LA MISMA HISTORIA
LA MISMA HISTORIA
Por Amarilis C Rey
Las improvisadas tarimas en su mayoría de techo y paredes de zinc, hoy se ven cerradas a un público que en ellas trataba de resolver el gran problema cotidiano: “que llevar a la mesa”.
En contraposición con esta medida, se observan las largas filas de personas que esperan en los agros mercados estatales que se aprecian sin mucha oferta.
José, uno de los campesinos afectados con la dispocisión, tiene una finca de dos caballerías. Desde hace varios años, trabaja asociado a una cooperativa que en teoría debía entregarle medios de producción, fertilizantes y ropa de trabajo, pero según afirma “en la realidad nunca hay nada de nada.”
“El día 11 pasado, dijo, llegaron unos inspectores estatales a mi tarima y me comunicaron que ese era el penúltimo día que íbamos a poder vender nuestros productos, que a partir de ese momento sería el gobierno nuestro único cliente.
Pero él, te paga al precio que la da la gana y siempre uno sale perdiendo. Una cosecha de tomate, me cuesta unos cinco mil pesos. El Estado me compra la libra a 46 centavos y luego la vende a peso y medio o dos.¿Qué gano yo que me sacrifique meses trabajando e invirtiendo y que además tengo que pagar el 5% de impuesto y el 9% a la cooperativa por las gestiones de venta?
No se con que contará el Estado para llenar sus mercados, pues hasta ahora tiene el 68% de las tierras laborables y los que estábamos surtiendo a la población éramos nosotros los cuentapropistas de la tierra.”
Por su parte, José Manuel residente del municipio Arroyo Naranjo afirma que desde hace días busca algunas libras de malanga para su hijo enfermo y no las encuentra.
“A ti, nadie te pone un puñal en el pecho para que le compres a un particular, es cierto que venden mas caro, pero si tienes una necesidad, y no lo consigues en el mercado del Estado. ¿Qué vas hacer?
“La cuestión no es quitar al particular sino surtir los mercados estatales con productos a menos costo. Entonces el particular baja los precios o se quita solo y no se afectan las personas”
Para Isabel, de 60 años, el problema no es tan sencillo. “Yo dije que a mi este sistema no me mataba de hambre, pues yo como de todo, pero ahora la cosa se me esta poniendo fea porque si no tienes tan siquiera una vianda, ¿qué puedes comer?
“En los agros del Estado, lo que sobran son las consignas, las tarimas puede que estén vacías, pero usted ve en la pared los letreros ‘estamos en combate’, ‘trabajamos para el pueblo’ y muchas mas” expresó Raúl de 22 años.
Por su parte, un ingeniero agrónomo que prefirió el anonimato afirmo, que el 80 % de las tierras cultivables en Cuba sufren algún tipo de erosión. Mejorar la situación de los suelos es muy costoso para la economía de un país que dedica sus recursos a cuestiones que no son útiles para la población, como la propaganda y el aparato represivo.
El presente no es nada halagüeño. Muchos pronostican que los cubanos volvemos a la década de los 70 cuando había que internarse en los campos para comprarle al campesino sus productos en un comercio ilegal.
De nuevo la misma historia, el gobierno toma la medida y esta vez aun sin anunciarla, aunque sus consecuencias afectan a la gran mayoría de la población.
amarilisrey@yahoo.com
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