ECURED: los fieles y los difuntos
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ECURED no solamente peca por omisión, sino también por comisión
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Por Haroldo Dilla Alfonso
Santo Domingo
12/08/2013
Es usual que aparezcan portales virtuales con aspiraciones a convertirse en enciclopedias. En ocasiones funcionan como archivos documentales de altísima calidad. Por eso no es extraño que también suceda en nuestra Isla, y aparezca, por ejemplo, ECURED. Y con esa pasión irrefrenable que tienen los cubanos a sonar como José Martí y a vivir cada pedacito de la vida con ínfulas trascendentales, ECURED se anuncia como “un espacio de conocimientos con todos y para todos, desde Cuba y con el mundo”. Y modestamente remite su nombre a la noción de ecúmene.
Y creo que puede fundamentalmente hacerlo cuando trata con temas o personas que por sus contenidos y formas de actuación públicas pueden guardar distancias de los escabrosos temas políticos. Pero ECURED, por su contenido y por sus procedimientos, se enreda en sus propósitos cuando entra en el campo en que las ideas barruntan la contemporaneidad, y por tanto cobra un sentido político. Se inserta en esa práctica de contiendas binarias que caracteriza a la política cubana, y no puede asumir la noción que proclama de totalidad ecuménica, ni siquiera de campear imparcialmente en nuestra sociedad transnacional. Y por eso su administrador se ocupó en cierta ocasión de revalidar su dimensión militante —anticolonial, dijo— lo que ha llevado al portal a ser otro momento de la exclusión y del enfrentamiento maniqueo. ECURED no es un puente, sino una trinchera. No es parte de la solución, sino del problema.
Como no soy experto en tecnologías informáticas, menos aun en diseños de portales, no me detengo en estos temas más que para decir que se trata de una página extremadamente lenta, precaria y muy poco atractiva. Aún con una buena velocidad de banda ancha, hay que esperar para que aparezca en pantalla o pase a otra página interna. Su página principal es un batiburrillo de consejos para la vida, alabanzas a Hugo Chávez, noticias diversas, y curiosidades para adolescentes poco avispados. Sus textos parecen sacados de aburridos currículos académicos, y sus artículos están tan mal redactados que provocan rechazos espontáneos.
No sé hasta donde estas oquedades formales son culpa del “bloqueo imperialista” o de la incapacidad de sus artífices, pero presumo que siendo esto un proyecto absolutamente gubernamental —no sería posible de otra manera en Cuba aunque su administrador se rasgue las vestiduras diciendo que es colaborativo y descentralizado— la Isla merecía una vitrina un poco más sofisticada. Y si sus sostenedores quieren seguir creyendo que hacen algo alternativo, deben al menos hacerlo con más gracia, siquiera para que los lectores puedan imaginar de mejor manera al mundo prometido.
Pero si fuera solamente una página fea y lenta, pero estuviera realmente guiada por una motivación ecuménica, yo pasaría por alto los inconvenientes y aplaudiría sus contenidos. Solo que, como decía antes, ECURED es un remanente de esa “batalla de ideas” que los tecnócratas cubanos han dejado al puñado de funcionarios más o menos letrados que viven en —y de— la ideología.
Los pensadores sociales que aparecen en ECURED son de dos tipos: difuntos y fieles. Con los primeros es más permisiva, y los difuntos, paulatinamente se van ganando el derecho a ser considerados como parte de la ecúmene de ECURED. Figuras anatematizadas por la política cultural oficial —sea porque en algún momento mantuvieron algún perfil crítico o cultivaron alguna “ideología burguesa”— tienen ahora su espacio en ECURED. Pero solo tras subordinarlos, tamizarlos, hasta hacerlos digeribles. Foucault diría disciplinarlos.
Mi amigo Lichi Diego parece un novelista de fantasías, cuando en realidad fue un crítico político de primer orden y mayores quilates. Jorge Mañach no tuvo mejor suerte y su último muy fecundo año en Río Piedras solo lo pasó, según ECURED, dando conferencias sin mencionar una obra de tan altos vuelos como Teoría de la Frontera. Al gran Moreno Fraginals le despojaron hasta del buen humor. La vida creativa de Jesus Díaz llega hasta 1987 cuando publicó “las iniciales de la tierra”, pues tras eso, “en sus últimos años, se convirtió en un activo colaborador de la maquinaria propagandística contra Cuba a través de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, sostenida con fondos del gobierno norteamericano”.
Pero el principal problema está con los vivos.
Siempre refiriéndome a los cientistas sociales más apegados a la contemporaneidad, la primera cualidad que ECURED impone es que estas personas vivan en la Isla. Los científicos sociales exiliados-emigrados que tengan la suerte de seguir vivos deben conformarse con ello y no aspirar a aparecer en ECURED. Digamos, para hurgar solo en la parte más consagrada, que no aparecen personalidades como Carmelo Mesa Lago, Alejandro Portes, Silvia Pedraza, Marifeli Perez Stable o Eusebio Mujal, cubanos y cubanas cuyas obras llenan anaqueles. Pero tampoco la miríada de pensadores que de esa misma generación o más jóvenes, incursionan espacios privilegiados de la creación cultural y académica en los dos mundos, el viejo y el nuevo.
Solo vi un nombre de un cientista social vivo y emigrado: Rafael Rojas. Pero no fue incluido sin más —como Rafael lo merece por su obra consolidada— sino para sostenerlo por las bridas mientras lo llenan de los más vulgares insultos que indican que ECURED no solamente peca por omisión, sino también por comisión. Y que de paso carece de las sutilezas necesarias que hacen evitable la blasfemia.
Pero son también trágicas las omisiones de pensadores “insulares” que se ubican en un espacio que va desde críticos estrictamente académicos que mantienen una adscripción fundamental al sistema hasta toda la pléyade de figuras intelectuales que se ubican en el activismo político opositor.
En el primer caso es notable la ausencia —para citar un ejemplo— del sociólogo Juan Valdés Paz. Se trata de un agudo pensador social cubano que reside en La Habana, un auténtico erudito, autor de varios y renombrados libros y cuya lealtad política al sistema cubano no se discute. Solo que Valdes Paz ha ejercido su adhesión desde posturas críticas muy agudas y dignas. Un caso que nos sirve para entender la debilidad de un poder político que es incapaz hasta de asumir en su regazo a quienes ven en él una virtud que debe ser mejorada.
Otros nombres —Cuesta Morúa, Reinaldo Escobar, Dagoberto Valdés, Dimas Castellanos, Miriam Celaya o Espinosa Chepe, entre otros— no aparecen a pesar de tratarse de personas ampliamente conocidas en el mundo interesado en los temas cubanos. Y no solo por sus activismos opositores, sino también por sus análisis de la realidad nacional desde los ángulos diferentes de sus disciplinas. De ese campo solo aparece Yoani Sánchez, pero más cubierta de improperios que Lucifer en una misa dominical.
Y si Valdés Paz y Cuesta Morúa no aparecen no es porque no tengan méritos de sobra, sino porque en este campo que nos ocupa ECURED solo admite a los muy fieles. De manera que es la fidelidad, y no la cualidad intelectual, el criterio decisivo para estar dentro o fuera. Lo que explica, que ECURED desestime el tremendo caudal de producción académica e intelectual producida en la diáspora cuando tiene el menor sello crítico (e incluso cuando no lo tiene) y consagre a los cortesanos ideológicos que revolotean en torno al gobierno cuabno. Basta revisar las páginas de ECURED para comprobar que en los espacios dedicados a la sociología, la politología y el pensamiento filosófico predominan personas que carecen de aportes significativos al pensamiento social cubano. E incluso que arrastran pedigrís represivos contra personas e instituciones intelectuales, como son los casos de Eliades Acosta, Thalía Fung, Isabel Monal, Miguel Limia, y Enrique Ubieta. Además de prominentes figuras del clan Castro como son Alex y Mariela —el linaje obliga— el primero presentado nada más y nada menos que como un reputado camarógrafo y fotógrafo.
No sé si la inclusión tan poco envidiable de Rafael Rojas en ECURED fue anterior o posterior a un artículo que este escribió en El País quejándose de las omisiones y desviaciones del portal. Le denominó algo así como policías del recuerdo, y según Rojas ECURED era una página web parcializada y partidarizada. Creo que Rojas tenía razón. Y lo que es peor, la sigue teniendo.
Lamento mucho que mi amigo Rafael haya acertado. Y creo que él también lo lamenta. Ojalá se hubiera equivocado, y que ECURED fuese un puente entre todos los espacios que componen hoy la sociedad transnacional cubana. Un puente no exento de debates, pues no somos iguales, pero puente al fin y al cabo, y no la trinchera que es. Eso la hubiera hecho efectivamente alternativa, si de alternatividad a la exclusión y a la intolerancia se tratara. Pero ECURED ha apostado por seguir siendo parte del mismo problema. Y continuar digiriendo su pesada carga de fieles irrelevantes y difuntos disciplinados.
Solo a manera de chiste final, quiero recordar a los lectores que si desean leer algo sobre Ángel Castro, el papá de Fidel y Raúl, pueden ver su entrada en ECURED. Les cito una oración tan reñida con el decoro como con la sintaxis castellana: “un gran hombre —dice ECURED— de cualidades con carácter fuerte e impulsor de las grandes ideas de su Galicia querida con grandes y buenos triunfos para su desarrollo en la tierra donde nacieron sus grandes hijos” (sic).
¿Algo les recordó a Pyongyang?
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Rafael Tamayo ex combatiente del Ejercito Rebelde en el II Frente Frank Pais a las ordenes de Abelardo Colome Ibarra y quien fuera muy amigo de Ramon Castro Ruz, narra la historia delincuencial del padre de Fidel Castro.
Parte I
Parte 2
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