SOBRAS ESCOGIDAS
Sobras escogidas
Por Raúl Rivero
Mijail Gorbachov, casi octogenario y con su ajada corona de laureles bajo la chapka de piel de oso, se inscribió esta semana en la enorme lista de personajes que no pueden soportar ni un minuto de comunismo en su país, pero que consideran que el pueblo cubano se merece y necesita vivir bajo esos hados fatales.
Es un inventario de acólitos y bárbaros. Una plantilla que cobra en euros, en especies o en suspiros y certificados. Tienen en común una posición discriminatoria que se presenta sin complejos con este mensaje: nosotros estamos hechos para vivir en democracia y con todos los privilegios de una sociedad libre, pero aquellos indios y negros del Caribe tienen que ser felices bajo las estructuras de un sistema que fracasó en Europa.
El señor de la glasnot y de la perestroika, el promotor de las primeras corrientes de libertad en Rusia, después de más de 70 años de controles y agobios para los ciudadanos, dice ahora que Cuba es un país independiente. Sale a defender las conquistas sociales de la educación y la salud pública alcanzadas por su «destacado y talentoso» amigo Fidel Castro, quien, según Gorbachov, «respondió a los intereses del pueblo».
Un hombre lúcido, un individuo que llegó a dirigir la ingeniería tramposa en la que se basa el totalitarismo, no puede pedir con ligereza respeto para que la nación cubana elija sus propias opciones bajo un régimen incapaz de permitir elecciones libres en los últimos 50 años.
Gorbachov se muestra comprensivo con las reformas anunciadas por el Gobierno de La Habana. Explica su gesto porque cuando era una joven promesa del Kremlin, en su ciudad natal (Krai de Stavropol), recibió en una ocasión a Raúl Castro, y porque, durante su mandato en la Unión Soviética, se entrevistó en varias ocasiones con el hermano mayor.
No menciona, no quiere recordar los avatares de su última visita a la isla como líder comunista, en 1988, cuando tuvo que huir de salón en salón, negándose, en medio de una perreta pública, a que lo condecoraran con las mismas medallas que le habían dado ya a Leonid Breznev, Todor Yivkov y a Nicolás Ceaucescu. Pero aquello ya se olvidó. Este es otro tiempo.
Gorbachov se muestra contrario al embargo de Estados Unidos al Gobierno cubano. Muy bien. El problema es que no dedica ni una palabra al cerco que el régimen le impone a los habitantes del país con medidas (en su época, él fue un experto en ellas) diseñadas para regular hasta la intensidad de la tristeza.
Hace muchos años, este hombre pidió para Rusia esta fórmula: «La instauración de la democracia en toda su plenitud y la reinstauración del sistema político con partidos independientes».
Los habitantes de la isla quieren lo mismo. Lo van a conseguir y un día romperán, sin odios, esa nómina que firmó ahora también Mijail Gorbachov.
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