Francisco Almagro Domínguez: De cómo el «Cubagrinch» se robó la Navidad en Cuba
Carta Pastoral Ni Parias ni Traidores del Arzobispo Enrique Pérez Serantes
Al cubano que es fiel a su patria, pero no comunista se le llama traidor. Estamos envueltos en un mar de confusiones producidas por una densa niebla que es necesario despejar rapidamente, para dar paso a la luz y con ella a la verdad que se esta echando mucho de menos.
Para no andar con inútiles rodeos ni tratar de tapar el sol con un dedo, decimos que este confusionismo gira todo alrededor del problema del comunismo, incubado por el capitalismo materializado y por el racionalismo bien elaborado, y dado a luz por los habiles discipulos de Marx.
Hubo un tiempo que recordamos muy bién, en que se calificaba de execrable traidor al que no estaba enteramente de acuerdo con el regimen y los procedimientos de Machado, aunque fuese tan cubano como Marti, como Maceo o Agramonte. Hoy, para no divagar mucho, resulta que se considera igualmente traidor al que se permite el lujo de combatir el comunismo, de expresar abiertamente que no esta conforme con las directrices o el adoctrinamiento y procedimiento marxistas. A veces no hace falta ni tanto; tal parece que para algunos, solo los comunistas y sus seguidores tienen derecho a trazar la linea de conducta obligatoria para todos.
Hemos aprendido todos que traidor es el que quebranta la lealtad que esta obligado a guardar o a tener. Judas, entregando a su Maestro, es y sera siempre el prototipo del traidor. Siendo esto asi, quién con algo siquiera de razón se atrevería a decir que no es patriota el que detesta el comunismo materialista y ateo, o el que por no hacer traición a su conciencia y a su fe jurada no se doblega o ni siquiera inclina ante los seudo redentores del pueblo, ni esta dispuesto a cambiar a Roma por Moscu? ¿Quien puede tener derecho a afirmar que alguien es traidor a la patria porque amandola con toda su alma se atreve a decir que no piensa en todo como piensan los enemigos de Dios, los enemigos de la libertad y de los derechos humanos, los comunistas y sus secuaces? ¿Pueden, en fin, ser reputados de traidores a la patria los que no quebrantan ninguna fidelidad o lealtad al estado o a las instituciones legitimamente establecidas?
Hay por cierto indicios muy expresivos y hasta algunos muy elocuentes, de que para los comunistas del patio--iguales en esto a todos los demas, los de Rusia, de la China, de Hungria y de todas partes--parece no merecen los honores de la ciudadania, cuando no se les moteja abiertamente de antipatriotas, los que aferrados a los principios básicos de la lealtad a Dios y a sus mandamientos, que son y han de ser siempre principios de honor de los humanos en todas partes, manifiestan por lo mismo su hostilidad o repugnancia a la amalgama de ideologías extrañas, espurias, ajenas y contrarias al recio y tradicional sentir religioso y principalmente católico de nuestro pueblo.
Y mas que indicios hay la certeza de que estos señores de la hoz y el martillo, lo mismo que sus incondicionales servidores, reciben con los brazos abiertos a los que, traicionando a Cristo, desertan de su Iglesia; a los que quizas la vendan por un plato de lentejas o se mofan de ella y de quienes se alinean y tratan de dar la batalla en las filas de sus adoctrinadores. En una palabra, para estos señores es cuando mas un ciudadano de segundo orden, relegado a la retaguardia, cuando no tildado pomposamente de apatrida, el valiente que por amor a los valores sobrenaturales se empeña en no claudicar, firmes en sus nobles y arraigadas convicciones, que no se asientan en la arena movediza de las ideologias y procedimientos descarnadamente inhumanos, cultivados en las frias estepas rusas.
Todo lo dicho, sin embargo, con ser mucho no es todo, queda pues, aun tela que cortar. Vamos por lo tanto nada mas que a hacer un sondeo. ¿Qué aportaron a la revolución los comunistas? Por la revolucion se dio en esta provincia de Oriente, y todo el mundo sabe cuanto había que dar. A su favor se movilizó todo el pueblo. Por la revolucion y por Fidel, su lider muy querido, se dió todo: dinero, ropas, oraciones, sacrificios y todos los hombres que se necesitaron, los cuales, con el mayor desinterés, con gran fervor, como quien va a una Cruzada, escalaron la Sierra dejandolo todo, sin volver la vista atras.
Por la revolución hemos visto los templos repletos de fieles y lo mismo las calles abarrotadas principamente de madres, de esposas e hijas de combatientes, que eran en su inmensa mayoría católicos, marchando en abiertas y bien conocidas manifestaciones por la causa, rosario en mano, desafiando las amenazadoras represalias. Por la revolución, muy identificados con ella, partieron nuestros capellanes los sacerdotes Sardiñas, Rivas, Lucas, Guzman, Castaño, Cavero y Barrientos los cuales con el mismo espiritu que los valientes soldados de las sierras acompañaron a éstos y los alentaron por los caminos de la lucha y de la victoria.
Ahora bien, y vamos a cuentas: ¿Pudiéramos saber cuantos comunistas hicieron por la revolucion lo mismo que los nuestros, que demostraron generosidad y valor espartano? ¿Y habremos de sufrir manza y silenciosamente que sean ahora éstos los que hagan lo que nunca penso el pueblo cubano, que la mano ferrea y sin entrañas del comunismo habria de pender amenazadora sobre nuestras cabezas, ni que habrían de ser los escasos devotos de Marx y de Lenin los que pretendieran arrebatarnos el bien ganado laurel de la victoria, los que dieran la pauta de la conducta a observar a los heroicos voluntarios de la patria, llegando hasta a ordenarnos que nos confinemos a nuestros templos y nos atengamos en ellos a normas trazadas osadamente por los que, a fuer de descreídos, nada entienden de eso.
Sepan, pues, los valedores de nuevo cuño que los nuestros, los de las sierras y los de la retaguardia, lucharon, alentaron y sostuvieron la revolucion confiados en que esta, trayendonos la justicia social y la paz, no pondria a nadie en peligro de renunciar a lo propio tan amado, o sea a Dios, a la Iglesia y a nuestras bellas tradiciones cristianas, que en nada se oponen a la adquisicion y a la tranquila posesion de bienes materiales, justos y honestos; y que antes bien los propician y afianzan.
Luchando por la revolución, nunca pensaron los nuestros, los católicos que somos mayorías, no podemos soportar que se nos ignore y se nos veje a manera de consigna del Partido Comunista, ciertamente anticatolico, parece claro que se pretende anular totalmente la influencia catolica, y esto no paso a paso sino a grandes zancadas.
Si ésto es asi nos sentimos obligados a levantar nuestra voz para pedir se conceda a los catolicos y a todos los que no son comunistas, el disfrute del pleno derecho que a la libertad tienen los ciudadanos todos, y puesto que somos indiscutiblemente muy superiores en numero, y nada inferiores en calidad a nuestros opositores, que se nos respete y se nos deje ocupar el puesto que de derecho nos corresponde dentro de los justisimos canones de la democracia.
Y esto en todas partes y no, solo en los templos, ya repetidas veces en poco tiempo profanados merced a las irreverentes y atrevidas incursiones realizadas en ellos, so pretexto de defender intereses que jamas han conculcado los catolicos medularmente tales. No estamos supeditados a los dictámenes de ningun gobierno; amamos a Cuba y por eso no titubeamos en decir "Cuba Sí, Comunismo No".
Dicho lo que precede, doblamos la hoja porque nos falta algo por decir: Y es que a los norteamericanos no nos ligan vínculos de sangre, de lengua, de tradicion, de convivencia o de formacion... Y aunque nos parece que esto todos los saben, no quisiéramos lo ignorase ninguno de los nuestros. Decimos asimismo que los funcionarios de Norteamerica no han ejercido ni una sola vez directa o indirectamente influencia alguna sobre Nos, como no la han ejercido jamas los falangistas ni los franquistas, con los cuales nunca hemos mantenido relaciones de ninguna clase. El que otra cosa afirme se equivoca, y en todo caso no dice la verdad.
Pero no tenemos rubor en decir, y nos pareceria cobardía no decirlo, que entre norteamericanos y soviéticos, para Nos no cabe vacilar. En la eleccion amamos a Cuba y a Cuba nos debemos totalmente, como la aman los católicos todos y todos los hombres honestos que con nosotros tienen la dicha de convivir. Por amor a Cuba estamos dispuestos a darlo todo y todo lo estamos dando, y por servir lo mejor que sabemos estamos dispuestos a que nos llamen contrarrevolucionarios y traidores los que seguramente mejor harian si se callasen. Eso si, siempre diremos: ¡Cuba SI, comunismo NO! Repetimos siempre: ¡Cuba SI, esclavos jamas!
Y sepan todos que sin renunciar a la filiacion divina a llamarse hijos de Dios, nadie podra ser esclavo, nadie podra ser traidor, nadie podra renunciar a su libertad. Dejennos, pues, en paz. Dediquense a algo constructivo, pues hay mucho que hacer sin malgastar el tiempo en dividir la familia cubana, empuñando la espada temible de la discriminacion.
De todo lo dicho, de lo cual somos Nos exclusivamente responsables, queremos que estén debidamente informados nuestros diocesanos, a fin de evitar confusiones lamentables, para que conozcan sus derechos y las maquinaciones de los enemigos de la Iglesia.
Y para que por intercesión de nuestra excelsa patrona la Virgen de la Caridad, pidan incesantemente al Señor nos libre de las insidias de los arregliosos y de los irreligiosos, y nos propicie el don precioso de la fraternal convivencia de todos los cubanos, en un ambiente de verdad, de justicia, de amor y de paz. Quisieramos sirviera también este nuestro documento para tener informados a nuestros gobernantes, no sea que desconozcan cosas que a nuestro ver no ayudan a consolidar la revolucion que tanto ha costado.
De cómo el «Cubagrinch» se robó la Navidad
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Fue y ha sido tarea permanente del régimen cubano, como cualquier sociedad materialista, vaciar de contenido espiritual, religioso, las festividades navideñas
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Por Francisco Almagro Domínguez
Miami
25/12/2018
Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré
conservarla durante todo el año.
Charles Dickens
Preocupado por el mercantilismo y el materialismo galopante en la sociedad norteamericana, Theodor Seuss Geisel, más conocido como Dr. Seuss, creo el personaje del Grinch —similar a gruñón— en 1957. Fue tal la acogida a esta imagen anti navideña, quien odia a los suyos y vive alejado del mundo real, que ha sido llevado al cine y a la televisión en varias ocasiones. Con este antihéroe, el Dr. Seuss nos recuerda que el gruñido del odio y la soberbia terminan por sucumbir a la alegría del espíritu humano. También advierte a cada uno de nosotros que podemos llevar un Grinch adentro, y es tarea permanente, si queremos ser felices y vivir en libertad, reconciliarnos con nosotros y con los demás.
Fue y ha sido tarea permanente del régimen cubano, como cualquier sociedad materialista, vaciar de contenido espiritual, religioso, las festividades navideñas. En el caso de Cuba, donde el único propietario de las emisoras de radio, televisión y la prensa es el Estado, la misión de descristianizar la Navidad es sumamente fácil y desalmada —sin alma, sin arrepentimiento.
En la Isla, hace medio siglo, no se exhiben películas ni documentales referentes a la Natividad de Jesucristo, la vida de los apóstoles, o la historia de la Iglesia —excepto cuando es para condenarla. Tampoco se puede encontrar en las tiendas, todas de un solo dueño, el Estado, nacimientos y postales religiosas. Hubo una época, cuando comenzó la indefectible dolarización, que se atrevieron a vender arbolitos y bolas de Navidad. Algunos centros laborales se hicieron los tontos y los colocaron en la entrada; al año siguiente, desaparecieron.
Mucho se ha escrito sobre la confrontación Iglesia-Estado en la Isla, y si era posible la sobrevivencia de la institución eclesial con todos los derechos y deberes en una sociedad comunista. Hoy sabemos casi con certeza que eso es una falacia o una treta de sobrevivencia política. Cuando hablamos de derechos, hay que aclarar que la Iglesia, como cualquier otra institución en democracia, tiene derecho a brindar la educación que los padres deseen para sus hijos; tiene derecho a tener sus medios de comunicación y no ser interferida en su prédica; tiene derecho a celebrar procesiones y reuniones sin más permisos que aquellos que garanticen su propia seguridad; tiene derecho a brindar asistencia social y de salud a través de hospitales, guarderías y asilos de ancianos.
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