Roberto Cruz Zamora, quien fuera Capitán Ayudante de Huber Matos, sobre el libro “Cómo llegó la noche” de Húber Matos y la desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos
Aldo Rosado-Tuero, director del sitio Nuevo Acción y vertical luchador antiCastrista desde hace más de medio siglo, ha tenido la gentileza de enviarme dos informaciones que le solicité en el aniversario de la extraña desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos. Por problemas que he tenido con la Internet es que ahora, casi al mes, puedo publicarla.
Por su Capitán Ayudante en 1959, Roberto Cruz Zamora
HM trata el caso del fusilamiento en Camagüey del capitán Lázaro Castellón del Ejército Nacional (pág 304, 305), con un evidente peso en su conciencia, pero trata de diluir su responsabilidad directa e incluso de culpar a quienes tratamos de salvarle la vida al capitán Castellón. Veamos la secuencia de los hechos:
El teniente Eleuterio Cardoso me informó que el capitán Castellón estaba detenido. Esto sucedió en los primeros días de enero del 59. Todavía el comandante Víctor Mora estaba al mando de la provincia y yo era su Capitán Ayudante. Fui con el mencionado oficial al calabozo del regimiento y ordené que fuera puesto en libertad. Castellón se escondió pero fue encontrado por dos sabuesos del DIER que lo buscaban. Ya estaba al mando HM, quien me había ratificado en el cargo de Capitán Ayudante cuando reemplazó a Víctor Mora. Castellón fue juzgado, hallado culpable y condenado a muerte tal y como dice HM. Apeló sabiendo que yo presidía el Tribunal de Apelaciones. Cité a los comandantes Víctor Mora y Julio Camacho Aguilera, quienes, a pesar de los testimonios contra Castellón por parte de uno de sus subordinados que también fue fusilado, coincidían conmigo en que este oficial, al menos, no debía ser fusilado. Suspendí el juicio para ganar tiempo. Como bien dice HM (pág 305), él fue presionado por quienes reclamaban castigo severo. Yo pasé a ser alguien con influencia que intentaba “tirarle la toalla” al “asesino” de Alfredo Álvarez Mola, querido lider sindical bancario de Camagüey. En aquella vorágine, HM me dijo que debíamos ratificar la pena de muerte del capitán Castellón sin más dilación. Me negué y él lo hizo sin que mediara ningún otro trámite burocrático. Al final del primer párrafo de la pag. 305, HM comenta: “No hizo bien (Castellón) al esconderse con ayuda de rebeldes de Camagüey, que bien podían haberlo ayudado a que se fuera del país.” Obsérvese que para HM el culpable de la muerte de este hombre no es quien firmó su sentencia de muerte (él) sino quien se negó a hacerlo (yo).
Quisiera que HM mostrara alguna prueba de que él ayudó a salir del país a algún miembro señalado del Ejército Nacional. Yo puedo citar al Capitán Águila Rojas, a quien di una carta, firmada y con cuño oficial, para que pudiera salir tranquilamente por el aeropuerto con su familia, porque, HM, ese oficial estaba siendo acosado injustamente en el Camagüey bajo su férreo mando absoluto. HM insiste (pág 334, 335) en quitarse el estigma de ser el radical mitrilleur de Lyon en Camagüey. Nadie trato de “ensuciarnos” en aquel contexto histórico. Cada uno de nosotros hizo las cosas en las que creía y no queda otra alternativa honesta que asumir nuestra responsabilidad sin tratar de culpar a otros.
HM dice medias verdades (pág 338) con relación a su renuncia. Quiere aparecer como que él se la jugó solo. Lo cierto es que se había hecho un trabajo preparatorio de conjunto. Él con algunos ministros, con el presidente Urrutia en Palacio y con Carlos Franqui, director del periódico Revolución. Los capitanes Ruiz Maceira, Lugo y la esposa de éste (Anita Céspedes) en Santiago de Cuba lo realizaban con figuras influyentes del 26 de Julio. Yo por mi cuenta mantenía contacto regular con el regimiento de Holguín a través de su Capitán Ayudante y con el jefe del cuartel de Bayamo. Con estos oficiales yo hablaba abiertamente sobre como evitar que los “ñángaras” (comunistas) nos robaran la revolución nacionalista. También mantenía reuniones periódicas con los presidentes de todas las asociaciones de estudiantes de Camagüey. Prueba de este trabajo es que cuando se produjo la renuncia de HM, con el propósito no declarado aunque verdadero de obligar a Fidel Castro a definirse, hubo protestas de al menos tres ministros. En Santiago hubo respaldo. En Camagüey los jefes del 26, de los trabajadores y de los campesinos renunciaron y/o protestaron.
Al llegar a la oficina de HM, Camilo se sentó en su butaca y puso sus botas sobre el buró, sin importarle los documentos oficiales que estaban encima. Su primer comentario a varios oficiales del regimiento que ya habían acudido fue: “A ver, ¿qué tienen que decir Uds.? Aquí está él -señala a HM, que está sereno, sentado en una silla marginal de su oficina-. Es un traidor de la revolución…” Camilo casi no pudo terminar. Sin ningún respeto a su jerarquía lo cuestionamos por el papel de esbirro que estaba haciendo ese día. Los oficiales que más lejos llegaron en esto fueron el capitán Ruiz Maceira y el teniente Edgardo Bonet. Camilo le preguntó a este último que dijera su opinión personal sobre él como Jefe del Ejército. Bonet contestó: “Ud es ron, mujeres y pelota”. Camilo replicó: “Ahora veo por qué Uds son unos incondicionales de mierda de este miserable traidor… Que nunca me iba a ver a mí al Estado Mayor cuando iba a La Habana. Sin embargo, vivía en los ministerios y en Palacio con Urrutia”. Este es el único momento en que vi a HM perder la compostura. Ahogado en sollozos de impotencia y frustración ante la calumnia reiterada de Camilo en su cara, HM le dijo: “¡Demuéstrame, chico, demuéstrame que soy un traidor!” Camilo sólo atinó a responder su ritornelo del día: “Fidel trae las pruebas.” En eso llegó el Dr. Miguelino Socarrás y Camilo no perdió esa oportunidad de satirizar a HM: “Atiéndalo, Doctor, que se ha puesto mal…” Y volviéndose hacia mi me dijo quedo: “ Roberto, vamos para tu oficina. No soporto más a este tipejo…” Fuimos hacia mi despacho, contiguo al de HM, quien quedó acompañado por nuestra oficialidad y bajo custodia de la gente de Camilo. Ya en mi despacho, Camilo habló por teléfono usando monosílabos y palabras entrecortadas para que yo no pudiera entender. Colgó y me dijo que lo llevara a la sede de la Reforma Agraria donde estaba Fidel. A unos pasos de éste, Camilo me dijo que lo esperara allí. Camilo habló con Fidel y cuando terminó me dijo que volviéramos al Regimiento. En el camino me informó que Fidel quería hablar sólo con los capitanes principales. Que en preparación para ese momento, le entregara mi pistola y le dijera a los demás capitanes que hicieran lo mismo. Fue así que ocurrió la entrega de las pistolas de los capitanes. Es incorrecta la versión de HM (pág 345), que él cambia de tiempo, lugar, circunstancia y persona.
Sobre la reunión que tuvimos los capitanes con Fidel hay que tomar, por exacta, las dos últimas líneas de la pág 346. De la pág 347 sólo hasta la línea 24. Deséchese todo lo demás de esas dos páginas por estar edulcoradas al gusto del autor. Jamás Fidel nos dijo que HM estaba en contubernio con Trujillo y La Rosa Blanca.
En su último intento por convencernos sin pruebas de que HM era un traidor nos dijo: “¡Únanse Uds. a Trujillo y La Rosa Blanca, que yo me voy con el pueblo!” Ocurrió un breve intercambio de voces montadas, que sería muy largo narrar ahora. Pero nadie cedió y Fidel, frustrado, salió lanzando más improperios y fue a pronunciar su conocido discurso en el Regimiento ante el circo improvisado por él y Camilo, su más destacado sicario de ese día. Es cierto que HM pidió hacer uso de la palabra en aquel acto (pág 348). Quizá HM y los oficiales que compartíamos sus mismas inquietudes y esperanzas sobre el futuro de la revolución nacionalista que habíamos realizado, siguiendo los ejemplos de Frank País y José Antonio Echevarría, no nos dábamos cuenta de que, “menos el honor, lo habíamos perdido todo”, ¡hasta el simple derecho a hablar!
Nadie discute que HM es la figura principal de aquellos acontecimientos, pero es injusto que quede la impresión brindada por HM de que los capitanes se autoarrestaron en solidaridad con él, siempre alrededor de él (ver final pág. 348). Los capitanes fuimos arrestados al unísono, no por seguir a un jefe militar, sino por defender una causa compartida por convicciones propias de todos y cada uno de nosotros.
En el segundo párrafo de la pág 367 HM dice que 5 días después de su arresto fue “condenado a muerte” por una multitud arengada por el Máximo Líder. Eso es verdad, pero no dice que ahí también estaba Camilo, como el Javert de Los Miserables de Víctor Hugo, arengando y convalidando con su popularidad a la multitud frente al Palacio Presidencial. Como si quedaran dudas de su papel, fue tan contundente lo que Camilo dijo en detrimento de HM en Camagüey y en el acto de Palacio en La Habana, que cuando creíamos que nuestro juicio se había terminado, el fiscal anunció que Camilo llegaba a declarar como testigo de cargo. Todos miramos alrededor esperando ver al desaparecido Camilo. Pero sólo era un golpe de efecto. Pasaron una grabación de Camilo con sus virulentos ataques a HM. Dicho sea de paso, Camilo dejó escrito en una carta a Fidel: “Primero dejaré de respirar antes que traicionarte.” Mi conclusión al respecto es que para decir que Castro es el diablo que es, no hay necesidad de alargar más su cola, marcada con 43 años de crímenes probados a Cuba y a su pueblo. Igual que para enaltecer la parte positiva de HM, no es necesario hiperbolizarla. Con sólo decir que cumplió sin claudicar sus injustos 20 años de condena por discrepar de Castro, basta para que sea respetado.
Sobre el juicio, HM “confunde” nombres para no darle crédito a quienes se destacaron entonces adquiriendo personalidad propia independientemente de él, si, por ejemplo, se han separado de su ruta en el exilio. Veamos un caso específico. En la pág 372, quinto párrafo, omite mi nombre que fui quien dijo en aquella farsa de juicio: “Más que términos legales este es un juicio político y revolucionario… Si somos condenados este será el peor baldón que llevará la revolución” (ver el principal titular del periódico El Crisol de aquella fecha que recogió esta declaración). Tanto molestó a Fidel este comentario, que en su perorata durante el juicio, comenzó atacándome a mí, en lugar de HM. Castro empezó diciendo: “Aquí se ha dicho, y muy mal intencionadamente por cierto, que este es un juicio político”… Para después continuar con sus habituales ataques personales tratando de descalificarme (Ver panfleto editado por la CTC, titulado… Y se hizo la luz. En él se recogió taquigráficamente todo esto). De Castro pude esperar cualquier golpe bajo, pero confieso que me sorprendieron los del libro de HM, unos por comisión y otros por omisión flagrantes. La gran diferencia entre HM y yo en el juicio es que mientras yo ataqué sin ambages con la vehemencia de mis 20 años, él se defendió con una serenidad digna de sus 40.
No entiendo por qué HM omitió (pág 381) sus mejores palabras en el contexto del juicio: “Si soy condenado a fusilamiento, yo invito a los miembros de este tribunal a que lo presencien, ¡para que vean como muere un Comandante de la Sierra Maestra!… Podrán quitarme la estrella de Comandante, ¡pero jamás la de un soldado de la Libertad! ”. Sugiero a HM que lo incluya en próximas ediciones. Es hermoso. Reconstruirlo de memoria me ha vuelto a emocionar… como entonces.
Sólo tres capitanes fuimos condenados a siete años de prisión, la mayor condena después de la de HM: Ruiz Maceira, Lugo y yo. Otros, como el capitán Cabrera, inmediatamente se desligan de HM y si fueron al juicio fue para ser testigos a favor de Castro. HM no define esto por ningúna parte. El cambio de actitud del capitán Lugo en la prisión es tal y como lo dice HM, con algún ingrediente adicional que dejo a Lugo para que lo aporte en su favor. Pero la versión sobre “su pelea con el capitán Lugo” (pág 405) no es cierta. La verdad es que a Lugo le tocaba limpiar la galera y estaba restregando el piso con una escoba de palo no muy pesado pero nudoso, precisamente detrás de donde, tranquilo, leía HM, quien trató de incorporarse de pronto, mientras le decía a Lugo: “¡No limpies aquí!”. Ante la actitud inesperada de HM, y casi por un acto reflejo de autodefensa, Lugo no vaciló en pegarle con aquel palo en la cabeza . HM cayó al piso aturdido, manando abundante sangre. Lugo le cayó encima, le echó una llave al cuello y lo tenía inmovilizado contra el piso. Cuando persuasivamente logré que Lugo lo soltara, senté en su silla a HM. Todavía seguía aturdido porque allí se quedó todo el tiempo tranquilo, mientras yo me liaba a golpes en su defenza con Lugo, tan caballerosamente que cuando uno caía al piso por haber recibido un puñetazo, el otro esperaba a que se levantara para reanudar la pelea. Esto terminó cuando llegaron los custodios. A HM le cocieron su larga aunque poco profunda herida. La enredada a golpes con Lugo que cuenta HM, quedó en su imaginación, porque pocos meses después sacaron de allí a Lugo y nunca se materializó este deseo de HM.
De estas Memorias de HM, la pág 441 es a mi juicio la que más vergüenza ajena inspira. Da a entender HM de manera un tanto burda que cuando me declaré en huelga de hambre porque había cumplido mi condena y pretendían no soltarme, en definitiva me liberaron porque él anunció que si me dejaban morir iniciaría una huelga que se conocería en el mundo entero. La realidad es que el 1º de noviembe de 1966 yo envié una escueta nota al régimen que decía: “Ahórrense mi ración de comida. ¡Me liberan como en buena lid debían haberlo hecho, o ya se encargará de hacerlo la muerte!” Después de 17 días de huelga de hambre me sacaron a rastras de la galera 23 de La Cabaña. Confinado en solitario no varié mi posición radical hasta que logré que me liberaran el 23 de diciembre, 2 meses y 2 días después de haber cumplido mis siete años de condena. Pude haber muerto, como Pedro Luis Boitel y tantos otros compatriotas presos por la tiranía. ¡Todavía estoy esperando la huelga de hambre que HM iba a iniciar para apoyarme!
Por falta de tiempo y espacio, sólo he hablado de la punta del iceberg que flota, caprichosamente, en el libro “Cómo llegó la Noche”, de Húber Matos.
Crítica a la Historia que cuenta Húber Matos
Por su Capitán Ayudante en 1959, Roberto Cruz Zamora
Esta foto original de la Bohemia, 1ro. de noviembre 1959, desmiente sin lugar a dudas la versión de Húber Matos de que él estuvo solo con Camilo Cienfuegos en su casa del Regimiento de Camagüey el 21 de octubre de 1959. Para tergiversar este hecho histórico, Húber Matos no menciona en su libro que de izquierda a derecha aparecen los capitanes Roberto Cruz, Francisco Cabrera y el comandante Arsenio García. Húber Matos manipuló esta foto haciendo “desaparecer” a los mencionados oficiales que nunca se separaron de él mientras era detenido despóticamente por Camilo Cienfuegos en su casa del Regimiento de Camagüey. Obsérvese en la foto de abajo (tal como aparece en el libro de Huber Matos, página 451) que a la derecha de esa página sobra espacio, lo cual indica que no fue necesario recortar la foto por razones de diagramación sino para ocultar mañosamente esta prueba histórica contra su inexplicable versión de que él estuvo solo con Camilo Cienfuegos ese día.
¿Por qué tanto espacio en blanco cuando pudo diagramar a escala la foto completa? Obsérvese la misma foto original de la Bohemia (arriba), aquí se reproduce tal como aparece en la página 451 del libro Como llego la noche de Huber Matos.
En la parte superior de esta foto histórica de la época de la Sierra Maestra, aparecida en el periodico Revolución en 1962, están de izquierda a derecha Jorge Enrique Mendoza, Carlos Franqui y Fidel Castro. Cuando volvieron a publicar la misma foto en 1973 en el peridico Gramma, Carlos Franqui fue “desaparecido” de la foto porque ya era un desertor de las filas de Castro. Raras coincidencias. ¿O será que Huber Matos aprendió estas prácticas diabólicas con Fidel Castro...?
Roberto Cruz Zamora
Capitán Roberto Cruz Zamora
Capitán Francisco Cabrera
Comandate Arsenio García
Comandante Húber Matos
Comandante Camilo Cienfuegos
¿Por qué tanto espacio en blanco
cuando pudo diagramar a escala
la foto completa?
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