FIDEL CASTRO RECONOCE LA MISERIA MORA DE CUBA Y CULPA AL TURISMO ITALIANO
Comunicado de Cubaeuropa
Tras largos años negando la miseria moral en que la dictadura ha hundido al pueblo cubano, Castro reconoce finalmente la degradación que anida en su país-territorio. El pasado viernes y en el marco del Congreso para la promoción del turismo en Cuba, Castro reconoció los altos índices de droga y prostitución existentes en un país que tenía como una de sus enseñas socio-culturales la abolición de tales "lacras propias del capitalismo". Pero incapaz de reconocer las causas últimas que producen tal estado de cosas, arremete contra empresas de turismo italianas y, en un alarde de cinismo provoca un grave incidente diplomático al acusar de ello al turismo italiano. Castro, sin sombra alguna de culpa, incapaz de reconocer sus propias responsabilidades, y en su nepotismo totalitario, esconde la mano y acusa.
Italia, junto con otros países europeos como España, mueve cantidades ingentes de divisas a través del turismo. Cuba, hoy un país con una economía desvastada, donde las exportaciones de productos autóctonos antaño prósperas pasaron a la historia, se alimenta básicamente de las ayudas proporcionadas por su hermana Venezuela y de las inversiones de empresas extranjeras europeas basadas fundamentalmente en el sector turístico, inmobiliario y minero. Pero nada parece importarle a un gobernante absolutista que, escondido tras un aparato propagandístico único y a su servicio, niega realidades y omite responsabilidades. Contra viento y marea, y mientras ha sido posible, el gobierno castrista ha negado la existencia de la prostitución o las drogas. Cuando tal realidad se ha impuesto y ha sido difundida fuera de sus fronteras por los propios turistas que cada año acuden a la llamada de un "paraíso" caribeño, Castro elige un país, podría haber sido cualquier otro quizás España o la propia Unión Europea en su conjunto, para responsabilizarle de lo que sólo a su sistema político y económico incumbe. Profunda ironía con la que se pretende ocultar las graves grietas físicas y morales que hoy asolan el país.
Muchos son, hombres y mujeres, los que para sobrevivir en un país donde el sueldo medio no alcanza los 10 euros mensuales, se ven obligados a recurrir al viejo oficio de la prostitución que se enseñorea por las calles habaneras. Una realidad con la que cualquier turista se topa, y de la que yo misma fui testigo, ya sea de día o de noche, y con abrumadora cotidianidad le asalta en sus paseos por calles desvastadas en las que la ruina se ha entronizado. En hoteles, restaurantes, cines o teatros, a la puerta de cualquier local o en cualquier parque o esquina, el jinetero o la jinetera se acerca al turista en busca de unos cuantos dólares que alivien su hambre o su deseo de poseer bienes que les son negados. La prostitución en Cuba ha terminado convirtiéndose en una triste seña de identidad del país.
Pero ni la droga ni la prostitución han sido provocadas por los miles de turistas que visitan el país, muchos de ellos familias con hijos, sino por la existencia de una economía controlada por el Estado, incapaz de producir riqueza y que ha terminado por arruinarle. La cesta de racionamiento, que consiste básicamente en arroz, frijoles, ocho huevos al mes, un cacillo de aceite y yogures de soja, apenas llega a cubrir, y aún así precariamente, las necesidades básicas de la población para diez días. Tanto la adquisición de los restantes productos no subvencionados, como la satisfacción de necesidades básicas del resto de los días del mes, han de ser adquirirlos pagando en unos pesos de los que carece. Ello le obliga a recurrir a cualquier actividad o fuente de ingresos que le ayude a sacar esos pesos inexistentes ya sea recurriendo al robo, el timo o la prostitución. Prácticas habituales y ampliamente extendidas entre la población, como cualquier turista tiene la oportunidad de comprobar.
El modelo social cubano hunde sus raíces en el discurso estalinista que pretendía la creación de un hombre nuevo, libre de las "desviaciones morales o ideológicas de los países imperialistas" y que ha desembocado en la construcción de un hombre y una mujer que se ven obligados a recurrir a lo que su ingenio o sus posibilidades de supervivencia les permite. Aunque sea la venta de su propio cuerpo a los únicos que pueden pagar, esto es a los turistas. Turistas que son testigos de una realidad que Castro ha negado hasta que la contumacia de la misma lo ha hecho imposible ya.
Castro, en un alarde de prepotencia y demostración de su poder absoluto sobre los propios intereses y la dignidad de una nación y libre de tener que dar explicaciones de sus palabras o actos a Parlamento alguno o de tener que someterse a sesión alguna de control parlamentario, insulta a un país tildando a sus miembros de Al Capones y culpándole de la miseria moral que sólo él ha provocado, generando un conflicto internacional que puede tener consecuencias de hondo alcance. Por el momento, Italia ha respondido con no vender ningún paquete turístico más y con iniciar una campaña mediática destinada a que el pueblo italiano conozca lo ocurrido. Y que, sin duda, tendrá consecuencias directas sobre las ya precarias condiciones de vida de los trabajadores cubanos, primeras víctimas que la merma de ingresos derivadas de las divisas que dejarán de entrar en el país.
La serie de insultos que sobre Italia han llovido puede ser, por otra parte, el primer eslabón de una larga cadena de provocaciones contra los países inversores en la isla. Sin embargo, más allá de la economía antártica y autosuficiente que el dictador, amparado en los potentes servicios propagandísticos en los que históricamente ha basado su política, la realidad es que empresas provenientes de diversos países europeos llevan a cabo en la isla fuertes inversiones en sectores como los ya indicados: España, Italia, Francia... en cuyas empresas trabajan una gran parte de la población cubana y supone, para el gobierno, una fuente elevada de ingresos. La ingente ayuda proveniente de Venezuela puede ser la causa explicativa a la situación creada pero no es posible ignorar o pretender ignorar que, por muy elevada que sea la ayuda proveniente de su socio venezolano, no es suficiente para cubrir las alarmantes necesidades de toda índole que el país necesita. La economía cubana ha encontrado, por otro lado y a lo largo de estos cuarenta y siete años de dictadura, una elevada fuente de ingresos en sectores controlados básicamente por empresas extranjeras que realizan sus inversiones en el sector turístico.
Por un lado, un porcentaje muy elevado de trabajadores está empleado en hoteles cuya titularidad no es cubana. Por otro, las divisas que los turistas y los tours operadores dejan en la isla cada año no son baladíes. Y, aunque las condiciones laborales de dichos trabajadores se rigen por imposiciones legislativas cubanas e incumplen los acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo -véase la ley Marrero- no es tampoco desconocido que los mejores sueldos, las mayores ventajas son las recibidas por los trabajadores de este sector, considerados, a pesar de todo, privilegiados por el resto de empleados en empresas estatales.
Las agresiones verbales contra el turismo italiano y las reacciones consiguientes de los agredidos pueden provocar que cientos de trabajadores pierdan sus empleos, incluidos aquellos que lo hacen en empresas subsidiarias Pero, además, el hecho supone un atentado contra la dignidad de las empresas acusadas tanto como de los propios ciudadanos italianos.
Es necesario alertar de las graves consecuencias que, de seguir por esta vía de provocación hoy contra Italia, mañana otros, podría tener tanto para las empresas inversoras como para los propios gobiernos o instituciones políticas o sociales hechos semejantes. Y también para la maltrecha economía cubana, ya que la situación socio-laboral y económica de Cuba, a pesar de las fanfarronadas de Castro y de los alardes propagandísticos gubernamentales no podría absorber los costes humanos y financieros de semejante actitud. Y, el mayor sufrimiento recaerá, una vez más y de manera inmediata sobre el castigado pueblo cubano.
Es de temer que, el nuevo camino iniciado por Castro contra las inversiones extranjeras, no quede ahí. Sin duda cabe la posibilidad de que sea el principio de una cadena de ataques contra otros países. Los gobiernos europeos deberán proteger los intereses de sus inversionistas estando, además, en la obligación de emprender las acciones pertinentes para ello. Castro, con el sentido de la oportunidad que le caracteriza, ha elegido para atacar a Italia el momento en que sus principales objetivos se centran en el proceso de elecciones, mermando así el impacto que, en otras circunstancias, hubieran tenido semejantes declaraciones. Por ello, y desde estas páginas, queremos mostrar nuestra solidaridad tanto para con el pueblo cubano, víctima de las iniquidades de su gobernante, como para las empresas italianas víctimas de tales atropellos.
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