martes, junio 23, 2009

CUBA: OTRA GENERACIÓN PERDIDA

Otra generación perdida



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¿Adónde van los nacidos cuando la caída del Muro de Berlín y el fin del comunismo?
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Por José Prats Sariol
México DF | 23/06/2009


Los cubanos nacidos alrededor de 1989 cumplen veinte años. Si los cambios en Cuba hubieran empezado entonces, cuando la caída del Muro de Berlín, la más joven generación no se vería perdida.

Los que nazcan este año, como van los síntomas, quizás en el 2029 puedan desear para sus hijos, cuando empiecen a soñarlos, un país menos frustrante. Lo demás parece demagogia, o por lo suave: pensamiento desiderativo.

El periodismo de opinión chapotea, como siempre, en un triunfalismo que se parece mucho, del otro lado, a la propaganda oficial de la dictadura. Ambos dan la impresión de que hablan de Cuba, pero como si fuera el nombre dado a un planeta recién descubierto, en otra galaxia.

Estremece pensar que el país entra en otro período especial. El viejo eufemismo renace de nuevo sin guagua y sin frijoles, con la casa pospuesta hasta más ver y miles de desempleados "estudiando" (Sic) o arañando la peseta en un parque deteriorado, porque carecen de estímulos para trabajar.

La sobrevivencia individual o familiar hipoteca pensar en soluciones políticas. La indiferencia pesimista, espera otro truene en la élite gubernamental, una serie de pelota o la película del sábado, si no vuelve el regalito de los alumbrones, fuera de las horas pico.

La supresión de beneficios a dirigentes y a la alta gerencia —vacaciones pagadas, cuota libre de gasolina, dietas y viajes al exterior— parecía una dura manera de incentivar la producción. Los burócratas tendrían que buscar en sus salarios, es decir, en el aumento de la productividad de sus empresas, el modo de mantener sus privilegios.

Ahora ni eso. Pero el malestar está bien controlado. De nuevo la vista gorda ante la corrupción. Porque alguien que está robando, obviamente, no está conspirando. Porque alguien que se pone para el sexo, más obvio, no se mete en disidencias políticas. Más ron por la izquierda. Más ocio inerte: ¿No hay ya un canal de televisión que transmite las 24 horas?

Entre el miedo a perder lo poquito, la amenaza de cárcel y el desaliento, no hay que ser adivino: ni las pirámides egipcias se mueven más que la torre del poder verde olivo. Inclinada como la de Pisa puede pasarse otro medio siglo.

Ni una gaviota

Hay en la mayoría de la población un asco hacia sí misma. La doble moral —pasarse la vida diciendo una cosa y pensando otra— ya ha resquebrajado a varias generaciones. Dispersa, sobreviviendo y tratando de escapar fuera de la Isla, ni levanta la vista al sol o la luna.

El poder lo sabe mejor que cualquier institución o analista, dentro o fuera. En un artículo publicado en El Nuevo Herald, Emilio Ichikawa deja un margen a los imprevistos, que incluye la posibilidad de que surja de pronto un grupo dispuesto a todo para arrebatar el mando, de que aparezca otro "animal político", como aquel del 59.

Yo también, qué remedio. Pero esas no son las vías pacíficas del cambio, aunque a muchos les dará igual. Apenas la súplica a la Virgen de la Caridad del Cobre —nuestra Ochún, más poderosa por sincrética— de que no haya demasiados muertos y heridos, de que las pasiones no triunfen, como nos ha ocurrido varias veces, desde el siglo XIX. Y lo peor: que sea otro líder envenenado.

Imponderables… Rumanía sería el referente. Pero el síndrome del misterio que prevalece en las fuerzas armadas y el Ministerio del Interior, impide aventurar cualquier hipótesis. Quiero decir, hipótesis objetivas, no eslóganes del comercio politiquero.

Muchas veces hemos oído que el gobierno "juega con fuego", que "el pueblo se va a tirar para la calle como aquel día —un solo día— en el 94". Yoani Sánchez cree que "la gente está despertando", otros blogueros escriben que hay más quejas a grito limpio.

Sin embargo, convencería más una medida como cooperativizar la pequeña industria y el comercio minorista. Pues sería un signo —como ocurrió en Vietnam— de que la tragedia toca fondo.

Porque entre las enseñanzas de este medio siglo —aunque es un lugar común de las dictaduras— está que sólo abren contra la pared, cuando los hechos las convencen de que no tienen otra opción.

La escasez de divisas impulsada por la recesión, la incapacidad del sistema para lograr productividad y ahorro, la posible postergación del Congreso del Partido, se unen a la desidia popular. Pero no precipitan, salvo que se agraven, los cambios anhelados. La única certeza es que la "transición" o "evolución pacífica" se aleja.

Allá dentro el tiempo pasa, por el mar no vuela ni una gaviota. Otra generación, la del Muro de Berlín y el fin del comunismo, sale de la adolescencia. ¿Adónde va?

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