Por Hugo J. Byrne
Hace algún tiempo mi amigo del alma Esteban Fernández en su muy popular “Nota Breve”, afirmaba que él se sentía a veces “más exiliado que cubano”. No recuerdo que Estebita utilizara exactamente esas mismas palabras, pero la conclusión que se percibía al leer sus impresiones no dejaba lugar a dudas sobre el significado de las mismas.
Sorprendentemente, no sólo habemos muchos exiliados quienes entendemos perfectamente ese sentimiento, sino que diría que la gran mayoría de quienes hemos sido capaces de resistir la tentación de lo “políticamente correcto”, coincidimos con él. Para nuestro sentido del amor propio, de la honestidad y dignidad humanas y el sentimiento patriótico, Estebita simplemente reflejaba una noción extensamente compartida.
La realidad histórica es que la forja intelectual de nuestra nacionalidad ocurrió en el exilio de Norteamérica. Esta exacta aseveración puede aplicarse a cuantas conspiraciones importantes plasmaran en acciones tendientes a la independencia cubana de la coyunda peninsular. Nadie puede poner en duda que nuestros primeros esfuerzos separatistas se alimentaran en los principios enunciados casi un siglo antes en la Declaración de Independencia norteamericana.
Este hecho indiscutible dio lugar a confusiones dialécticas entre separatismo y anexionismo. De acuerdo a ellas próceres de la integridad independentista de Ignacio Agramonte, aparecen como promotores a la anexión a Estados Unidos. Confusiones estas totalmente absurdas que penosamente, en algunos casos se han extendido aún hasta nuestros días.
(José Martí en Ybor City)
No es una casualidad del destino que quien lograra la síntesis de todas las aspiraciones a un estado cubano genuínamente libre, sea el mismo genio de mil facetas que la sellara con su sangre en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 y cuyo nacimiento conmemoraremos el próximo día 28. Porque José Martí no fue simplemente un desterrado de Cuba, sino el exiliado cubano por antonomasia.
Desgraciadamente aún en el exilio existen quienes desconocen que Martí vivió fuera de Cuba prácticamente toda su vida adulta y que durante ella conspiró sin descanso por su independencia, concibiendo esa independencia sólo como el producto final de una contienda que calificara de “justa y necesaria”. Recuerdo vivamente que hace algunos años al afirmar en un discurso el 28 de mayo a un Club Cubano del Área de Los Ángeles, que Martí había pasado prácticamente la totalidad de su vida de hombre fuera de Cuba, alguien sentado en la primera fila miró alrededor con ojos muy abiertos y expresión sorprendida e incrédula. Mi sorpresa ante su ignorancia fue aún mayor.
Es esa ignorancia la que ha explotado con algún éxito el Régimen de La Habana utilizando el mito del cacareado antinorteamericanismo y anticapitalismo de Martí. Incapaces por corruptos de siquiera intentar un análisis honesto, repiten machaconamente ciertas expresiones totalmente descontextualizadas para el ávido consumo de los ignorantes, como aquella que afirmaba: “Conozco al monstruo por haber vivido en sus entrañas”
Es por eso que se hace necesario un recordatorio honrado de la producción epistolaria martiana, en la que se vierte diáfana el alma del Apóstol. Su carta a su amigo Manuel Mercado, por sugerente casualidad también en enero, durante su brevísimo retorno a la Cuba colonial de 1879 no tiene desperdicio.
Debe el amigo lector a sí mismo una atención especial a estos párrafos de esa carta de Martí a su amigo y confidente Manuel Mercado:
“Cuanto predije, está cumplido. Cuantas desdichas esperé, tantas me afligen. Primera debilidad y error grave de mi vida: la vuelta a Cuba. Nadie quiere convencerse de que prever es ver antes que los demás...”
“...Yo no he nacido para vivir en estas tierras. Me hace falta el aire del alma. Hay que refugiarse en la sombra allí donde está el sol lleno de manchas.”
“La vida española después de vivir la vida americana. ¡El rebajamiento de los caracteres depués de haber visto tantos bosques y tan grandes ríos! ¡El destierro en la Patria, mil veces más amargo para quienes como yo hemos encontrado una patria en el destierro!”
Aquí ni hablo ni escribo, ni fuerzas tengo para pensar.”
Amén.
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Nota del Bloguista
Hugo J. Byrne escribe en su artículo:
¨Este hecho indiscutible dio lugar a confusiones dialécticas entre separatismo y anexionismo. De acuerdo a ellas próceres de la integridad independentista de Ignacio Agramonte, aparecen como promotores a la anexión a Estados Unidos. Confusiones estas totalmente absurdas que penosamente, en algunos casos se han extendido aún hasta nuestros días.¨
Los hechos históricos, nos gusten o no, son los hechos históricos:
Las cartas de la Asamblea del Centro al presidente Grant y al general Banks del 6 de abril de 1869, firmadas, entre otros, por Ignacio Agramonte demuestran que en determinado momento, Agramonte optó por el Anexionismo. De estas cartas mostraremos respectivamente un fragmento tomados de mi ensayo Ecos de una Extraña Petición:
¨Parece que la Providencia ha hecho coincidir estos acontecimientos con la exaltación al Poder del partido radical que representáis, porque sin el apoyo que de ese partido aguardamos, puestos en lucha los cubanos con un enemigo sanguinario, feroz, desesperado y fuerte, si se consideran nuestros recursos para la guerra vencerán ( los cubanos ) si, que siempre vence el que prefiere la muerte a la servidumbre, pero Cuba quedara desolada, asesinados nuestros hijos y nuestras mujeres por el infame gobierno que combatimos, y cuando según el deseo bien manifiesto de nuestro pueblo, la estrella solitaria que hoy nos sirve de bandera, fuera a colocarse entre las que resplandecen en la de los Estados Unidos, sería una estrella pálida y sin valor¨.72
Después de agradecer a Banks la resolución presentada por él en el Congreso, la cual autorizaba al Presidente de los Estados Unidos a reconocer la independencia de Cuba, se lee:
¨Cuba desea después de conseguir su libertad, figurar entre los Estados de la gran República; así nos atrevemos a asegurarlo interpretando el sentimiento general . Puede Ud. estar seguro que si los E.U. no se apresuran a proporcionarnos sus valiosos auxilios, una larga guerra mantenida con un enemigo que conociendo su impotencia tala y destruye los campos que ya no volverá a poseer, ha de cubrir de ruinas nuestro hermoso país. A la gran República, como defensora de la libertad, como Nación a cuyos brazos nos lanzaremos terminada la guerra, y como protectora de los destinos de América, le corresponde en rigor, dar con su influjo un término inmediato a esta terrible contienda.¨73
Estas cartas pueden leerse íntegramente en el libro de Juan J. Pastrana, editado en Cuba en 1974, sobre documentos y cartas relacionados con Ignacio Agramonte, uno de los firmantes del mencionado acuerdo y de las mencionadas cartas de la Asamblea del Centro.
Nota del Bloguista
Hugo J. Byrne escribe en su artículo:
¨Este hecho indiscutible dio lugar a confusiones dialécticas entre separatismo y anexionismo. De acuerdo a ellas próceres de la integridad independentista de Ignacio Agramonte, aparecen como promotores a la anexión a Estados Unidos. Confusiones estas totalmente absurdas que penosamente, en algunos casos se han extendido aún hasta nuestros días.¨
Los hechos históricos, nos gusten o no, son los hechos históricos:
Las cartas de la Asamblea del Centro al presidente Grant y al general Banks del 6 de abril de 1869, firmadas, entre otros, por Ignacio Agramonte demuestran que en determinado momento, Agramonte optó por el Anexionismo. De estas cartas mostraremos respectivamente un fragmento tomados de mi ensayo Ecos de una Extraña Petición:
¨Parece que la Providencia ha hecho coincidir estos acontecimientos con la exaltación al Poder del partido radical que representáis, porque sin el apoyo que de ese partido aguardamos, puestos en lucha los cubanos con un enemigo sanguinario, feroz, desesperado y fuerte, si se consideran nuestros recursos para la guerra vencerán ( los cubanos ) si, que siempre vence el que prefiere la muerte a la servidumbre, pero Cuba quedara desolada, asesinados nuestros hijos y nuestras mujeres por el infame gobierno que combatimos, y cuando según el deseo bien manifiesto de nuestro pueblo, la estrella solitaria que hoy nos sirve de bandera, fuera a colocarse entre las que resplandecen en la de los Estados Unidos, sería una estrella pálida y sin valor¨.72
Después de agradecer a Banks la resolución presentada por él en el Congreso, la cual autorizaba al Presidente de los Estados Unidos a reconocer la independencia de Cuba, se lee:
¨Cuba desea después de conseguir su libertad, figurar entre los Estados de la gran República; así nos atrevemos a asegurarlo interpretando el sentimiento general . Puede Ud. estar seguro que si los E.U. no se apresuran a proporcionarnos sus valiosos auxilios, una larga guerra mantenida con un enemigo que conociendo su impotencia tala y destruye los campos que ya no volverá a poseer, ha de cubrir de ruinas nuestro hermoso país. A la gran República, como defensora de la libertad, como Nación a cuyos brazos nos lanzaremos terminada la guerra, y como protectora de los destinos de América, le corresponde en rigor, dar con su influjo un término inmediato a esta terrible contienda.¨73
Estas cartas pueden leerse íntegramente en el libro de Juan J. Pastrana, editado en Cuba en 1974, sobre documentos y cartas relacionados con Ignacio Agramonte, uno de los firmantes del mencionado acuerdo y de las mencionadas cartas de la Asamblea del Centro.
En mi ensayo antes mencionado, muestro, a otras figuras patrióticas que adoptaron posiciones anexionistas; por cierto, el historiador Emilio Roig de Leusehring reconoce que los primeros patriotas fueron anexionistas. Es más, en ese ensayo muestro como el independentismo y el anexismo en un momento de la historia de nuestra Patria no fueron en nada posiciones contrapuestas.
La extensión de la adhesión popular a la anexión también se puede leer en la entrevista realizada por James O'Kelly a Calixto García en 1873; como algo colateral se puede notar en esa entrevista, la intención de Inglaterra de llevar a Cuba a su esfera de influencia y alejarla de la anexión a los Estados Unidos:
¨Deseamos ser independientes; pero si esto es imposible, queremos unirnos a un gobierno fuerte que pueda garantizarnos la libertad y el orden, a fin de poder desarrollar en paz los recursos de nuestro país. Pero lo que deseamos antes que todo, es conseguir nuestra independencia; y creo expresar la opinión de la mayoría de los cubanos en armas, cuando digo que toda reconciliación con España es imposible, a no ser bajo la base de la independencia. Los únicos términos que podemos ofrecer son que los españoles se vayan y dejen a Cuba ocuparse de su porvenir. Creo que existe un gran partido en favor de la anexión. En el departamento central ha habido siempre muchos anexionistas, pero en el oriental el objetivo principal ha sido siempre la independencia. En los principios de la guerra los ingleses simpatizaron mucho con nosotros y aun llegaron hasta proporcionarnos algunos pequeños auxilios, sugiriéndonos la idea del establecimiento de una confederación de la Antillas. Opuestos fuertemente a la idea de la anexión nos aconsejaron con insistencia que la abandonáramos y llégose hasta alimentar la esperanza de que Inglaterra abandonaría a Jamaica como había abandonado a las islas Jónicas, para facilitar la formación de la ya mencionada confederación de las Antillas. Este proyecto ha tenido mucha aceptación en el departamento oriental, a causa, sobre todo, de la conducta observada por los Estados Unidos con nosotros durante nuestra lucha por la independencia. Hánse disgustado por ello muchos de los más decididos anexionistas. Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que, antes de adoptar ningún proyecto para el porvenir, es necesario conseguir la independencia.¨79
Al hacer una muy ligera revista de algunos de mis articulos tal como fueron publicados en la Red durante tiempos relativamente recientes, me encuentro con este comentario ridiculo sobre un ensayo mio en 2011
ResponderEliminarConociendo el verdadero monstruo por haber vivido dentro de el, afirmo al blogger que no le doy el mas minimo credito a nada publicado oficialmente en Castrolandia desde 1959.
Tampoco a la veracidad o capacidad intelectual de quienes se graduaran de esos centros de desinformacion del Regimen, cualesquiera sean las disciplinas.
A desee darles credito, que le aproveche.
En lo que se refiere a Agramonte y los proceres del 68, los castristas en un principio trataron de eliminarlos de la historia como si no hubieran existido, a la usanza de la llamada "Enciclopedia Sovietica" durante los tiempos de Stalin.
Dandose cuenta que nada de ello era factible por ridiculo, se han dedicado desde entonces a fabricar cuentos.
Digame Sr. blogero, ?Donde en la Constitucion de Guaymaro (no puedo esgribir aqui dieresis ni acentos ortograficos) se evidencia el anexionismo?
Hugo J. Byrne