LOS HERMANASTROS KALASHNIKOV
Raúl Rivero
Me pregunto qué fuerzas telúricas, que cerraduras ideológicas, qué llaves blindadas cierran las puertas de las embajadas del continente americano a la oposición pacífica cubana. ¿Qué categoría de hermanos tiene Cuba en esos países a los que une la cultura, la lengua, la geografía y la historia?
Los candados, los fosos con cocodrilos, los cancerberos de guayabera que pastan en los jardines tienen que ver también con instituciones internacionales que han abierto representaciones en la isla, pero que sólo admiten la presencia de la burocracia criolla y sus pajes.
El caso es que si empezamos por poner en una lista aparte a los funcionarios diplomáticos que van sólo a disfrutar la vida en los paraísos privados para extranjeros y jerarcas, los que están ahí para disfrutar del paisaje que le han robado a la miseria general y para refocilarse en una servidumbre barata, podemos tener la primera respuesta denigrante.
En otro grupo, podemos colocar a los nostálgicos, los que quisieron instalar también en sus países una dictadura del proletariado, no pudieron, pasaron a la oposición democrática y, ahora, sus gobiernos los envían a que vivan sus sueños frustrados y disfruten una luna de miel con sus tutores políticos de antaño y de siempre.
Los hay más jóvenes. Antiimperialistas de boina y manual que consiguieron en el mundo académico, en los movimientos estudiantiles o populistas sus puestos en la diplomacia de los sistemas que quieren derribar. Allí están, de lamebotas de los opresores, de criadillos políticos, de sirvientes de sus héroes de infancia, envejecidos y caquécticos en el ejercicio de un poder espurio.
Están los izquierdistas por cuenta propia, con las gavetas de sus escritorios llenos de novelas inéditas y de poemas inmemoriales. Son los marxistas líricos, elegantes y simpáticos que se sienten en el cielo y el cielo es el poder. Allí, en la primera trinchera de combate, revistando las tropas harapientas en un Ford Explorer climatizado para ir a celebrar después a los bares con sus audaces anfitriones la excelente disposición combativa del personal.
Es una jauría impecable de lacayos (uno de esos lacayos se escribe con mayúscula y es un nicaragüense) al servicio de una ideología que tiene fecha de caducidad y muerte marcada en el calendario. Es una plaga que se empeña en negar la existencia de la fuerza renovadora que los va a expulsar del edén que les brinda el totalitarismo a costa del sufrimiento de los cubanos.
Se sabe que ellos actúan, en general, sobre líneas que trazan sus gobiernos, regidos por algunos personajes que bien podían integrar cualquiera de los grupos descritos o uno aparte donde se unan los cobardes, los oportunistas y los indolentes. Los fascinados por la eternidad de un gobierno que le ha costado medio siglo de libertad a un país de sus mismas raíces.
Es cierto, en sus capitales trazan una política, pero ellos se dejan querer y hacen aportes y ponen otras trampas para impedir que quienes representan a los grandes sectores de la sociedad cubana no puedan llevar el polvo de la calle a sus alfombras de lujo.
Las generalizaciones suelen ser odiosas. Debe de haber otras excepciones, pero yo quiero escribir aquí el nombre limpio de un país: Costa Rica. Quiero recordar, además, que los pueblos tienen memoria.
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