Jorge Hernández Fonseca: ¿La izquierda latinoamericana se renueva?
Por Jorge Hernández Fonseca
Brasil
15 Abril de 2014
La reunión de una buena parte de la oposición política venezolana con el gobierno de Nicolás Maduro ha dejado muchas lecturas en ambos bandos contendientes, así como en la opinión púbica venezolana e internacional. Quiero referirme en este análisis a un enfoque más global que el estrictamente relacionado con la situación especial que vive la Venezuela de hoy: se trata de los cambios perceptibles que experimenta la izquierda latinoamericana impulsada por los fracasos económicos y sociales en la Cuba de los hermanos Castro y la Venezuela chavista.
Hasta ahora se habían identificado dos izquierdas bien delimitadas en Latinoamérica, a saber: la llamada izquierda carnívora --que no supone alternancia en el poder-- liderada por Cuba, financiada por Venezuela y compuesta además por Bolivia, Ecuador y Nicaragua, básicamente; y la izquierda “democrática” --que permite alternancia en el poder-- compuesta por Brasil, Chile, Uruguay, El Salvador y Argentina. Ambas izquierdas tienen puntos comunes: el anti-yankismo como uno de sus aglutinantes principales y el culto a Fidel Castro como una especie de religión.
De estos principios izquierdistas y rectores nacieron instituciones internacionales que tienen como únicos objetivos el excluir a Estados Unidos de los mismos y paralelamente incluir la dictadura castrista en foros donde la izquierda de ambos enfoques era mayoría, contando además con la chequera petrolera de Hugo Chávez, haciendo estragos en pequeños países caribeños. Así nacieron UNASUR y CELAC, para competir con la OEA y el predominio de EUA en la política exterior, en sus doctrinas y en el ordenamiento político latinoamericano.
La UNASUR, a diferencia de la CELAC, congrega únicamente a países sudamericanos, donde México no participa y la suma de las dos izquierdas gobernantes en muchos de los países del Cono Sur tiene clara mayoría e influencia; es por eso que se eligió, por encima de la CELAC, como institución internacional propia para mediar en la crisis venezolana. De inicio, vale la pena recordar la reticencia de Maduro a admitir opiniones de gobiernos extranjeros sobre su crisis, sobre lo cual es necesario el recuerdo de los insultos que propinó al presidente Juan Manuel Santos, por sólo sugerir conversaciones internas de paz. Pero la crisis fue más fuerte que el voluntarismo “bolivariano” y los estudiantes protestando en la calle le hicieron recapacitar.
El panorama de no admitir conversaciones con los opositores políticos al chavismo cambió radicalmente con la propuesta inicial de Lula da Silva desde Brasil, sugiriendo que Maduro conversara con la “oposición democrática” (sonó muy extraño entonces cuando un alto representante de la izquierda que apoya a Maduro calificó de “democrática” a la oposición que protestaba en la calles, porque Maduro la calificaba diariamente como “fascista y golpista”). La UNASUR, como previeron los izquierdistas latinoamericanos, sustituyó a una OEA en crisis y se movilizó para mediar en un asunto inédito para el chavismo, sentarse en la misma mesa que la oposición política, para escuchar los reclamos de quienes ha tratado siempre de descalificar.
Pero el líder de la izquierda brasileña fue más lejos y durante el proceso preparatorio de las conversaciones en Venezuela propuso a Maduro la conformación de un “gobierno de coalición”, una ‘mala palabra’ incluso dentro de los países gobernados por la izquierda democrática, que siempre han guardado para sí mismo el monopolio del poder y que sólo comparten con aliados cercanos, representantes de otros movimientos y partidos de la izquierda local. ¿Hay cambios?
Así las cosas, Maduro y sus gentes tuvieron que sentarse a la mesa de conversaciones para escuchar pacientemente como sus “enemigos” políticos (la izquierda carnívora no los considera ‘adversarios’ sino enemigos) que sorprendieron a toda Venezuela --y al resto de Latinoamérica-- porque ninguno quería golpe de estado, no había criterios fascistas en sus reclamos y así, le recitaron lo que ya todo el mundo sabe (y que probablemente fue lo que impulsó a Lula da Silva a dar sus consejos) el fracaso socialista que implica un racionamiento de comida en el país petrolero más rico de América Latina, donde además, la vida de una persona no vale nada.
Brasil está presto a celebrar elecciones presidenciales en los próximos meses. El fracaso de la Venezuela socialista --rica y petrolera-- repercutirá sin dudas en el resultado electoral brasileño, como también repercutirá en el resto de los países de la izquierda democrática, que carecen de las artimañas electorales de las que se valió Maduro para ‘derrotar’ a Capriles en las elecciones presidenciales del año pasado. Por eso, detrás de los esfuerzos pacificadores de Lula da Silva, está el interés por eliminar el mal ejemplo que significa para todos el racionamiento de comida en el país más rico de Sudamérica, recomendando la adopción de métodos más democráticos.
Esto, desde luego, tiene varias lecturas: en primer lugar, que el socialismo marxista carnívoro, materializado en nuestro Continente por las ideologías castrista y chavista ha fracasado rotundamente, como fracasó antes el marxismo leninismo soviético y el radicalismo de la revolución cultural en China. La doctrina comunista comienza a tomar similar camino que la social democracia, manifestado por los consejos de Lula da Silva a Maduro y por la adopción, de parte de los actuales gobernantes chavistas venezolanos, de un camino más abierto al contradictorio, contando con el beneplácito probable de los procónsules de Raúl Castro.
Este punto, inferido de la dinámica de los acontecimientos dentro de Venezuela, podría indicar cierto movimiento de toda la izquierda regional hacia el centro político, aceptado incluso por los personeros de la Habana, máximos exponentes del radicalismo izquierdista continental. Sabido es la influencia de Lula da Silva también en la isla, sobre todo por la inyección de 800 millones de dólares para tratar de acercar las posiciones cubanas a los Estados Unidos, invirtiendo el dinero en un puerto situado en el punto geográfico de la costa cubana más cercano a EUA, con vistas a comerciar con Norteamérica y para conseguir lo cual --Lula lo sabe-- la isla tiene que hacer la apertura política que le exigen las leyes norteamericanas, si se pretende levantar las restricciones comerciales del embargo, lo que ya Lula y Obama conversaron previamente.
Es claro que jamás hubiera habido la reunión de Maduro con la oposición política local si los hermanos Castro no le hubieran dado luz verde desde la Habana. Es claro también el cambio del enfoque chavista hacia la crisis interna que lo agobia, al aceptar a la canciller colombiana como una de las mediadoras con la oposición, cuando un par de semanas antes insultara a Santos como si fuera un enemigo. La gran pregunta es ¿hasta dónde puede llegar la línea de establecer conversaciones con la oposición, tratándose de los problemas internos de Cuba?
Una de las posibilidades, basado en los postulados marxistas, es que no estemos más que ante una estrategia temporal, hasta que la presión de las calles baje y así continuar con el desmonte progresivo del estado que el chavismo ejecuta dentro de Venezuela, siguiendo la misma línea experimentada en Cuba. Sabido es que el marxismo establece claramente la necesidad de eternizarse en el poder para impedir que el capitalismo “superado” pueda volver a establecerse como gobierno. De ese principio emana la imposibilidad de concebirse una alternancia en el poder, estableciendo una dictadura socialista, como la que ya tiene más de medio siglo en Cuba y que va en caminos adelantados en la Venezuela de Nicolás Maduro
Los acontecimientos de Venezuela sin embargo, con el pedido de conversaciones e incluso de coligarse con la oposición, proveniente de uno de los más destacados líderes de la izquierda latinoamericana, nos tiene que hacer pensar. Adicionalmente, no sólo el pedido hecho, sino el pedido atendido y transmitió por radio y TV para el mundo todo (incluso para Cuba, que hacía 55 años no escuchaba una estación de TV dentro de la isla, autorizada por el gobierno, a transmitir semejantes conceptos “como si nada”). Aunado a lo anterior, se sabe del acercamiento oficial de la Unión Europea con Cuba y de conversaciones por debajo de la mesa con EUA para retomar una relación normal Cuba-EUA. ¿Será que la autorización cubana a que Maduro discuta con la oposición, implica algún cambio de actitud similar dentro de Cuba?
Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com
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