Comentario de Jesús Marzo Fernández
Antes de terminar, quiero referirme a la muerte de un grande del deporte cubano, el guajiro Conrado Marrero, de nino lo conoci cuando era un asiduo al dogout del Almendares, mi tio Manolo era el masajista del equipo. Despues Marrero era vecino mio.
Se ha escrito mucho de la grandeza deportiva de Marrero, lo que no se ha dicho es la miseria que vivia esta Gloria del deporte. La ultima vez que vi a Marrero, fue a finales de 1980, con casi 80 anos, trabajaba como peon, estibador, limpieza, en el puesto de viandas ubicado en la Calle Ermita, esquina a 3ra. en Ayesteran, daba pena verlo. Cuando me vio, me quiso vender en 10 us/d una pelota que le habia autografiado Ted Williams, el dia que lo poncho, con 3 strikes seguidos. Marrero le pidio la pelota al Umpire, y se la dio a Ted para que se la firmara. Lo que paso, despues tambien es historia, Ted le dio a Marrero un home run de mas de 400 pies. Y Ted pidio la pelota para que Marrero se la firmara, Desgraciadamente estas son las historias de nuestras glorias deportivas, que no interesan, ahora el tema es Yasel Puig, y los millones. Marrero tuvo que morir para que lo recordaran.
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Tomado de
http://www.diariodecuba.com/
Muere a los 102 años Conrado Marrero, leyenda del béisbol
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Jugó entre 1950 y 1954 con los Senadores de Washington.
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Agencias
La Habana
23 Abr 2014
Conrado Marrero, una leyenda de las Grandes Ligas estadounidenses, murió en La Habana este miércoles, según confirmó un nieto. Tenía 102 años y era el expelotero de las Mayores más viejo con vida.
"Se levantó en la mañana y estaba como ido", dijo a la AP en conversación telefónica su nieto
Rogelio Marrero, quien vivía con el deportista en un apartamento. "Respiraba pero con los ojos en blanco".
(Conrado Marrero)
Según este familiar, el pelotero no quiso tomar alimentos y su deceso se produjo sobre la una y 30 de la tarde.
El deportista iba a cumplir 103 años el próximo viernes y hasta la fecha se mantenía lúcido, de buen ánimo y solía contar anécdotas sobre su pasado, pese a una catarata en los ojos y una operación de cadera desde 2011, que prácticamente le impedía caminar.
Marrero pasó incluso sus últimos años sin tantos sobresaltos económicos, desde que en 2012 recibió la ayuda de la Asociación de Jugadores de Grandes Ligas, en reconocimiento a los cinco años que jugó con los Senadores de Washington.
Conocido en Cuba como el Guajiro del Laberinto, por el nombre de la finca en la que se crió en el pueblo de Sagua, y en Estados Unidos como Connie, Marrero tenía 39 años en 1950 cuando lo contrataron los Senadores de Washington.
Jugó hasta 1954 y terminó con récord de 39-40, un promedio de carreras limpias de 3.96 y un total de 297 ponches. En 1951 fue elegido para integrar el equipo de las estrellas, pero no llegó a intervenir en el juego.
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Cuba rinde homenaje a su ex 'grandesligas' Conrado Marrero al cumplir 100 años
Cuba rinde homenaje a a su ex 'grandesligas' al cumplir 100 años
LA HABANA, (AFP)
Publicado: 25 Abril 2011
Cuba
celebró este lunes el cumpleaños 100 de Conrado Marrero, una leyenda
del béisbol nacional, que jugó en las Grandes Ligas (MLB, en inglés) de
Estados Unidos y es considerado su jugador vivo más longevo.
Espacios deportivos de la radio y la televisión saludaron a
“ese
grande de todos los tiempos”, “símbolo de nuestro deporte nacional”,
que los cubanos conocen como 'El Premier' o el 'Guajiro de Laberinto',
por el nombre de la finca donde nació en Villa Clara (centro) el 25 de
abril de 1911.
(Conrado Marrero con el uniforme del Almendares)
“Fue
el padre, el guía, el entrenador que era expresivo con los atletas, nos
enseñaba todo lo que había aprendido él y era exigente”, dijo a Radio
Rebelde, Juan Gómez, un lanzador de la década de los años 60, de quien
Marrero fue entrenador, tras jubilarse como deportista.
Según los
cronistas locales, Marrero es el ex jugador de la MLB con más edad,
tras la muerte en febrero pasado de Anthony Malinowski, quien jugó para
los Dodgers de Brooklyn.
Empedernido fumador de puros y hombre de
fino humor, el ex pelotero llega a los 100 años con buena salud y una
pasión intacta por el béisbol.
Sin tener la gran estatura y peso corporal que requieren los
grandes
lanzadores (1,66 m y 75 kg), Marrero brilló por su gran control que le
permitió ascender en un deporte adonde llegó tarde, en 1938, a los 27
años.
( ¨Connie¨Marrero con el uniforme de los Senadores de Washington)
En
la liga nacional amateur jugó con el club Cienfuegos (centro-sur) entre
1939 y 1945, pasó después a profesional con los equipos Oriente,
Almendares y Marianao (1946-58), lapso en que también lanzó para los
Senadores de Washington (1950-54).
Al triunfo de la revolución de
Fidel de Castro, aunque tuvo oportunidad de emigrar, se quedó en la
isla como entrenador y fue maestro de astros del box cubano como
Braudilio Vinent y Ciro Silvino Licea.
Theodore Samuel Williams,
conocido también como 'The Kid', nació en agosto de 1918 y falleció en
2002, y durante toda su carrera vistió la franela de los míticos Medias
Rojas de Boston.
Periódicos de
la época cuentan que una vez otro lanzador cubano que acababa de llegar a
Grandes Ligas le preguntó a Marrero cómo debía trabajarle a Williams
(Ted Williams), a lo que este respondió “muy fácil, pitchea y agáchate”.
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DOS ANÉCDOTAS TOMADAS DE
http://alocubano.nireblog.com
De Marrero dijo Ted Williams —uno de los mejores b
ateadores
de todos los tiempos—: «Marrero es la excepción de la regla. No es muy
frecuente para un pitcher saltar de una liga de clasificación inferior
como la Liga Internacional de la Florida a las Mayores y triunfar de
sopetón. Y no es frecuente tampoco esperar mucho de un lanzador que
tenga solo cinco pies, siete pulgadas de estatura y pesar nada más que
158 libras. La tendencia es ignorar los lanzadores que no sean
corpulentos y que no puedan tirar muy duro. Marrero desafía todas las
reglas.»
(Ted Williams, bateador de 400 que pese a estar
varios años como soldado en la II Guerra Mundial, tiene unos números
extraordinarios como bateador. Nota del bloguista de Baracutey Cubano)
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«YO LO ENGAÑÉ TRES VECES»
Entre
las tantas anécdotas que protagonizó Conrado Marrero a su paso por el
béisbol, recuerdo una del comentarista estadounidense Al Silverman, que
aparece reflejada en el libro Conrado Marrero El Premier, de Severo
Nieto Fernández.
(Mickey Mantle, ganador de la triple corona en 1956. Comentario del bloguista de Baracutey Cubano)
«El
aplomo de Marrero, desde el box, es realmente notable: no hace mucho
—escribió entonces Silverman— le preguntaron a Marrero el motivo de que
Mickey Mantle le hubiera bateado un triple, tras haberlo silenciado en
sus turnos anteriores al bate. Con absoluta indiferencia, respondió: “Yo
lo engañé tres veces, no?, y él me engañó una. Le llevo, pues,
ventaja”.»
Y miren si le lanzaba bien al extraordinario bateador
de los Yankees de Nueva York, que Mantle apenas le disparó 4 hits en 17
turnos oficiales al bate.
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Conrado Marrero: revelaciones a los 100 años
Por JOSE ANTONIO MICHELENA
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El ex Grandes Ligas más longevo cumple 100 años este lunes 25 de abril
y su leyenda no ha dejado de prolongarse en el tiempo. Escuchar a
Conrado Marrero es una experiencia excepcional. Muy pocas veces se nos
da la oportunidad de dialogar con una persona que ha vivido tanto y
conserva en la memoria el extenso relato de su existencia.
(Conrado Marrero en su casa en La Habana, en 2011, año de su centenario)
Pero
lo que da relieve a esa memoria es su coherencia narrativa. Marrero no
deja que nada lo distraiga de la anécdota que está contando y siempre
la lleva hasta el final. Esas virtudes, coherencia y memoria, lo hacen
un narrador brillante, hipnotizador. Interrumpirlo es una herejía.
Conrado
Marrero sigue habitando un sencillo apartamento en la calle
Ayuntamiento, en El Cerro, no muy lejos del Gran Estadio, con Rogelio
–uno de sus cinco nietos–, la esposa de este y las hijas de la pareja
(dos de sus nueve biznietos, uno de los cuales lo hizo tatarabuelo).
Ahora en 2011 se cumplieron 20 años del fallecimiento de su esposa Petra
Calero, con la que tuvo cuatro hijos.
El
Premier de los lanzadores cubanos duerme entre 10 y 12 horas diarias
(según cálculos de Rogelio), desayuna temprano, almuerza al mediodía
con carne, viandas y vegetales y, a la caída de la tarde, come algún
alimento ligero acompañado de leche o jugo. Gusta de tomar café varias
veces al día y de mascar tabaco. Normalmente oye bastante radio, sobre
todo los juegos de béisbol de la liga cubana.
Cuando
llegamos a su casa, el 1ro de febrero, Marrero escuchaba un partido de
la Serie Nacional y nos habló del equipo Cienfuegos, la revelación de
la temporada. Los cienfuegueros llegaron finalmente hasta los play off, afincados
en la actuación de su primera base José Dariel Abreu, quien finalmente
pegó 33 jonrones (igualó el récord en sólo 66 juegos, pues estuvo
lesionado) para una frecuencia superior a la de Barry Bonds en su mejor
campaña:
“El
Cienfuegos, a lo mejor se ha descargado en la primera base, que batea
más de 400 y batea tantos jonrones -comentó Marrero-. Aunque el equipo
estaba bateando, pero ha perdido varios juegos porque no le ha hecho
carreras a Sancti Spíritus que había caído por su pitcheo. Y ahora
Cienfuegos no le anota a esa gente. Por otra parte, Pinar del Río está
inspirado. Hoy volvió a batear cinco jonrones. Estaba abajo y subió. Se
le fue arriba al Habana, que tiene el mejor pitcheo de Cuba, pero ellos
también se cansan”.
Justamente
con un conjunto de Cienfuegos debutó Marrero en el béisbol amateur,
cuando esa ciudad pertenecía a la central provincia de La Villas.
Aunque no le preguntamos, entre Cienfuegos y Villaclara deben estar
compartidas sus preferencias. Recordemos que él nació en los campos de
Laberinto, Sagua La Grande. Y hacia allá vamos.
Los orígenes: recuerdos del Laberinto
La
fiebre del béisbol comenzó temprano para Marrero: “Yo me acuerdo que
era muy chiquito y jugaba en Laberinto con naranjas agrias verdes con un
muchacho que repartía agua a los obreros que arreglaban la carretera,
cerca de casa. Siempre tenía listas unas 10 para cuando él llegara.
Cuando lo veía, salía corriendo y jugábamos hasta que se nos acababan
las naranjas”.
Niño
aún, comenzó a jugar en las novenas que formaban los adultos. Los
partidos eran los domingos y el improvisado terreno estaba cerca de la
bodega de Laberinto. Empezó cubriendo la tercera base, en sustitución
de alguien muy errático.
El
siguiente escenario fue otro terreno que hicieron con guatacas. La
pasión beisbolera había crecido en Laberinto: “Desde Sagua venían
novenas a jugar con nosotros que recogíamos dinero para pagar los gastos
del camión que alquilaban”.
Desempeñándose
en tercera o en el campo corto, gozaba y sufría con los éxitos y
fracasos de su equipo y aunque las derrotas eran más que las victorias,
lo importante era jugar. Él practicaba mucho en los tiros a primera y
competía con otro antesalista para ver quién lo hacía mejor. Así su
brazo creció en alcance y adquirió gran sentido de la precisión, como
preparándose para el próximo escalón del pelotero.
En
uno de los encuentros contra equipos de Sagua, Marrero fue llamado al
box en sustitución del lanzador, quien estaba recibiendo una paliza por
los contrarios. El pitcheo del relevista fue tan efectivo que su
novena ganó el partido. Ese día se vistió de héroe porque también
conectó el batazo decisivo. Su carrera de pitcher comenzaba bien.
En
la vida de Conrado Marrero el béisbol es la brújula que marca espacio y
tiempo. Después de la anécdota anterior, al decir «entonces se acabó
aquella pelota», establece nuevas coordenadas temporales y cuenta que
«en el machadato ni pelotas había». Estamos pues en la década de 1930 y
en
su mente está el recuerdo del ciclón de 1933, que arrasó con la
población de Santa Cruz del Sur:
(Conrado Marrero jugando con losWashington Senator)
«Cuando
el ciclón del 33 estábamos viviendo en una casa de madera grande, de
cuatro cuartos, con piso de tabloncillos, pues papá había hecho agua y
carbón [dinero]. Me acuerdo que a las dos de la madrugada mamá me llamó
para que le protegiera la máquina de coser y yo la metí en un saco. Un
rato después el viento se viró y tumbó la cocina, al abrirse la
puerta. Yo la cerré y le encajé una silla de punta en el suelo. Así
aguantó hasta el final. Cuando todo acabó, la carretera estaba cubierta
de palmas caídas».
En
esta etapa, cobra importancia el central Ramona porque algunas
personas del ingenio vienen a trabajar cerca de la finca de los Marrero.
Entre ellos, un señor de Corralillo llamado Raúl Abel, gran aficionado
a la pelota y con cierta capacidad de liderazgo, establece una bodega
en Laberinto y anima a los jóvenes de la zona a formar una novena con
Marrero de lanzador.
El
nuevo conjunto de Laberinto, ahora más fuerte, no solo jugaba en su
patio y ganaba, sino también en los sitios aledaños: «Íbamos a jugar a
Quemado de Güines, Rancho Veloz y Sagua la Grande y yo ponchaba hasta
21 bateadores por juego a recta limpia, porque aún no dominaba la
curva».
En
busca de un contrario de mayor fuerza, la novena de Laberinto decide
enfrentar a un poderoso equipo de Ramona. La escuadra del central la
integraban «unos negrazos que metían miedo cuando se paraban a batear».
Para ese encuentro, el manager decide poner a pitchear a un pelotero
de Rancho Veloz y sitúa a Marrero en primera base.
Pero
al abridor le fabrican tres carreras y llaman a Marrero a la lomita
después que su conjunto empata el juego. Conrado no permite más
anotaciones y logra una buena cantidad de ponches: «Ese chiquito se va
arrancar el brazo si sigue pitcheando así, decía un hombre del central».
En particular no olvida a un negro corpulento que se cambiaba de ropas
en todos los innings para batear como emergente.
Isabela, amigos y honorarios
El
desafío, empatado, fue suspendido por oscuridad y los peloteros del
central quedaron adoloridos, avergonzados en su propio terreno: «Los
vamos a dejar con esta espina clavada, dijo Raúl». Pero se pactó un
nuevo enfrentamiento, en Laberinto, donde vencieron los de casa con
Marrero en el box todo el tiempo.
Después
de participar en un torneo en Sagua La Grande, jugando para «un equipo
de viejos de la Colonia Española», Marrero cambia su escenario para
Isabela. En esa ciudad portuaria participa en un enfrentamiento contra
peloteros de Sagua y propina nueve ceros. Ahora, convertido en el
lanzador de Isabela, construye otra cadena de éxitos.
En
Isabela, Marrero hace nuevos amigos; uno de ellos es el ingeniero
administrador de los almacenes de azúcar, quien apostaba fuerte a la
pelota por la escuadra local. «El ingeniero me daba un peso y el
almuerzo cada domingo que lanzaba», tal vez los primeros honorarios que
recibiera el futuro pitcher del Almendares y los Senadores de
Washington. (Con el Almendares Marrero aceptó inicialmente un contrato
por 700 pesos y en 1948, cuando ganó el campeonato de pitcheo le
subieron el sueldo a 1,200 y luego hasta 1,500 pesos).
Pero
en Isabela no solo juega en el terreno principal del pueblo, sino
también en los distintos barrios y hasta viaja a los campos aledaños,
diseminando su fama por el territorio. Para trasladarse desde Laberinto
hasta los diversos dominios de Isabela, Marrero monta el caballo que
le prestan los trabajadores de la draga del puerto. Precisamente ellos
se convierten en actores importantes en el próximo paso adelante del
campesino pelotero.
Para
participar en el dragado de la bahía, llegan a Isabela varios
trabajadores de la ciudad de Cienfuegos que, embullados por sus colegas,
asisten un domingo a un juego donde pitchea Marrero y, al ver la
maestría del lanzador, le pasan la información a un equipo de pelota
cienfueguero empeñado en ingresar en la Liga Amateur cubana. Este club
tomaba su nombre de una tienda de ropas, la Casa Stany.
Una guerrilla contra Casa Stany
Corría
1935 y para entonces Casa Stany era el mejor equipo amateur de la
provincia de Las Villas, pero necesitaba ampliar el cuerpo de pitcheo
en sus aspiraciones en la Liga Nacional, de modo que se interesaron por
el talento del guajiro que lanzaba en Isabela y decidieron
confrontarlo en un partido.
Al
llegar a Isabela para enfrentar al pitcher estrella del conjunto
local, los peloteros de Casa Stany son testigos de su fama que resuena
en todas partes: «Hoy los coge el guajiro de Laberinto». Pero al verlo
en el terreno, junto a sus compañeros, seguramente pensaron que esa
tarde ellos les darían una lección de béisbol, porque aquella gente
parecía cualquier cosa menos una novena de pelota.
En
efecto, recuerda Marrero: «Nosotros teníamos dos buenos peloteros: la
tercera base y el short stop; mientras los tres files eran unos
muchachos en alpargatas que se mataban corriendo detrás de los flys y el
catcher sólo tenía una careta. Nadie calzaba spikes y estábamos
vestidos de cualquier manera».
Mas
los cienfuegueros no adivinaron el coraje con que jugaban los
peloteros de Isabela y el talento que derrochaba su lanzador, quien
anuló inning tras inning a sus mejores bateadores. Ya había aprendido a
tirar la slider y afinado más el control.
En
la séptima entrada, con el partido favorable a los locales, que habían
anotado dos carreras, un cienfueguero batea un fly que el umpire canta
foul, pero el jugador da la vuelta al cuadro. Al llegar a home, el
catcher lo toca bola en mano. Viene una disputa acalorada y hasta ahí
llegó el juego. Aunque salió con el orgullo herido, Casa Stany encontró
en Isabela mucho más de lo que fue a buscar.
El guajiro que jugaba los domingos
Conrado
Marrero, ya como lanzador de Casa Stany siguió mostrando su calidad en
el box y luchando contra muchos obstáculos. Continuaba siendo un
campesino que trabaja duramente en el campo de lunes a sábado y que los
domingos hacía un largo trayecto para jugar pelota.
En
1938, año del ingreso de los cienfuegueros en la Liga amateur, Marrero
viaja por primera vez a La Habana, invitado para valorar su probable
inclusión en el combinado que representará a Cuba en los Juegos
Centroamericanos de Panamá.
La
invitación le llegó de repente: «Yo estaba cargando una carreta de
caña y me avisaron que esa noche debía tomar una guagua en el pueblo de
Santo Domingo. Dejé la carreta a medio cargar, corrí para mi casa, me
eché un poco de agua, me vestí y salí a coger el tren».
En
su primera noche habanera Marrero apenas durmió. Recuerda que «me
dieron una cama sin colchón ni frazada en el hotel Boston, cerca de la
estación de ferrocarriles. Por la mañana estaba molido y acatarrado».
Pero debía lanzar.
Y
lanzó un juegazo con el Casa Stany contra un equipo de Camagüey, en el
terreno del Cubanaleco: «Perdí ese juego, una carrera por cero, por un
error del segunda base Juan Yero. Me seleccionaron para viajar a
Panamá, pero no quise ir». No le pregunté la razón. En Laberinto lo
esperaban la carreta, los bueyes y la zafra azucarera.
Entrando al profesionalismo
El
resto de la historia es más conocida. Casa Stany ingresó a la Liga
amateur en 1938 y ocupó el cuarto lugar, solo detrás de los conjuntos
de Hershey, Regla y Fortuna. De los 13 juegos que ganaron los de
Cienfuegos, 10 fueron a la cuenta de Marrero.
Fue
la primera de sus ocho temporadas en la Unión Atlética Amateur. Allí
lanzó 191 juegos, 154 de ellos completos; en 128 ocasiones fue el
vencedor. Igualmente sobresaliente fue su actuación en cinco Series
Mundiales de Béisbol Amateur entre 1939 y 1944.
Los
Indios de Juárez, en México (1946), se beneficiaron del brazo de
Marrero en su primera incursión profesional. Y casi lo deja allí, porque
ganó 24 juegos en la campaña regular y cuatro en post temporada, con
10 derrotas. Según El Premier: «En el último mes del torneo, solo
éramos dos pitchers, un salvadoreño y yo. El manager me ponía a abrir
un juego y relevar el siguiente. En el partido final de los play off
por la discusión del campeonato, mientras estaba lanzando el
salvadoreño me mandaron a calentar, pero ya yo no podía ni levantar el
brazo».
Felizmente
su compañero terminó el juego y Los Indios de Juárez conquistaron la
corona. Conrado Marrero regresó a Cuba. Su comienzo en el
profesionalismo había sido igualmente agotador y victorioso.
En
los siguientes 12 años siguió lanzando en el béisbol profesional
cubano, en la Liga Internacional de La Florida, en Las Mayores. Los
Alacranes del Almendares, los Havana Cubans y los Senadores de
Washington lo tuvieron en sus filas y con ellos siguió tejiendo la
brillante historia comenzada en finca Laberinto.
¡Felicidades Premier!, mantenga el brazo caliente y siga encaramado en el montículo que el juego continúa.
Audio completo de la entrevista aquí y aquí
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