Nicolás Águila: Asturias, Patria querida: Génesis y metamorfosis de un himno y su relación con Ignacio Piñeiro el del Septeto Nacional que lleva su nombre
Por Nicolás Águila
16 de abril de 2014
Cuentan que cuando Juan Pablo II visitó Asturias en 1986 lo recibieron, como era de rigor, con los acordes del himno asturiano. Pero el Papa, que además de ser polaco las cazaba al vuelo, les dijo con cierta sorna a los dignatarios presentes en el acto: "Esa música… a mí me suena". Y cómo no le iba a sonar si era una melodía de su propio país, trasplantada a Asturias tiempos atrás por mineros polacos que se habían asentado en esa región en el norte de España.
Para algunos era casi un escándalo constatar que la música del himno no fuera originariamente asturiana —más aún, ni siquiera española en general—, sino que había sido importada de Polonia como los pepinillos encurtidos. ¿Quedaba entonces el consuelo de la letra, al parecer tan auténticamente asturiana como la fabada misma? Eso era lo que se creía hasta que los investigadores se pusieron a examinar con lupa el texto de la canción devenida en himno y hallaron que todas las pistas apuntaban a una inevitable conexión cubana. La letra, si se juzgaba por su origen, era tan dudosamente asturiana como en su tiempo lo fuera El Encanto, la famosa tienda habanera gestionada por empresarios astures residentes en Cuba y precursora de los grandes almacenes Galerías Preciados y El Corte Inglés.
El letrista desconocido de Asturias, Patria querida de repente dejaba de serlo. Salía del armario del anonimato, pero con un nombre que no tenía nada de anónimo ni de anodino. Se llamaba Ignacio Piñeiro, y así se sigue llamando, puesto que es una figura inmortal de la música popular cubana junto con su afamado Septeto Nacional. El maestro Piñeiro es nada menos que el autor de éxitos tan sonados e inolvidables como Suavecito y Échale salsita, este último parcial y descaradamente plagiado por George Gershwin en su famosa Rhapsody in blue.
No fue hasta 1984, dos años antes de la visita del Papa, cuando Asturias, Patria querida fue oficialmente declarado himno del Principado de Asturias. Antes de alcanzar su rango de himno regional era simplemente una canción muy conocida en España, cantada en fiestas y celebraciones, sobre todo entre asturianos. De ahí que, con excepción de la invocación patriótica del primer verso, que le da título a la composición, le falte el patriotismo y la marcialidad que caracterizan a los himnos nacionales.
La finalidad de Ignacio Piñeiro, al componer su canción, no era más que homenajear al padre nostálgico a través de un tema que exaltase los valores de su Asturias natal. Y tanto lo logró con su texto sencillo y candoroso, que llegó a popularizarse como el canto por excelencia a la tierra asturiana. Con el tiempo –vaya usted a saber cómo y cuándo— la letra se divorció de la música original para casarse con la melodía polaca y alcanzar así su avatar definitivo de canción sincrética y transcultural, a mi entender elevada con toda justicia a la categoría de himno asturiano.
No importa que la haya compuesto en Cuba o durante el viaje con su padre a España, como se ha discutido. Eso sería lo de menos. La pieza del maestro Piñeiro, dedicada a Asturias como a una novia lejana, está concebida por y desde la asturianidad más honda. Es asturiana por el tema y la intención, y lo es por la devoción filial del autor, un criollísimo cubano, mestizo por añadidura, hijo de padre astur y madre cubana afrodescendiente que muy probablemente sea la “morena” de la segunda estrofa del himno.
Si el ansia por recuperar el amor perdido de María Félix --que triunfaba sola y por la libre en los Madriles de fines de los cuarenta—fue la fuerza motriz que condujo al mexicano Agustín Lara a componer el chotis Madrid, desde México y sin conocer aún España; y si, sin proponérselo don Agustín, el número se convirtió en la canción emblemática madrileña, nada tendría de extraño que el canto asturiano por excelencia sea una pieza con música originalmente polaca, pero a la larga asturianizada, y con letra escrita por el músico habanero que triunfó abriéndole nuevos rumbos estilísticos al repertorio sonero.
La paternidad de una criatura no está determinada tanto por la huella genética de los progenitores como por el amor con que la acogen los padres de adopción. Asturias, patria querida es tan genuinamente asturiana como la sidra o la fabada, a pesar de su condición de hija adoptiva, o quién sabe si precisamente por ello. Y es tan asturiana como don Carlos, aquel simpático personaje de mi infancia que, siendo apenas un adolescente, emigró a Cuba y allí murió sin ver jamás de nuevo su terruño natal, pero con toda Asturias intacta en su corazón de astur aplatanado.
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Letra de Asturias, Patria querida
Asturias, Patria querida, /Asturias de mis amores;/ ¡quién estuviera en Asturias /en todas las ocasiones!/ Tengo de subir al árbol,/ tengo de coger la flor, /y dársela a mi morena/ que la ponga en el balcón, / Que la ponga en el balcón, / que la deje de poner, / tengo de subir al árbol / y la flor he de coger.
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*Extractado de la segunda parte de "Asturias, Patria querida", trabajo publicado en la Revista Hispano Cubana, Nº 40, 2011, pp. 101-107.
http://www.hispanocubana.org/archivos_pdfs/20120606_182630_revistas_id4_revista_hc_40.pdf
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