Alberto Roteta Dorado.: Che Guevara, el misterio de una inmerecida idolatría.-
Naples. Estados Unidos.- Por estos convulsos días de atentados terroristas y atroz represión en Venezuela la figura del Che Guevara vuelve a ser noticia. La Agencia EFE publicó las declaraciones del general retirado boliviano Gary Prado Salmón, quien en octubre de 1967 tuvo la dicha de capturar al siniestro guerrillero argentino conocido como el Che. Según afirmó el exmilitar, fueron los más altos dirigentes del partido comunista de Cuba los encargados de enviar a Guevara "a morir a Bolivia" porque ya no lo toleraban.
Pero no es sobre las declaraciones de Gary Prado de lo que trataré en este escrito -a estas alturas ya muchos deben haber consultado lo publicado en este sentido, toda vez que varios medios reprodujeron sus palabras-; sino de la figura del hombre capturado por él, a quien lamentablemente se le rinde un inmerecido culto en el mundo entero, pero que adquiere dimensiones inusitadas en Latinoamérica.
La directora ejecutiva de Archivo Cuba: Proyecto de Verdad y Memoria, María C. Werlau, ha definido al Che Guevara como: “la figura emblemática de la mitológica “elegancia revolucionaria” y el ícono por excelencia de la cultura de masas”, algo determinante para comprender en su esencia la desenfrenada idolatría hacia el guerrillero argentino, a quien los comunistas cubanos han querido hacer suyo.
Increíblemente, a casi medio siglo de su muerte en La Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967, sigue ejerciendo su maléfico efecto sobre las multitudes. Rockeros, raperos, reguetoneros, iletrados, delincuentes y marginados, fanáticos y comunistas, filósofos y hombres de ciencia, poetas y trovadores, literatos y empresarios, lo siguen venerando, cual Mesías de estos convulsos tiempos.
¿Fanatismo o desconocimiento de la verdad? Muchos saben - no solo como referencia fortuita u ocasional; sino con conocimiento de causa a través del estudio y profundización de su vida y obra- acerca de sus debilidades devenidas en arbitrariedades de una personalidad egocéntrica, que desde la rebeldía se propuso transformar el mundo y al hombre, aunque para esto tuviera que agredir, maltratar, humillar y matar. Pero aun así lo siguen amando, y se resisten a admitir la veracidad de su condición demostrada de hombre asesino, y a reconocer la perversidad inherente a su enérgico accionar.
Sus defensores se resisten a creer que el mismo ser que inspirara a la intelectual cubana Mirtha Aguirre a declararlo como “caballero, el más puro, caballero el mejor caballero”, fuera capaz de predicar el odio entre los hombres, en contrapartida al amor y la tolerancia que enseñara el Cristo en los lejanos tiempos de la antigua Palestina, y que se asume como modelo en los pueblos que profesan la fe cristiana, la que se practica en toda la América, donde el guerrillero pretendía ejercer su dominio.
(El placer al matar formaba parte de su vida. (Obra del artista español Jesús Antonio Lozano Fuentes, cortesía para la publicación).)
¿Héroe, aventurero o terrorista? Para aquellos que dudan y pretenden ocultar su enfurecida maldad, las palabras del Che Guevara en su Mensaje a la "Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América latina", en abril de 1967, a solo seis meses de su muerte, son una prueba irrefutable: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal." (Tricontinental. Suplemento especial. 16 de abril de 1967).
El anticristo, dirían pues los fanáticos extremistas de la religión cristiana, aun cuando muchos de los seguidores del ejemplar maestro que murió en su cruz se las han agenciado para continuar amando a Cristo, y al propio tiempo utilizar atuendos, que a modo de amuletos expresan algún atributo del “caballero del alba encendida”, aquel que con ímpetu guerrero, no por sentido de justicia y necesidades libertarias, sino por satisfacer su corrupto delirio vengativo y sus ansias de expansión por el orbe, afirmó en el mismo mensaje: “Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aun dentro de los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá cayendo”.
Al igual que Fidel Castro, le obsesionaba la idea de agredir continuamente al llamado imperialismo y de culpar al gobierno de Estados Unidos de todos los males de la tierra. En este sentido afirmó: “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica”.
El placer al matar formaba parte de su vida. (Obra del artista español Jesús Antonio Lozano Fuentes, cortesía para la publicación).
¿Matar por placer? Matar formaba parte de su vida. Su discurso adquiere matices que nos permiten definirlo como terrorista. Los fusilamientos en los años iniciales de la llamada revolución cubana demuestran su enfermiza condición. Según se dice en diversas fuentes, aunque algunos lo ponen en duda, le expresó a su padre que le gustaba matar, y estando en la manigua cubana – de lo que si no hay dudas- se mostró sediento de sangre.
Algunos insisten en la ausencia de pruebas evidenciales para verificar su maldad a través del placer al matar, lo que demuestro al citar sus palabras tomadas del Discurso ante la ONU, del 11 de diciembre de 1964: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, si, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario (...) nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida (...) en esas condiciones nosotros vivimos por la imposición del imperialismo norteamericano."
Hacer perdurar lo imperdurable es el propósito de sus defensores, quienes le siguen ciegamente. Un puñado de comunistas recalcitrantes y fanáticos, que aún creen en la sombra fantasmal del aquel que con “hachón guerrillero” sigue haciendo el mal desde las tenebrosas profundidades abismales, “en lo oscuro, señora, en lo oscuro”, cautivando a jovenzuelos latinoamericanos necesitados de aventuras, que envueltos en la histérica oleada de los que aun, conociendo de su serie secuencial de crímenes, prefieren creer que las calumnias persiguen a los héroes.
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