martes, diciembre 20, 2016

“El cuartico está igualito”. Ana León y Augusto César San Martín desde Cuba: A dos años del histórico anuncio hecho por Barack Obama y Raúl Castro, los cubanos no ven cambios en su vida diaria


“El cuartico está igualito”
 
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A dos años del histórico anuncio hecho por Barack Obama y Raúl Castro, los cubanos no ven cambios en su vida diaria
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Por Ana León
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Augusto César San Martín
Diciembre 17, 2016

¿Qué opinan los cubanos sobre relaciones entre USA y Cuba tras dos años de “deshielo”?

  
    
LA HABANA, Cuba.- En una ocasión, mientras cursaba la universidad, surgió un encarnizado debate sobre las razones que han provocado la persistencia del racismo en la Cuba revolucionaria. La imposibilidad por parte de los estudiantes de conciliar tal fenómeno con los ideales del socialismo, un siglo después de la abolición de la esclavitud, fue zanjada por una eminente profesora con la siguiente frase: “Cien años son apenas dos minutos en la subjetividad colectiva”.

Con ese argumento, la profesora inició una conferencia magistral acerca del tiempo psicológico, aquel que transcurre al margen del calendario, largo o breve según la consciencia que el ser humano pueda alcanzar acerca de los fenómenos que condicionan su existencia. Bajo esta perspectiva, los dos años que hoy se cumplen del reinicio de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, serían poco menos que una milésima de segundo. Por ende, es comprensible la pobreza de criterios con que los cubanos respondieron al equipo de CubaNet, a propósito de los cambios perceptibles en la vida cotidiana de los insulares.

Cuando fue abierta la embajada estadounidense, en diciembre de 2014, varios se atrevieron a vaticinar y a esperar transformaciones, con esas ansias de prosperar que se han convertido en un padecimiento crónico. Hoy prefieren no hablar del tema, ni arriesgar expectativas, o repetir el discurso oficial como un mantra.

Los cubanos, al parecer, no comprenden qué es su vida cotidiana; les resulta prácticamente imposible desligarla del acontecer gubernamental. De modo que cuando hablan del “cambio”, se refieren a convenios firmados, aerolíneas que autorizan vuelos directos, intercambios científicos, millones de turistas norteamericanos aterrizando en la Isla o —novedad de última hora— el acuerdo entre Google y la empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA). Solo cuando se les pregunta directamente “¿qué ha cambiado en tu vida dos años después de concretadas estas relaciones?”, dejan de divagar y responden, decepcionados, con la verdad: “Nada”.

Si algo ha marcado la conciencia colectiva de la Cuba revolucionaria —además del miedo a expresarse libremente— ha sido el diferendo con los Estados Unidos, y la emigración, que en principio fue cíclica y hoy es sostenida, pero igualmente traumática. Los cubanos continúan tan anclados al medio siglo de silencio entre ambos países y a la retórica de la supuesta injerencia que son incapaces de cuestionarse cómo y cuánto han repercutido los convenios firmados y el aumento del turismo en la infraestructura que precariamente sostiene la vida diaria, desde el transporte hasta la educación y la salud pública.

Algunos ni siquiera están al corriente del acercamiento entre los dos gobiernos; a muchos no les interesa porque sus vidas continúan exactamente igual; otros se muestran escépticos y buena parte considera que las cosas van a mejorar definitivamente cuando se levante el embargo y devuelvan la base naval de Guantánamo.

Tomando como premisa la conclusión de la profesora sobre el tiempo psicológico, tal vez sea demasiado pronto para que los cubanos observen el contrapunto entre retomar el entendimiento con el país más poderoso del mundo y el hecho de que en Cuba nada mejora, más bien todo lo contrario. Pero a la luz del mismo razonamiento, podría asumirse que serán necesarios otros cincuenta años para que los cubanos comprendan que estampar una firma oficial al pie de un documento no basta para transformar la nación; y que el embargo ha influido en la vida económica y social del país mucho menos de lo que el gobierno ha dado a entender.

Hoy se cumplen dos años de una “normalización” que marcha con más pausas que prisas. Habría sido insensato creer que de la noche a la mañana este país sería otro, pero después de un suceso tan significativo, se esperaba algún beneficio —aunque fuese ligero— capaz de aliviar el “modo supervivencia” en que amanecen y se acuestan millones de cubanos.

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