Esteban Fernández sobre cubanos en un restaurants: “EL ESPECIAL”
Por Esteban Fernández
El dueño del restaurante cubano pone un “especial” y nosotros enseguida nos encargamos de desbaratarle el “especial”. El “especial” es originalmente moros y cristianos, boliche y yuca por $6.99 el plato.
Llegan tres matrimonios cubanos, ven el precio del “especial” y los seis deciden pedir el boliche. Uno de los hombres dice: “La verdad es que me comería las masitas de puerco fritas” y la mujer le responde: “No, chico, fíjate en lo barato que está el boliche, además ya tú sabes que las masas de puerco a esta hora siempre te hacen daño”.
Y ahora viene la parte de la demolición del “special”. Uno dice: “Chico ¿en lugar de moros tú me pudieras poner congrí?” Y ahí mismo se embulla todo el mundo al cambalache. La mujer dice: “Bueno, entonces a mí en lugar de yuca me das plátanos maduros fritos”. Y la otra mujer dice: “Yo la verdad es que prefiero los tostones”. Uno de los caballeros pregunta: “Mi socio ¿éste especial incluye la Materva también?”.
Uno de los cubanos que hasta ahora no ha hablado ni una palabra, pregunta: “Camarero ¿sería mucha molestia darme arroz con frijoles negros en lugar de los moros, y mariquitas fritas en lugar de la yuca? y por favor me sirves los frijoles en un plato y el arroz en otro, porque a mí me gusta irle poniendo los frijoles arriba del arroz poco a poco”.
Al fin traen la comida y los seis al unísono dicen: “Eh ¿pero qué pasa aquí, éste boliche no está mechado con chorizo español?” Uno dice: “Este congrí está muy cargado de condimentos” y el otro protesta: “Pues, mira, el mío está muy bajo de sal”. Una camarera que está atendiendo otra mesa se acerca a Carlos Hurtado y le pregunta: “¿Carlitos, mi amor, prefieres que te de lengua?” Y Carlos se hace el que no la conoce y no la escuchó.
Junto a los tres matrimonios traen a una anciana de 90 años que de pronto dice: “Óiganme, yo les voy a decir a ustedes una cosa, aquí la comida no sabe como la de Cuba”.
Claro que no, es imposible que la comida sepa igual en Pinar del Río cuando ella tenía 28 años y podía comer “hasta rayo encendido” que ahora en Hialeah con 90 años, 77 achaques, con dentadura postiza y después de haber tomado tres cucharadas de Mylanta.
Terminan de comer y uno dice: “Tráenos seis flanes” y le contestan: “Chico ¿quién te nombró líder a ti de este grupo, yo como el postre que a mí me dé la gana, yo quiero casquitos de guayaba con queso crema”.
Y entonces viene una pregunta muy típica nuestra: “¿A qué ustedes no saben cual es el postre más rico que hay?”. Y todo el mundo sabe en la mesa que es “un trozo de dulce guayaba con queso amarillo”. Al primero que pidió flan se lo traen y dice desconsolado: “Oye ¿y no me le van a poner un poquito de coco por encima?”.
Piden café cubano, solamente cuatro porque hay dos que dicen que “él café los desvela” El pobre camarero trae las cuatro tazas y uno le pregunta: “¿Qué café es éste? por favor ve a la cocina y averigua qué café es éste, porque te voy a decir una cosa, José, Paco, Leonor y Pedro Gaviña y Carlos Fandiño son socios fuertes míos y yo nada más que tomo café La Llave”.
Regresa el camarero y dice: “No se preocupen, el dueño les asegura que es café La Llave” Y ya con eso el camarero cree que resolvió el problema, pero de pronto uno le dice: “Oh no, yo te dije que quería un cortadito ¿qué pasa, tú no me estás poniendo caso o qué?”.
Al final, inevitablemente, vienen dos chistes más viejos que la sarna que no pueden faltar, y uno le dice al mesero: “Oye, por favor, nos traes la cuenta y un policía”. Y otro dice: “Bueno ¿y quién es él que va a fregar los platos aquí esta noche?”.
Después todos se fajan por pagar la cuenta. Ese es un alarde muy cubano. Entonces uno la coge y sin mirarla detenidamente mete la mano en el bolsillo y va a pagarla, pero la esposa se la quita de la mano, y ella es la que se encarga de ir chequeando el precio de cada cosa, al fin muy orgullosa encuentra un error y dice:”¿Tú ves, viejo?, aquí hay un mistake, te iban a tumbar 10 centavos de más por el flan”.
Salen muy contentos porque la comida les salió muy barata y se ahorraron 70 centavos en los postres y se montan en un bello y reluciente Mercedes nuevo. La vieja pide sentarse delante porque dice que atrás se marea y la comida le produce reflujo ácido. Y pregunta nerviosa: “Joseito ¿estás seguro que pusiste mi burrito en el maletero?”
Y parece que esto lo traemos en la sangre los cubanos casi desde que nacemos porque cuando mi hija Ana tenía cinco años la llevabamos a “El Colmao” de Los Angeles y alli volvía loca a las hijas del dueño, Candi y Nelsa Souza, formando tremendo cambietéo en el menú. Recuerdo que un día Candi le dijo: “Mi amor, te voy a traer un caldito gallego” y mi hija le contestó: “Solamente me traes el caldito, no quiero al gallego”.
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