuba y el narcotráfico.

Algún día se abrirán los archivos de Cuba, al igual que se desempolvaron los archivos de la antigua Unión Soviética, y la verdadera historia de los dialogueros y sus motivaciones personales quedará expuesta. Estimo que en su caso, en contraste al libro del Dr. Levine, la historia no lo absolverá.


Dr. Antonio de la Cova
Indiana University

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