Esteban Fernández: AQUEL “LATIFUNDIO” QUE TU ME QUITASTE.
28 de junio de 2019
Si en algún momento de su cochina vida Fidel Castro me leyó o mandó a investigar mi vida tiene que haberse vuelto loco pensando: “Bueno y ¿Qué coño yo le hice a este tipo para odiarme tanto? No le fusilé a un ser querido, ni lo envié a cumplir 20 años en una cárcel, ni le quité bienes materiales porque bienes no tenía. Entonces ¿por qué su encarne en mí?”
Nada en el mundo me hubiera gustado más que haberlo tenido arrodillado a mis pies, yo con una pistola en su sien y decirle antes de darle el tiro de gracia: “Mira hijo de la gran puta, para que no te vayas al infierno con la duda: No voy a hablarte de paredón ni de los crímenes que cometiste, voy a concentrarme en lo que yo perdí por tu grandísima culpa”.
“Escúchame asesino, yo vivía tranquilo, muy bien y feliz. No era rico ni era miembro de una familia acomodada o burguesa, pero me sentía muy contento. Adoraba a mi país, a mi pueblo, a mi barrio, a mi humilde casa, a mis vecinos y prácticamente a todos mis coterráneos. Caminaba desde mi hogar hasta el Parque Central saludando a todos los vecinos que estaban conversando en sus portales. Los que no me conocían, entonces sabían quienes eran mis padres y parientes, y todo eso por tu culpa se acabó”.
“¿Nunca te enteraste que mi parque era una bendición, que nadie en mi pueblo podía sentirse solo, ni deprimido, ni triste, ni necesitaba un siquiatra? Nadie sufría de melancolía, porque lo único que tenías que hacer era llegar al parque y allí encontraba amigos y hasta desconocidos para entablar una conversación y sentirse acompañado”.
“Entérate -antes de que mate- que cursé mis estudios de primaria en uno de los mejores colegios de la nación: el “Kate Plumer Bryant Memorial”, más conocido en mi pueblo como el “Colegio Americano o Presbiteriano”. Que nunca me detuve a averiguar los milagros que tuvo que hacer mi padre para pagar la cuota mensual, que en ese colegio obtuve conocimientos, pero sobre todo logré algo mejor: muchos amigos que todavía hoy lo son a pesar de los años transcurridos y que todos al igual que yo nos destruiste nuestras vidas”.
“Que yo tenía un padre, una madre y un hermano que me adoraban y que yo idolatraba. Que nunca conocí a mi abuelo, Manuel Fernández Valdés, pero fue un destacado escritor, poeta, autor de libros y Juez Municipal del pueblo. Mencionar su nombre y su parentesco conmigo me abría muchas puertas, sobre todo las del Liceo de Güines que, sin ser miembro, podía visitar porque mi abuelo había sido uno de sus iniciales dirigentes”.
“Para que sepas, yo tenía un tío llamado Carlos Gómez que era delegado de la Compañía Cubana de Electricidad y un día me dijo: “Esteban de Jesús, sigue en tus estudios, pero cuando cumplas 18 años te voy a dar un empleo de cobrador de puerta en puerta, y eso te va a asegurar un sueldo decente mientras vivas o quieras”
“Yo era muy feliz teniendo en el traspatio de la casa una mata de aguacates y una de guayabas. También había un gallo jerezano y como 15 gallinas que ponían el año entero. Poseía una cría enorme de pájaros: negritos, azulejos, canarios, tomeguines del pinar, verdones”.
“Estoy seguro que nadie te ha dicho que al terminar el sexto grado mi padre me dijo: “Nada de séptimo y octavo grado; yo quiero que hagas el examen de ingreso y entres al Instituto”. Y así fue. A duras penas pasé la prueba y con tremenda alegría entré en el glorioso Instituto de Segunda Enseñanza de Güines. El 99 por ciento de mis compañeros de estudios hoy siguen siendo como hermanos para mí, Instituto del cual fui expulsado por tu culpa, pedazo de cabrón”.
“Los planes – que tú me robaste- eran que, cuando terminara el bachillerato, iría a la Universidad de La Habana a estudiar leyes pues esa era una tradición familiar. Y a mí me encantaba la idea. El futuro me parecía trazado y seguro”.
“Mi latifundio y mi única propiedad era una bicicleta con la que podía recorrer el pueblo entero e ir a los Centrales Amistad y Providencia. También subir y bajar La Loma de Candela, altura que bordeaba al valle de Güines por el Norte”.
“Escucha monstruo: yo tenía una perra llamada Yeti que me acompañaba a todas partes. Tenía a mi disposición un precioso río llamado ‘Mayabeque’ y allí nadaba durante todo el verano. Cerca de mi casa tenía el Parque Martí donde diariamente iba a jugar a la quimbumbia, a las canicas o a la viola”.
“Solamente con un peso podía ir a la tanda de las 5 de la tarde del cine Campoamor; me comía una frita, me tomaba una Coca Cola, y compraba una cajita de chiclets Adams y todavía me sobraba dinero. Tenía libertad, hermandad, comida, ropa, un futuro fulgurante y ni por la cabeza me pasaba salir del país”.
“¿No te dijeron que las únicas discusiones o peleas que se oían en mi pueblo eran entre Habanistas y Almendaristas, que las Navidades y el día de los Reyes Magos eran las fechas más lindas del año? No recuerdo ni un solo tormento ni un pequeño sufrimiento. En esa maravillosa tierra todo se desenvolvía normalmente hasta que llegaste tú, UN CANALLA LLENO DE ODIO y decidió parar aquella vida placentera”.
“Y por eso y por muchas cosas más deposito todas las balas del peine de la P38 en tu cabeza y que el diablo te acoja en su más ardiente caldera”
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