LA REBELIÓN DE LOS INDIOS
Por Rogelio Fabio Hurtado
Marianao, La Habana, febrero 26 de 2009, (SDP) A juzgar por las páginas de “opinión” del periódico Granma la población cubana se divide en partes desiguales entre los fans del control y el cumplimiento de lo decretado y una masa informe de indisciplinados recalcitrantes, que se obstinan en la desobediencia individual de las sabias disposiciones impuestas por el Consejo de Ancianos de la Tribu para el siempre futuro bien de todos...
A pesar del reconocido nivel cultural de la sociedad, parece que los únicos preocupados y capacitados para opinar son los caciques subalternos, de sobra indignados porque los superiores no acaban de meterle caña al marabú vegetal y humano que está enyerbándoles el paraíso que administran y aprovechan. Este Consejo acaba de reforzarse con un puñado de personeros veteranos, que han renunciado a los beneficios que les reportaría la flamante Ley de (in)seguridad social, pues no desean incorporarse al gremio de vendedores de quisicosas por las aceras de la urbe y han decidido continuar sacrificándose eternamente por todos. ¡Honor y gloria para estos caballeros de la mesa cuadrada!
Pero, en fin, como ellos cuentan con el citado periódico para exaltarlos, prefiero prestarle atención a los indios, cuya rebelión anárquica aspiran los Caciques a sofocar mediante discursos, decretos y. sobre todo, operativos policiales. Los discursos amenazan, los decretos dictan y las fuerzas represivas ejecutan. Por su lado, los indios maniobran cómo pueden para perseverar en sus errores, avisándose a gritos de la aparición de los azules enmascarados a bordo de esas guaguitas escolares amarillas que con tanta buena fe les han hecho llegar, rompiendo el bloqueo, los Pastores por la Paz.
Alguien, desconocedor del contexto, diría que tantos mozalbetes serían más provechosos trabajando honradamente que corriéndole atrás a mujeres y viejos expendedores de jabitas de nylon, paqueticos de Café rebajados (no de precio sino de contenido) y otras peligrosísimas mercancías. Por inocentes que parezcan, los paquetes de fideos de La Pasiega, están endemoniados. Allá esos territorios donde se les coloca en los anaqueles al alcance incondicional de cualquiera a cambio de unas viles monedas.
Cuando los Caciques extiendan su dominación, ya sabrá el 54% de los caraqueños y maracaibos lo que son cajitas de dulce guayaba estatalizadas, PA
No puede olvidarse de que casi todos los Caciques pasaron alguna vez sus cursos de materialismo dialéctico. A los indios, que pugnan por buscársela arañando, para no comerse literalmente la sagrada tierra que los vio nacer, también se les impartieron estos cursos, pero sin mucho rigor, pues una de las más añejas tradiciones de la Tribu exige que sean menos los Caciques, y esto es así desde la era de las encomiendas, cuando el lejano Rey de España se sirvió encomendarle a los Caciques de su confianza las vidas de los indios, a quienes les enseñarían la fe y, sobre todo, la utilidad del laboreo de la tierra. Los malagradecidos argumentarán que los dirigentes encomenderos no dejaron indio vivo, pero ahí está El Escorial empinándose bajo el cielo madrileño sobre su maderamen de maderas preciosas de los bosques de la Isla, copados hoy por el feísimo marabú. Es verdad que los siboneyes no lo contemplaron, pero su descendiente el canciller sí, y bástenos.
Una reciente comedia cubana, El Cuerno de la Abundancia, al menos le ha reconocido a los indios, sometidos ya por cincuenta años al heroísmo cotidiano (que los Caciques no practican para nada) el derecho a codiciar dinero para remediar sus carencias y realizar algunos de sus sueños. Sin embargo, no he leído la crítica de esa cinta escrita, digamos, por alguno de los Caciques más sobresalientes, llámese Batista, Machado o Ventura. El historiador y comentarista de cine de la Bohemia le ha reprochado que durante el paseo a lo largo del Malecón su director de fotografía no le haya exigido al Realizador Tabío que coordinara con los Caciques la debida restauración de los derrumbes parciales o totales a lo largo de la emblemática avenida. En Los Dioses Rotos, hacia el final se le reprocha a los intelectuales (porque la profesora Laura no es una turista en La Habana Vieja) venir a retratar la mierda. ¿Será que el método, sumamente burgués, escogido por los Caciques consista en ocultar la mierda, para dejársela completa a los indios?
Me permito recordarle a los más ilustres Caciques el lema de una de aquellas agrupaciones de hombres de acción, que fueron parte del sustrato social que favoreció al posterior insurreccionalismo: La justicia tarda, pero llega.
primaveradigital@gmail.com
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