viernes, mayo 30, 2008

MODELO CHINO Y CUENTO CHINO

Tomado de El Tono de la Voz, blog de Jorge Ferrer


«Modelo chino», y cuento chino

Jorge Ferrer | 29/05/2008 14:32

La letanía del «modelo chino». No se recurre a él porque sea idóneo para inspirar un proceso de cambios en Cuba. Porque de haberlo, el «modelo chino» sería funesto para quienes imaginamos –muchos cada vez con menor frecuencia– una Cuba democrática.

Se lo hace porque constituye la hoja de ruta más a la vista para imaginar un proceso de cambios que garantice un gatopardismo político y chop suey –o casabe– que llevarse a la boca, mientras se goza del deuvedé. El "Se vogliamo che tutto rimanga com'è bisogna che tutto cambi" que cité aquí hace casi exactamente un año.

Luego, recurrir al «modelo chino» es testimonio de nuestra falta de fe en que los cubanos enderecen Cuba. Un enderezar que presupone homologarla con las democracias occidentales. Miramos a China, porque suponemos que a China miran Raúl Castro y sus asesores. Miramos a China, porque como ya todo trae la leyenda «Made in China» pensamos que va y exportan transiciones también. No lo hacen, porque ni siquiera tienen una.

La clave radica en la distancia que hay entre las palabras «cambio» y «transición». Una distancia que puede ser insalvable. Y también en el equívoco que presupone creer que los primeros son avisos de la segunda, sus primeros guiños, los dedos que anuncian brazo.

Matthieu Timmerman desmontaba hace unos días el mito de la transición democrática en China en términos harto concluyentes. Su cuestionamiento se aplica en buena medida a lo que sucede con los cambios en Cuba, aunque con China se goza de la ventaja de poder estudiar el proceso de cambios a lo largo de varios lustros.

Su cuestionamiento, sin embargo, entronca con la idea de democracia «de baja intensidad», que proponen Guillermo O’Donnell et al., y fuerza una pregunta: ¿no nos habremos fabricado una Cuba, o una China, que tendrían que evolucionar por fuerza hacia la democracia? ¿No será que permanecemos anclados en un paradigma político de la transición ya superado por la experiencia de países post-totalitarios, a la vez que medianamente prósperos y celosamente autoritarios?

Por otro lado, escarmentadas por la rápida evolución de buena parte de los países del antiguo Bloque del Este hacia los principios del libre mercado y la sociedad abierta, las élites de La Habana no dejan de vindicar su búsqueda de un modelo propio. Rafael Hernández, director de Temas, resumía esta semana a la corresponsal de la CBS lo que es teoría acerca del «modelo cubano»: «I would say that would be a combination of Nordic socialism, Vietnamese socialism, Chinese socialism… But I don't think there is a model we may follow because we have a unique history - and we need to work out a new socialist model based on that experience.»

A la letanía del «modelo chino» se suma esa jerigonza del «modelo propio», que tantos réditos da tratando con pueblo tan deseoso de grandeur.

Lo más probable es que después de largos años entretenidos con que cuál modelo de transición, acabaremos llegando a la conclusión de que en Cuba para modelo, el panóptico Presidio Modelo, y para programa de transición, el que llevó a Fulgencio Batista a la presidencia en 1940.

El resto más bien sería cuento, que no modelo, chino.

La ilustración es de Armando Tejuca para El Tono de la Voz.