miércoles, junio 07, 2017

Francisco Almagro Domínguez: Triangulaciones. En contra de toda lógica, desde el Palacio de la Revolución se estimula el atrincheramiento de Nicolás Maduro en Miraflores

Tomado de http://www.diariodecuba.com

Triangulaciones

Por Francisco Almagro Domínguez
Miami
6 de Junio de 2017 -

Concluida la segunda sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su VIII Legislatura, sin propuestas novedosas o medidas urgentes para reflotar el escorado barco que es la economía cubana, siempre habrá más de uno preguntándose si no se trata de una estrategia suicida, o por el contrario, el régimen confía en una potencial apertura al mercado norteamericano, única y real vía para continuar navegando en las procelosas aguas del siglo XXI. Confiada también parece estar La Habana de que Caracas podrá contener una insurrección popular tras la caída definitiva de la careta democrática bolivariana.

En contra de toda lógica, desde el Palacio de la Revolución se estimula el atrincheramiento en Miraflores. Las pausas en el laberinto de espejos llamado Conceptualización del Modelo parecen confirmar que no será otra cosa que eso, un espacio cerrado, refractario, sin salida posible. Han aplicado el freno económico en la Isla mientras en el país sudamericano pisan el acelerador político hasta abajo con una Constituyente en apenas 60 días. ¿Cómo entender semejante sinsentido?

De la mano de la psicología podría venir una explicación. Hace varias décadas los investigadores definieron el fenómeno de la triangulación: cuando dos fuerzas entran en conflicto, una manera de aflojar la tensión es "triangulando" hacia un tercero, culpable o aliado, hacia el cual derivar pecados o bendiciones y evitar así la confrontación con el enemigo real.

La triangulación podría ser llamada también "cortina de humo", o "tercero emergente". Pero la representación geométrica del conflicto nos permite comprender —y acaso prever— las causas y consecuencias de la triangulación. Queda muy claro que el "bloqueo" es el modo de triangular al Gobierno norteamericano como causa eficiente de todos los fracasos e inoperancias. Que funcione o no, no es importante para el régimen. Que exista permite delimitar quién es amigo y quién enemigo. De no existir, el Gobierno cubano debería triangular otro vértice, pues el problema real es su disfunción endógena, de arranque.

En el caso de Venezuela, además de ser uno de los postes de la sustentación económica de la Isla, su función triangular ideológica y política es esencial para la sobrevivencia del régimen cubano. Los muertos, los presos, los heridos y la miseria la ponen ellos. Y la matriz de opinión castrista se encarga de vender la imagen de un pueblo que lucha contra el "golpismo" y la oligarquía a pesar de que podemos ver —quienes tenemos los ojos fuera de Cuba— que se trata de una verdadera insurrección popular.

Lo básico desde el punto de vista comunicacional es que los "americanos" sigan siendo "malos" y los venezolanos —rojos, rojitos— "buenos". Antes, los medios cubanos triangularon la guerra en Vietnam, el golpe de Estado en Chile, las dictaduras sudamericanas, Angola, el conflicto en los Balcanes, la sempiterna causa palestina, y hasta uno de nuestros compatriotas sirvió para ocultar un pueblo agobiado, hambriento, puesto a marchar todos los fines semana: el Niño Tótem Elián.

Parecería un absurdo, pero el drama venezolano está sirviendo para que las miradas de todos se desplacen a Sudamérica y olviden que es en una Isla del Caribe donde único se cuecen habas. La tesis de la triangulación como vía para dirimir tensiones, también sirve para comprender como "destriangular" a los implicados. No hay solución posible a un conflicto político entre Estados Unidos y Latinoamérica excluyendo a los cubanos. Uno de los mayores éxitos de la Isla a nivel internacional ha sido capitalizar toda la oposición al vecino del Norte en este continente hace medio siglo.

Por lo tanto, los líderes del llamado mundo libre deberían comprender que el enemigo a derrotar no es Maduro, ni Evo ni ahora el otro Lenin —el ecuatoriano, no el infanticida. La solución está y estará en La Habana, no en Caracas ni en Quito. Juan Manuel Santos pudo leerlo muy bien. Es una pena que no sobreviva al error para contarlo.

Descartada cualquier acción militar o bloqueo real contra uno de esos países, la administración Trump debe estar apreciando cuidadosamente cómo recrudecer o flexibilizar aún más las sanciones al Gobierno cubano, el vértice más importante de tan perniciosa geometría. Espacio de ángulos variables, todo dependerá de cómo se muevan el Palacio de la Revolución y la Casa Blanca: qué conversan o ya han conversado.

Todo parece indicar que las relaciones se moverán más en la cuerda de lo pragmático, de lo "negociable" y menos en lo ideológico, lo tolerable. De tal modo, el Gobierno norteamericano pudiera anunciar medidas para "recrudecer" el embargo como prohibir de nuevo el tabaco, el ron cubano y las visitas de orquestas. Al mismo tiempo, estimular megainversiones en "sectores no militares" (SIC). A cambio, y porque es muy malo para los negocios, Estados Unidos pediría destriangular la Venezuela chavista: "liberar de sus funciones" y "darles otras tareas" a los compañeros Diosdado, Nicolás y otros. Mientras, el pueblo venezolano continuará desangrándose en las calles si no surge un líder militar dispuesto al martirio. Y los cubanos en una casa de espejos, golpeándose unos contra otros en el laberinto sin salida llamado Conceptualización del Modelo.