Eduardo Del Llano desde Cuba: LA DESMEMORIA (primera parte)
Por Eduardo Del Llano
29-05-2012
Hace unos años, cuando se inauguró el monumento a Lennon en el parque de 17 y 8, en el Vedado, recuerdo haber pensado que quienes ahora homenajeaban al británico y lo llamaban un gran revolucionario eran los mismos que unas décadas antes habían considerado al rock una influencia negativa sobre la vulnerable juventud cubana, y castigado de diversas maneras a numerosos seguidores del género. Insisto: no fue sólo el mismo sistema social quien descalificó primero al Beatle y lo canonizó después, sino exactamente las mismas personas. Por supuesto, rectificar es de sabios. En cambio, actuar como si los errores del pasado jamás hubieran ocurrido es cometer un error nuevo, con múltiples aristas.
Que la ciudadanía viva en un eterno presente resulta útil al poder no sólo porque se olvidan las equivocaciones y las culpas, sino para la conservación de la fe. En el caso cubano, en que el gobierno no ha sufrido variaciones sustanciales durante cincuenta y tres años (excepción hecha de un pequeño enroque intrafamiliar) ha habido tiempo para la acumulación de demasiados errores, algunos de ellos de carácter inquietantemente cíclico, en tanto no pocos beneficios y facetas positivas del sistema se deslavaron y difuminaron, han ido perdiendo su pureza como consecuencia de improvisaciones y mejoras que no mejoraron nada, o bien el ciudadano (privado de la posibilidad real de comparar) los da por sentados, por el orden natural de las cosas. Sin Internet, sin tiempo y sin historia de sus propios años, a la gente le queda apenas el recuerdo, y el recuerdo de los mayores no sólo puede jugar malas pasadas y variar de un individuo a otro, sino que a los jóvenes se les hace latoso, o simplemente no les importa.
Desde cuotas de azúcar solidariamente donadas y nunca recuperadas hasta el puñetero cable óptico de Venezuela, desde la UMAP hasta los artistas y deportistas que, al emigrar, se vuelven tan impronunciables como Voldemort, desde el Cordón de la Habana a los trabajadores sociales, desde nuestra relación presente y futura (¿) con la carne de res hasta los brotes de violencia policial, hay mucho en nuestra historia reciente de lo que no se habla y por lo que merecemos explicaciones y más de una disculpa. No explicaciones en la prensa extranjera o foros internacionales, ni ese tipo de recuentos en que al final parece que nosotros, los sobrevivientes, somos los verdaderos responsables (si no el imperialismo o la mala suerte); hablo de la autocrítica, la reescritura de una historia llena de tópicos triunfalistas, el análisis abierto, con la participación de las verdades de todos. No creo que eso debilite al gobierno; todo lo contrario, podría impedir la repetición de los errores toda vez que lo acercaría a la que debería ser principal entidad fiscalizadora: la gente común. Dicho de otro modo, hacerlo tendería un puente sobre el abismo que media hoy entre gobernantes y gobernados, entre la imagen que se exporta y la que refleja cualquier espejo casero cagado de moscas y con los bordes oxidados.
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