viernes, noviembre 28, 2014

Eugenio Yáñez: El triste papel del gobierno español en Cuba.

Tomado de http://www.cubaencuentro.com

El triste papel del gobierno español en Cuba

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La complicidad con el régimen no le gana simpatizantes en los cubanos de a pie
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Por Eugenio Yáñez
Miami
27/11/2014

Triste el papel del actual gobierno español en Cuba en estos momentos, haciendo lo mismo que criticaban al gobierno socialista anterior, pero sin tener la excusa de ser de izquierda.

El canciller español disertó en La Habana sobre transición a la democracia, explicando que las claves que la hicieron posible en España fueron el respeto a la legalidad, el consenso y el deseo común de evitar la confrontación en pos de la concordia, como preparativos ineludibles para unas elecciones verdaderamente democráticas. El periódico español ABC consideró la disertación “una contundente y valiente defensa de la democracia”. Sin embargo, lo hizo como si estuviera en Júpiter o Saturno, y en una institución como el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, que dicen las agencias de prensa extranjeras acreditadas en Cuba que forma funcionarios para el servicio exterior cubano, lo cual es cierto, aunque no dicen que también los forma para el servicio de inteligencia cubano, lo que es tan cierto como lo anterior.

Tanto que se llenan la boca los representantes de gobiernos españoles para hablar de los lazos históricos entre ambos países, y al ilustre conferencista no se le ocurre ni la más mínima mención a la realidad cubana, como si los últimos cincuenta y cinco años no hubieran existido. O tal vez nosotros estamos equivocados, y para el gobierno español tener buenas relaciones con la dictadura cubana ya se considera lazos históricos entre ambos países, como eran entre Franco y Fidel Castro. Es decir, que los cubanos de a pie no cuentan para nada, para beneplácito del Palacio de la Revolución.

Tampoco parecen contar demasiado los cubanos sencillos para los empresarios españoles radicados en Cuba. El principal reclamo a su canciller fue quejarse de que la doble moneda les dificulta sus negocios en la Isla. Además, pidieron apoyar la incipiente iniciativa privada en el país, habría que suponer que desde paladares y boteros hasta entrenadores de perros, peladores de frutas y amoladores de tijeras. Como puede verse, también los empresarios españoles tienen preocupaciones mucho más elevadas y estratégicas que las simples necesidades elementales de tantos millones de plebeyos cubanos que, según dicen algunos amanuenses, viven en un paraíso desde 1959.

Y el gobierno de España, además, no solamente se presta alegremente para piruetas de ese tipo, sino que continúa luchando por la camiseta de líder del pelotón de países de la Unión Europea que, con pocas excepciones, parecen dispuestos a considerar seriamente un acercamiento más afectuoso con el régimen. Tanto que algunos se le han adelantado a España en lo de ir a ofrecer y compartir sonrisas con los jerarcas de la dictadura.

Una buena prueba de a quién le interesa verdaderamente esta maniobra del gobierno español, y para qué, está en esos personajes que la AFP desde La Habana presenta como exdiplomáticos o académicos, y nunca como oficiales de inteligencia, cuyos puntos de vista, nada casualmente, siempre coinciden con los de la dictadura.

Ya uno de ellos, bastante activo últimamente, publicó un artículo señalando que el canciller español podría influir en el mejoramiento de las relaciones entre Washington y La Habana convenciendo a Estados Unidos de retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo, e intercambiar al rehén castrista americano Alan P Gross por los tres espías cubanos que cumplen condena por espionaje en Estados Unidos. No mencionó nada que pudiera hacer La Habana para mejorar esas relaciones. Sin dudas, ese señor se puede proclamar todo lo independiente y objetivo que desee, pero sus sugerencias son las mismas que proclama continuamente la dictadura sobre esos temas.

Lo más irónico de este circo peninsular es que los verdaderos intereses son los que se conciben para “el día después”. Todos saben que el castrismo está en su etapa final, y quieren estar presentes en Cuba cuando eso ocurra, para tomar ventaja. Eso no significa que los quieran en Cuba: Raúl Castro se permitió el lujo de desairar al canciller y no lo recibió, aunque los españoles estaban convencidos de que lo haría aunque no estuviera en la agenda, por la importancia de la visita. Pero no. Nada personal: asunto de negocios.

No le quedó más remedio al visitante que conformarse con ser recibido por Miguel Díaz-Canel, segundo al mando de no se sabe exactamente qué, y posteriormente en vez de una prevista conferencia de prensa se limitó a leer una declaración, sin aceptar preguntas, donde dijo que España desearía “un ritmo más rápido” en las reformas económicas iniciadas, y “un margen mayor” a la iniciativa privada y a la inversión extranjera, así como “una descentralización en la toma de decisiones”, lo que “se traduciría en una mayor prosperidad de los cubanos”. Como si a la dictadura le interesara la prosperidad de sus súbditos. Pretendiendo quedar bien con todos, también pidió que los ex-presos políticos liberados con licencia extra-penal sean autorizados a viajar al extranjero, y que los de la Primavera Negra que salieron para España por “salida definitiva” —de hecho una deportación— puedan visitar la Isla.

Aparentemente, muchos políticos españoles no entienden las cosas en Cuba. Parece que no se han dado cuenta que otro contendiente colosal, el malvado imperio norteamericano —el mismo que los aplastó en la guerra hispano-cubano-americana de 1898— también pretende estar en el juego, y en estos mismos momentos uno de los más señalados voceros actuales del lobby anti embargo y por la normalización de relaciones con la tiranía, el editorialista del The New York Times sobre el tema cubano, estaba también en “visita de trabajo” en La Habana, dicen que por quince días, durante el periplo del ministro español, y era recibido en el periódico Granma y otros medios al servicio del régimen.

Se podría pensar que, puestos a escoger, los cubanos de a pie, y también los del gobierno, se podrían sentir culturalmente cercanos a los españoles, por aquello del idioma o las comidas, pero tienen muchos vínculos emocionales, familiares, económicos, deportivos y psicológicos con Estados Unidos, sobre todo con el sur de La Florida.

Tal vez el gobierno español haría mejor en no intentar resolver entuertos en Cuba, donde nadie le ha llamado, y mirar un poco más a España, que con continuos escándalos de corrupción, políticos demagogos, monarquía debilitada por conductas reprochables, personajes conocidos que delinquen y pretenden cumplir condenas en hoteles de cinco estrellas, desempleo, y nacionalismos extremos, entre otros muchos problemas, podría algún día despertarse con la noticia de que los revoltosos de “Podemos” les ganaron las elecciones tanto a “populares” como a “socialistas”, no porque tales pendencieros sean tan buenos, sino por lo malos que han resultado tantos políticos españoles.

Quién sabe si de nuevo algún día, en una Cuba libre y en reconstrucción, como sucedió a comienzos del siglo 20, los cubanos reciban en la Isla, con los brazos abiertos, a muchos españoles de a pie como los que entonces fueron a Cuba no a despreciarnos ni a fingir, sino a convivir apaciblemente y sin complejos con los mismos que les habían derrotado en nuestra Guerra de Independencia.

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Tomado de http://www.cubaencuentro.com/
 
¿Fue un fracaso el viaje de García-Margallo?
 
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La reunión con Raúl Castro no figuraba en la agenda de la visita ni había sido confirmada, pero se contaba con ella
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Por Alejandro Armengol
 Miami
26/11/2014

El ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo, abandonó el martes Cuba sin ser recibido por Raúl Castro. El hecho ha marcado la visita, acaparado titulares en la prensa española y es ya la referencia obligatoria para analizar el viaje. Sin embargo, una reducción en blanco y negro siempre deja fuera demasiados puntos, y en especial en el caso cubano, donde los que gobiernan la Isla siempre son partidarios de ese enfoque. Para decirlo rápido: una vez más el régimen mostró su intransigencia o “sensibilidad extrema”, al dejar patente que no le gustan los consejos y las críticas desde fuera —las de dentro, ya desde hace décadas se resolvió la forma de silenciarlas—, pero también una vez más se le hizo saber a la Plaza de la Revolución que la posible respuesta para mejorar la situación de deterioro económico social perenne no radica en el enquistamiento sino en la transición, y que no hay a la vista otra Venezuela u otro Hugo Chávez salvador. Así que si resulta poco promisorio el futuro junto a Nicolás Maduro, hay que buscar el cambio verdadero, o al menos ciertos cambios.

La reunión con Castro no figuraba en la agenda de la visita ni había sido confirmada, pero se contaba con ella, a partir del hecho de que el gobernante cubano ha venido recibiendo a otros ministros que han viajado recientemente a la Isla. Así que algo ocurrió para que de forma no oficial, pero oficiosa, el gobernante cubano manifestara un alejamiento que no ex más que una expresión de disgusto.

De acuerdo a la prensa española, el motivo para el desplante estaría en una conferencia sobre la Transición española, pronunciada el día anterior por el ministro. Es curioso que en este enfoque coincidan tanto El País como ABC, que precisamente reflejan en sus páginas las opiniones, actitudes y trayectorias de los dos principales partidos españoles, en una muestra de unidad de análisis que trasciende el punto de vista partidista.

Motivos hay de sobra para argumentar que el tema de la Transición española sea particularmente espinoso para el régimen cubano, desde los vínculos históricos entre Cuba y España hasta las posibles comparaciones entre Franco y Fidel Castro. Meses atrás, un grupo de opositores y activistas cubanos viajó a Madrid para participar en un seminario sobre el tema. A ello se une lo que podía considerarse casi una tradición española de “aconsejar, recomendar, tratar de influir” en los gobernantes cubanos sobre las medidas necesarias para “arreglar” el entuerto económico, social y político en que se mantiene estancada la Isla.

Por años también —mejor sería hablar de décadas— estos esfuerzos españoles han conducido no solo al fracaso, sino que han sido vistos con temor, desconfianza y recelo. Más de un funcionario cubano ha visto opacado o seriamente afectado su futuro, dentro de la cúpula gobernante, por al menos la sospecha de buscar una demasiada cercanía con homólogos españoles.

Así que si hoy se habla del “desplante de Raúl” es posible que mañana se comente o especule sobre el encuentro con Díaz-Canel.

Sin embargo, la importancia de la visita de García-Margallo hay que buscarla más allá del recibimiento frustrado o el encuentro provechoso, y radica en el hecho de que, de forma clara e incluso en parte publicado por la prensa, quedó claro en estos dos días que si el gobierno cubano quiere incrementar sus relaciones económicas y políticas con Europa, y en especial con España, tiene que ofrecer algo a cambio. Por supuesto que ese algo puede en muchas ocasiones estar alejado de los objetivos de los exiliados cubanos —ese es otro problema—, pero nunca será pura complacencia lo que brinde Europa.

Este hecho, que constituye la esencia puesta de manifiesto en el viaje de García-Margallo, estuvo presente desde el desayuno inicial en Cuba con los empresarios españoles.

En ese encuentro a puerta cerrada, que el responsable de la diplomacia española mantuvo con los empresarios, éstos le trasladaron sus preocupaciones e inquietudes sobre el desarrollo de su actividad empresarial, entre las que destacaron la necesidad de la unificación monetaria y de apoyar la incipiente iniciativa privada en Cuba. Quedó claro también en la reunión —según lo trascendido en la prensa— que los empresarios españoles consideraban que en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (ZEDM) todavía quedaba mucho por hacer, ya que aún no estaban construidas las naves suficientes, así como la infraestructura necesaria, para que las empresas interesadas se pudieran instalar.

Sin duda que el canciller español salió de este encuentro con una serie de criterios, que debe haber trasladado a las autoridades cubanas, sobre “lo que está faltando para que más empresas nos entusiasmemos con el tema de Mariel”, según palabras de Xulio Fontecha, presidente de la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba. Y también debe estar claro, para los cubanos, que de momento no hay que contar mucho con los españoles para las anheladas inversiones. Así que aquí tenemos el embrión de que, a su vez, Raúl Castro no se mostrara muy “entusiasmado” para reunirse con García-Margallo.

Hay otro posible motivo, que puede haber influido en la decisión de Raúl de mantenerse al margen, y tiene que ver con las especulaciones sobre si el representante de Exteriores llevaba un “mensaje” de Obama al gobernante cubano. Aunque a través de los años no han faltado intermediarios en la búsqueda de un diálogo entre Washington y La Habana, y aunque ambas partes se han servido de ellos con mayor o menor utilidad, desde la llegada a la presidencia, Raúl Castro viene afirmando que solo admite el intercambio directo. Al no haber recibido a García-Margallo, corta en buena medida cualquier especulación al respecto.

En este sentido se sitúan toda una serie de eventos internacionales, en los que Madrid tiene un gran interés: la próxima Cumbre Iberoamericana de Veracruz (México) que se celebrará en diciembre y que para el Gobierno de España un “acontecimiento clave” en el proceso para refundar estos foros; la negociación en marcha para alcanzar un acuerdo de cooperación entre la Unión Europea y Cuba; la conferencia entre el bloque comunitario y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se celebrará en 2015; el papel de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU durante el bienio 2015-2016.

Por lo tanto, lo que Raúl hizo al no recibir a García-Margallo fue restarle importancia no solo a la visita, sino también a España. Importancia política, no económica, ya que según cifras oficiales, España es el tercer socio comercial de Cuba con un intercambio comercial de $1.397 millones de dólares en el 2013, pero muy lejos de Venezuela, que ocupa el primer lugar con $7.000 millones. Pero con una población de españoles en aumento, con la llamada “ley de nietos”, el gobierno cubano está interesado en no brindar una imagen en que la antigua metrópolis se considere un factor decisivo en el futuro de la Isla. Pero en particular, es una muestra de rechazo al posible papel mediador de Madrid en el largo diferendo entre Washington y La Habana.

Con estas cartas sobre la mesa, es lógico que el canciller español reafirmara públicamente lo que le planteó a las autoridades cubanas, en un encuentro con la prensa, sin posibilidad de preguntas, antes de su partida.

García-Margallo no dijo nada que no se conociera en esta presentación, desde abogar por mayores reformas hasta el permitir la salida de los 12 opositores excarcelados con licencia extrapenal, así como el regreso a la Isla de algunos disidentes que salieron de las cárceles cubanas para ir a España en virtud del acuerdo alcanzado en 2010 con la Iglesia Católica. Por supuesto que las palabras del canciller serán comentadas hasta el cansancio en el exilio, pero en realidad buscan más una compensación ante el desplante de Raúl y nunca constituyeron el objetivo fundamental de su visita.

Más que lección aprendida, debe hablarse de lección repetida: tratar con el gobierno cubano nunca es fácil, salvo cuando los intereses ideológicos y políticos (Venezuela), estratégicos (Rusia) y comerciales (China) determinan la agenda. En el caso español, en que economía, historia y política se mezclan, unen y divergen, resulta especialmente complejo, y García-Margallo acaba de comprobarlo.