Alfredo M. Cepero: TODOS SOMOS CULPABLES
Por Pedro Pablo Arencibia
1 de mayo de 2019
Sr. San Martín de Loynaz y Amunabarro
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... No obstante, me parece que con la tierra nuestra nos sucede lo que con esos órganos vitales y entrañables: no nos apercibimos de su existencia hasta que duelen.
La mía duele ahora ¡Y como duele! Yo creo que el clamor haya llegado allá donde tu moras rodeado de ángeles próximo a la inefable Presencia. Y entonces no te cuento nada nuevo si te digo que aquella isla niña que una vez traje riendo de la mano, aquella novia de Colón, aquella benjamina bien amada, ya no es niña, ni es novia: es la más desolada de las madres porque tiene que serlo la que ve a sus hijos despedazándose entre sí, cegados por la sangre, por la fiebre del odio, por la ira; es huérfana en los hijos de estos hijos, es viuda en las mujeres que dejaron atrás y manca en el hermano que se amputó a su hermano. La isla niña ha envejecido siglos en apenas dos lustros: sobre la curva de la espalda lleva una carga de pecados propios y ajenos que casi pesan más que las desgracias. De nada vale discernir quiénes los cometieron: de todos modo será ella la que lleve la carga. La isla tiene sed: también el cielo le ha negado el agua. Pero no es la falta de agua, ni la falta de pan si el pan faltase; te aseguro que el animo no flaquearía por eso. Es la falta de amor, de caridad, es la ambición de unos y la torpeza de otros y la soberbia, la soberbia de todos.
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Tú pensarás que es mucho lo que pido, y yo también lo pienso. El diálogo es posible con salvajes inocentes y crueles; al menos muchas veces es posible. Pero nunca lo es con estos hombres civilizados, llenos de ciencia y de orgullo, llenos hasta de filosofía. No lo es, no lo es con estos hombres, aunque por conseguirlo estuvieses dispuesto, como entonces, a pagar con el precio de tu vida. Nunca te escucharían porque ellos son siempre los que hablan. Y ciertamente no habrán sino más ponzoñosas las flechas de los indios o las lanzas de los idólatras. Ni más ponzoñosas ni más certeras. Los pecados de las gentes que fuiste a convertir, eran pecados de ignorancia: los que por esta banda nos dejaste, son ya pecados de sabiduría. Triste es desconocer el Divino Mensaje, pero más triste es todavía haberlo conocido y olvidarlo.
Un poco de agricultura y de conga chambelonera.
A los cubanos no nos encanta inculparnos de lo sucedido en nuestra nación; realmente la inmensa mayoría de los cubanos que hemos pasado en estos últimos casi 60 años por nuestra juventud, madurez, vejez, o hasta por la muerte, somos culpables de que el Castrismo haya nacido, echado raíces y crecido en nuestra Patria. Unos permitimos que se sembrara esa semilla o que hubiera tierra fértil para que germinara; otros no aplastamos a tiempo ese aparente insignificante arbusto en crecimiento, esperando que otros se ocuparan de hacerlo, ya que considerábamos que eso era tarea de otros y que quizás hasta nuestros vecinos más cercanos no permitirían que creciera de tal manera que con sus raíces y sombra los afectara; otros, le echamos abonos, agua y le limpiamos los alrededores de supuestas ¨malas yerbas¨ para que creciera frondosamente y diera los abundantes y dulcísimos frutos anunciados, cuando realmente esas yerbas estaban haciendo una tarea tal, que de haberlas dejado crecer hubieran ¨ahogado¨ a ese arbusto que se ha convertido en un viejo y espinoso árbol que nunca dió los frutos prometidos pese a la abundancia de abonos e injertos recibidos durante décadas; esas yerbas nunca más han aparecido. No oíamos a aquellos que nos aconsejaban, por anteriormente haber dormido bajo sus ramas, que no dejáramos crecer a ese árbol, pues en otras lejanas tierras ya había aparecido ese tipo de árbol y había acabado con los demás árboles, sembradios y con la fertilidad de la tierra; les respondíamos ingenua, ignorante o testaduramente que este árbol no era como aquellos a los que se parecía, hasta que un día, cada quien a su tiempo, nos dimos cuenta por su tronco, raíces, espinas y míseros y agrios frutos que era de la misma especie que aquellos, pero ya en ese momento el árbol había alcanzado un tamaño y una fortaleza tal, que otros decidimos (cómo y cuándo pudimos) mudarnos por un tiempo, tiempo que aún hoy no ha concluido, para fincas más cercanas mientras tratábamos de encontrar sustancias defoliadoras para secarlo, pero la cantidad que conseguiamos de esas sustancias era muy poca, de mala calidad y hasta tan mal aplicadas que hasta el árbol se fortalecía con ellas. Finalmente llegó el momento en que nos negaron la posibilidad de adquirir y utilizar esas sustancias. Como sucede con las circunstancias y eventos muy largos en en el tiempo, muchos nos cansamos de seguir tratando de acabar con el árbol y nos dedicamos a otros menesteres tratando de olvidarnos de ese maldito árbol y hasta de la finca en que nació. Solamente unos pocos porfiados seguimos insistiendo denunciar la maldad de ese árbol y la necesidad de arrancar de raíz al carcomido árbol que aún así, sigue arruinando la tierra en que un día lo dejamos crecer y esparciendo su mala semilla por otras tierras.
(1) Para los no cubanos o los que no son entendidos en la jerga cubana actual: ¨irse del parque ¨ significa morirse.
Fidel Castro y Raúl Castro no hubieran sido nadie en Cuba, pese a sus faltas de escrúpulos y maldad, si estas dos situaciones no se hubieran dado:
- Condiciones sociales que favorecieron su labor para alcanzar el Poder y mantenerlo. Habíamos tenido suerte como pueblo apegado al caudillismo, pero con Fidel Castro se nos acabó la suerte que habíamos tenido de que nuestros anteriores caudillos no habían sido individuos terribles.
- Subestimamos a los Castro y a su capacidad para buscarse aliados de todo tipo y laya en Cuba y en el mundo.
- En 1950 la Misión Truslow, comisión internacional solicitada al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) por el gobierno presidido por el Dr. Carlos Prío Socarrás para que hiciera un diagnóstico de la economía cubana y recomendara medidas para dinamizarla, planteó, entre otras cosas, que Cuba debía diversificar su economía teniendo al azúcar como punto de partida y que Cuba poseía los recursos humanos, financieros y materiales necesarios para ello salvo el combustible; alertó que la prosperidad bélica (II Guerra Mundial y Guerra de Corea) había propiciado nuevos niveles de vida para muchas personas y que el actual crecimiento económico no satisfacía las necesidades de su creciente población y que si la economía era incapaz de sostener ese nivel en tiempos menos prósperos, sobrevendría una gran tirantez política (Zuaznábar, 19 y 20). Como elemento conclusivo planteó:¨Si los líderes se han descuidado en prever esta posibilidad, la opinión pública los inculpará. Y si ello ocurriera, el control podría pasar a manos subversivas y engañosas, como ha ocurrido en otros países donde los líderes no se han dado cuenta de las corrientes de estos tiempos. ¨ (Zuaznábar, 20)
- José Martí, Apóstol de la Independencia cubana en su carta a Máximo Gómez del 20 de octubre de 1884 escribió las siguientes palabras, motivadas por el mal ejemplo de varios libertadores hispanoamericanos que se convirtieron en dictadores de sus pueblos y por ciertos criterios y actitudes de Máximo Gómez, donde le daba a conocer su determinación de:¨...no contribuir en un ápice por el amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo¨
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De ser posible resumir en una sola oración nuestra desgracia nacional, tendríamos que decir que perdimos a Cuba por la desidia de Prío, la avaricia de Batista y la maldad de Castro.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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4-30-19
Durante muchos años me ha molestado la recriminación de unos cubanos contra otros por la horripilante pesadilla que ha sufrido nuestra patria bajo la tiranía castrista. Muchos de los que han nacido y son producto del sistema de adoctrinamiento del régimen nos culpan a los más viejos de haber facilitado la instauración de la tiranía. La frase favorita es: "Ustedes lo pusieron y ustedes son los que tienen que quitarlo".
Por su parte, muchos de mi generación acusan a los más jóvenes de indiferencia y hasta de cobardía por no enfrentarse a la tiranía. Y los peores, aquellos que, habiendo logrado escapar de la pesadilla, olvidan a la patria que los vio nacer. Más de una vez he escuchado:"No me hables de Cuba porque aquello no hay quién lo arregle y yo no tengo intención de regresar jamás".
Este es el tipo de pensamiento y de conducta de una 'quinta columna' que ha hecho posible la prolongación de aquella barbarie por más de 60 años. Para esta gente, según el vernáculo cubano, "la culpa de todo la tiene el totí". Ellos no aceptan culpa ni responsabilidad alguna. La realidad es que, en mayor o menor grado, todos somos culpables y todos tenemos la obligación de contribuir a la libertad de Cuba.
Pero, pongo el parche antes de que salga el grano y alguien me acuse de ignorar a los millares de patriotas que han ofrendado vida, libertad y dinero en el empeño de ver a Cuba libre. Exonero de toda culpa y admiro intensamente a los centenares de fusilados, millares de combatientes y centenares de miles de presos que han sido testimonio elocuente de nuestro amor por Cuba. Su vida fructífera y su inmolación heroica tienen que ser materia obligada en nuestras escuelas futuras y la base de la República Constitucional y Democrática por la que ofrendaron sus vidas.
Por otra parte, para entender mejor nuestra deplorable situación actual considero de suma importancia pasar revista a nuestra historia reciente. No estamos aquí por pura casualidad sino como resultado de nuestra falta de formación ciudadana. En mi opinión, nunca entendimos que el pueblo era el soberano y los gobernantes nuestros empleados. Ellos estaban para servirnos y nosotros para quitarlos y ponerlos.
Vergonzosa conducta la nuestra cuando calificábamos de tonto al gobernante honrado, admirábamos al gobernante ladrón y rendíamos pleitesía femenina al dictador de quien decíamos :"Este es el hombre". En nuestra breve vida republicana tuvimos 8 años de verdadera democracia bajo los gobiernos auténticos entre 1944 y 1952. Pero, tanto Grau como Prío, dieron protección y abrigo a delincuentes que asaltaron y derrocharon los fondos públicos. Los amigos del presidente disfrutaban de impunidad para violar la ley. El pueblo aplaudía como focas amaestradas.
Esa indiferencia ante el escándalo fue utilizada por una mafia agazapada que resentía haber sido confinada a los cuarteles. Como los delincuentes, entraron amparados por las sombras de la noche y le dieron el tiro de gracia a nuestra democracia. El presidente olvidó que, en una república constitucional, las leyes tienen que ser más poderosas que las balas y que su obligación era hacerlas respetar.
Ante el vacío de poder, el 10 de marzo se convirtió en fecha histórica cuando un grupúsculo de militares se hizo con el poder absoluto sin disparar una bala. ¿Y del pueblo qué? Del pueblo nada. Enfermo de asco el pueblo aceptó el asesinato de nuestras instituciones republicanas como si no hubiera pasado nada. Por mi parte, no puedo evitar pensar que si Prio se hubiera quedado en palacio no habría habido 10 de marzo. ¡Qué distinto hubiera sido con un Tony Varona de presidente!
De ser posible resumir en una sola oración nuestra desgracia nacional, tendríamos que decir que perdimos a Cuba por la desidia de Prío, la avaricia de Batista y la maldad de Castro. Ellos fueron los verdaderos y únicos culpables. Ahí está la enseñanza que debe ilustrar nuestros esfuerzos por recuperar la libertad perdida. Trabajemos para que en nuestro futuro no haya lugar para gobernantes ladrones, cobardes o tiranos.
Pero tenemos que empezar por dejar de darle oxígeno a la tiranía acusándonos los unos a los otros. Nada que haya hecho otro opositor es tan dañino a nuestra libertad como la opresión y la miseria desatada sobre nuestro pueblo por la tiranía castrista. Es hora de hacer patria con nuestro perdón, nuestra compasión y nuestra tolerancia hacia quienes luchan por nuestra misma causa.
Quienes insistan en dividir dejen el camino libre a quienes quieren unir. Quienes se empeñen en destruir no estorben a quienes se proponen construir. Los ajustes de cuenta, si fuera necesario alguno, se han de hacer en nuestros procesos democráticos, donde el pueblo es el soberano y los gobernantes sus servidores asalariados.
4-30-19
Miguel Angel Quevedo valientemente admitió que no supo reconocer al peor entre Scila y Caribdis. Desde hace muchísimos años, aún después de leer fragmentos de su otra carta de despedida la carta de despedida de BOHEMIA), tuve mis resentimientos hacía Miguel Angel Quevedo, y hacia otros muchos intelectuales, por no advertirnos y no hablarnos de los métodos cautivadores y atractivos que tienen diferentes personas e ideologías para atraparnos en sus redes; estábamos esperando un oso rojo parado en sus patas traseras con sus colmillos chorreantes de sangre y con la oz y el martillo en su pecho y se nos apareció un supuesto Rey Mago o Robin Hood, blanco, barbudo, vestido de verde olivo de perfil griego con medallita de la Caridad del Cobre en su pecho y paloma blanca posada en su hombro que nos repartía las riquezas de explotadores y cómplices de asesinatos. No se nos dijo del pasado pandillero de ese individuo y que todo había sido un montaje y trampas habilmente realizadas para engañar a todo un pueblo; caimos en la trampa como muchos indios cayeron ante los primeros descubridores y colonizadores y los que no caimos en la trampa, caimos por la espada de ese régimen esclavizador de pueblo. Posteriormente entre 1959 y 1960, cuando ya era tarde, se expusieron analizaron adecuadamente esos sistemas, por ejemplo en algunas cartas pastorales de obispos cubanos y en debates publicados en Bohemia como el llevado a cabo entre el Dr. Carlos Rafaél Rodríguez y el Dr. Valdespino sobre el comunismo.
Estos 60 años han demostrado que con esquemas y maniqueísmo podemos quedar atrapados largo tiempo en un sistema político cerrado a la información y a la libertad, Paradójicamente la historia cubana anterior a 1959 nos muestra que el maniqueímo y el esquematismo informativo no nos evita caer en "falsos mesianismos" en sistemas abiertos o con ciertas aperturas pues los perversos aprovechan las oportunidades que les brinda los espacios, más grandes o más pequeños, de libertad y democracia existentes en esos sistemas para promoverse e instalarse, despues de lo cual se adueñan o cierran todos los espacios . La perversidad no desperdicia oportunidades.
Algunos factores y personas, aún hoy en día, no admiten que se equivocaron y apostaron por el peor caballo; esa soberbia es aún más grave cuando su miopía provocó la muerte de muchas personas, la mayoría jóvenes, para instalar un régimen peor que el que estaban derribando. Dios seguramente le perdonó a Miguel Angel sus errores, su suicidio y sus pecados de vida disipada. Ante este sincero y desgarrador arrepentimiento y acto de contricción no hace falta Purgatorio. El infierno ya lo pasó en Vida.
Todavía Dios espera por el arrepentimiento de muchos de esos soberbios.
Carta póstuma de Miguel Angel Quevedo
Sr. Ernesto Montaner
Miami, Florida
12 de agosto de 1969.
Querido Ernesto:
Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado ¡al fin! sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de 1965.
Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como "el único culpable" de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera "el único culpable".
Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad.
Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. Vestían el odioso uniforme que no se quitaban nunca.
No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública.
El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque Bohemia era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.
Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.
Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó "los veinte mil muertos". Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.
Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder.
Fue culpable Estados Unidos de América, que incautó las armas destinadas a las fuerzas armadas de Cuba en su lucha contra los guerrilleros.
Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.
Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron.
Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones.
Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes.Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que los más "virtuosos" y los más "honrados" eran los pobres.
Muero asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Como Rómulo Betancourt, Figueres, Muñoz Marín. Los titanes de esa "Izquierda Democrática" que tan poco tiene de "democrática" y tanto de "izquierda".
Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.
Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas.
Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera.
Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de Nuñez de Arce cuando dijo: Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano.
Adiós. Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho.
Miguel Ángel Quevedo
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