Causa, 829, 1960.
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Fue un enjuiciamiento masivo que el gobierno difundió ampliamente como parte de una extensa e intensa campaña de terror que se inició desde los primeros días que los Castro accedieron al poder.
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Por Pedro Corzo
septiembre 26, 2014
L
a lucha contra el castrismo tiene una cosecha de mártires aterradora. Muchos cayeron en combates, otros miles fueron ejecutados ante el paredón sin haber sido sometidos a un proceso judicial que garantizara sus derechos, murieron en las prisiones o simplemente se cuentan como desaparecidos.
Sin embargo hubo un juicio, que aunque en cierta medida era similar a procesos anteriores, marcó la pauta de cómo el régimen procesaría en el futuro a sus enemigos. Fue un enjuiciamiento masivo por la gran cantidad de encausados, también porque el gobierno difundió ampliamente el juicio, como parte de una extensa e intensa campaña de terror que se inició desde los primeros días que los Castro accedieron al poder.
La causa 829 de 1960, involucró a mas de cien personas, en su mayoría campesinos. Algunas de los indiciados habían sido figuras notables en el proceso insurreccional. Las autoridades le dieron al juicio una proyección nacional, fue trasmitido por radio, y el público que presenció el proceso, era en su mayoría miembro del ejército rebelde y antiguos compañeros de lucha de algunos de los procesados.
La sede del espectáculo fue el teatro del regimiento Leoncio Vidal de Santa Clara.
Héctor Caraballo, recuerda que la mayoría de los familiares de los presos se aglomeraron en las proximidades del inmueble y que cercanos a ellos, estaban los partidarios del régimen que gritaban desaforadamente paredón.
Señala Caraballo que las madres y esposas de los procesados, en su mayoría campesinos de apariencia muy humildes, le pedían a los oficiales que custodiaban la entrada del teatro que les permitieran pasar para ver a sus deudos, derecho que le fue otorgado a muy pocas personas.
En varios lugares de la isla hubo protestas, pero las más fuertes fueron en Santa Clara, el estudiante Luis Salvador Albertini cuenta que cientos de sus compañeros se concentraron en la iglesia del Buen Viaje con el fin de marchar por las calles de la ciudad para reclamar que la vida de los enjuiciados fuera respetada, pero que como la convocatoria había sido pública, el gobierno organizó a sus partidarios que armados de cabillas de hierro y bates de pelota, golpearon brutalmente a los que se manifestaban.
Los acusados no contaron con una defensa apropiada. La mayoría de los familiares de los incriminados no fueron informados de la fecha del juicio, como tampoco de las sentencias, porque aquella noche no se dictó veredicto alguno, aunque cinco hombres fueron fusilados.
El sacerdote Olegario Cifuentes los acompañó en el autobús en el que fueron trasladados hasta el paredón de la finca La Campana, fertilizado, antes y después, con la sangre de muchos cubanos. El padre Olegario habló con ellos, les pidió que se confesaran y se ofreció para llevar un mensaje a sus familiares.
Una carta, minutos antes de caer ante la descarga, le fue entregada por el comandante del ejército rebelde Plinio Prieto, quien antes de morir dijo, "Tengo fe en Dios y en los Hombres".
Porfirio Ramírez, Presidente de la Federación de Estudiantes Universitario de la Universidad Central de Las Villas, FEU, también capitán del ejército rebelde, fue uno de los fusilados.
Su asesinato pasó desapercibido para las organizaciones estudiantiles extranjeras y para la propia FEU cubana, ya que en ese momento estaba integrada a la maquinaria opresora del castrismo. Los ejecutores ya contaban con cómplices, en Cuba, y fuera de la isla.
Otros ejecutados fueron el capitán Sinesio Wahs Ríos, campesino que se había alzado en armas contra el régimen anterior y que había confiado en la Revolución, junto a él cayeron José A. Palomino Colon y Ángel Rodríguez del Sol, hombres de la zona que solo conocían del trabajo, pero que sabían defender sus derechos.
El crimen encerraba un mensaje. Un dirigente estudiantil que había estado alzado en esa zona durante el régimen anterior, un líder sindical que había sido comandante del ejército rebelde y que era muy querido en la región, y tres hombres naturales de la comarca que disfrutaban del respeto y la simpatía de los habitantes del territorio.
Tanto el juicio como la ejecución tenían implícito una amenaza para los campesinos que habían demostrado con su respaldo a los alzados que no estaban de acuerdo con lo que estaba ocurriendo en el país.
Un mensaje que no cumplió su objetivo, porque El Escambray se convirtió en un reducto firme y heroico de la resistencia contra el comunismo. Cientos de hombres en esas montañas y en otros lugares de la isla lucharon por años sin armas, ni recursos, enfrentando a miles de efectivos militares de la dictadura que contaban con todos los medios, incluyendo helicópteros, que desde el aire masacraban a campesinos que simplemente querían ser dueños de sus tierras y de sus vidas.
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La historia de Porfirio Ramírez es la historia de su pueblo Nace en 1933, cuando una generación de jóvenes c
ubanos hacía que la República se vistiera de largo y estrenara pasos
propios. Allá en la finca “San José” del pueblo Antón Díaz, provincia de
Las Villas- en cuya casita vivió toda su vida-
se empinó desde el surco el gigante que habría de continuar la obra de “la generación del treinta” , c
ontribuyendo a mantener la integridad de la patria y el histórico afán de libertad y justicia del pueblo
cubano. Creció en el campo, en él juega por primera vez y en él suda bajo el rigor de los trabajos agrícolas
Comienza sus estudios en la escuela rural de Antón Díaz. Los continúa
en la vecina ciudad de Santa Clara, hasta graduarse de la
Escuela Profesional de Comercio, donde es nombrado profesor siendo muy joven.
Siempre trabajando para costearse sus estudios de alumno brillante, ingresa en la recién creada Universidad Central
de Las Villas. Estaba involucrado de lleno en la lucha contra la
dictadura de Fulgencio Batista. Su condición de líder natural y su
temeridad lo señalan demasiado entre las fuerzas represivas urbanas. Se
alza en armas en las montañas villareñas con la Organización Auténtica.
En
1959 la revolución triunfante es el marco de las grandes esperanzas del
pueblo. Porfirio, ahora con grados de capitán y rodeado de una aureola
de leyenda, saca personalmente de la cárcel a cuantos sabe que han sido
detenidos injustamente. Regresa a la vida civil y a la universidad,
donde despliega una intensísima actividad por hacer del joven centro
docente uno de máxima calificación a
cadémica, a la vez que comprometido estrechamente con su comunidad.
Trabaja como Contador del Gobierno Provincial. Es elegido
abrumadoramente a los más altos cargos de la Asociación de Alumnos de la
Facultad de Ciencias Comerciales, donde está a punto de graduarse, y de
la Federación Estudiantil Universitaria, de la que fue presidente hasta
sus últimos momentos.
Dirigente honesto y parco en palabras, enemigo de la demagogia, es un convencido de las ideas civilistas y
democráticas. Lo caracterizan su sencillez, y su sonrisa franca para todos.
Su
popularidad trasciende el recinto universitario provincial y se
proyecta nacionalmente. Está entregado de lleno a la restauración de la
democracia en una Cuba que quiere sea cada vez más justa. Pronto va
creciendo su inconformidad ante la traición que se vislumbra y el
creciente avance del totalitarismo.
El 23 de agosto de 1960, de
la mano de su hermano, “El Niño” Ramírez, regresa a las montañas del
Escambray, que durante anos serían escenario de una de las mas heroicas
gestas liberadoras de nuestro pueblo, increíble epopeya librada por los
más humildes hijos de la patria, que hicieron derroche de valor y
sacrificio frente a la más brutal y masiva represión que recuerda
nuestra historia, financia
da y dirigida por la Unión Soviética.
Porfirio
es hecho prisionero. El 12 de Octubre, mientras en las calles de Santa
Clara se reprimen manifestaciones juveniles, en el campamento militar
“Leoncio Vidal” de la ciudad es sometido a una atropellada farsa de
juicio que terminó sin dictarse sentencia; cruel engaño, porque habían
decidido fusilarlo, como lo hicieron esa noche, pero temían a la
reacción popular.
Porfirio Ramírez entregó su vida y su sonrisa y
entró en la historia de Cuba engendrando el futuro. Para sus verdugos
fue una trampa, porque su soberbia y su fanatismo los cegaron, y al
ametrallarlo, tan cobar
de y apresuradamente -le temían en su inconfesable admiración por él- se hicieron reos de su propia torpeza.
Aquella
noche del crimen sin nombre, en el campamento militar de La Campana,
cerca de Santa Clara, se inmortalizó la figura del joven presidente de
la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.
Aquel 12 de Octubre marcó un hito en la lucha del pueblo cubano frente a la barbarie comunista, entonces incipiente.
Junto a Porfirio cayeron también Plinio Prieto, Sinesio Walsh, Angel
Rodríguez del Sol y José Palomino Colón, todos también patriotas
íntegros de legendario valor.
Han pasado los años... Los
responsables del crimen deben saber que no pudieron matar a sus
víctimas. Se suicidaron los verdugos y sus cómplices y su causa ha
muerto.
Aquellos cinco héroes viven en la incansable lucha de nuestro pueblo.
12 DE OCTUBRE DE 1960: LA MASACRE
Todavía
por aquel tiempo era política del gobierno permitir la asistencia de
sacerdotes a los que iban a ser ejecutados. Era una forma de proyectar
una imagen engañosa para encubrir ante la opinión mundial y nacional la
verdadera naturaleza de un proceso en el que, poco después, se desató
una campaña nacional rabiosamente anticlerical y antirreligiosa en
general. También así se ganaba tiempo para preparar las condiciones que
permitieran manipular las reacciones adversas que se derivaran de los
futuros pasos ya programados en el secreto esquema totalitario.
El
grupo que en este caso se proponían ejecutar tenía la característica,
sin precedente hasta aquel momento, de que no se trataba de personas
vinculadas real o falsamente a crímenes cometidos por el régimen
derrotado. En cuanto a Porfirio - el más conocido y popular - se trataba
de un dirigente
estudiantil de origen campesino, que se había alzado en armas contra
Batista, por lo que al triunfo revolucionario ostentó grados de capitán,
y habiendo retornado a la vida civil, se c
onvirtió en figura nacional como dirigente de la FEU de la Universidad
de Las Villas. Plinio Prieto(foto de la izquierda) y Sinesio Walsh
fueron también oficiales del Ejercito Rebelde, José Palomino fue un
intachable integrante del Ejército Constitucional.
Fue por todo
ello que los verdugos accedieron a la petición de Plinio, recién
nombrado jefe de El Escambray, de formación católica, para que se le
permitiera ver a un sacerdote.
El
juicio, montado como un vulgar circo en el campamento militar “Leoncio
Vidal”, de Santa Clara, tuvo lugar durante el día 12 de Octubre. En las
calles de la ciudad se reprimían manifestaciones por la vida de “El
Negro” Ramírez, muy querido por la población local. Al caer la noche se
anunció un receso en el juicio hasta el día siguiente para dictar
sentencia. Así fue anunciado también por los medios de comunicación
nacional, lo cual dio lugar posteriormente a que se generalizara la idea
errónea de que la ejecución había tenido lugar el 13 de octubre.
Aquella noche, sin embargo, unos militares tocaron apresuradamente a la
puerta trasera de la iglesia “La Pastora”, de Santa Clara, atendida por
sacerdotes Capuchinos, para que “un cura” los acompañara al momento y
sin excusas. El tal cura resultó ser el fraile español Olegario de
Cifuentes, aldeano re
cio, ya maduro, quien había sufrido en su patria los horrores de la guerra civil.
A
la mañana siguiente el padre Olegario expuso con detalles, a un
compañero universitario de Porfirio, todo lo sucedido aquella noche.
Poco tiempo después, ya expulsado de Cuba, reiteró el mismo relato en
varias comparecencias públicas desde Caracas. Éste, en síntesis, fue su
testimonio:
El
sacerdote fue conducido discreta y apresuradamente al campo de tiro
militar “La Campana”, ubicado en una zona rural no lejos de la ciudad de
Santa Clara, donde se encontraban los prisioneros fuertemente
custodiados. El ambiente era de preparativos acelerados en medio de una
evidente improvisación. A campo abierto el padre Olegario dedicó unos
minutos a cada uno de los cinco hombres que iban a morir. Confesaría a l
a mañana siguiente, todavía conmocionado, que a pes
ar de ser un hombre curtido por su experiencia personal en España,
nunca podría olvidar la serenidad y la convicción conque aquellos
hombres le hablaron de las razones por las que iban a morir. Repitió
-como quien cumple una misión, de la que hacía partícipe a su
interlocutores, quien esto escribe -
detalles como las palabras conque Plinio le transmitiera su mensaje
final: “Muero confiando en Dios y en los hombres”, y como los cinco
bromeaban entre sí y desafiaban con su valor natural a los militares
presentes. Por ejemplo, expresó que Porfirio tenía en su boca un tabaco
sin encender y uno de los militares se acercó y le
ofreció la llama de un fósforo, a lo cual “El Negro” le contestó con
una carcajada que no era hora de preocuparse por ese detalle si en unos
minutos se lo iban a llenar de huecos.
Poco
después de las 9 P.M. se improvisó apresuradamente el escenario. Las
luces de los jeeps y camiones militares se concentraron en los
prisioneros, todos de pie y atados. Ninguno aceptó que le vendaran
los ojos. Frente a ellos se organizaron los integrantes del pelotón,
distribuidos en dos filas: unos delante, rodilla en tierra, y los otros
parados detrás. Todos con armas automáticas, cuyas ráfagas se repitieron
sin cesar mientras los cuerpos caían.
Al cabo del crimen se impuso un pesado silencio que duró largos minutos. Los verdugos y sus
cómplices presentes quedaron paralizados, nadie se atrevía a acercarse a
los cuerpos sin vida.
Contó el padre Olegario que se vio precisado a asistir al médico
forense, pudiendo constatar que algunos, como Porfirio, tenían impactos
de frente en la parte superior del cráneo y en la espalda, por haber
caído hacia delante, y otros los presentaban debajo de la mandíbula con
desgarramientos a sedal en el pecho, por haberse proyectado su cuerpo
hacia atrás con las primeras ráfagas.
Una verdadera masacre.
Con
ese crimen pretendían ahogar en sangre y terror al incipiente brote
guerrillero de El Escambray. Sin embargo, no sólo en El Escambray, sino
en toda Cuba - inclusive donde no existían montañas - se multiplicaron
durante años los grupos de alzados, con derroche de heroísmo sin
límites.
Este testimonio lo escribí por el compromiso que el padre Olegario me
transmitió aquella mañana en la Iglesia "La Pastora" de Santa Clara.
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Nota del Bloguista de BC
En el informe de actualización (cada caso tiene nombre apellidos, lugar donde murió, la fecha, la causa de muerte, etc.) del 25 de enero de 2012 de Cuba Archive o Archivo Cuba leemos:
ACTUALIZACIÓN DE CASOS DOCUMENTADOS
25 de enero 2012
-Trabajo en curso-
Total de casos documentados hasta la fecha: 10.317
RÉGIMEN DE BATISTA
10 MARZO 1952 A 31 DICIEMBRE 1958
Incluye el combate
- Muertes y desapariciones atribuidas al régimen de Batista: 1245
- Muertes y desapariciones atribuidas a las acciones contra el régimen de Batista: 387
- Muertes y desapariciones atribuidas a accidentes (fuerzas anti-Batista): 5
- Muertes y desapariciones de atribución incierta: 47
Subtotal-1684
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RÉGIMEN DE CASTRO
1 DE ENERO DE 1959 - PRESENTE
Muertes y desapariciones atribuidas al Estado cubano
- Ejecuciones por el pelotón de fusilamiento: 3615
- Ejecuciones extrajudiciales: 1253
- Desapariciones (la mayoría en intentos de salida): 138
- Presos políticos en huelga de hambre: 13
- Por negligencia médica / negación de asistencia médica / en la cárcel: 254
- Suicidios de carácter político, en su mayoría en la cárcel: 136
- Accidentes y no intencionales (en su mayoría en la cárcel, como resultado de la negligencia): 99
- En un ataque terrorista o ataque contra civiles en el extranjero: 8
- Otras muertes de carácter político: 54
- Las muertes o desapariciones por causas no determinadas: 198
- Muertes en intentos de salida: por ahogo, deshidratación, etc.: 132
- Desaparecidos: 968
- Pérdidas en combate o desaparecidos en combate: 1007
Subtotal: 7875
Muertes y desapariciones en acciones contra el estado cubano
- Fuera de combate: 289
- Pérdidas en combate o desaparecidos en combate: 227
- Muertes y desapariciones por parte de las Fuerzas Armadas de otros países: 28
Subtotal: 544
Muertes y desapariciones atribuidas a otros: 83
Muertes y desapariciones de atribución indeterminada: 131
Subtotal: 214
Total: 10.317
Fuente: Base de datos de casos documentados, www.CubaArchive.org/datebase/
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Tel. (973) 701-0520
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