Ariel Hidalgo: Una Constitución contra los trabajadores. Votar por el no en el plebiscito sobre el nuevo proyecto constitucional
Una Constitución contra los trabajadores
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La expropiación del hotel Habana Hilton en 1959 resultó un hecho muy significativo: el expropiado no era un latifundista ni una compañía extranjera sino los propios trabajadores
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Por Ariel Hidalgo
Miami
06/02/2019
Una de las razones fundamentales para votar por el no en el plebiscito sobre el nuevo proyecto constitucional, es que se trata de un engendro legal que pretende dar base institucional a una política gubernamental de casi 60 años contraria a los intereses de los trabajadores y de la prosperidad de la población.
En el artículo 22 queda plasmado un principio que ya había sido aprobado en el VII Congreso del Partido y que es medular: “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales”… Es decir, existe un límite para el mejoramiento económico de los ciudadanos, aunque esa mejoría se alcance mediante el esfuerzo y el talento propios, un límite que la mayoría de las veces no se sabe cuál es por la ambigüedad de las leyes y por las interpretaciones caprichosas de las autoridades, por lo que el incentivo en la creatividad y la productividad de los particulares queda frenado por esa espada de Damocles que pende sobre sus cabezas. El por qué existen esas limitaciones, se aclara inmediatamente después: “a fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social”. O sea, que los ciudadanos y en particular, los trabajadores independientes, deben frenar sus impulsos de alcanzar un mejoramiento en sus vidas en aras de mantener ese principio “socialista” de la igualdad. Se trata, si nos atenemos a las experiencias vividas anteriormente, del estado de precariedades y limitaciones que ese pueblo ha tenido que sufrir durante varias décadas, esto es, la igualdad en la miseria. Esa es, en verdad, la “equidad” y la “justicia social” que se pretenden mantener.
¿Pero ha existido en realidad esa igualdad? Volvamos a esa primera cita: “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales”… Las últimas dos palabras son claves. El principio, como es lógico, no se aplica a las propiedades estatales. El Estado puede concentrar cuantas propiedades tenga interés en controlar sin limitaciones y sin temor a ser expropiado, entre ellas exclusivosros recreacionales. ¿Y quienes tienen acceso a esas propiedades? ¿Los jornaleros? ¿Los campesinos? ¿Los cuentapropistas? No, sólo los funcionarios de ciertas esferas.
Desde el primer año, 1959, para quienes estaban al tanto de los pasos que daba eso que por entonces sólo se conocía como “la revolución”, debió ser muy indicativo el hecho de que fuera expropiado el Habana Hilton, porque este hotel no pertenecía a los Hilton, encargados sólo de su administración, sino al sindicato de los gastronómicos cubanos. Es decir, el expropiado no era un latifundista ni una compañía extranjera sino los propios trabajadores. Esto debió alertar de lo que vendría después. En el fondo no había una guía ética o ideológica de los pasos a seguir: no se trataba de despojar a las clases explotadoras como la burguesía o los terratenientes y de favorecer a los explotados, sino de controlarlo todo, despojar a cualquiera que poseyese algo, no importa si eran capitalistas o trabajadores independientes. El discurso posterior de que, al intervenirse las industrias, las tierras, bancos y comercios, entre otros bienes de producción, los asalariados eran liberados de la explotación capitalista y se convertían en propietarios de esos bienes, fue el más grande de todos los fraudes. Los latifundios no desaparecieron realmente como se proclamaba, sino que pasaron de ser privados para convertirse en estatales, y sus jornaleros pasaron de ser explotados por terratenientes a serlo por el Estado, algo como lo vaticinado por el propio Martí al referirse en su artículo, “La futura esclavitud”, a un posible modelo como el conocido hoy con el nombre de “socialism real”: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios”.
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