martes, abril 20, 2021

Angélica Mora sobre el trabajo en Radio Martí, en la década de los años 80, respecto a la comunicación con los opositores en Cuba

 
Tomado de http://www.lanuevanacion.com/

LA CUBA DE ANTES

(Del libro "SI TE CUENTO, LLORAS")

Por Angélica Mora

Nueva York

14 Abril 2021

 El artículo ¿DÓNDE ESTÁ EL CUBANO DE AYER?  de mi colega Alfredo M. Cepero me ha hecho recordar un sinnúmero de anécdotas de aquellos tiempos.:

DENUNCIAS

En Radio Martí, la emisora del gobierno de Estados Unidos para Cuba,  procesábamos en aquella época -década de los 80- unos trozos de papel con mensajes que llegaban desde la Isla.

Eran épocas en que éste era el único método de sacar las denuncias de las violaciones a los derechos humanos que llevaba a cabo el desgobierno de los hermanos Castro.

Formamos un grupo, en su mayoría del Departamento de Analistas de Radio Martí, para revisar toda la información que nos llegaba, que era bastante.

Eran papeles arrugados que habían viajado mucho. Habían salido de la Isla y pasado a través de la seguridad del Aeropuerto José Martí, donde se revisaba a todo el que salía. Las denuncias se escondían en los pliegues y bordes de las sayas y en las blusas de las mujeres o en las camisas o pantalones de los hombres.

Era un riesgo enorme el que corrían los portadores de estos tipos de papel ya que si eran detenidos, era muy difícil explicar la posesión de ellos y la policía se habría dado cuenta de inmediato que estaban destinados a Radio Martí u otra emisora del exilio.

Nos visitaban y nos entregaban los papeles que muchas veces venían acompañados de pequeños regalos específicos para determinado locutor o periodista favorito. Yo atesoro aún los míos.

Las denuncias eran estudiadas y se colocaban por temas. De ahí había que darle forma de noticias y entregarlas al Jefe de Información para sacarle copia, volverla a distribuir y por último colocarla en el boletín de noticias respectivo que iba a dar al locutor y ahí salía al aire junto con otras informaciones.

Se escribía en modernas computadoras y el original pasaba al supervisor de turno y de ahí a la copiadora. Ésta última a veces se trababa en el peor momento y hacía transpirar a la persona encargada, porque existía el peligro que no iban a salir las copias a tiempo

Un largo camino -a veces semanas- desde que había sucedido el hecho hasta que se denunciaba en la emisora. Y cuando esto sucedía, nos contaban que había satisfacción y orgullo en Cuba por parte de los activistas, por haber cumplido bien la tarea de acoger una denuncia, enviarla y que ésta fuera leída por Radio Martí.

TELÉFONOS

Con el tiempo llegó la era de comunicación con los activistas por medio del teléfono. Se conseguían las llamadas a través de terceros países, que servían como puente entre Estados Unidos y Cuba.

Lo hacíamos con México y luego con Canadá donde tuvimos los servicios de El Chino Tang. El nos conectaba y mediante ese truco lográbamos conversar con la disidencia y que sus miembros nos leyeran sus denuncias.

Al pasar el tiempo pudimos hacerlo directamente, pero esa primera época fue para mí, inolvidable. Los disidentes tenían y ellos a su vez sentían por lo menos el apoyo de todos nosotros. Hicimos amistad que todavía dura a través de los años Muchos nombres se conservaban aunque pasara el tiempo. Otros desaparecían al ser encarcelados o salir fuera del país y era bastante preocupante no saber de ellos hasta que recibíamos noticias sobre sus paraderos.

El asunto de los teléfonos podía a veces ser frustrante, porque la seguridad del estado llevaba a cabo varios trucos para impedir las comunicaciones. Muchas veces sencillamente no daba tono la llamada, otras veces se interrumpía o había ruidos ensordecedores en la línea que impedía grabar, con calidad, las informaciones. En algunas oportunidades el funcionario del gobierno se metía en las conversaciones y estas resultaban con un acompañante que hacía toda clase de comentarios haciéndose pasar como que se había agregado otra llamada de un particular a la línea.

POLLO Y TIERRA

Las llamadas se hacían a través de teléfonos prestados, porque eran escasos los activistas que tenían uno propio. Los afortunados prestaban los aparatos, ya bien fuera por simpatía con los opositores o porque recibían algún tipo de pago. Estos consistían en algo de dinero o productos, como viandas o pollos.

Los acuerdos eran respetados y el activista podía contar con un día específico a la semana para enviar sus informaciones. Hacían el camino en bicicleta y llevaban cuidadosamente escondidos los papeles con las denuncias.

Otras veces había algunos afortunados que contaban con teléfono propios. Muchos recuerdan hasta hoy que yo los tenía en rigurosa lista de determinado días de la semana a determinada hora. Yo manejaba carpetas escritas a lápiz con cada día de la semana, incluídos los sábados y domingos en que más de alguno aprovechaba la oportunidad en que en la casa desde la que llamaban, los integrantes peligrosos de la familia salían a pasear. Muchos eran miembros del gobierno y nunca se enteraron el uso que un “desafecto” le daba al teléfono.

Mis carpetas eran indescifrables porque tengo pésima letra que yo sola puedo entender, además que estaban las anotaciones hechas a la carrera en cualquiera dirección. Hoy son en mi estudio mis piezas del museo del recuerdo.

Los números telefónicos "seguros" -hasta por ahí- me llegaban con los viajeros. Eran varias hojas donde había números encabezando algunas columnas. El activista desde Cuba, llamado al teléfono antiguo, me decía:

"Angélica, como está todo por tu casa. Aquí el calor es del 1". Yo escuchaban atentamente y sabía que debía llamarlo por el que encabezaba la lista. El día fijado yo sabía que en la conversación me iba a decir cuál era el número "seguro" para la próxima semana. Ese día se me daba el código de otro teléfono y así...Ingenuo, pero que daba resultados en esa ruleta de las llamadas.

Decía que había algunos afortunados que tenían teléfono propio y era una ventaja tenerlo, pero un peligro por los chequeos periódicos que realizaban miembros de la policía política. En una ocasión en que yo había establecido la comunicación, el activista me pidió tiempo antes de leer las informaciones. Se demoró más de la cuenta y pensé que le había pasado algo. Cuando le pregunte me contestó riendo:

-No Angélica, lo que pasa es que tuve que desenterrar los papeles que tenía escondidos bajo unas tablas en la cocina y ahora los estoy limpiándolos, porque están llenos de tierra.

(Sigue)

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