Alfredo M. Cepero: LA INVASIÓN PROVOCADA
LA INVASIÓN PROVOCADA
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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El 11 de septiembre de 2001 el mundo fue sacudido por el ataque terrorista más grande de la historia cuando casi 3,000 norteamericanos fueron asesinados en el Pentágono y en las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio en Nueva York. Cualquier otro país habría establecido como prioridad absoluta la garantía de la seguridad en sus fronteras. Pero no los Estados Unidos. Mucho menos los Estados Unidos de Barack Obama. Asimismo, bajo el gobierno de George W. Bush se tomaron medidas efectivas como la Ley Patriota pero se dejaron lagunas en campos como el de la inmigración, sobre todo la que entra de manera ilegal a través de la frontera sur. En honor a la verdad, Bush tampoco está exento de culpabilidad.
Por otra parte, después de un prolongado silencio de la prensa de izquierda en los Estados Unidos, se ha sabido que, en lo que va de 2014, han entrado de manera ilegal más de 50,000 niños sin acompañantes, procedentes de México y de países de Centroamérica como Honduras, Guatemala y El Salvador. Expertos en el tema vaticinan que su número superará los 80,000 este año y podría llegar a 130,000 el año que viene. La cifra es superior a los refugiados cubanos del Puente del Mariel en 1980. En aquel momento, los Castro se libraron de opositores y Jimmy Carter se vio obligado a dar solución a una verdadera "crisis humanitaria". La historia se repite ahora bajo el gobierno del "organizador comunitario" Barack Obama, el único presidente norteamericano más débil e inepto que el "manisero de Georgia".
Por eso podemos decir que no fue precisamente una coincidencia que hace un par de semanas Barack Obama se refiriera al cruce de niños sin documentos a los Estados Unidos como "un asunto humanitario urgente". Propuso como solución la misma que utilizan siempre los militantes de la izquierda: gastar el dinero de los contribuyentes. Esta semana, la Casa Blanca envió una carta al Congreso donde pide $2,000 millones en fondos de emergencia para atender la oleada de miles de menores de edad de México y Centroamérica que han cruzado ilegalmente la frontera de EEUU.
Obama es lo suficientemente inteligente como para saber que estos fondos aumentarán la ya galáctica deuda nacional norteamericana de 17 MILLONES DE MILLONES DE DÓLARES. Pero esa deuda no es capaz de detener a un ideólogo desesperado por apuntalar el legado nefasto de un fracasado Obamacare, el escándalo de utilizar al IRS para perseguir a sus adversarios políticos, la crisis vergonzosa de negar atención médica a los veteranos de las fuerzas armadas, las mentiras sobre Benghazi y el descalabro que sufre su política internacional como consecuencia de su renuencia a enfrentar a los enemigos de Estados Unidos.
Pero lo más inaudito, según afirman sus críticos, es que Barack Obama ha creado esta última crisis con sus caprichos y su laxitud para aplicar las leyes de inmigración y las que garantizan la seguridad en las fronteras. A mediados de 2012, Obama, sin contar con el Congreso y a través del denominado procedimiento de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA), concedió unilateralmente una amnistía a unas 800,000 personas que eran menores de edad cuando cruzaron la frontera. Según el Pew Hispanic Center, el 70 por ciento de estos jóvenes procedían de México.
Si a esto añadimos que, desde finales del año pasado, los medios de información en los países al sur de la frontera se han hecho eco de esta amnistía de facto, tenemos la fórmula que ha provocado esta crisis migratoria. Una invasión demográfica provocada por el propio Barack Obama. Sin temor alguno a equivocarme vaticino que, mientras este Presidente permanezca en la Casa Blanca, no habrá reforma migratoria de naturaleza alguna.
A propósito de este espinoso tema, algunos piensan que la amnistía no es amnistía sin con ella se establecen requisitos para la ciudadanía. La amnistía no es un concepto esotérico. Significa que usted no va a ser castigado por haber violado las leyes-y eso simplemente hace que las leyes sean desobedecidas. Negar la ciudadanía a estos inmigrantes no es un castigo, porque el cruce de la frontera de manera ilegal no le concede derecho a nadie a hacerse ciudadano.
Por otra parte, no importa el tipo de inmigración que alguien proponga si no se controlan las fronteras. Además, el inmenso número de jóvenes que hoy inundan la frontera sur son una prueba concluyente de que el gobierno de Obama antepone su objetivo de transformar la sociedad norteamericana a la seguridad nacional de este país. El Presidente y el equipo con el que se ha rodeado están más preocupados por controlar a los guardias fronterizos, convertirlos en niñeros y ordenarles que no permitan fotografías para que el público no se entere del desastre que en garantizar la seguridad de las fronteras norteamericanas.
Cualquiera que de verdad estuviera interesado en garantizar la seguridad de los Estados Unidos se daría primero a la tarea de poner en vigor leyes que controlen las fronteras. Unos años más tarde, después que se comprobara la seguridad de dichas fronteras, podría empezar a discutirse una ley de "reforma migratoria integral". De lo contrario, la pregonada "reforma migratoria integral" significaría una amnistía adelantada a cambio de una promesa de asegurar las fronteras más tarde. ¿Cuántas veces vamos a ser víctimas del mismo fraude?
Por otra parte, cualquiera pensaría que, con el espectro de centenares de miles de niños inundando la frontera sur del país, el liderazgo republicano tomaría algún tipo de iniciativa para denunciar la crisis. De eso nada. John Boehner y sus colegas en la Cámara Baja están durmiendo la siesta. Los republicanos están literalmente aterrados de que cualquier posición que adopten con respecto al emotivo y delicado tema de la inmigración ponga en peligro su control del Senado en las parciales de 2014.
De ahí que el verdadero crimen no sea el hecho de que Obama se burle de las leyes aplicando las que le convienen e ignorando las que le molestan sino el silencio de los republicanos ante esta violación flagrante de las normas constitucionales. No debemos asombrarnos por el hecho de que Obama esté poniendo en vigor la "transformación radical de los Estados Unidos" que prometió durante sus campañas. Lo que si debe asombrarnos y enfurecernos es que los republicanos, ya sea por pragmatismo o por cobardía, se hayan convertido en sus cómplices.
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