El cura que dio la “más hermosa explicación de la Creación”, según Einstein
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El padre del Big Bang, Georges Lemaître, fue también sacerdote además de un formidable matemático
Todos tenían razón y todos estaban equivocados
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Por Enrique Joven Álvarez
1 OCT 2015
Sabido es que ciencia y religión nunca han mezclado demasiado bien. Hubo un tiempo, ya lejano, en el que conciliar ambos términos era no sólo recomendable, sino casi obligatorio. Y, si no, que le pregunten a las cenizas de Giordano Bruno o a su compatriota Galileo, conminado muy a su pesar a recolocar la Tierra en el centro del Universo cuando ésta ya había encontrado su lugar. Si los católicos lo pasaban mal, mejor no les iba a los protestantes y así, Kepler, coetáneo de los anteriores, a punto estuvo de ver a su madre arder en la hoguera igual que al fantasioso de Bruno por su supuesta brujería.
Sin embargo, no siempre los prejuicios circulan en el mismo sentido. Incluso en tiempos más recientes.
Tal vez un ejemplo de ello sea el físico y matemático belga
Georges Lemaître . Apenas un cráter en la Luna y el nombre de un vehículo espacial de la ESA –el
ATV5, ya igualmente convertido en cenizas– nos lo recuerdan. Y eso que estamos hablando del hombre que se atrevió a corregir –educadamente, eso sí– al mismísimo Albert Einstein, prediciendo lo que más tarde Edwin Hubble comprobaría con los
telescopios de Monte Wilson: la expansión del Universo. Lo que hoy todos conocemos como el Big Bang.
Lemaître nació en Charleroi (Bélgica) en 1894. Apasionado por las ciencias y la ingeniería, tuvo que interrumpir sus estudios con veinte años para defender a su país, inmerso en la Primera Guerra Mundial, siendo incluso condecorado como oficial de artillería. No debió de gustarle nada lo que allí vivió y, horrorizado, decidió tomar los hábitos y ordenarse sacerdote. Corría el año 1923. Pero Lemaître no abandonó su primera vocación. Su formación académica en física y matemáticas fue formidable, comenzando por su paso por la Universidad de Cambridge y terminando con su doctorado en el todavía mítico MIT estadounidense, institución en la que se doctoraría.
Poco después –en el año 1927– publicaría en una revista local el esbozo de su modelo de universo. Partiendo de los postulados de Einstein –un cosmos estático de masa constante– llega a un resultado totalmente diferente: el radio del universo tenía que crecer de forma continua para ser estable. Al enterarse, el genio alemán rechaza la idea con virulencia: "Sus cálculos son correctos, pero el modelo físico es atroz". Y eso que Lemaître siempre haría uso de la famosa constante cosmológica https://es.wikipedia.org/wiki/Constante_cosmol%C3%B3gica inventada por el propio Einstein, de la que más tarde el alemán renegaría con mayor vehemencia incluso que la utilizada por Galileo para escapar de la pira purificadora. En 1931 su trabajo alcanza las páginas de Nature http://www.nature.com/ , y en él se detalla su teoría completa del ‘átomo primigenio’ o ‘huevo cósmico’, derivándose de entre sus líneas lo que luego daría en llamarse exclusivamente
Ley de… Hubble .
Einstein y Lemaître coincidirían en varias ocasiones. Einstein, agnóstico, recelaba del cura belga, puesto que su modelo cosmológico lógicamente arrastraba a un origen ¿divino? en el espacio-tiempo, y eso no le gustaba ni a él ni a muchos astrofísicos. Pero lo admiraba. En una ocasión, durante una estancia en Bruselas y disertando ante un erudito auditorio, Einstein espetó: "Supongo que no habrán entendido nada, a excepción claro está del abate Lemaître". En territorio comanche, juntos en Princeton, Einstein también dejaría caer al oír predicar a su colega belga: "Ésta [por Lemaître] es la más hermosa explicación de la Creación que nunca haya escuchado". Otra cosa es que hablara realmente en serio.
Como es natural, la fama de Lemaître no tardó en llegar al Vaticano. A pesar de los despectivos intentos del tan brillante como lenguaraz Fred Hoyle y los seguidores de la teoría del universo estacionario –el mismo Hoyle, durante un programa de radio de la BBC, bautizaría con bastante mala intención la teoría de Lemaître como
Big Bang en 1949–, el modelo de universo en permanente expansión era imparable. Georges Lemaître ocuparía durante su vida distintos cargos en la Academia Pontificia de las Ciencias, siendo asesor personal del papa Pío XII. Y éste no quería dejar pasar semejante oportunidad. Si el Universo tiene 13.700 millones de años, ¿importaría mucho que se creara en los siete días bíblicos o en
poco más de 10-35 segundos? Con gran pesar de Pío XII –que, curiosamente, fue elogiado por Einstein en su defensa de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial–, Lemaître huyó de explotar la ciencia en beneficio de la religión. Suyas son las palabras:
(Oficina de Albert Einstein en Pricenton en 1958)
"El científico cristiano tiene los mismos medios que su colega no creyente. También tiene la misma libertad de espíritu, al menos si la idea que se hace de las verdades religiosas está a la altura de su formación científica. Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus criaturas. Nunca se podrá reducir el Ser Supremo a una hipótesis científica. Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe". Tras escuchar a Lemaître, el prudente Pío XII abandonó la idea de hacer del Big Bang un dogma de fe.
Georges Lemaître falleció en 1966, sólo dos años después del hallazgo irrefutable de la radiación del fondo de microondas, el eco proveniente del origen del Universo, de su Big Bang. Quizá su nombre pintado en la chapa de un carguero espacial no haga justicia suficiente a una mente —creyente o no— divina.
Enrique Joven Álvarez es doctor en Ciencias Físicas y trabaja como ingeniero en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Compagina sus tareas científico- técnicas con la divulgación y la escritura de ficción. Ha publicado dos novelas con la astronomía como eje principal: 'El Castillo de las Estrellas' (RocaEditorial, 2007) y, recientemente,
'El Templo del Cielo' (RocaEditorial, 2013)
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Algunos apuntes sobre la Ciencia y la religión cristiana surgidos a raíz del interesante artículo ¨El cura que dio la “más hermosa explicación de la Creación”, según Einstein¨
Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
¨ Pero la búsqueda de una verdad escondida
y borrada bien vale el trauma de la lectura ¨
Leyendas Negras de la Iglesia. Vittorio Messori
En no pocas ocasiones se oculta que Copérnico fue un religioso católico que investigó si el planeta Tierra era el centro del universo o no; su teoría heliocéntrica surgió como consecuencia de la tarea que le había encomendado el Papa de turno. A Copérnico sólo se le pidió, siguiendo el comportamiento mesurado y prudenteque le ha caracterizado en muchas ocasiones, que ante tal resultado esperara un tiempo antes de hacerlo público.
Con Galileo, el supuesto padre de la ciencia experimental, el tribunal de la Iglesia que lo juzgó sólo le pidió que siguiendo las propias reglas de la ciencia experimental que él había planteado que esperara nuevas evidencias de que la Tierra se mueve. Galileo era una persona mimada por la Iglesia Católica pese a su carácter donde la ironía y la burla en contra de las personas que se le oponían no eran nada raro. Galileo se equivocó en varias teorías científicas entre las quer se encuentra una que explicaba las mareas; en el tribunal que juzgó a Galileo estaba el religioso (no recuerdo si monje o sacerdote) que había demostrado científicamente que las mareas en la Tierra son producidas por la atracción de la Luna.
El error de la Iglesia en ambos casos y en el de Giordano Bruno fue en inmiscuirse en el campo de la Ciencia, lo cual es explicable, que no justificable, por la estrecha relación que existía en ese momento entre la Iglesia y el Estado y cualquier resultado que estremeciera el poder de uno, afectaba el poder del otro. En el artículo Enrique Joven Álvarez se habla del carácter fantasioso de Giordano Bruno pero añado que el gran astrónomo Kepler incursionó también profundamente en la Astrología y su carácter fantasioso en esa, según mi opinión, falsa ciencia puede verificarse leyendo su obra Misterium.
Albert Einstein no era agnóstico. Einstein planteaba que había tres tipo de religiosidad:
La Religiosidad del Miedo
La Religiosidad Social o Moral
La Religiosidad Cósmica
Einstein desechaba las dos primeras al expresar en su librito ¨El Mundo como yo lo veo¨ por la conceptualización antropomórfica de Dios, porque la hipótesis de la causalidad no tiene cabida en las dos primeras así como por el hecho de que: ¨Sería muy deprimente por parte de la humanidad si únicamente se refrenara por miedo al castigo y por esperanza de un premio después de la muerte.¨
En ese libro Einstein escribe sobre la Religiosidad Cósmica:
¨Es un escalón de la experiencia religiosa que únicamente intentan superar ciertas sociedades y ciertos individuos especialmente dotados. En todas se halla un tercer grado de experiencia religiosa, aunque casi nunca se encuentre tampoco en estado puro. Se trata de la denominada Religiosidad Cósmica, difícil de entender pues de ella no se origina un concepto antropomórfico de Dios.¨
¨El individuo siente la pequeñez de los deseos y los objetivos humanos, del sublime y maravilloso orden que se manifiesta tanto en la Naturaleza, ccomo en el mundo de las ideas. Ese orden conduce a sentir la existencia individual como una especie de prisión, y lleva al anhelo de experimentar la totalidad del ser como un todo razonante y unitario. La Religiosidad Cósmica la podemos hallar hasta en los primeras etapas del desarrollo religioso, por ejemplo en algunos salmos de David y en algunos profetas. El componente de Religiosidad Cósmica se encuentra mucho más acentuado en el Budismo, como nos lo han puesto de relieve los magníficos escritos de Schopenhauer. Los genios religiosos de todos los tiempos eran admirables gracias gracias a esta religiosidad que no conocía dogmas ni Dios alguno concebido a la manera del ser humano. Y es por esto que no puede haber ninguna iglesia cuya enseñanza fundamental se base en la religiosidad cósmica, y también por eso encontraremos entre los herejes de todos los tiempos y hombres llenos de ella, considerados muy frecuentemente idealistas o hasta santos por sus contemporáneos. Hombres ccomo Demócrito, Francisco de Asís y Spinoza están muy cerca unos de otros.¨ (Editorial Brontes S.L.,páginas 19-20,)
¨¿Cómo pueden comunicarse los seres humanos esta Religiosidad Cósmica si con ella no es posible crear ni una idea de Dios ni una teología? Yo creo que ésta es la función primordial del arte y de la ciencia: despertar y mantener vivo ese sentimiento en todos aquellos que se encuentren dispuestos a recibirlo.¨
Einstein también afirmaba: ¨
Resulta muy difícil que pueda hallarse un espíritu de investigación científica que no posea una religiosidad específica , propia.¨
Tal parece que Albert Einstein desconocía que la Iglesia Católica de su tiempo entendía ya que la igualdad y semejanza del hombre respecto a Dios de las que se habla en La Biblia, en los dos ¨relatos¨ de la creación, fue que el hombrc fue creado en ilibertad y dignidad.
Allbert Einstein (1879-1955), creador de la Teoría de la Relatividad (la General y la Restringida) y Premio Nobel de Física en 1921, planteó
que sin Dios no hay razón para la Ciencia y que "el hombre encuentra a
Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir".
Para
Einstein un universo no creado por un Ser todopoderoso dotado del orden
intelectual absoluto, es un universo caótico carente de armonía y
simplicidad donde no existe la regularidad de los fenómenos; por lo que
consecuentemente, es imposible hallar las estructuras generales o leyes
que rigen a esos fenómenos. Es bastante conocida la expresión de
Einstein en contra de la Mecánica Cuántica: “Dios no juega a los dados”,
que muestra claramente la concepción que él tenía de un universo creado
por un Ser todopoderoso poseedor del orden intelectual absoluto. Para
Einstein el orden (realmente, su concepción del orden) de nuestro
universo no era fruto de la casualidad sino el fruto de una inteligencia
superior. Fue una limitación de Einstein
no
aceptar y comprender en plena madurez y apogeo de su producción
científica aquellas teorías que solamente admiten un tratamiento
estadístico o probabilístico, como son, por ejemplo, la Mecánica
Cuántica y la Física del Caos; las cuales trabajan con una concepción de
regularidad más amplia que la que usualmente conocemos.
Las
áreas de la Fe y la Ciencia no son excluyentes pero, sin embargo, aunque los métodos de
la Ciencia no son aplicables al área de la Fe; ellas tienen algunos
puntos de contactos. San Juan Juan Pablo II, hablando de la relación entre la Ciencia y la fe religiosa cristiana dijo:
¨
El cristianismo posee la fuente de justificación dentro de sí mismo, y
no espera que la ciencia constituya su principal apología. La ciencia
debe llevar la verdad a su propio ámbito. Ambas deben aceptar al otro en
su propia dimensión cultural, y no deben considerarse premisas
obligadas para la otra. ¨
El campo de la Ciencia es muy grande,
pero limitado. La Ciencia no puede sobrepasar los límites de la materia
pero si abrimos nuestro espíritu a Dios podemos llegar por medio de ella
a la fe. Otras personas ya han recorrido ese camino. En este mundo
material están las huellas de Creador, de la Causa Primera. La Razón no
nos puede demostrar científicamente la existencia de Dios, pero si
descubrir sus huellas.
El hombre es un ser esencialmente
religioso, forzarlo a que asuma posiciones ateas es enfrentarlo en
contra de su esencia. Blas Pascal, científico, filósofo y católico
practicante, escribió:
¨ En el corazón de todo individuo hay un inmenso vacío; ese vacío ha sido creado por Dios, y sólo Dios puede llenarlo. ¨
Es cierto que una religiosidad mal asumida y practicada puede
convertirse en ¨ el opio de los pueblos ¨, pero la solución, no está en
tratar de eliminarla del corazón del hombre, sino en orientarla
debidamente y de tal manera que ella ayude al hombre, mediante el
crecimiento humano y espiritual, a caminar hacia la posición
privilegiada que Dios le tiene reservada al hombre desde la creación.
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