jueves, marzo 22, 2007

VOLVER AL PASADO

Volver del pasado


Por Miguel Cossio

Ciertos indicios apuntan a que Fidel Castro volvería pronto a recuperar algunas de sus funciones en las candilejas de la política cubana, según sostienen Evo Morales, Hugo Chávez y los alabarderos oficiales Ricardo Alarcón y Felipe Pérez Roque. Incluso el boliviano Morales especula que el 28 de abril será la fecha del regreso.

''Fidel está muy bien, mejor de lo que muchos piensan'', dice el escritor Gabriel García Márquez, quien como prueba de su afirmación ha filtrado a la prensa una foto de su archivo personal en la que aparece conversando animadamente con Castro en uno de los jardines de su Edén tropical. Gabo asegura haber caminado kilómetros con su viejo amigo. Una más de sus tantas exageraciones, quizás inspiradas en las obras de Franc¸ois Rabelais.

De ocurrir lo que profetizan estos epígonos del castrismo, presenciaremos una versión a la inversa de la película Volver al futuro, en la que el personaje interpretado por Michael J. Fox regresa al pasado para asegurar su existencia en un mundo al que no pertenece.

En esta vuelta del destino, Castro, enfermo y octogenario, pretende seguir siendo una especie de gurú en jefe de todo cuanto ocurre a su alrededor. Así, le puede orientar a su discípulo Hugo Chávez que critique aviesamente el uso del etanol, argumentando que potenciar ese gran mercado serviría para suplir el combustible que los ricos utilizan en sus automóviles.

Sin embargo, tanto Castro como Chávez ocultan que el petróleo es un recurso natural no renovable del que se enriquecen ellos mismos y los jeques del mundo árabe, entre otros. Porque, no hay que negarlo, a todos nos gusta la gasolina, como dice Daddy Yankee.

El volver del pasado de Castro parece ser una maniobra postmoderna del viejo mito de Frankenstein, creado por Mary Shelley, y fundado en la utopía del doctor Víctor Frankenstein, de engendrar un ser inmortal, a partir de restos de muertos, huesos, cartílagos y nervios, y unos toquecitos eléctricos de centenares de voltios.

Más allá del sueño trágico planteado por Shelley, en el caso de Castro sería reproducir un monstruo con los instrumentos de la ciencia moderna. Debemos suponer que, en los diodos conectados a las tripas de Fidel, los médicos cubanos, asesorados tal vez por el doctor José Luis García Sabrido, pusieron chips o prótesis de alta tecnología, por supuesto no coreanos, en la región anal e intestinal del dictador.

Con esta solución, los galenos deben haber retirado ya la famosa bolsita de evacuación, aunque no la que Castro profiere verbalmente. La lengua sigue siendo la misma. Ahí no atacan los divertículos.

Regresar al pasado no es nada grato. El hombre pudiera traer ideas nuevas, tales como ordenar una campaña nacional contra la diverticulitis, a fin de perpetuar su imagen de tutor invencible. Imagínense los saltos y la alegría de los chismosos de los CDR, que cambiarían sus reuniones semanales y las recogidas de envases y cajas de cartón por una jornada nacional dedicada a una colonoscopia colectiva. ¡Todos a la Plaza a tragarse la manguerita con Fidel!

Volver atrás es frustrante. Ocho meses pasaron desde que Castro dejó el escenario. Y se ha perdido la dinámica del cambio para caer en el impasse de una política estilo bonsái, como aquellos arbolitos pigmeos a los que se les recorta las ramas, las hojas y las raíces para que vivan en unas macetitas y, en este caso, mal adornen la casa. Así es la isla, un grotesco bonsái, y así funciona a veces la política de aquí para allá, porque Cuba no es una prioridad.

Por cierto, Bonsái era el nombre asignado a Adriana Pérez O'Connor, la esposa de Gerardo Hernández, el jefe de la Red Avispa.

Director editorial y de noticias,
América Te Ve, Canal 41