domingo, marzo 02, 2014

Cuba. Segunda Carta Abierta del prisionero Ángel Santiesteban al tirano en ejercicio Raúl Castro



Segunda Carta Abierta a Raúl Castro
28 de febrero de 2014

Señor gobernante,

El próximo 28 de febrero cumpliré un año de injusto encarcelamiento, tras un juicio amañado donde demostré mi inocencia con múltiples pruebas y testigos. En cambio, la Fiscalía no pudo presentar una sola prueba consistente en mi contra, salvo la malintencionada -además de ridícula- de una perito calígrafa que, luego de encomendarme que copiara un artículo económico del periódico Granma, Órgano Oficial del Partido Comunista, dictaminó que por la altura de mi letra y la inclinación, soy culpable.

Todo esto sucedió cuatro años después del supuesto suceso, donde se me endilgó un delito que no cometí. Para colmo, todo este circo que se tramó en mi contra fue corroborado por el sicario Camilo, oficial de la Seguridad del Estado, mucho antes que el Tribunal dictaminara la sanción.

Estando detenido -luego de una manifestación de apoyo a otros compatriotas opositores- este oficial me anunciaba delante de testigos, que “sería sancionado a cinco años de privación de libertad”, declaración que hice pública vía Internet, un mes antes de la pronunciación oficial del Tribunal, órgano que debiera ser imparcial, actuar con independencia, pero que además de seguir claramente los dictámenes de la Seguridad del Estado, perpetró otra flagrante violación durante el proceso judicial, al agregar a mi condena un año más al máximo establecido por su Código Penal.

Mi caso, como muchos otros, demuestra que desde la llegada al poder de su familia, los Castro, no existe la más mínima independencia entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que existe en toda nación verdaderamente democrática. Estos poderes son manejados por Usted a su antojo y conveniencia. Y la historia demuestra que cuando esos poderes son manejados por un mismo ente, sea de la ideología que sea, estamos ante una dictadura, donde lo único que nos deja es la posibilidad de irrumpir e incidir con nuestro criterio en el cuarto poder: la comunicación, la noticia, lograda gracias al desarrollo de Internet, y burlar así su férreo control sobre los medios.  Y por ello he sido castigado.

Desde mi encarcelamiento he sido torturado física y psicológicamente; en varias ocasiones he sufrido la frialdad en las camas de concreto de sus celdas; golpizas de sus esbirros; amenazas de sus especialistas, y he rechazado todas sus propuestas para que abandone el territorio nacional o desista de mis ideales de libertad para mi país.

Quiero recordarle que antes de abrir mi blog Los hijos que nadie quiso donde solo he dicho lo que pienso sobre las terribles circunstancias de la vida de mi pueblo, era un ciudadano ejemplar que, gracias al talento literario que Dios depositó en mí, obtenía premios y reconocimientos, convocados por instituciones culturales nacionales e internacionales.

Pero, General, un día descubrí que el precio ético que debía pagar para ser visto como un ciudadano ejemplar por la sociedad totalitaria que su familia ha impuesto a los cubanos, era demasiado alto para mi alma y mi tiempo histórico. Tuve que superar el miedo a la represión con que las instituciones de adoctrinamiento creadas por su familia me educaron desde mi nacimiento. Decidí superar el miedo implantado por ustedes en las generaciones de cubanos  que han crecido bajo ese engendro que ustedes llaman “Revolución” y, en particular, la mordaza amarrada en la conciencia de los artistas que en su mayoría fingen apoyar el proceso socialista que usted comanda, aunque luego los escuchemos criticar el Régimen a soto vocce porque -aparentemente- el pueblo cubano eligió el camino más fácil, pero el más largo.

Esa realidad de fingimiento social comenzó a ser para mí un peso moral insoportable. No quise seguir haciendo lo que han hecho -y aún hacen- gran parte de las generaciones de los cubanos que hemos sido educados bajo la ley del cinismo de supervivencia, fingir lo que no se siente.

Mi conciencia me llevó a abrir mi blog Los hijos que nadie quiso, y a partir de ese acontecimiento, firmé mi sentencia de muerte, como me han dicho en varias ocasiones sus represores.

Ese, expresar la opinión crítica que como ciudadano tengo sobre el proceso social que Usted encabeza, es el único “delito” que he cometido y lo acepto.

Desde ese instante, se me prohibió viajar al extranjero, me marginaron de toda actividad cultural nacional, y como detalle muy importante, justo después de escribirle a Usted mi primera Carta Abierta, se comenzó una farsa judicial en mi contra por un delito que supuestamente cometí cuatro años y medio antes.

¿No le parece eso una sospechosa coincidencia?

Ahora, un año después, le escribo esta Segunda Carta Abierta, corriendo el peligro de desatar áun más su ensañamiento sobre mí,  e incluso, a riesgo de perder la vida  -algo tan fácil de conseguir para ustedes, basta con un chasquido de sus dedos y ocurrirá-, lo conmino a que lo haga, por cualquiera de los métodos que han aplicado en estos más de cincuenta años de dictadura contra muchos de los que se han opuestos a sus designios: una sospechosa enfermedad terminal, el asesinato debido a una supuesta trifulca con un preso común, o una caída accidental, por citar ejemplos, como bien han aprendido sus secuaces de sus maestros de la KGB rusa y la STASI alemana, quienes les enseñaron las maneras de eliminar a sus “enemigos” dejando su culpabilidad en el terreno de la especulación.

Le aseguro, por suerte para mí, que lo que vine a construir en esta vida ya lo logré, porque mis ambiciones son pequeñas. Eso ayudó a que decidiera cambiar mi status, mi porvenir literario, lo que algunos llaman “boicotear mi suerte”, pues sacrificar el bienestar y felicidad de mis hijos, limitar al extremo mis publicaciones y vida artística, lo he hecho solo a cambio de una humilde aspiración: que mi biografía recoja que luché por la libertad de mi país y contra la dictadura de mi tiempo.

Con eso me basta, es suficiente para mí.

Solo me queda agregarle que gracias a Usted y su maquinaria represora, he sabido cuánta capacidad de sufrimiento puedo soportar; he comprobado que la hambruna, el frío y los golpes, están aplastados por la fuerza de mis ideales y sentimientos; he visto que es digno padecer por los demás al verlos abusados por el poder que Usted detenta, lastimados por los carceleros; he aprendido a compartir el último mendrugo de pan con quienes convivo en las celdas a las cuales he sido arrastrado; he aprendido a defender mis ideas por encima del hambre y enfermedades; y me he convencido de que no existe forma de hacerme cambiar mis ideas sobre lo que considero justo o sobre el amplio derecho universal que tengo a la libertad de expresión.

Le agradezco esta miserable vida a la que Usted y su “humano sistema socialista” me ha confinado, porque he crecido ante cada obstáculo y, sobre todo, porque en cada prueba me he convertido en un mejor ser humano. He aprovechado el tiempo para escribir varios libros que he puesto a buen recaudo y, en parte de ellos, describo la terrorífica e inhumana realidad dentro de sus penales.

Los ideales que traje a mi llegada a la prisión se han robustecido, retomaron una fuerza inimaginable. Para la injusticia y la impunidad, cuento con Usted como hasta ahora. Para decirle la verdad sin miedo a sus represalias, cuente conmigo.

Que Dios lo perdone,

 firma 3

Ángel Santiesteban Prats

Prisión asentamiento de Lawton. Febrero de 2014