Alberto Roteta Dorado: Convulsos y decisivos días para “Nuestra América”.
Por Dr. Alberto Roteta Dorado.
26 de julio de 3017
Naples. Estados Unidos. Hacia el final del siglo XIX José Martí, el genial cubano que más allá de las fronteras de su nación y de su tiempo, supo interpretar el verdadero sentido de la praxis latinoamericana, con visión futura se adelantaba a sus contemporáneos al ser capaz de vislumbrar la necesidad de una integración regional de aquellas naciones que se extienden desde el río Bravo hasta la Patagonia.
Nuestra América – acudiendo a la simbólica frase del hombre santo de Dos Ríos- se estremece sobremanera en los últimos meses. Venezuela, la tierra de Bolívar, el libertador continental que tanto admirara el propio José Martí, ocupa con justicia el centro de atención de todos los medios de prensa, politólogos, líderes políticos, reformadores sociales, y hombres de bien.
Una despiadada matanza por parte de las fuerzas represoras del régimen de Nicolás Maduro ha tenido lugar durante los más de cien días de acciones de protestas en su contra. Una valiente mujer, la doctora Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de Venezuela, se enfrenta al despotismo de una dictadura impuesta por la fuerza ante su defensa de lo que considera una ruptura del orden constitucional. El secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, se ha mantenido con firmeza en sus acciones defensivas por la recuperación de la democracia venezolana, y denunció el pasado miércoles, en su tercer informe sobre la crisis venezolana, una situación de violación del orden constitucional.
La nación suramericana que otrora ocupara un lugar privilegiado por su economía y sus riquezas naturales ha llagado a un punto crucial de su historia, y su mandatario se encuentra en una encrucijada, que al parecer, ante su torpeza de mente y su poco nivel de asimilación no logra interiorizar. Muchos me preguntan – a pesar de que no es habitual que trate el tema venezolano- acerca del final de Maduro, a lo que sin rodeos respondo: Maduro tiene sus días contados.
Una opción sería que las cosas terminaran en un verdadero mar de sangre originado por un enfrentamiento de una sección del propio ejército contra el gobierno y sus fuerzas represivas, en este caso el ilegítimo presidente resultaría eliminado de la forma en que las multitudes quisieran, y en honor a ciertos principios éticos que hemos de respetar los que escribimos para los medios prefiero omitir.
Algunos especulan sobre salvoconductos que lo puedan sacar del país. ¿Dónde pudiera ser admitido el despreciado ser, culpable de la muerte de más de un centenar de personas, la mayoría muy jóvenes, en estos últimos días? Se ha dicho muy a la ligera y sin fundamentos convincentes que en Panamá, y otros con mayor fuerza que en Cuba; aunque las circunstancias de la nación caribeña, cuyo régimen dictatorial guía los pasos del seguidor de Chávez, no son propicias para dar cabida a un asesino más. Muchos de los proyectos de Raúl Castro se pudieran ver obstaculizados con la disparatada determinación y Castro en la fase final de su mandato no asumiría algo que no le conviene y afectaría sus planes de supervivencia.
Las recientes declaraciones de Maduro – a solo una semana de los comicios de la Asamblea Nacional Constituyente y luego que los líderes de la coalición opositora Mesa de Unidad Democrática, MUD, se refirieran a las acciones de desobediencia que emprenderían para forzarlo a retirar su proceso de la Constituyente- acerca de estar dispuesto a llegar a un acuerdo de paz y de iniciar un ciclo de diálogo y conversaciones, se esfumaron antes de difundirse. Nadie le cree ya, y habría que estar muy atentos a las condiciones que pondría, toda vez que la llamada constituyente fuera rechazada por el 98.4% de los participantes en la votación que organizara la oposición.
Con razón Noam Chomsky, uno de los intelectuales estadounidenses de izquierda más reconocidos del mundo, describió como desastrosa la situación en Venezuela y criticó a los gobiernos populistas latinoamericanos de los últimos años por haber perdido la oportunidad del desarrollo. El académico se refirió a lo dañino del modelo económico asumido por los países latinoamericanos de tendencia izquierdista, así como a la marcada tendencia hacia la corrupción de dichas naciones
Desde los fríos Andes bolivianos Evo Morales, el torpe presidente que pretende perpetuarse en el poder – como todos los de la izquierda latinoamericana- luego de un prolongado silencio se le ha ocurrido hacer un llamado a los “países progresistas” de la región para relanzar su lucha. Igualmente declaró a los medios oficialistas cubanos - durante su breve visita de trabajo a la isla- que a Estados Unidos solo le queda como último recurso una agresión directa a Venezuela.
Habría que preguntarle a Morales a qué se refiere por países progresistas de la región, o si es que no sabe que ya solo quedan Nicaragua y Cuba, además de Bolivia, dentro de la línea de izquierda, por cuanto, Venezuela está en fase de expiración y Ecuador con su nuevo presidente se ha alejado con mucha cautela del terrible socialismo del siglo XXI.
Inmerso en su ignorancia hizo un derroche de solidaridad con todo lo negativo de los últimos días en el continente. Su apoyo incondicional al expresidente de Brasil, Lula Da Silva, acusado y sentenciado por corrupción; su postura junto a Cuba frente al cambio de política de Estados Unidos anunciado por Donald Trump; así como sus declaraciones contra Luis Almagro por su defensa de la causa del pueblo venezolano y su oposición al régimen de Maduro, son elementos que demuestran el estado precario de su intelecto y su acérrimo dogmatismo.
Otro aspecto que llama poderosamente la atención en el contexto latinoamericano fue la actitud del presidente colombiano Juan Manuel Santos al tratar de interceder en el grave conflicto venezolano a través del dictador cubano Raúl Castro. Los medios han afirmado que el motivo de la visita de Santos a La Habana obedeció a convenios de colaboración entre ambos países; sin embargo y ante la insólita idea de tratar el tema de lograr la paz en Venezuela, con quien se supone esté dirigiendo desde Cuba los disparatados pasos de Maduro, surge la duda del verdadero motivo de dicho viaje – recordemos el papel mediador del régimen de La Habana durante las sendas rondas de conversaciones para el logro de la paz en Colombia, y los posibles beneficios de dicha intervención para la isla -.
Por otra parte, en Colombia, como parte de un acuerdo de paz con el gobierno, el primero de septiembre próximo las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, lanzarán oficialmente su partido político, con lo que los antiguos combatientes guerrilleros – promotores del terrorismo y el narcotráfico- podrán participar en elecciones legislativas y presidenciales en 2018, algo que traerá serias consecuencias nacionales y para la región.
Así las cosas, “Nuestra América” se estremece ante hechos como estos y otros que ya han sido muy comentados; pero no pueden omitirse. Las acusaciones por corrupción contra Ignacio Lula Da Silva, el expresidente brasileño, los intentos de la oposición ecuatoriana para efectuar juicio político a Jorge Glas, el actual vicepresidente de Ecuador, al parecer involucrado seriamente en el famoso caso Odebrecht, el inicio del III Ciclo de los Diálogos de paz entre el Gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), del cual Ecuador es país anfitrión, se destacan sobremanera; sin olvidar este 24 de julio el aniversario del natalicio de Simón Bolívar, la figura cumbre de las luchas emancipadoras de la región.
Chomsky, el teórico estadounidense citado antes, se refirió a una reacción y una regresión continental, así como a un retorno de la izquierda al poder, con lo que estoy en total desacuerdo. No obstante, resulta muy interesante lo que recomienda si esto ocurriera. En este sentido considera que esa llegada al poder sea "con fuerzas más honestas, que reconozcan la necesidad de desarrollar una economía con bases sólidas y con la capacidad de llevar adelante programas honestos sin robarle a la gente al mismo tiempo".
En fin, hasta los defensores de la propia línea izquierdista admiten el descrédito de los gobernantes del llamado Socialismo del siglo XXI, sus graves implicaciones en la corrupción continental, y el saqueo generalizado de lo que debe ser un patrimonio para sus pobladores. Transcurren así convulsos y decisivos días para esta, “Nuestra América”, como la definiría el más genuino de los cubanos de todos los tiempos.
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