Video donde Jaime Bayly entrevista al Padre José Conrado Rodríguez Alegre. Carta del padre José Conrado a Fidel Castro en septiembre 1994. Carta del padre José Conrado a Raúl Castro el 5 de febrero de 2009
¨Cuando la Patria peligra y la indolencia sensible de unos, y la execrable perfidia de otros, hace que el pueblo duerma y vaya aproximándose a pasos gigantescos a un precipicio, ¿es imprudencia levantar la voz y advertir el peligro? Esa podrá ser la prudencia de los débiles. Mi corazón la desconoce(*).¨
P. Félix Varela
* En El Habanero, “Carta del editor de este papel a un amigo“, tomado de Escritos políticos, p. 200.
El padre José Conrado Rodríguez Alegre junto a los opositores Jorge Abad y Miguel Sigler Amaya, la Dama de Blanco Josefa López Peña y este bloguista: Pedro Pablo Arencibia, cuando el sacerdote visitó y honró la casa de Miguel y Josefa al mediodía del 30 de agosto de 2013.
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CARTAS DEL PADRE JOSE CONRADO A FIDEL CASTRO Y RAÚL CASTRO
Tomado de http://www.aplopress.com/Carta_JC-01.htm
Cuando la Patria peligra, carta escrita en 1994
Señor Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba.
Estimado señor presidente:
Una profunda preocupación por la situación que atraviesa nuestro pueblo me mueve a escribirle para que usted ponga atención a mis razones, y le dé adecuada respuesta.
Aunque mucha gente sencilla lo disculpa a usted diciendo que no conoce la verdad de lo que está pasando, yo no comparto esa opinión. ¿Qué es lo que usted no conoce de la desgraciada situación en que viven los casi 11 millones de cubanos que están en la Isla? No pretendo, pues, hacerle descubrir lo que ya usted conoce, sino tratar de que vea desde nuevas perspectivas las mismas realidades.
El bloque socialista:
Por más de 30 años nuestro país suscribió un tipo de política cuya piedra angular era la violencia. Se justificaba esta política con la presencia a sólo 90 millas de un poderoso y tenaz enemigo, los Estados Unidos de Norteamérica. La forma de hacer frente a este poderoso enemigo fue ponernos bajo la égida de la potencia que por años se le enfrentó, la Unión Soviética, pasando a formar parte de países que configuraban el bloque socialista liderados por aquella superpotencia.
Mientras la Unión Soviética ayudaba masiva y sostenidamente nuestra economía y apoyaba decisivamente nuestra carrera de armamentos, Cuba fue cayendo en un estado de violencia interna y de profunda represión. Fuera de nuestro país nos vimos envueltos en una serie de enfrentamientos globales que nos colocaban en el vórtice de la violencia planetaria. A través de la guerra y la propaganda nos volvimos maestros y protagonistas del enfrentamiento en diversas partes del mundo, pero esa política quedó sin vigencia, sin eficacia, con la desaparición de la Unión Soviética y el bloque socialista. Por bastante tiempo aquélla pareció una política eficaz, pero en realidad resultó ser una política equivocada.
El utilizar dentro y fuera de nuestro país el odio, la división y la violencia, la sospecha y la enemistad, ha sido la causa principal de nuestras pasadas y presentes desgracias.
Ahora es cuando lo vemos más claro. La hipertrofia del estado cada vez más poderoso dejó a nuestro pueblo en la indefensión y el silencio. La ausencia e inexistencia de espacios de libertad para que surgieran críticas sanas y criterios alternativos nos hizo rodar por la riesgosa cuesta del volitismo político y la intolerancia social. Sus frutos fueron la hipocresía y el disimulo, la insinceridad y la mentira, y un estado general de amedrentamiento que afectaba a todos en la Isla.
Ese tipo de política dio al traste con nuestra economía, perdimos el sentido de lo que valen las cosas y lo que es peor, las personas. El desprecio por la vida humana es resultado de la violencia y la represión. Nos acostumbramos a no ganar el pan con el sudor de nuestra frente y a vivir con la mayor dependencia respecto de la ayuda que nos daban los demás. Hemos vivido en la mentira, engañando y engañándonos. Hemos hecho el mal y ese mal se ha volcado contra nosotros, sobre nosotros.
Todos somos responsables, pero nadie lo es en mayor proporción que usted. He oído decir muchas veces, que aún los más cercanos a usted, le tienen miedo. He oído decir, que incluso sus propios hijos han sido rechazados por usted cuando han intentado decirle estas verdades.
Yo sé que los obispos católicos de Cuba, al menos han tratado de razonar con usted sobre estas cuestiones, sin ser escuchados. No quiero ni puedo, en conciencia, permanecer por más tiempo en silencio y por ello le hablo, porque pienso que todavía se podría rectificar el rumbo, como usted tantas veces proclama ser sus deseos, a la patria.
En estos momentos, si usted quisiera, podría existir la oportunidad de lograr un arreglo pacífico y negociado en el seno de nuestro país a través de un diálogo nacional que tenga en cuenta las distintas tendencias dentro del Partido Comunista, los grupos disidentes dentro de la Isla, e incluidos también los cubanos de la diáspora. Podríamos dar paso a una consulta popular, libre y democrática, que en un clima de respeto y tolerancia permitiera oír la voz de todo nuestro pueblo. Si usted encabezara ese proceso, respetando plenamente la pureza del juego democrático, evitaría el baño de sangre que las actuales circunstancias auguran y presagian, y desgraciadamente harán inevitable.
Aquellos compatriotas nuestros que todavía lo siguen a usted no se negarán a participar y preservar ese proceso si usted es quien lo apoya.
Estoy seguro de que todos los gobiernos del mundo, incluso sus actuales adversarios, más aún estoy seguro de que todos los hombres de buena voluntad, dentro y fuera de Cuba, apoyarán ese paso. Me temo, sin embargo, que si usted no toma una decisión rápida y en ese sentido, quedará usted en la memoria de nuestro pueblo, aún de los que por tantos años han sido sus seguidores, como el más funesto gobernante de la historia de Cuba.
Pueblo bondadoso
Por otra parte, el pueblo de Cuba es bondadoso y sabe ser generoso, y sabrá reconocer y agradecerle que usted lo haya librado de los horrores de la guerra civil o de la prolongación innecesaria del actual desesperado estado de la nación, olvidando quizás todos los agravios anteriores.
Hace mucho tiempo otro sacerdote cubano, el padre Félix Varela, escribió estas sabias y valientes palabras que ahora hago plenamente mías: "Cuando la patria peligra y la indolencia insensible de algunos y la execrable perfidia de otros hace que el pueblo duerma y vaya aproximándose a pasos gigantescos a un precipicio, ¿es imprudente levantar la voz y advertir el peligro? Esa es la prudencia de los débiles, mi corazón la desconoce."
Pidiéndole al Señor por usted y encomendándole a la Virgen de la Caridad del Cobre, le ruego a usted que acepte las humildes sugerencias de un pobre sacerdote que comparte con su pueblo sus actuales angustias y sus futuras esperanzas.
Servidor de Cristo y de Cuba.
José Conrado Rodríguez, presbítero de Palma Soriano
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Escrito por Padre José Conrado Rodríguez
jueves, 05 de febrero de 2009
Carta abierta al General de Ejército Raúl Castro Ruz,
Presidente de la República de Cuba.
Estimado Señor Presidente:
Hace quince años me atreví a escribirle al entonces jefe del Estado cubano, Doctor Fidel Castro Ruz, por aquel entonces Presidente de nuestro país. La gravedad de aquella hora me lo impuso como un deber para el bien de la Patria. La gravedad de esta hora me impone escribirle a Ud. para hacerle partícipe de mis preocupaciones actuales. ¿Debo acaso describirle la situación de nuestro país? La crisis económica afecta a todos los hogares y hace que las personas vivan angustiosamente preguntándose: ¿qué voy a comer o con qué me voy a vestir? ¿Cómo conseguiré lo más elemental para los míos? Las dificultades de cada día se tornan tan aplastantes que nos mantienen sumidos en la tristeza y la desesperanza. La inseguridad y el sentimiento generalizado de indefensión provocan la amoralidad, la hipocresía y la doble cara. Vale todo porque nada vale, más que la sobrevivencia a todo precio, que luego descubrimos que es “a cualquier precio”. De ahí que el sueño de los cubanos, en especial de los más jóvenes, sea abandonar el país.
Parecería que nuestra patria está ante un callejón sin salida. Como hombre de fe, sin embargo, yo creo que Dios jamás nos pone ante situaciones absolutamente desesperadas. Creo firmemente que nuestro camino como nación y como pueblo, no acaba en un precipicio ineluctable, en una realidad de desgracia irreversible. Siempre hay una solución, pero se necesita audacia para buscarla y encontrarla. En sus recientes y urgidos llamamientos a trabajar con tesón incansable creo reconocer una peculiar y certera percepción de la gravedad del momento, pero también, que Ud. considera que la solución depende de nosotros. Pero como decía aquel slogan convertido en chiste… “No basta decir pa’lante, hay que saber pa’ dónde”.
Hemos vivido culpando de nuestra realidad al enemigo, o incluso a los amigos: la caída del bloque de países comunistas en Europa del Este, junto con el embargo comercial de los Estados Unidos se han convertido en el totí que carga con todas nuestras culpas. Y esa es una cómoda pero engañosa salida ante el problema. Como decía Miguel de Unamuno, “solemos entretenernos en contarle los pelos que la esfinge tiene en su cola, porque nos da miedo mirarla a los ojos”.
No basta, General, con resolver los problemas, ciertamente graves y urgentes, de la comida, o del techo, que en los recientes huracanes, tantos compatriotas acaban de perder “con sus pobres enseres: miedos, penas”. Estamos en un momento tan crítico que debemos plantearnos una profunda revisión de nuestros criterios y de nuestras prácticas, de nuestras aspiraciones y de nuestros objetivos. Y aquí cabría, con todo respeto, recordar aquellas palabras que nuestro Apóstol nacional José Martí le escribió al Generalísimo Gómez en una situación en cierto modo semejante: “No se funda un pueblo, general, como se manda un campamento”.
El mundo está cambiando. La reciente elección de un ciudadano negro para ocupar la primera magistratura de un país antiguamente reconocido como racista y violador de los derechos civiles de los negros, nos dice que algo está cambiando en este mundo. La encomiable y fraternal preocupación de nuestros hermanos del exilio ante los fenómenos meteorológicos que recientemente han golpeado a nuestro pueblo, y su ayuda generosa, desinteresada e inmediata, son el signo de que algo está cambiando entre nosotros. El gobierno cubano que Ud. hoy encabeza, debe tener la audacia de encarar esos cambios con nuevos criterios y nuevas actitudes.
Nuestro país ha reaccionado con valor cuando un gobierno foráneo ha querido inmiscuirse en nuestros problemas nacionales. Sin embargo, cuando se trata de la violación de los Derechos Humanos, no solo los gobiernos, sino hasta las personas individuales, los simples ciudadanos, de dentro o fuera del país, tienen algo que decir. En su Carta desde la Cárcel de Birminghan, Martin Luther King dijo: “La injusticia particular es una amenaza a la justicia universal. Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, unidos en un único tejido del destino. Lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente”. Tenemos que tener la enorme valentía de reconocer que en nuestra patria hay una violación constante y no justificable de los Derechos Humanos, que se expresa en la existencia de decenas de presos de conciencia y en el maltrecho ejercicio de las más elementales libertades: de expresión, información, prensa y opinión, y serias limitaciones a la libertad religiosa y política. El no reconocer estas realidades, para nada favorece nuestra vida nacional, y nos hace perder el respeto por nosotros mismos, a nuestros ojos y a los ojos de los demás, amigos o enemigos.
La causa de la paz, interna y externa, y la prosperidad misma de la nación, se enraízan en el respeto incondicional a esos derechos que expresan la suprema dignidad del ser humano como hijo de Dios. Y guardar silencio sobre esta realidad, pone sobre mi conciencia un peso tal, que no me siento capaz de soportar. Y ésta es para mí, mi manera de servir a la verdad y de ser consecuente con el amor que siento por mi pueblo.
Le confieso, general, el disgusto y la tristeza que me ha causado saber que nuestro gobierno ha rechazado, al parecer por razones ideológicas o de diferencias políticas, la ayuda que querían enviar EEUU y varias naciones europeas, para los damnificados por los ciclones que azotaron nuestra tierra. Cuando uno cae en desgracia, (y eso le puede suceder a cualquiera, también a los poderosos), es la hora de aceptar la ayuda que se brinda, porque esa ayuda revela un fondo de buena voluntad ante el dolor, de solidaridad humana, incluso en aquellos que considerábamos nuestros enemigos. Darle la oportunidad al oponente de ser bueno y de hacer lo justo, puede sacar a flote lo mejor de nosotros mismos, y del otro, haciéndonos cambiar viejas actitudes y curar resentimientos dañinos. Nada contribuye más a la paz y la reconciliación entre los pueblos que este saber dar y recibir. La frase de San Francisco de Sales, válida en las relaciones interpersonales, también lo es entre países: “más moscas se cazan con una gota de miel, que con un barril de vinagre”. Como dijo su Santidad Juan Pablo II en su visita a nuestro país: “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Pero si seguimos con las puertas cerradas nadie podrá entrar, por más que lo desee. Un signo de esperanza para mí es la participación y mayor espacio que se le ha dado a CARITAS para ayudar a nuestro pueblo. Eso merece un especial reconocimiento y es un cambio positivo y esperanzador.
Créame, Señor Presidente, no le escribo para presentarle una lista de quejas y agravios sobre nuestra realidad nacional, aunque si así lo hiciera esa lista podría ser muy, muy larga. La verdad, he querido hablarle de cubano a cubano, de corazón a corazón. Un gran amigo mío sacerdote, ya fallecido, solía decirme: “un hombre vale lo que vale su corazón”. En el entierro de su esposa, al verlo a Ud. rodeado de sus hijos y nietos, conmovido hasta las lágrimas, yo percibí que es Ud., un hombre sensible. Y yo pienso que mayor sabiduría hay en el corazón de un hombre bueno que en todos los libros y bibliotecas de este mundo, pues como dice la canción: “lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el más alto proceder, ni el más ancho pensamiento…”. Por eso apelo a su sentido de responsabilidad, a su bondad, para decirle que no tenga miedo, que sea audaz en emprender un nuevo camino diferente en un mundo que está dando tantas señales de cambiar a mejor. Como le dije a su hermano hace 15 años, todos los cubanos somos responsables del futuro de la patria, pero por el cargo que Ud. ocupa, por el poder que ahora tiene, esa responsabilidad recae de manera especial en Ud.
Si Ud. decide emprender ese camino de esperanza, cuente conmigo, general. Me tendrá en primera fila, para ofrecerle a Cuba, una vez más, lo único que tengo: mi corazón; y a Ud. mi mano franca y mi colaboración desinteresada. Así haremos realidad el sueño martiano de hacer una patria “con todos y para el bien de todos”.
Quiero terminar con unas palabras que dijo nuestro actual Papa, Benedicto XVI en 1968: “Aún por encima del Papa como expresión de lo vinculante de la autoridad eclesiástica, se haya la propia conciencia, a la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica”. Si eso vale para la autoridad eclesiástica cuyo origen considero divino, vale para toda otra autoridad humana, por poderosa que ésta pueda ser. Con mis mejores votos,
José Conrado Rodríguez Alegre, Pbro.
Párroco de Santa Teresita del Niño Jesús.
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