Roberto Madrigal: «Plaza sitiada»: la idolatría, el egocentrismo y el afán de protagonismo. Fuentes tiene tres héroes que idolatra: Fidel Castro, Ernest Hemingway y Tony de La Guardia
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Fuentes tiene tres héroes que idolatra: Fidel Castro, Ernest Hemingway y Tony de La Guardia. Prácticamente toda su obra está hecha en relación a estos tres personajes
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Por Roberto Madrigal
Cincinati
18/09/2018
Si no fuera porque este año se cumple el quincuagésimo aniversario de la concesión del premio Julián del Casal de poesía a Fuera del juego, el libro de Heberto Padilla, este “texto” de Norberto Fuentes no merecería ni un renglón. Plaza sitiada: un libro para los enemigos, no es más que un vano intento de su autor de insertarse como protagonista de los sucesos que desataron el mal llamado “quinquenio gris” de la cultura cubana.
Para los que todavía no se han enterado, durante su famosa “confesión”, orquestada por la Seguridad del Estado tras haberlo tenido preso durante unos cuarenta y cinco días, el poeta Heberto Padilla debía incriminarse como alguien que había “traicionado a la Revolución”, arrepentirse de sus pecados pequeñoburgueses y denunciar a algunos amigos que habían caído en sus mismos errores para que estos subieran al podio, confesaran sus delitos e hicieran acto de contrición. Padilla mencionó a su entonces esposa, la poeta Belkis Cuza Malé, así como a los poetas y escritores Pablo Armando Fernández, Cesar López, Manuel Díaz Martínez y Norberto Fuentes. Los cuatro primeros subieron a la mesa donde estaba Padilla y siguieron el guion al pie de la letra. Fuentes fue la excepción.
Según el mismo narra, cuando llegó su turno, dijo estar de acuerdo con todo lo dicho por Padilla, que se alegraba de su regreso y que lo importante era seguir adelante. Esa intervención, como también se dice en el libro, no está registrada en ninguna parte y Fuentes solo tiene un vago recuerdo del momento. Personalmente, jamás yo había oído hablar de eso. Ni siquiera de boca de muchos que estuvieron allí presentes, incluyendo a Reinaldo Arenas quien se encontraba sentado al lado de Fuentes.
Lo que todo el mundo recuerda, y sí está registrado, es lo que Fuentes dice que fue su segunda actuación, que fue negar las acusaciones porque el no tenía que arrepentirse de nada de lo que había escrito porque él era un revolucionario. El consenso general fue que esto también era parte del libreto orquestado por la Seguridad del Estado (aunque cuentan que José Antonio Portuondo se quejó de que Fuentes había echado a perder la “magnífica velada”).
En su libro, Norberto Fuentes trata de convencernos de que fue algo que salió de él, una actitud verdaderamente desafiante que tomó a todos por sorpresa y que incluso indignó a Fidel Castro, a la vez que quiere hacernos creer que venció a Castro, porque aparte de un ninguneo, no le pudo hacer nada. Sin embargo, no aporta nada más allá de sus propias elucubraciones, pues ese Castro que él tan bien describió en La autobiografía de Fidel Castro, cuando quería deshacerse de alguien no había quien lo detuviera.
Fuentes siempre tuvo fama de trabajar “para” la Seguridad del Estado, o de ser miembro del Ministerio del Interior. Es una fama merecida pues siempre ha estado trabajando con la policía, el ejército y el Ministerio del Interior, cosa que no niega, al contrario, alardea de ello. Fue muy amigo de altos mandos militares y estuvo presente como reportero de guerra en las campañas del Escambray y de Angola. Fue hombre de confianza de los hermanos Castro y su obra literaria está ligada a esa participación. En este libro se vende como el único héroe de la literatura cubana por lo que dijo la noche de la confesión de Padilla y por su eterna irreverencia que le costó no poder publicar por muchos años. Le da un distante segundo lugar a Reinaldo Arenas. Pero no, Norberto, ignoras que muchos más no fueron solamente ninguneados por lo que escribieron o trataron de publicar fuera del país, sino que fueron apresados y convertidos en no-personas. Sólo te citaré los casos de Manuel Ballagas, René Ariza y Rafael Saumell, que supongo debas conocer bien.
Fuentes tiene tres héroes que idolatra: Fidel Castro, Ernest Hemingway y Tony de La Guardia. De ellos admira principalmente lo que él ve como sus cojones. Todo en Fuentes tiene su raíz en un machismo pueril, que le da por adorar a los hombres de acción, que no vacilan en apretar el gatillo ante quien sea y que viven felices con sus crímenes (sobre todo en los casos de Castro y de La Guardia). Hemingway es un escritor que atrae a lo peor del machismo de los escritores cubanos, ninguno se cansa de repetir que Ava Gardner se bañaba desnuda en Finca Vigía y muchos quieren escribir como él, pero lo cierto es que todo queda en la envidia de los machos, porque la prosa de ninguno y mucho menos la de Fuentes, se acerca ni remotamente a la de Hemingway.
Realpolitik
1 Comments:
Fuentes es un ejemplo clásico del que alardea de lo que carece porque desesperadamente quiere ser lo que no es ni puede alcanzar. Es un caso de disfuncionalidad psicológica, y no digo psiquiátrico porque el tipo no está loco, aunque está bien retorcido. Por supuesto, no entiende que mientras más trata de inflarse, peor parado queda y más despreciable se hace. Pero, árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza.
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