Nota del Bloguista
Las obras públicas eran creación de los gobiernos nacionales o locales; la COA se debió fundamentalmente a la iniciativa privada que fue la que proporcionó el capital.Los políticos podían favorecer o obstaculizar proyectos de la iniciativa privada según beneficiara o no a la población, y otros factores, pero sin el capital ...
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Las obras públicas eran creación de los gobiernos nacionales o locales; la COA se debió fundamentalmente a la iniciativa privada que fue la que proporcionó el capital.Los políticos podían favorecer o obstaculizar proyectos de la iniciativa privada según beneficiara o no a la población, y otros factores, pero sin el capital ...
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Tomado de http://www.primaveradigital.org
Vindicación de la COA
20 de Enero de 2011
Por Rogelio Fabio Hurtado
Marianao, La Habana, 20 de enero de 2011, (PD) La Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA) fue una creación de los gobiernos auténticos (1944-1952), que garantizó el servicio de transporte en la capital, hasta que el Estado la disolvió y despojó a los propietarios de los ómnibus que constituían la Cooperativa.
Estaba integrada por los propietarios de carros, quienes designaban de común acuerdo un administrador para que atendiese todo lo referente a la misma. Para ese fin, el administrador contaba con un equipo mínimo de auxiliares, encabezado por el despedidor, quien garantizaba la organización diaria de los turnos o salidas de los ómnibus según el horario acorde con la demanda pública.
En la COA trabajaban blancos y negros, sin distinción de credo ni de ideología. Las Rutas 26 y 27 admitían a mujeres como conductoras, quienes atendían al pasaje, cobrándole y avisándole las paradas al chofer.
El conductor debía marcar en el reloj del vehículo cada pasajero que abonaba el pasaje, 8 centavos y 2 centavos la transferencia, que facilitaba una rebaja al pasajero que necesitase abordar otra ruta para completar su viaje. Tanto la subida como la bajada del ómnibus podían hacerse por ambas puertas, lo que demandaba mucha atención del conductor para que nadie se le fuese sin pagar el importe. El pasajero tenía derecho a una sola transferencia, es decir, no podía adquirir más transferencias. Es notorio que este sistema intentó aplicarse hace unos años y fue rechazado por las tripulaciones, pues les mermaban las oportunidades de buscarse algo más allá del sueldo establecido.
Aunque el pago era bueno para la época (se les pagaban 8 horas por cada 6), algunos se apropiaban de parte de la recaudación diaria, a discreción, pues si el propietario del ómnibus advertía una merma sostenida, no vacilaba en cambiar al tripulante uñilargo. La COA financiaba a un cuerpo de inspectores, quienes chequeaban el cumplimiento del horario del viaje al chofer y el cotejo entre la numeración del reloj y el Cartón, donde el despedidor de la piquera apuntaba lo recaudado en cada viaje por el conductor. El cuerpo de inspectores también ha sido descontinuado por la administración estatal.
Las piqueras de cada ruta eran focos de múltiples actividades, desde gastronómicas hasta eróticas. En los paraderos no faltaban las fondas ni los puestos de fritas y las vidrieras de apuntaciones de la bolita. Solían disponer de algún billar al que se agregaba una mesa de juego prohibido, por la que el capitán de la demarcación recibía pago. Cada paradero contaba por lo general con un garrotero (prestamista), un expendedor de mariguana y algunas putas locales. Eran puntos animados de vida las 24 horas.
En cada paradero había una pizarra grande, generalmente junto al área de colecturía, donde se anotaban los nombres de los suplentes del día y cualquier otra noticia de interés para todo el personal, como las citaciones para asambleas o las defunciones familiares, así como la funeraria donde se les velaba. En estas novedades, el sindicato ayudaba económicamente al familiar del occiso.
Además del sindicato, vinculada o no a este, existía una sociedad de empleados, en un local alquilado como sede social, donde los empleados jugaban al dominó o veían la televisión a sus anchas. En la Ruta 1, servía también de casa-club para el equipo de beisbol. En su salón tenían lugar las asambleas de afiliados, donde Rogelio, mi padre, tomaba parte apasionadamente, como activista independiente. Se había separado del Partido Comunista a raíz del pacto concertado por Stalin con Hitler, y sin obedecerlos incondicionalmente, ni votar en bloque con ellos, los apoyaba cuando entendía razonables sus propuestas. Se identificaba con la izquierda, pero detestaba seguirlos a ciegas.alt
Durante la lucha insurreccional, la COA lamentó la caída de su creador, como representante a la Cámara durante el periodo auténtico, el Dr. Menelao Mora Morales, abatido durante el heroico asalto al Palacio Presidencial y del conductor del paradero de Palatino, José María Pérez Capote, militante del Partido Socialista Popular, desaparecido por la Policía.
Después de 1959, a medida que el proceso revolucionario fue alineándose a la URSS, la COA fue suplantada por la Empresa de Ómnibus Urbanos y la gestión de cada ruta fue centralizándose. Con la desaparición de la Cooperativa también perdieron su atmósfera vital las piqueras. El tiempo fue llevándose también a sus protagonistas, Hoy casi nadie puede recordar al chofer Pepito González “Patricia”, de la Ruta 4, ni al Látigo Negro de la 85, tampoco al Gordo Macho ni al matemático Hurtado de la 1.
Creo que el último de los mohicanos de aquella COA fue un gordo bigotudo de apellido Sibila, siempre muy querido por los pasajeros de Arroyo Naranjo. En Miami sobrevivía, al menos hasta el año 2006, Elpidio Núñez, principal accionista de la Ruta 4 de Mantilla.
¿Alguien tiene noticias de la existencia de Sociedades de Empleados en los hoy llamados Depósitos de la Empresa de Ómnibus Urbanos?
rhur46@yahoo.com
Vindicación de la COA
20 de Enero de 2011
Por Rogelio Fabio Hurtado
Marianao, La Habana, 20 de enero de 2011, (PD) La Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA) fue una creación de los gobiernos auténticos (1944-1952), que garantizó el servicio de transporte en la capital, hasta que el Estado la disolvió y despojó a los propietarios de los ómnibus que constituían la Cooperativa.
Estaba integrada por los propietarios de carros, quienes designaban de común acuerdo un administrador para que atendiese todo lo referente a la misma. Para ese fin, el administrador contaba con un equipo mínimo de auxiliares, encabezado por el despedidor, quien garantizaba la organización diaria de los turnos o salidas de los ómnibus según el horario acorde con la demanda pública.
En la COA trabajaban blancos y negros, sin distinción de credo ni de ideología. Las Rutas 26 y 27 admitían a mujeres como conductoras, quienes atendían al pasaje, cobrándole y avisándole las paradas al chofer.
El conductor debía marcar en el reloj del vehículo cada pasajero que abonaba el pasaje, 8 centavos y 2 centavos la transferencia, que facilitaba una rebaja al pasajero que necesitase abordar otra ruta para completar su viaje. Tanto la subida como la bajada del ómnibus podían hacerse por ambas puertas, lo que demandaba mucha atención del conductor para que nadie se le fuese sin pagar el importe. El pasajero tenía derecho a una sola transferencia, es decir, no podía adquirir más transferencias. Es notorio que este sistema intentó aplicarse hace unos años y fue rechazado por las tripulaciones, pues les mermaban las oportunidades de buscarse algo más allá del sueldo establecido.
Aunque el pago era bueno para la época (se les pagaban 8 horas por cada 6), algunos se apropiaban de parte de la recaudación diaria, a discreción, pues si el propietario del ómnibus advertía una merma sostenida, no vacilaba en cambiar al tripulante uñilargo. La COA financiaba a un cuerpo de inspectores, quienes chequeaban el cumplimiento del horario del viaje al chofer y el cotejo entre la numeración del reloj y el Cartón, donde el despedidor de la piquera apuntaba lo recaudado en cada viaje por el conductor. El cuerpo de inspectores también ha sido descontinuado por la administración estatal.
Las piqueras de cada ruta eran focos de múltiples actividades, desde gastronómicas hasta eróticas. En los paraderos no faltaban las fondas ni los puestos de fritas y las vidrieras de apuntaciones de la bolita. Solían disponer de algún billar al que se agregaba una mesa de juego prohibido, por la que el capitán de la demarcación recibía pago. Cada paradero contaba por lo general con un garrotero (prestamista), un expendedor de mariguana y algunas putas locales. Eran puntos animados de vida las 24 horas.
En cada paradero había una pizarra grande, generalmente junto al área de colecturía, donde se anotaban los nombres de los suplentes del día y cualquier otra noticia de interés para todo el personal, como las citaciones para asambleas o las defunciones familiares, así como la funeraria donde se les velaba. En estas novedades, el sindicato ayudaba económicamente al familiar del occiso.
Además del sindicato, vinculada o no a este, existía una sociedad de empleados, en un local alquilado como sede social, donde los empleados jugaban al dominó o veían la televisión a sus anchas. En la Ruta 1, servía también de casa-club para el equipo de beisbol. En su salón tenían lugar las asambleas de afiliados, donde Rogelio, mi padre, tomaba parte apasionadamente, como activista independiente. Se había separado del Partido Comunista a raíz del pacto concertado por Stalin con Hitler, y sin obedecerlos incondicionalmente, ni votar en bloque con ellos, los apoyaba cuando entendía razonables sus propuestas. Se identificaba con la izquierda, pero detestaba seguirlos a ciegas.alt
Durante la lucha insurreccional, la COA lamentó la caída de su creador, como representante a la Cámara durante el periodo auténtico, el Dr. Menelao Mora Morales, abatido durante el heroico asalto al Palacio Presidencial y del conductor del paradero de Palatino, José María Pérez Capote, militante del Partido Socialista Popular, desaparecido por la Policía.
Después de 1959, a medida que el proceso revolucionario fue alineándose a la URSS, la COA fue suplantada por la Empresa de Ómnibus Urbanos y la gestión de cada ruta fue centralizándose. Con la desaparición de la Cooperativa también perdieron su atmósfera vital las piqueras. El tiempo fue llevándose también a sus protagonistas, Hoy casi nadie puede recordar al chofer Pepito González “Patricia”, de la Ruta 4, ni al Látigo Negro de la 85, tampoco al Gordo Macho ni al matemático Hurtado de la 1.
Creo que el último de los mohicanos de aquella COA fue un gordo bigotudo de apellido Sibila, siempre muy querido por los pasajeros de Arroyo Naranjo. En Miami sobrevivía, al menos hasta el año 2006, Elpidio Núñez, principal accionista de la Ruta 4 de Mantilla.
¿Alguien tiene noticias de la existencia de Sociedades de Empleados en los hoy llamados Depósitos de la Empresa de Ómnibus Urbanos?
rhur46@yahoo.com
¿Hay algún itinerario de las rutas de los Omnibus Aliados?? Yo asistía a la Escuela Profesional de Comercio de La Habana en Ayestarán #175 esquina a Néstor Sardiñas por las noches e iba y venía en un ómnibus, no recuerdo cuál, que de regreso tomaba en Ayestarán y Factor y me dejaba en Infanta y San Lázaro. Han pasado muchos años y otro compañero de mi edad de esa misma época tampoco se recuerda. Me dicen que las rutas 17 y 43 NO llegaban hasta San Lázaro. ¿Puede decirme cuál sería? A pie yo no iba. Muchísimas gracias, guarina
ResponderEliminar8/03/2014
ResponderEliminarHay algun medio oara suscribirse a Baracutey Cubano ??
alriguero@q.com
Saludos
ResponderEliminarPara leera Baracutey no hay que suscribirse. Gracias por leer a Baracutey Cubano
Pedro Pablo, el Editor o Bloguista de BC
Mi papá era conductor de la ruta 23 en lawton y muchas veces fui con el su recorrido, una época muy bonita y recuerdo que tenían un club de guagueros con un televisor gigante para aquellos tiempos,
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