Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Su Santidad Benedicto XVI visitó la Isla de Cuba con el ostensible propósito de participar en la celebración del 400 aniversario de la aparición de la Virgen de la Caridad en las olas acariciadoras de la Bahía de Nipe. Los voceros de la Curia Vaticana pusieron especial énfasis en señalar que el Papa viajaba como un peregrino más para rezar ante el altar de nuestra Virgen Mambisa y que su visita no tenía connotación política alguna. Pero, separar la religión de la política cuando se visita una tiranía que ha politizado desde las artes hasta los deportes en su misión de vender un sistema fracasado, es un milagro que no está al alcance ni siquiera del Vicario de Cristo en la Tierra. Como Juan Pablo Segundo hace catorce años, Benedicto fue a Cuba a fortalecer su iglesia. Como hace catorce años con Juan Pablo Segundo, los Castro recibieron a este Pontífice para ganar el prestigio que les permita prolongar su moribunda tiranía. En ambos casos, Juan Pablo y Benedicto subestimaron a los diablos de Birán y entregaron más de lo que recibieron.
Con motivo de la visita del Papa, el tiranuelo analfabeto aprovechó un escenario a nivel mundial para diseminar la propaganda vitriólica y mentirosa que aprendió de su hermano moribundo. Con la voz gangosa y afectada de los cobardes que esconden el miedo que les embarga, la emprendió contra un "bloqueo" norteamericano que desde hace veinte años no sólo ha desaparecido sino se ha transformado en un intenso intercambio comercial entre Washington y La Habana. Después dijo con el descaro que siempre ha caracterizado a estos miserables que en Cuba no hay presos políticos y que el gobierno comunista ha mantenido siempre unas excelentes relaciones con la Iglesia Católica.
El pobre desempeño del general cuyos ejércitos se anotan victorias reprimiendo damas indefensas me trajo a la mente un reciente artículo del Dr. Oscar Elías Biscet titulado: "Quienes manipulan la historia no engañan a nadie". Esta afirmación de Biscet tiene, por otra parte, el corolario siguiente: Quienes ignoran la opresión de un pueblo se hacen cómplices de sus opresores. Y esa ha sido, por desgracia, la conducta de la Curia Vaticana y la jerarquía católica cubana con respecto al régimen comunista desde mediados de la década de 1960. El Vaticano y La Habana han promovido sus propias agendas a espaldas y en detrimento de las aspiraciones genuinas y los intereses legítimos del pueblo cubano.
(Benedicto XVI y Raúl Castro)
Por eso el circo que vimos por estos días en Cuba fue un diálogo entre sordos ante la presencia de un pueblo diezmado por la injusticia del régimen comunista y sin esperanzas de redención por una iglesia que debería proteger a los más débiles y desamparados. Como Juan Pablo Segundo, Benedicto XVI habló en eufemismos y generalidades para no molestar a sus iracundos anfitriones. Sus declaraciones a bordo del Pastor Uno sobre la quiebra de la ideología comunista nos hicieron albergar esperanzas de que este viaje papal sería diferente.
Pero, como en la casa del pobre, nuestra alegría duró muy poco. Cuando los voceros de la satrapía contestaron en forma airada, Benedicto XVI decidió, o decidieron por él los jerarcas de la curia, callarse la boca. No querían sufrir las represalias aplicadas por el gobierno contra el Arzobispo Patriota, Pedro Meurice, después de sus palabras a Juan Pablo Segundo en 1998 poniendo al descubierto la maldad de la tiranía.
A partir de ese momento, Benedicto XVI habló en parábolas que, para personas sin formación cristiana como los cubanos nacidos bajo la tiranía, deben haber sido recibidas como pronunciadas en latín o griego. Dijo por ejemplo que le pedía a la Madre de Dios su "intercesión para que guie los destinos de esta amada nación por los caminos de la justicia, de la paz, de la libertad y de la reconciliación". Y en otra de sus intervenciones dijo:"No se puede seguir por más tiempo en la misma dirección cultural y moral que ha causado la dolorosa situación que tantos experimentan". Agregó que rezaba para que los cubanos llegaran un día a vivir en armonía unos con los otros. ¡Ah, y como en sintonía con el mensaje gastado de Raúl Castro, le dijo al pueblo cubano que era importante tener paciencia!
Su Santidad propuso nada menos que la paciencia y la armonía del preso con el carcelero, del cordero con el matarife o del esclavo con el amo. Eso es un insulto a un pueblo cansado de palabras vacías y gestos simbólicos que esperaba con ansiedad una luz de esperanza y un mensaje claro y directo de solidaridad con su tragedia nacional. Benedicto XVI perdió la oportunidad de fortalecer su iglesia y hasta quizás de cambiar el curso de la historia de Cuba con haber pedido libertad inmediata para los presos políticos, libre entrada y salida de cubanos del territorio nacional y el fin de la discriminación por razones raciales, religiosas, ideológicas o sexuales. Y, si de verdad hubiera querido ahorrar palabras y consagrarse como ídolo de nuestro pueblo, haberle dicho a los tiranos: "Suelten a los presos y dejen de martirizar a su pueblo". Pero, para quienes la conducta de los papas está por encima de todo cuestionamiento, eso hubiera sido pedirle mucho.
Yo creo, sin embargo, todo lo contrario. Creo que las altas jerarquías y los grandes honores imponen grandes responsabilidades y demandan grandes gestos. Benedicto XVI está sin dudas en esa categoría y pudo haber tenido un gesto más elocuente que todas las palabras redactadas para sus discursos por los lingüistas del Vaticano y leídas por el Pontífice en un casi perfecto español. ¿Puede el lector imaginar el impacto demoledor contra la tiranía que habría tenido una foto del frágil prelado alemán junto a nuestra hermosa heroína de ébano Berta Soler? Lamentablemente, Benedicto XVI rechazó a Berta y, como Juan Pablo Segundo, sacó fuerzas de su cuerpo cansado por el largo viaje y se fue a posar con Fidel Castro y la bruja de Dalia Soto del Valle.
La pregunta para la que no tenemos respuesta es ¿cuán profundo será el dolor de nuestra Virgen Mambisa ante la conducta de quienes hacen causa común con el César e ignoran el evangelio de su Hijo en la enseñanza de la parábola del Buen Pastor? Ante esta interrogante hemos elevado una súplica en formato de oración a nuestra Virgen de la Caridad del Cobre. No es una oración original sino una paráfrasis de la hermosa oración de la SALVE donde los católicos pedimos la intercesión de la Madre de nuestro Salvador. En este caso, el grito de un cubano con el alma desgarrada ante tanta manipulación, tanta mentira y tanta ignominia.
Esta es la súplica: "Dios te salve María de la Caridad, reina y madre del pueblo cubano. A ti llamamos los hijos oprimidos de Mariana, de Leonor de Laura, y de Gloria. A ti suspiramos gimiendo y llorando en esta tierra atribulada por la opresión, el odio y la miseria. Idolatrada abogada de los oprimidos rompe las cadenas de nuestro cautiverio. Y, después de este holocausto de más de medio siglo, llévanos a Jesús fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce virgen de la Caridad ruega por nosotros y por nuestra patria por los siglos de los siglos. AMEN".
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