EL ANTIFAZ DE LOS REFORMISTAS
CRONICA DE DOMINGO
El antifaz de los reformistas
RAUL RIVERO
M adrid -- Los especialistas, los cubanólogos, hombres de muy diversas líneas políticas de todo el mundo se preguntan --ya casi con ansiedad-- ¿dónde están los reformistas del régimen castrista? ¿Dónde la reserva disimulada de decencia que tiene que tener ese país entre los miles de funcionarios que sirven a la dictadura?
Es una interrogante cada día más frecuente, pero que, por el momento, no tiene respuesta.
No creo que nadie puede ver un eventual movimiento reformista en hombres de la nomenclatura que pasan aterrados, impávidos y yertos en sus automóviles refrigerados frente a una casa donde una turba le está dando un mitin de repudio a la familia desamparada de un preso de conciencia.
Lo que se ve en la distancia y desde las calles de los pueblos y ciudades, caseríos y bateyes dentro de Cuba es a una categoría especial de cómplices, unos individuos silenciosos y desapercibidos que cuando se les enfrenta la verdad de la violencia, la miseria y la dura realidad cotidiana, miran hacia sus cotos privados donde pueden disfrutar todavía de privilegios y de cierta frágil impunidad.
Lo que se ve es a hombres y mujeres en una asamblea que levantan la mano para aprobar la muerte por fusilamiento de tres jóvenes inocentes que querían --como miles de otros compatriotas-- salir del paraíso por las riesgosa vía del mar y de las olas en el fatal estrecho de la Florida.
Se adivinan las nocturnas reuniones donde una pandilla de supuestos intelectuales y seguros policías planea el envío de un grupo de fanáticos con pulóveres que dicen Patria o Muerte y Chávez a golpear, silenciar, agredir a la escritora Zoé Valdés, que va a Santo Domingo a decir libremente su opinión invitada por la Feria del Libro.
Lo que se puede palpar, lo cierto, lo tangible, lo real es un troglodita con corazón de esbirro que viola el domicilio de Martha Beatriz Roque Cabello y la golpea en el rostro, mientras que todos esos caballeros proletarios leen en sus oficinas los cables y pasan a despachar el siguiente asunto como si aquella bestialidad no fuera con ellos.
Trasciende una carta triste y enérgica de Laurita Pollán a los 37 meses de cautiverio de su esposo Héctor Maseda y los otros condenados de la primavera negra. Trasciende porque responsabiliza a los carceleros, a la Seguridad del Estado y al gobierno del deterioro de la atención médica, de la escalada en los castigos y las torturas físicas y sicológicas de los hombres presos.
Fuera y dentro de la frontera se comenta que el dictador y sus compinches, junto al desvencijado y dócil sistema judicial, pretenden ahora juzgar a las madres que quieren sacar a sus hijos del país donde los adoctrinan, no tienen alimentos, se levantan cantando himnos desfasados y consignas borrosas sobre un héroe argentino y el porvenir es conseguir un salario promedio de ocho euros al mes.
Todo eso y mucho más se sabe porque salen de Cuba también raros payasos que ríen dentro y lloran fuera. Ellos cuentan los otros episodios patéticos. De todos los sectores hay noticias. Hasta del policía que una noche, hace unos días, golpeó en la cabeza al periodista José Manuel Caraballo en una oscura calle de Morón y después le destrozó la cámara fotográfica, al tiempo que le advertía que si seguía haciendo su trabajo lo iba a destrozar a él como a la máquina.
Se sabe de todo y de todos. Menos de los señores que están en disposición de hacer reformas. Debe ser que el país no las necesita, dice un viejo amigo mío que sabe mucho. Debe ser que no hace falta reformar, sino cambiarlo todo de raíz.
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