El incierto futuro de Cuba
Por Jorge Hernández Fonseca.
26 de agosto de 2015
Por Jorge Hernández Fonseca.
26 de agosto de 2015
Izadas las banderas --cubana en Washington y norteamericana en la Habana-- la relación diplomática entre Cuba y Estados Unidos se encamina ahora por senderos escabrosos. Dejando de lado la polémica sobre la pertinencia de la decisión norteamericana de acercarse a los hermanos Castro, resulta importante tratar de analizar los caminos que semejante relación pudiera tener al interior de la isla en los aspectos económico, social y político de la vida cubana.
Estados Unidos ha insistido que una relación que mejore la economía de la isla a través de inversiones extranjeras y el turismo norteamericano, traería --a medio y largo plazo-- una mejora en los aspectos sociales y políticos. Se ha dicho que una apertura económica traería aparejada, tarde o temprano, una apertura política. También se argumenta como objetivo básico de este acercamiento la mejora material y social de la deteriorada población cubana fundamentalmente.
De parte de los inversionistas internacionales se procura aprovechar las ventajas competitivas que Cuba ofrece hoy: una población con formación tecnológica y una mano de obra barata. Falta redondear una estructura legal que proteja las inversiones, aspecto que no es difícil resolver, en función que no pone en juego el poder político. Estas inversiones, tanto en turismo como en el flamante Puerto de Mariel, ciertamente mejorarían el poder adquisitivo de la población al interior de la isla, pero siempre con salarios de miseria, por ser su diferencial competitivo.
Otra gran ventaja de las futuras inversiones en la isla lo es su cercanía a la costa este de Estados Unidos, situada además a medio camino de la ruta asiática del Canal de Panamá. Todas estas ventajas saltan a la vista del poder económico norteamericano, motor del acercamiento entre la Habana y Washington, que de lograr afianzar en la isla una plataforma productiva con semejantes ventajas competitivas, podría fomentar cierto futuro para la isla.
El gran problema de semejante panorama futuro es político. Hoy, EUA asegura que procura un futuro democrático para la isla a medio plazo. De afianzarse las inversiones en la isla, lo harán por las ventajas productivas que el castrismo garantiza con su explotación de mano de obra barata, lo que en un sistema democrático de ninguna manera sería posible. El afianzamiento de un esquema de explotación de mano de obra barata sería una fuerza en la dirección de la defensa del castrismo por parte de los empresarios, con vistas a no cambiar el mecanismo de explotación con el riesgo que, al ir a un cambio democrático, caerían las ventajas productivas.
En estas condiciones no sólo las fuerzas castristas lucharían por no perder su poder político dictatorial, sino que todo el andamiaje productivo, industrial y turístico, apoyado por la diplomacia de sus países (EUA entre ellos) lucharía por mantener las condiciones de explotación que el castrismo ha posibilitado (salarios de miseria y explotación esclavista) constituyéndose en una fuerza más contra el cambio democrático en el medio y largo plazo.
Este es el verdadero peligro de la situación que enfrenta la sociedad cubana actual. Afianzada la plataforma productiva extranjera por las ventajas competitivas que el castrismo ha generado dentro de la isla, esta se convierta --sumado a la diplomacia de sus países de origen-- en defensores de la política dictatorial actual, frustrando el hoy postergado cambio político.
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