LA FAMA EFÍMERA
Por Esteban Fernández
Muchos disidentes se han hecho famosos en el exilio pero la población allá en Cuba no sabe quiénes son. Eso es completamente cierto pero comprensible dentro de una tiranía que siempre ha pretendido ignorar a todo el que se queja. Pero vamos a subir la parada: Lo increíble es que nuestros compatriotas tampoco conocen a los que hicieron posible la revolución y llevaron a los Castro al poder. Y no hablo de los que se convirtieron en sus enemigos sino ¡de todos!
Comienzo por decirles que no sé si fue un error garrafal de Fidel Castro o se debió a la falta de control inicial. Sea como sea lo cierto es que gracias a la libertad de prensa que existía en nuestro país muchos cubanos se hicieron famosos tras el triunfo castrista. Y este escrito va encaminado a hacer patente que hoy en día el 99 por ciento de la gente allá no reconoce ni les interesa sus nombres.
Ya para marzo del año 59 nos parecía que conocíamos de toda la vida a la mayoría de los comandantes del Ejército Rebelde, del Directorio y del Segundo Frente. Todos gozaron de fama instantánea y en la actualidad podemos decir que fue efímera. Otorgarles renombres no era la intención de Fidel Castro y poco a poco al ir obteniendo más y más poder fue restándoles importancia a los hombres y mujeres que lo rodeaban.
Desde luego, como él no era todavía ducho en la materia cometió errores en ese sentido. Era un dictador novato. La mayor pifia -aunque actualmente quieren negar que dijo eso- fue cuando en su primer discurso preguntó: “¿Voy bien Camilo?” y eso hizo acrecentar la simpatía que este mequetrefe absurdamente inspiraba en nuestro pueblo. Y, de una manera u otra, salió de él.
Otra equivocación fue adjudicarle a Pastora Núñez la fabricación y entrega de hogares para necesitados. Eso duró, como todos los engaños castristas, lo que el clásico merengue en la puerta de un colegio, pero la población en esa época logró que el minúsculo producto de ese paquete fuera reconocido como “las casas de Pastorita”. Y esta tonta útil fue “reina por varios meses”.
Como durante los primeros meses todavía existía una prensa libre ésta se ocupó de hacerles entrevistas a diferentes figuras del recién estrenado régimen. Hasta capitanes como Antonio Núñez Jiménez, Felipe Guerra Matos, Jorge “Papito” Serguera y Juan Nuiry salían constantemente en la televisión.
Aquella euforia colectiva e infundada en enero del 59 hizo conocidos a gran parte de los oficiales y hasta tenientes y soldados barbudos. Rolando Cubelas, Eloy Gutiérrez Menoyo, Víctor “Diego” Paneque, Universo Sánchez, Faure Chomón, Manuel Piñeiro, William Morgan, Víctor Bordón Machado, Aldo Vera, Delio Gómez Ochoa, pasaron del anonimato a la cumbre en un abrir y cerrar de ojos. Algunas mujeres cobraron fama instantánea: Celia Sánchez, Melba Hernández, Haydee Santamaría y Violeta Casal.
Otra tontería de Fidel Castro fue públicamente desprestigiar a quienes desertaban o discrepaban del comunismo. Perfectamente bien pudo no darle importancia a la carta renuncia de Huber Matos y hacer como hizo después con otros: condenarlo al ostracismo, ponerlo al frente de una granja agropecuaria en Jaruco y evitar a toda costa su salida de Cuba. Pero, por el contrario, logró convertirlo en una mártir en vida.
A Pedro Luis Díaz Lanz lo hizo insigne primero nombrándolo jefe de la aviación y después acusándolo injustamente de haber bombardeado a La Habana. Convertidos en personalidades fueron algunos civiles como el dirigente de la C.T.C. David Salvador, el presidente Manuel Urrutia, Enrique Oltuski, José Llanuza, Manolo Ray, se convirtieron en celebridades de sopetón. Un hombre lisiado producto de que le había explotado una bomba en sus manos llamado Odón Álvarez de la Campa era aclamado por el público.
La mayor barrabasada, la única excepción a la regla, fue conseguir que el argentino Ernesto Guevara (que no era más que un fotógrafo ambulante en México) fuera una figura legendaria. Le dio alas al argentino, alimentó su ego, lo situó en posiciones claves y el hombre -ya convertido en “el Che”- se creyó, y le hizo creer a mucha gente, que era importante y un genio de las guerrillas. Como no se atrevió a fusilarlo le dio cranque para que se fuera a hacer “su propia revolución en otros parajes” sabiendo que lo mandaba a una muerte segura en Bolivia. Creó un mito utilizable pero al mismo tiempo imposible de deshacerse de él. Fue el único aupado que logró perpetuarse en las mentes de los ignorantes.
Individuos que no tenían ninguna educación, delincuentes en algunos casos, como Arsenio García, Efigenio Ameijeiras, Raúl Menéndez Tomasevich, se convirtieron en personajes. Unos meses de “picnic” en la Sierra Maestra, en el Escambray y en la Sierra Cristal y llegaron a ser populares. Un guajiro bandido y traficante como Crescencio Pérez fue convertido en un ilustre campesino salvador de la revolución. Un viejo choteado, flaco y destartalado llamado Raúl Roa fue proclamado como “el Canciller de la Dignidad”…
Desde luego, después todos esos errores iniciales fueron subsanados, las aguas tomaron su nivel y poco a poco el tirano acabó, de una forma u otra, con todo vestigio de notoriedad. Llegando el momento en que sólo él y su hermano Raúl son conocidos. A Juan Almeida y a Vilma Espín los mantuvieron hasta sus muertes en el candelero por la necesidad de exhibir a un negro y a una mujer en las altas esferas. Y a Ramiro Valdés lo tienen siempre en la palestra simplemente como “el ogro para meterle miedo al público”.
El último desliz fue cuando los mercenarios en África iban regresando y profesando honda admiración por las heroicidades de Arnaldo Ochoa, pero eso lo solucionaron desprestigiándolo y matándolo. De ahí para acá, y desde hace mucho rato, lo más que hace la tiranía al respecto, experta logrando ejercer el exclusivo culto a la personalidad de los dos monstruos, es difundir con mucho disimulo en el periódico Granma una pequeña esquela mortuoria diciendo por ejemplo: “Falleció tras una dolorosa enfermedad el general Sixto Batista su cadáver será cremado mañana” sanseacabó y la gente se miran unos a otros sin saber quién diablos fue ese tipo…
En la actualidad solamente algunos hijos y nietos de aquellos barbudos con escapularios y rosarios en sus cuellos se acuerdan de ellos y sacan a relucir el parentesco en la busca desesperada de algún privilegio. Al final de la jornada ante la masa cubana actual es mejor ser primo de Periquito que está de visita en La Habana y trae fulas y baratijas que haber sido sobrino del Comandante Faustino Pérez o bisnieto de Belarmino “Aníbal” Castilla el antiguo jefe de “la Columna 9 Pepito Tey”.
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