El final de una pesadilla. Waldo Acebo Meireles: Entre todos los “experimentos” y megalomanías que ha sufrido Cuba, el de las “escuelas en el campo” es el que ha dejado huellas más profundas y terribles
El final de una pesadilla
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Entre todos los “experimentos” y megalomanías que ha sufrido Cuba, el de las “escuelas en el campo” es el que ha dejado huellas más profundas y terribles
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Por Waldo Acebo Meireles
Miami
18/07/2017
Los últimos 50 y tantos años han sido una verdadera pesadilla para la nación cubana, pero dentro de esa gran pesadilla una algo más pequeña pero no por ello menos terrible y de consecuencias nefastas, al fin terminó: las llamadas “escuelas en el campo”.
Después del fracaso de la “Zafra de los 10 Millones”, al parecer no teniendo otra cosa en que entretenerse, el “máximo líder” se lanzó en una nueva aventura que le costaría a la nación billones de dólares, millones de sufrimientos y cientos de miles de jóvenes con serias deformaciones de carácter y un profundo deterioro moral y espiritual.
Entre todos los “experimentos” megalómanos que ha sufrido el país, este de las “escuelas en el campo” es el que ha dejado huellas más profundas y terribles ya que actuó sobre la mente y el alma de lo más valioso que tiene cualquier sociedad: la juventud, y sus consecuencias, se extenderán malignamente en el futuro, ya que afectó y afectará la psicología de nuestra sociedad.
En plano económico quizás también fue de los más costosos, probablemente el más costoso en recursos financieros y materiales. Se construyeron cientos de escuelas y la mayor parte de ella, ya que no en su totalidad, estaban dotadas de un equipamiento de primera clase, esto hay que reconocerlo. Laboratorios de biología, química, y física con un instrumental científico excelente comprados con moneda fuerte en su mayoría, talleres para la educación laboral con herramientas y maquinarias en su mayoría de grado profesional, no simplemente docente.
De todas esas maravillas no queda ni el recuerdo, podríamos explicarnos por qué esos talleres con sus preciadas herramientas, imposibles de adquirir en el mercado legal, fueron desapareciendo casi de inmediato. Pero qué explicación le podemos dar al vandalismo, o el hurto, de instrumentos científicos, como cristalería de laboratorio, microscopios, balanzas analíticas y un larguísimo etcétera.
Muchas escuelas fueron dotadas con bandas de música, cuyos instrumentos: bombos, platillos, tambores y redoblantes fueron adquiridos en Inglaterra, y las trompetas en Austria, naturalmente también en moneda fuerte y a elevados precios. Sospecho que esos desaparecidos instrumentos musicales habrán nutrido algún que otro combo de aficionados, por lo menos tuvieron algún uso práctico.
Las edificaciones, a base de paneles de concreto prefabricado, no quedaron indemnes a la pasión destructiva y vandálica, por decir lo menos; los interruptores eléctricos eran desarmados, no solo con la intención de apropiárselos, era y es otro renglón deficitario en los comercios, sino para producir chispas al poner los cables en corte circuito y así encender cigarrillos, recipientes con alcohol para calentar agua, y otros diversos usos.
Ventanales y puertas sacados de sus marcos y la madera utilizada como combustible para cocinar algún que otro pajarillo, u otros animales que prefiero ni mencionar, o calentar agua para el baño, en ocasiones esas primitivas fogatas se realizaban dentro de los mismos albergues. ¡La barbarie!
Todas estas acciones impactaron las mentes de los jóvenes, el hurto, el robo de los almacenes de alimentos, el irrespeto a la propiedad, la destrucción deliberada y consciente de los medios puestos a su disposición, prepararon, y bien que los prepararon, para su integración a la sociedad de los adultos, teníamos ya al “hombre nuevo”.
Pero esos aspectos no fueron los únicos integradores de las afectaciones a la personalidad de los alumnos-víctimas, la lista es larga: el aprendizaje de que sólo con fraudes se pueden alcanzar esas notas y promociones increíbles en cientos de escuelas; la pérdida del pudor en las jovencitas que tenían que bañarse, o realizar sus necesidades fisiológicas, en baños sin cortinas o puertas; la temprana iniciación sexual de hembras y varones en muchos casos en lo que, no queda más remedio, que llamar orgías colectivas o grupales; las violaciones tanto de hembras como de varones; el truque de favores sexuales por notas u otras ventajas; el espectro es amplio, desolador y devastador.
A estas terribles situaciones se le añade el uso de la violencia como método sistemático en la lucha por la supervivencia, la ley de la selva, auspiciada, protegida y recompensada por las direcciones de los centros que utilizaban esos alumnos-matones para el control de la disciplina [¿qué disciplina?] en los albergues y otras áreas. En muchos casos hasta esos miembros de las direcciones, y los profesores, temían subir a los albergues, y no solo al de los varones, el matonismo también imperaba entre las hembras.
Una versión ampliada y aumentada de El señor de las moscas, de W. Golding. La ley del más fuerte generaba situaciones espeluznantes donde no faltaron las pérdidas de vidas humanas, o las lesiones graves, provocadas por las riñas y venganzas. Los más débiles se veían sometidos a presiones y tensiones propias de una penitenciaría, ese era su aprendizaje, su bautismo de fuego. Esos infelices en ocasiones merodeaban por los alrededores buscando donde dormir, aunque parezca una exageración; llevaban consigo sus pocas pertenencias, eran como nómadas tratando de evitar las prácticas serviles y abusivas a las que se veían sometidos.
A todo lo anterior habría que agregar la ruptura de los vínculos con el hogar, la separación de los jóvenes de sus padres que en ciertos contextos se podía extender hasta por un mes o más, erosionando así la estructura básica de toda sociedad: la familia
Con ello se logró el “sano” propósito de crear mentes dispuestas a la esclavitud, a la ignominia, a los bajos instinto, a la delación, a las acciones más deleznables, a la violencia, participando activamente en el daño antropológico que afectará por generaciones a la sociedad cubana. Ese es, y será, el legado de esa monstruosidad que ahora, sin señalar responsabilidades, prácticamente ha terminado dejando horribles penas, sin la más mínima gloria.
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