¡ FELICIDADES OFICODA !
¡Felicidades OFICODA!
Por Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - El pasado 12 de julio las Oficinas de Control y Distribución de Alimentos (OFICODA) cumplieron sus cuarenta y cinco años de existencia luego que en tal fecha, pero del año l963, fueran creadas para entendérselas con la libreta de abastecimiento que a la sazón llevaba 1 año y 4 meses de implantada (marzo de 1962) .
Estas oficinas suscitan encontrados sentimiento entre los cubanos: algunos las quieren y otras las repudian. Yo estoy entre los primeros. Es decir, yo veo con simpatías a estas entidades a pesar de ser resultado del totalitarismo comunista. Y es que no puedo imaginarme la desgracia marxista que hemos padecido sin una credencial que regule la miseria en algo tan vital como los alimentos. Posiblemente nos hubiéramos comido unos a otros; por decirlo de alguna manera.
Pero los enemigos de la libreta superan a sus defensores e incluyen en sus filas a importantes personeros del régimen. Y no es para menos si tenemos en cuenta que el racionamiento es, entre otras cosas, antieconómico, pues sus nocivos efectos crean un consumo inútil y ficticio con todas las consecuencias perjudiciales que de ello dimana.
En nuestro país existen más de 800 de estas oficinas que controlan a una cantidad de núcleos familiares superior a los cuatro millones. En cada municipio, como mínimo, existe una OFICODA.
Ellas fueron ganando experiencia a medida que el racionamiento iba extendiéndose a un número mayor de artículos alimenticios y en la década de 1970 ampliaron el control a los objetos industriales no alimenticios, entre ellos ropa, calzado y útiles del hogar entre otros. Eran las tarjetas de cupones opcionales que vestían de manera parcial: si comprabas la camiseta perdías el derecho al calzoncillo, y si la mujer optaba por el bikini renunciaba al ajustador o sostén.
En los primeros años de la revolución el registro de la OFICODA equivalía a una prueba de residencia, que otorgaba el derecho a vivir en el inmueble; circunstancia que originó querellas legales. Algunos amigos y familiares asentados en la libreta le reclamaban al legítimo propietario derecho a ocupar el inmueble, dando origen a serios y complicados litigios.
Posteriormente y hasta nuestros días estas oficinas tienen además, a su cargo, la tarea de “protección al consumidor” en la red de bodegas diseminadas a lo largo y ancho del país. Se trata de asegurar el buen trato y el servicio adecuado y justo a la marchantería adscripta a los comercios expendedores.
En esta tarea, propia del estado totalitario, se pretende garantizarle buen trato al consumidor mediante la intervención de la administración pública, ante la falta de competencia, que constituye el regulador espontáneo y natural de la relación cliente-detallista en una economía de libre mercado.
Con su red de OFICODAS casi cincuentenarias, sin temor a equivocarnos, aseguramos que Cuba es el país con mayor experiencia en la cuestión de repartir miserias, de racionar la pobreza. Por ello, el primer gobierno comunista de Daniel Ortega vio en los cubanos a los mejores consejeros y estos fueron a Nicaragua a implantar la libreta de racionamiento.
Hoy, cuando el recién estrenado gobierno raulista insinúa quitar la libreta en un futuro más o menos próximo, nos preguntamos: ¿Con qué se sienta la cucaracha?
Quitarse de arriba la cincuentenaria libreta de racionamiento es uno de los más imperiosos anhelos del cubano. Pero cuando haya abundancia en las bodegas y dinero sonando en los bolsillos. Asi como estamos y hemos estado todos estos años, con el cinturón apretado hasta el ultimo huequito y el estomago pegado al espinazo, la libreta es nuestra tabla de salvación. Con ella se comen siete días de los treinta que tiene el mes; pero es algo y, por supuesto, mucho más que nada.
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