sábado, mayo 26, 2007

DAGOBERTO VALDES NOS QUEDAMOS EN CUBA EN ESTA IGLESIA Y EN ESTA SOCIEDAD CIVIL

“NOS QUEDAMOS EN CUBA, EN ESTA IGLESIA Y EN ESTA SOCIEDAD CIVIL”


Entrevista de Liberpress a Dagoberto Valdés Hernández
Ex Director de la revista VITRAL

LiberPress- Pinar del Río-Buenos Aires- 25 de mayo de 2007 - Después de ser nombrado Mons. Jorge Enrique Serpa, como nuevo Obispo de Pinar del Río, al aceptar el Vaticano la renuncia por razones de edad, pero con excelente salud, del Obispo José Siro González Bacallao, patrocinador del CFCR y de aquella Vitral que fue su órgano de expresión durante unos duros y largos 13 años, esa Iglesia diocesana ha vivido varios cambios estructurales.

Mucho se ha escrito y hablado desde entonces, sobre este asunto. Por un lado, hubo un Comunicado del Obispo Serpa del 17 de abril y otras declaraciones suyas a la prensa escrita y radial fuera de Cuba (Radio Martí de Miami, La Jornada de México y otros medios). Y por el otro, el consejo de redacción de la Revista Vitral optó por el silencio. Para no dañar a la Iglesia, se negaron en numerosas ocasiones a dar declaraciones o entrevistas a la prensa desde que se hizo público el tema con una Nota de la Redacción insertado en Vitral 78, de marzo-abril de 2007, último número de esta Revista como publicación del CFCR en la diócesis más occidental de Cuba.

Ahora que ha pasado algún tiempo y se ha serenado, de alguna manera, la primera reacción provocada por las decisiones. Con mucho respeto por el elocuente silencio de los antiguos redactores de Vitral, Liberpress ha conseguido esta breve pero significativa entrevista con Dagoberto Valdés.

LP: Dagoberto Valdés, gracias por acceder a responder estas pocas preguntas, comprendemos su silencio y el de su equipo, la opción de no hacer declaraciones en momentos tan difíciles y contradictorios, pero pasado ese tiempo, ¿qué le gustaría expresar?

D.V.: Bueno, primero que todo, deseo expresarle que el silencio sobre aquel tema específico se mantiene. Creemos que los asuntos internos de la Iglesia, como los de cualquier otra institución, deben ser dialogados y solucionados dentro de los espacios que existen en ella para deliberarlos.
Por otro lado, debo expresar el agradecimiento cordial que algunos hermanos como María C. Gálvez, Virgilio Toledo, Margarita Gálvez, Olga López y otros que han trabajado en estas obras de evangelización, desean comunicar a todos los que han manifestado su solidaridad y apoyo a la Iglesia, a Vitral y a esta diócesis. También agradecemos la comunión de todos los que dentro de la misma Iglesia han elevado sus oraciones y buenos oficios por el bien de toda la comunidad eclesial. La oración y la fraterna cercanía son siempre caminos seguros de comunión sobre todo cuando llegan las pruebas y los momentos difíciles.
Igualmente agradecemos, y hemos valorado y reflexionado en nuestro interior, los numerosos artículos, mensajes, cartas, llamadas telefónicas que hemos recibido, de un lado y de otro, ellos nos hablan de un sentido de pertenencia y preocupación por Cuba y su Iglesia.

LP: ¿Cómo laico comparte la línea de la Iglesia sobre su propio compromiso social en Cuba?

D.V.: Buena pregunta. Pero, primero, pongámonos de acuerdo en qué entendemos cuando hablamos de Iglesia. Yo creo que la Iglesia es la comunidad de los discípulos de Cristo, es lo que el Concilio Vaticano II llamó “pueblo de Dios”, en el que hay diferentes carismas y servicios. Identificar a la Iglesia sólo con la jerarquía es un error teológico; como lo es igualmente, concebir una Iglesia sin pastores pues ellos tienen una vocación tan imprescindible como la de laicos y religiosos, que es consagrarse totalmente a servir a la comunidad. Esta visión de la Iglesia comunión-pueblo de Dios nos permite ensanchar nuestras valoraciones sobre su actuación pues es toda ella la que actúa ya sea cuando hace mucho bien como cuando erramos. Eso es lo que conocemos por “comunión de los santos”.
La Iglesia es una institución milenaria, ella tiene una experiencia histórica inigualable. En virtud de esa experiencia fue que el Papa Pablo VI pudo decir que la Iglesia es “experta en humanidad”. Así mismo, como toda institución compuesta por hombres y mujeres, la Iglesia ha tenido graves errores y pecados a lo largo de los siglos y por los cuales desde el Papa hasta el último de los fieles hemos pedido perdón a todos. Entonces, en ese sentido de Iglesia, comparto la línea de las comunidades cristianas, de los laicos, sacerdotes, religiosas y obispos que ponen como prioridad de su acción pastoral las necesidades de su pueblo y el acompañamiento de los que más sufren en este camino.

LP: ¿Cuál es su postura actual con relación a la Iglesia en Cuba a la que ha servido durante toda su vida?

D.V.: Tengo la experiencia personal, ya durante muchos años, de que la Iglesia en Cuba ha mantenido su propia identidad que es, como sabemos, independiente de los poderes de este mundo y de las diversas líneas de trabajo que puedan tener pastores y fieles. Y que esta Iglesia haya sido fiel a su identidad no solo es haber respondido a un heroico desafío con autonomía y dignidad sino que fue y sigue siendo un deber de supervivencia y fidelidad a su Fundador y al Evangelio que predica. Cuando hablamos de identidad nos referimos tanto a lo que somos como a lo que hacemos, pues separar identidad de misión, fe y obras, ser y quehacer, es uno de los mayores pecados de incoherencia.
Soy testigo de hombres y mujeres cubanos, jóvenes y ancianos, obreros e intelectuales, campesinos y gente de bateyes y pueblos, pastores y fieles, que han entregado su vida, han arriesgado su estabilidad y su familia, han sufrido indecibles presiones y persecuciones por Cristo y su Iglesia, por Cuba y su futuro. Esa es la Iglesia.
De hecho en ella he crecido, me he formado, he trabajado en obras como el Centro Cívico y Vitral, pero también en obras como ser catequista, ministro de la Palabra, animador de la pastoral de la cultura. Y si un muchacho como era yo en los sesenta y setenta pudo encontrar una puerta a la Trascendencia en un País cerrado fue gracias a esta Iglesia; si pude encontrar la verdadera cultura cubana en un país asfixiado por una sola ideología, si aprendí a respetar la diversidad y el pluralismo en un país diverso pero aparentemente uniformado por el totalitarismo, si pude distinguir la Patria de un partido, la Nación de su gobierno, y la autoridad moral del poder autoritario, fue gracias a la Iglesia que me educó en una fe liberadora, personalizadora, socializadora. Esa es la fe cristiana y no una alienación pietista.
Y si pude aprender a distinguir la alienación de la verdadera religión fue gracias a la Iglesia, si pude aprender a pensar, a organizar, a escribir para ayudar a reflexionar, a tener una visión orgánica y holística de los problemas y de los proyectos ha sido gracias a la educación católica recibida y a la oportunidad de ponerla en práctica en nuestros grupos de jóvenes, de laicos comprometidos, en el trabajo de comisiones diocesanas y nacionales y también en un Pontificio Consejo Justicia y Paz, allá en el Vaticano, donde pude experimentar muy fuerte y convincentemente la diversidad de líneas pastorales dentro de la misma Iglesia, la universalidad de sus enfoques, la sana pluralidad de sus espacios y el respeto y cuidado que la Santa Sede ha tenido que poner para salvaguardar y promover la diversidad de carismas y de líneas pastorales en toda la Iglesia. Por ello, las Nunciaturas en cada País, también en Cuba, como conocen de cerca la realidad local, ponen un especial cuidado en ayudar a salvaguardar y promover esa diversidad.
Eso aprendí de la Iglesia y eso es lo que me ha permitido amarla, servirle a pesar de mis limitaciones y serle fiel con la gracia de Dios, unas veces asintiendo y otras discrepando, pero siempre me había sentido respetado y querido como persona y como colaborador de una institución que creemos de origen divino y que, por ello mismo, tiene en sí misma los recursos y la capacidad de superar las limitaciones, “meteduras de pata”, y pecados de sus hijos, por ella misma, siempre dentro de sus propias estructuras de diálogo y deliberación.
Estas convicciones aprendidas, reflexionadas y compartidas durante años en nuestro grupo, nos han iluminado para intentar ser fieles a Cristo, a su Iglesia y a Cuba.

LP: ¿Cuál cree que sería el papel de la Iglesia en el presente y el futuro de Cuba?

D.V.: Creo que el papel actual de la Iglesia en Cuba es seguir anunciando el Evangelio de Jesucristo, acompañando a todos los cubanos y cubanas en sus tristezas, sufrimientos, esperanzas y proyectos. Ella debe seguir promoviendo a todos sin excluir ninguna línea pastoral, ni ninguna obra buena, ella debe seguir, como hasta ahora, abriendo espacios de diálogo y reconciliación, y también espacios de educación, promoción y defensa de la justicia y de la paz, de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos. No debe abandonar su labor de educación cívica y religiosa, ética y humanista, como lo ha hecho durante siglos y siglos, entre luces y sombras. ¿Por qué no hacerlo hoy y aquí?
Y, en cuanto al futuro, sólo Dios sabe. Pero nosotros debemos poner nuestro granito de arena, nuestro esfuerzo y servicio para que la Iglesia que somos tenga siempre “entrañas de misericordia ante toda miseria humana”; para que Dios nos inspire “el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado”, para que la Iglesia se muestre siempre “disponible ante quien se siente explotado y deprimido y sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando…” como dice una de las más bellas Plegarias Eucarísticas (V/b) que todos rezamos con frecuencia en nuestras Misas y que tanto me gusta.
Si lográramos ser, cada vez más, ese modelo de Iglesia, a pesar de nuestras propias limitaciones y las inmensas limitaciones que nos vienen impuestas desde un poder omnímodo; si alcanzáramos a ser con humildad y perseverancia, ese recinto de justicia y de paz, para explotados y deprimidos, para los que más sufren la injusticia de un sistema de oprobio… entonces, cuando amanezca la libertad y la democracia para este pueblo, allí, junto a la cocina donde se caliente el pan cotidiano, estará nuestra madre la Iglesia, para servir el desayuno temprano, para alentar a los que salen a trabajar por Cuba, para educar en la libertad y el amor a los más pequeños y necesitados. Creo que allí estará ella, la Iglesia que somos todos y cada uno de los que aspiramos a ser discípulos de un Maestro que vino para servir y no para ser servido, para compartir la cruz cotidiana, con su conflictividad y su resurrección hacedora de reconciliación y paz.
Ah, y por cierto, cuando amanezca y esto ocurra en el corazón de Cuba, el pan y el calor servidos por la Madre Iglesia abarcarán lo mismo a las víctimas de las injusticias propias y ajenas, como a los victimarios que también, de alguna forma, las han sufrido en sí mismos por el daño que han hecho y se han hecho y que también deben ser curados, sanados, y perdonados. Eso intentamos hacer ya, desde aquí, desde hoy…aunque todavía no haya llegado ese hermoso y ansiado momento de libertad, justicia, magnanimidad, reconciliación y paz para todos los cubanos, piensen como piensen y vivan donde vivan, porque somos de nacimiento, y queremos ser por nuestro propio esfuerzo, una única y diversa Nación-Hogar-Comunidad.

LP: Personalmente, ¿cree que las polémicas y diferencias dentro de la Iglesia son una señal de crisis o de madurez, ayudan o entorpecen el crecimiento de la Nación?

D.V.: Considero que las polémicas y diferencias tanto dentro de la Iglesia como en el seno de la sociedad son expresiones naturales de la riqueza de la diversidad. No necesariamente tienen que ser fuente de crisis. Pero aún las crisis que se pueden presentar pueden ser asumidas y solucionadas como etapas de crecimiento y madurez de sus protagonistas y para toda la Iglesia y la sociedad. Si sabemos superar bien esas crisis ayudamos a toda Cuba con un testimonio-señal de lo que debemos hacer a nivel de sociedad. Si fallamos en los métodos o en los fines, no ayudamos con el ejemplo que muchos esperan de nosotros como Iglesia-sacramento universal de salvación. Ahora bien, tengo la convicción y la experiencia de que el problema fundamental de Cuba no es dentro de la Iglesia, el problema de Cuba es social, político, económico, cultural, antropológico… temas todos que, por otra parte, siguen interesando a la Iglesia. Pero no debemos distraer nuestra atención, ni la de los demás, de ese que es el problema esencial de esta hora histórica: la libertad y la democracia en Cuba, libertad y responsabilidad para todos los cubanos, sin distinción, ni exclusiones. Ese es el reto ahora, esa es o debería ser la tarea de todos: ciudadanos y gobernantes, creyentes y no creyentes. Los de la Isla y los de la Diáspora. El momento actual de Cuba no nos permite desviar la mirada exclusivamente a los asuntos internos de una institución o comunidad. Tengo fe en que, en el caso de la Iglesia, ella por sí misma, podrá resolver sus propios [Photo]problemas. Espero que también, en el seno de la sociedad, puedan existir esos espacios de debate público para que podamos resolver los problemas de la Nación, con el aporte de todos.
Por eso, debemos levantar la vista, mirar tejas arriba, ampliar nuestras perspectivas y seguir oteando el horizonte, lo decimos en nuestro último editorial y lo reafirmamos con fe y esperanza: Para Cuba, esta es una hora de oportunidades… oportunidades para todos.

LP: Y Usted, Dagoberto, y su equipo, ahora que ya no tienen esos espacios y comienza una nueva etapa, ¿Qué va a ser de sus vidas?

D.V.: Bueno, estamos en las Manos de Dios. Usted tiene razón, comienza una nueva etapa, y debemos estar disponibles y generosos para lo que el Señor quiera llamarnos. Ahora, en este momento, con el tiempo y la ayuda de los hermanos, personalmente, siento una gran paz interior, no exenta de dudas y tristezas que se aclararán y pasarán. Siento también una nueva libertad interior, fruto de las circunstancias y de esa formación que me ha dado la misma Iglesia. Libertad que no debo dejar desbocarse ni tampoco debo represar. Como equipo, debemos buscar nuevos cauces, nuevas ventanas, nuevas puertas. Es necesario encauzar la libertad apasionada con responsabilidad también apasionada, como decía un santo jesuita, el Padre Miyares, en unas notas que he revisado de mis primeros Ejercicios espirituales, en un tiempo lejano ya, en una hermosa finca de Peñalver.

LP: ¿Vislumbra algunos de esos cauces, algunas nuevas ventanas…? ¿Están aquí o fuera de la Isla?

D.V.: Me alegro que me pregunten eso, es algo que no cesan de preguntarnos amigos y conocidos, dentro y fuera de Cuba y de la Iglesia. Algunos que ven “la cosa” muy cerrada, nos recomiendan que nos vayamos de Cuba, que nos vayamos de la Iglesia… que nos vayamos a la oposición partidista.
Pues bien, ahora no tenemos ningún proyecto concreto, estamos en una etapa de tala y el árbol talado necesita tiempo y savia de la raíz para retoñar, como dice aquel poema “Para la libertad” de Miguel Hernández que tan presente he tenido en estos meses. Quizá, como no tenemos nada en mano, nos sentimos más libres para abandonarnos en Manos del Señor de la historia… y para dejarnos acompañar y abrazar por manos solidarias.
Pero, en la oración semanal que compartimos todos los miércoles en nuestra pequeña comunidad cristiana de pertenencia en la que ponemos en común la vida, la Palabra de Dios y el discernimiento comunitario, hemos sentido nuevamente las tres opciones fundamentales que habíamos hecho ante Dios y su Iglesia como coordenadas para vivir nuestra vocación laical. Cada uno, personalmente, las discernimos y asumimos hace mucho tiempo libremente, y queremos ser fieles a ellas en este momento y para el futuro, con la ayuda de Dios. Le hemos llamado “los tres raíles” de un mismo e inseparable camino: No nos vamos de Cuba, no nos vamos de esta nuestra Iglesia y no nos vamos del lugar que hemos escogido en la sociedad civil. Personalmente, me he sentido bien y útil, en Cuba y en esta Iglesia con una vocación cívica, como animador del rico y variado tejido de la sociedad civil que ha sido siempre uno de mis temas preferidos.
Pues, ya ves, con la gracia de Dios, me quedo en Cuba, me quedo en esta Iglesia y me quedo en la incipiente sociedad civil cubana. Esos son los tres arroyos que tributan al mismo río de nuestro cauce personal. Esperamos que nos conduzca también “mar adentro” en el Hogar de Dios. Intentamos aprender del Padre Félix Varela que supo unir en un solo e indiviso corazón el amor a Cuba, a Cristo y a su Iglesia. Esa es también la opción compartida con otros hermanos y hermanas que sirvieron durante 14 años en el Centro Cívico y en Vitral. Por ese camino, ya veremos qué nos depara el futuro. Estamos ahora más que nunca en Manos de Dios. En Él ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza.

LP: Gracias Dagoberto, tanto por su silencio, como por estas reflexiones.

DV: Gracias a usted.

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