LA "DEUDA ODIOSA" DE LA DICTADURA DE CASTRO
Por Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos
Medalla Presidencial de la Libertad
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La viuda estaba atribulada por el peso de la deuda dejada por su marido. A la ausencia de pago sus hijos serían convertidos en siervos. Su honor y fuertes convicciones morales no le permitían deshonrar a su familia. Por esto acude a los consejos del varón de Dios, pastor de ovejas y agricultor, Eliseo.
El hombre sabio, al contemplar en la viuda la buena disposición de resolver tan grave asunto, la orienta en cómo darle solución. La mujer se puso a trabajar intensamente con sus hijos y pudo pagar la deuda a sus acreedores y conservar recursos para su digna subsistencia (Libro 2 Reyes, Capitulo 4, Versículos 1-7.).
Con el transcurrir del tiempo, otra viuda, nombrada: Cristina Fernández de Kirchner, mandataria argentina, tuvo una aptitud muy distinta en todos los aspectos a la mujer descrita en los párrafos anteriores.
Cristina continuó el legado espurio de su marido, Néstor Kirchner, Presidente de Argentina, de 2003-2007, el cual se comprometió en adquirir créditos financieros, vendió bonos y aumento el endeudamiento del país. Después, sin el más mínimo pudor ni bochorno, se negó públicamente a pagar estos préstamos y procedió a vituperar a sus acreedores. Fernández reafirmó con gritos histéricos que no iba a pagar a un “fondo buitre”, tal como califica a los que compraron sus bonos nacionales. La gobernante no quiere pagar y los acusa de ladrones.
Estos actos ignominiosos evocan a la propaganda comunista de Fidel Castro en la década de los ochentas, cuando levanto las banderas de una campaña internacional para que muchos países dejaran de pagar sus deudas externas. Todo ello, con el objetivo de arruinar al Sistema Financiero Mundial, y establecer el nuevo orden económico internacional socialista.
Durante el período cubano-soviético, el régimen castrista recibió entre 5 y 6 mil millones de dólares anuales de la URSS. A pesar de todo, el pueblo cubano siguió viviendo en la miseria mientras las fuerzas represivas castrenses disfrutaban de una insólita bonanza y, entre los gobernantes, Castro era declarado por la bien informada revista Forbes, como el séptimo millonario del mundo.
Bajo esta protección soviética, Castro comenzó una intensa campaña internacional de no pagar los compromisos contraídos con el Sistema Financiero Mundial. Muchos años después inspirados en esta cruzada castrista se hicieron coparticipé los Kirchner.
Sin embargo, al mismo tiempo en que Castro hacía propaganda para desestabilizar el comercio, los negocios y los préstamos a través de la negación al pago de la deuda externa, renegociaba en secreto con sus acreedores y hacía alardes de su estabilidad financiera gracias al apoyo de la Unión Soviética.
El régimen de Castro es el segundo mayor deudor del Club de París. En el 2010 debía 1,975 mil millones de dólares a estos acreedores; y su deuda externa total era de 21,02 miles de millones. Este año aumento su deberes a 50 millones de dólares. O sea, podemos afirmar que cada cubano debe aproximadamente 2,000 US Dólares.
A la viuda de los tiempos del profeta Eliseo la amenazaron con hacer de sus hijos siervos si no pagaba la deuda. A la mandataria Fernández le confiscaron la fragata militar “Libertad”. Yo me pregunto: ¿Qué pasará con la deuda astronómica de Castro y su régimen tiránico?
En Cuba democrática y libre debe surgir un Parlamento con semejantes características, y estos deben determinar qué hacer. Lo ideal es que los diputados declaren al régimen socialista de Castro como una tiranía impuesta por las fuerzas a la nación y declaren ilegal todos sus actos durante su mandato.
Pudiera considerarse la imposición de multas o confiscación de los activos y recursos financieros a las empresas que comercializaron con la dictadura comunista, o beneficiar ampliamente a las empresas que no sufragaron la mantención del régimen Castro-estalinista en el poder.
Estos diputados deben clasificar la deuda externa de la nación con los criterios de Alexander Sack, es decir, definir con claridad que estos adeudos son parte de una deuda execrable o ilegitima. A tal efecto, Sack nos dice: “Si un poder despótico incurre en una deuda no por las necesidades o los intereses del Estado sino para otorgar mayor fuerza a su régimen despótico, para reprimir a la población que se le enfrenta, etc., esta deuda es odiosa para la población de todo el Estado".
Y más adelante continua: "Esta deuda no es una obligación para la nación; es una deuda del régimen, una deuda personal del poder que la ha tomado, por lo tanto ésta cae con la caída del poder que la tomó. La razón por la que no se puede considerar que estas deudas odiosas graven el territorio del Estado es que dichas deudas no cumplen con una de las condiciones que determinan la legalidad de las deudas del Estado, que dice: las deudas del Estado deben ser tomadas y los fondos deben ser empleados para satisfacer la necesidades y los intereses del Estado”.
Y, como para que no nos queden dudas, concluye: "Las deudas odiosas tomadas y usadas con fines que, con el conocimiento de los acreedores, son contrarios a los intereses de la nación, no comprometen a esta última -en el caso que la nación tenga éxito en liberarse del gobierno que incurrió en ellas- excepto por la cantidad con la que obtuvo beneficios de esas deudas. Los acreedores han cometido un acto hostil para con la población; ellos, por lo tanto, no pueden esperar que la nación liberada de un poder despótico asuma las deudas odiosas, que son deudas específicas de ese poder opresor”.
Algunos gobiernos de países se han amparado en criterios como estos para no asumir los compromisos de dictaduras como la de los Castro. Paradigma de lo anterior fue el Estado mexicano con la deuda contraída por el Emperador Maximiliano I de México; los Estados Unidos, durante el periodo de transito a la independencia de Cuba, considero que era una deuda odiosa la dejada a los isleños por el Imperio español. De la misma manera reclaman los tunecinos sobre la deuda impuesta por el régimen de Ben Alí.
Por esto, muchos de los empresarios y gobiernos que han estado ayudando a sostener durante años al régimen estalinista de Castro basan sus esperanzas en un cambio político pactado con la cúpula del gobierno comunista. El objetivo obvio es asegurar maliciosamente sus dineros e inversiones en Cuba.
Sólo una deuda nacional o personal legitima constituye una obligación moral y legal que debe ser satisfecha por medio del pago. La "deuda odiosa" de la tiranía no califica dentro de esa categoría. Su pago traería consecuencias nefastas y constituiría un gravamen negativo sobre la familia y la nación cubana.
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