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La naturaleza retorcida de la dirigencia cubana, clavada como una estaca en la vida de la isla desde 1959, se ha tomado la libertad de decidir cada paso que den sus connacionales, sin dar tiempo a ser cuestionados.
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Por Luis Felipe Rojas
Especial para martinoticias
septiembre 13, 2015
La alegría llegó a 3.522 hogares cubanos, ya que en esa misma cifra están siendo o serán liberados en las próximas horas miles de reclusos que cumplían (técnicamente) sanciones concernientes a delitos comunes. Hay que alegrarse, definitivamente las cárceles no reeducan a nadie, menos en el ambiente represivo de la isla.
De este modo el régimen cubano acaba de ofrecer públicamente otro gesto ante el Papa Francisco, abocado a una visita a Cuba que comenzará el 19 de septiembre. La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba lo agradeció, como lo habrán hecho muchos cubanos, pero sin más preguntas, pues a caballo regalado, dice el refrán… y las migajas que va soltando en estos meses la mano dura del aparato verdeolivo castrista tienen aturdidos a muchos.
La naturaleza retorcida de la dirigencia cubana, clavada como una estaca en la vida de la isla desde 1959, se ha tomado la libertad de decidir cada paso que den sus connacionales, sin dar tiempo a ser cuestionados. Hay detalles precisos dentro de esta falsa amnistía, que no son motivos de alegría sino de vergüenza y pena ajena.
El gulag por dentro
Hay algo que deben saber los destinatarios de este “gesto de humanidad”: el Papa Francisco, el Cardenal Ortega, los obispos, los curas, los laicos y todos los fieles católicos representados en ese mensaje de agradecimiento publicado el viernes, como afirma la edición extraordinaria de la Gaceta de Cuba del Ministerio de Justicia.
Los primero es que sobre todas estas personas amnistiadas pende una espada de Damocles. Los artificios jurídicos por los que fueron llevados a prisión, o la conjunción de medidas que recibieron en sus periodos de encierro están preñadas de irregularidades, solo permitidas en un régimen autoritario como el que gobierna en La Habana.
(Papa Francisco)
El caso cubano posiblemente sea el único en el mundo occidental. Las oficinas de Fiscalía municipal en cada territorio en la isla, están adjuntas –físicamente- en los edificios de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Aquí huelgan los comentarios sobre la separación de poderes. Sería una pérdida de tiempo ponerse a discutir de estos temas cuando policías de barrio, supuestos investigadores, alguaciles y jefes de sector almuerzan con los funcionarios de la fiscalía cada jornada, y hasta hacen sus necesidades fisiológicas en el mismo servicio sanitario.
Todavía el Jefe de Sector de la PNR funciona como una especie de mandamás a la vieja usanza. Sus asistentes, asesores y fuentes confiables siguen siendo los presidentes del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC) y para completar la Comisión de Prevención que asiste a estos jefes de zona, está el presidente del Consejo Popular. De ese grupo selecto que representa la “democracia” cubana salen las recomendaciones para aplicar la Ley de Peligrosidad Predelictiva, entre otras.
La intromisión de la Seguridad del Estado en juicios a personas que considera desafectos a la revolución es una de las burlas que más trabajo les va a costar borrar del imaginario popular a la maltrecha justicia criolla.
Cuando un cubano es investigado por atentar –verbalmente- contra “el proceso revolucionario”, inmediatamente aparece una causa común, asociada en la mayoría de los casos a la dipsomanía, la receptación de artículos robados, violencia doméstica o la actividad económica ilícita, que son figuras risibles en un país que ha practicado la destrucción de sus riquezas y la exhibe como un logro.
En el momento en el que los instructores de caso del Departamento de Operaciones o Instrucción Penal tienen en la mano cómo juzgar a un individuo por un delito común y no por uno concerniente a los que –supuestamente- atentan contra la Seguridad del estado, trasladan el abultado expediente (donde aparecen delaciones por parte de sus amigos, chistes contra Fidel Castro, gustos por la moda extravagante y demás) hacia las apretadas oficinas de la Fiscalía municipal. Caso resuelto.
Figuras penales como la Peligrosidad social (pre-delictiva), desacato (contra la autoridad o la Figura del Comandante en Jefe), Atentado (contra la autoridad) o la Resistencia (al arresto, arbitrario la mayoría de las veces), pasan por los ojos de quienes aprueban en Cuba cada amnistía como una forma de respeto a los visitantes –ya sea un papa o presidente de paso por La Habana.
Por todo lo anterior, en esa lista de miles de liberados no van a aparecer los nombres de activistas de Derechos Humanos que han sido sancionados o están a la espera de una petición fiscal por desobediencia, peligrosidad o impago de multas. Aunque hayan gritado ¡Abajo Raúl!, ¡Abajo el hambre! O ¡Libertad para los presos políticos!
Saborear las migajas de turno
Si la manipulación –y no la correcta ejecución- de las leyes no cambia, los hombrecitos de verdeolivo del Palacio de la revolución tienen cada vez que les venga en gana, una migaja que ofrecer a quienes promueven la idea de que en Cuba están ocurriendo “cambios significativos”.
La dictadura castrista remueve a su antojo el dominó que han aceptado jugar el gobierno de Estados Unidos, el Estado Vaticano, la Iglesia católica cubana y la tanda de empresarios y advenedizos que han visto un filón de oro en las aguas del Mar Caribe.
Ya se sucedieron más de 140 detenciones en menos de 72 horas, vinculadas a los deseos de opositores del Oriente cubano de asistir a la misa por la Virgen de la Caridad del Cobre. De esa arbitrariedad han sido documentados los siguientes incidentes: arrestos arbitrarios, golpizas, torturas con marcas visibles en los glúteos y otras partes del cuerpo, corte del cabello a manera de escarmiento, amenazas colocando pistolas en las cabezas de los detenidos, rasgadura de las vestimentas y filmación de esos mismos hechos por parte de los propios torturadores. El silencio de la jerarquía católica fue proverbial y el de la comparsa que aplaude la manera en que se maquillan los generales en La Habana, vergonzoso.
Esta semana que resta para que llegue el papa argentino a Cuba traerá otras sorpresas. La Oficina de Asuntos religiosos del PCC, dirigida sempiternamente por Caridad Diego, va a expedir otros permisos de construcción de templos católicos, asentamientos de órdenes religiosas en lugares intrincados –quizás- y es una fiesta que no será interrumpida por el ruido de quienes exigen respeto por los Derechos Humanos.
Los días previos al pastoreo de Francisco en La Habana, Holguín y Santiago de Cuba, se espera sean detenidos centenares de opositores pacíficos (como ocurrió en marzo de 2012, cuando llegó Benedicto XVI) o sean obligados a permanecer encerrados en sus viviendas, hasta que el gobernante del Vaticano se vaya a Washington.
Un mes después de esta “histórica” visita, Francisco va a cumplir el protocolo, como lo exigen las normas de la civilización occidental: enviará un mensaje de agradecimiento al hombre que lo estrechó en sus brazos en La Habana, con las manos manchadas de sangre pero ya le habrá pedido perdón y lo habrá recibido con una sonrisa.
El cardenal Ortega, los obispos y los curas refrendarán la visita pastoral con un mensaje no menos dulce. Sentados a la mesa no se haba de asuntos desagradables. Cuba puede tendrá.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Cruzar las alambradas, el 12 de septiembre de 2015.
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